LA LIBERTAD Y SARTRE


(Según el libro El existencialismo de Paul Foulquié)[1]

Juan Rojo Moreno

Paul Foulquié, filósofo francés, falleció en 1983. En este artículo entresaco de su libro comentarios muy útiles sobre el concepto de libertad de Sartre, que muchos confunden con la capacidad de elegir.

Creo que sus propias palabras aclaran mucho esto para todos, pues como señala Foulquié, la obra de Sartre El ser y la nada se dirige a los especialistas, quienes confirman no estar seguros de haberla comprendido bien. Cuando éstos decían “no lo comprendo”, Sartre respondería: no es de extrañar, lo real es absurdo.

Foulquié hace más comprensible este tema y he puestos sus párrafos lo mas literal posible dada la buena explicación.

Entre corchetes [ ] algún comentario que hago.

Libertad

La libertad en Sartre no es la elección, es más amplia. No se puede poner límites a un acto, pues lo que estamos haciendo nadie puede preverlo.[2]

Estamos comprometidos, queramos o no, con el mundo por el mero hecho de haber nacido. De este compromiso en el que no hicimos nada resulta la necesidad de comprometernos libremente.

Al rechazar como vanas construcciones de la mente cualquier mundo ideal, los existencialistas llegan a la dolorosa contradicción de que tienen que elegir sin ningún principio de elección, sin ningún patrón con el que puedan juzgar si han elegido bien o mal.

De aquí el fundamento de la angustia existencialista que es vivo sentimiento de haber sido arrojado aquí sin haberlo querido, constreñido a unas opciones de las que no se aperciben todas las consecuencias (la angustia existencial es independiente de cualquier reflexión filosófica y está vinculada al solo hecho de existir).

La libertad no es la capacidad de elección, sino que es algo profundo que está en todo ser humano.

Señala Sartre: “la esencia del ser humano está en suspenso en su libertad”.[3] Para Sartre el hombre elige su propia esencia, pero ¿qué esencia? No se puede distinguir una esencia universal que nos hace hombres ni la esencia individual. Sartre llega a unas proposiciones paradójicas hasta el absurdo si se toman al pie de la letra: “Primero el hombre es…; luego solamente es «esto» o «lo otro»…El hombre debe crearse su propia esencia”[4].

Nuestra esencia genérica o especifica está determinada sin nosotros.

[En esto recuerda al “inconsciente colectivo” de C.G. Jung o al “orden implicado” de David Bohm]

 Solo nuestra esencia individual o concreta presenta cierta indeterminación: somos hombres ¿pero qué hombres seremos? Dentro de estos límites solamente es donde hay abierta una puerta a la libertad.

Además, dentro de estos límites hay cierta indeterminación: un enclenque no puede ser descargador portuario, ni un iletrado aspira a la Academia “el hombre no es más que una situación, condicionado hasta sus sentimientos, hasta sus ideas” (Situations II.)[5]

Sin embargo, la posibilidad de elección sigue siendo considerable: “cada uno decide el sentido de su situación”. Estoy delicado de salud sin haberme elegido así; pero yo no puedo ser débil… sin elegir la manera en que yo constituyo mi debilidad (como intolerable, humillante, esconderla, rebelársela a todos…) (Sartre, ibid.).

Ahora bien, la actitud que tomo ante lo que soy, contribuye a transformarme: he aquí en un terreno que parecía independiente de mí, una puerta abierta a la libertad.

 Lo mismo ocurre con mi pasado, parecía fijado de una manera inmutable, pero por la actitud tomada respecto a él he podido transformar la acción que ejercía sobre mí y modificar lo que representa para mí.

[Por lo tanto, al parecer, la libertad no es una decisión sino una actitud. Actitud como Primer concepto de libertad]

La libertad parece tanto más salvaguardada debido a que nuestros fines jamás están definitivamente fijados. En la medida que continuamos existiendo continuamos eligiendo nuestros fines, pues la libertad es la esencia de nuestra existencia.

Por consiguiente, la libertad no es solo el privilegio de mis actos voluntarios. Mis emociones y mis pasiones que también dependen del ser que soy, son igualmente libres.

Pero ¿cómo elegimos nosotros estos fines? Para elegir entre el dolor y el placer, entre mi interés y el de los demás, sería necesario tener un principio de discernimiento. Para Sartre también la elección de nuestros fines es absolutamente libre, pues se hace “sin punto de apoyo”; no se basa en ninguna razón, porque “toda razón viene al mundo por la libertad” (Ibid.), es decir que cada uno pone las normas de lo verdadero, de lo bello o de lo bueno.

Por consiguiente, la libertad no es solo el privilegio de mis actos voluntarios. Mis emociones y mis pasiones, que también dependen del ser que soy, son igualmente libres; “mi miedo es libre y manifiesta mi libertad, he puesto toda mi libertad en mi miedo y me he elegido miedoso en tal o en cual circunstancia…” (Ibid.).

[Bueno, aquí podríamos conjeturar que el que tiene una fobia (la palabra fobia significa miedo) a los túneles, a las alturas, a las autopistas, etcétera, no se elige miedoso en tal o cual circunstancia. Además, muchos miedos originados por importantes traumas tampoco son elegibles].

En nuestra vida psicológica, pues, todo, según Sartre, es libertad, pero ¿no significa esto equivalentemente que no hay libertad? -señala Foulquié-. Si en nuestra vida interior todo es libre, es que en Sartre la palabra libertad tiene un sentido diferente que el de los filósofos e incluso del vulgo. Solo es libre un acto determinado por motivos; ahora bien, de acuerdo con Sartre, actuar libremente no consiste en decidirse según unos motivos, sino en poner, sin motivo e incluso sin saberlo, unos motivos que nos dominan luego sin que nos demos cuenta. Para Sartre -sigue Foulquié- el acto libre no es eminentemente racional, pues esto sería absurdo “es absurdo al estar más allá de todas las razones (Ibid.)”

Por esto señala Foulquié que la libertad sartriana nos parece de una extensión indefinida, pero tras precisar lo que recubre esta palabra vemos que se trata de una pseudolibertad: la espontaneidad del viviente.

[Segundo concepto de libertad. Espontaneidad no motivada. De nuevo la neurocultura, o lo implícito, pues no puede haber espontaneidad que no salga de alguna parte].

Se podría también objetar a Sartre la gratuidad de su hipótesis de una elección original que guiase toda la actividad de nuestra conciencia: siendo anterior a toda reflexión la elección no puede ser comprobada; así pues, su existencia se supone infundadamente (Foulquié).

No está comprobada, responde el autor de El ser y la nada, pero tenemos de ella un conocimiento indirecto: la conciencia de elegirnos “se traduce por un doble «sentimiento» de la angustia y la de la responsabilidad”.

La prueba de la libertad por medio del sentimiento de responsabilidad no es nueva y puede encontrarse en muchos manuales de filosofía, pero solo es válida con la condición de suponer en el sentimiento de ser responsable la conciencia implícita de su libertad. Ahora bien, este no es el concepto expuesto en El Ser y la Nada. Para Sartre la responsabilidad del hombre se extiende mucho más allá de lo que, desde el punto de vista del buen sentido, ha podido libremente elegir. Nada se le escapa, no solo de la actividad personal, sino también de los acontecimientos exteriores: soy responsable de todo “tan profundamente responsable de la guerra como si yo mismo la hubiese declarado”.

 [El tercer concepto de libertad de Sartre hace referencia al sentimiento de coparticipar con toda la humanidad, de nuevo se parece a la intuición o influencia de un inconsciente colectivo junguiano o del Orden implícito de D. Bohm. Ha asumido la responsabilidad de todo lo que pasaba en el mundo, a todos los hombres. El Inconsciente Colectivo supone que toda la humanidad participamos de unas experiencias comunes que se presentan de forma simbólica. De este concepto extraemos la idea de que “sin darnos cuenta” en nuestro cerebro hay estructuras simbólicas culturales propias y compartidas por la humanidad]

La responsabilidad que el existencialismo sartriano hace pesar sobre el hombre difiere esencialmente de lo que ordinariamente se entiende por esta palabra.

Para Sartre “no hacemos lo que queremos y, no obstante, somos responsables de lo que somos: he aquí el hecho” (hecho inexplicable -señala Foulquié- gratuito, absurdo, como todo el resto. Sucede lo mismo con la angustia).

La angustia: Sartre no da a la angustia ni a la desesperación el lugar que ocupan en la vida o en las especulaciones de Kierkegaard o incluso en las de Gabriel Marcel. Para él la angustia es el resultado del sentimiento del alcance de nuestras opciones; el individuo elige sus propias normas sin haber podido de antemano juzgar acerca de su valor, ya que este valor le viene de su elección. “Si el hombre no es, pero se hace, y si al hacerse asume la responsabilidad de la especie entera, si no hay valor ni moral que sean dados a priori, pero si en cada caso debemos decidir solos, sin puntos de apoyo, sin guías y no obstante para todos, ¿cómo podríamos no estar angustiados ya que nos es necesario actuar? Cada uno de nuestros actos pone en juego el sentido del mundo y el lugar del hombre en el universo” (Sartre J.P Action 27 de diciembre 1944).

A todo esto, señala Foulquié ¿por qué suponer que mi elección interesa a la humanidad entera, puesto que cada uno debe elegir independientemente de los demás y hacerse él mismo su moral y su verdad? Incluso en lo que me concierne, mi opción solo vale para el instante presente; al instante siguiente podrá ser reformada, ya que me encuentro en “la necesidad de elegirme perpetuamente” (Ibid.). ¿Hay motivo para angustiarse por una elección que solo compromete al instante?

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Interesante y complejo, pero creo que aclara bastante la tan manida y usada banalmente «libertad» de Sartre.

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[1] Paul Foulquié. El existencialismo. Oikos-tau ediciones, Barcelona,1973.

[2] Simone de Beauvoir en Le sang des autres.

[3] Sartre, Jean-Paul. El Ser y la Nada, Buenos Aires, Losada, 1998 (primera edición 1943). Cuando ponemos (Ibid.) hace referencia a esta obra.

[4] Action, del 27 de diciembre de 1944. (periódico semanal comunista)

[5] Situations son ensayos de Sartre, desde 1947 hasta 1976. Situaciones II: ¿Qué es la literatura? (Qu’est-ce que la littérature?) (1948)

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LA LONGANIMIDAD Y LA AUTOAYUDA


Juan Rojo Moreno

Los libros de autoayuda y autoformación psicológica o de consejos para la vida y las circunstancias no son mi fuerte.

En este caso me llegó la recomendación de un libro de este estilo a través de un programa de entrevistas de TVE en el que se subrayaba lo esplendido de éste, del cual (o de anteriores libros del mismo autor) ya se han vendido millones y alguno ha sido traducido a múltiples idiomas.

Con esta información me compré el libro y como me ocurre siempre con el 100% de los que compro y con el 95% de los que me regalan, los leo (alguno con más esfuerzo y tozudez que otros).

Bueno, vamos al grano. El libro se denomina Tu mentalidad buena suerte y es de autoayuda y de consejos.  Dada la importante venta de esta materia en los libros del autor Álex Rovira, no puedo más que pensar que debe ser un magnífico libro.[1]

Me llama la atención varias cosas. Una de ella es la cantidad de libros de autoayuda que existen en el mercado y que tienen millonarias ventas como pueden ser “Tus zonas erróneas”, “Cómo hacer que te pasen cosas buenas”, “El poder del ahora” “El monje que vendió su Ferrari”, “Gente tóxica”, “Inteligencia emocional” o “El poder está dentro de ti” y un muy largo etcétera.

Quizá este fenómeno mundial nos indica, entre otras muchas cosas, la dificultad para obtener un equilibrio básico en la adaptación vital o en el afrontamiento de la vida, en una sociedad kinética, acelerada, en la que todo cambia constantemente y las creencias están en situación de seísmo constante.

Las “creencias”, señala Ortega[2], no surgen en tal día y en tal hora dentro de nuestras vidas, no son pensamientos ni ocurrencias ni razonamientos. Cabe decir que no son ideas que tenemos sino ideas que somos. Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas. No llegamos a ellas tras una faena de entendimiento, sino que operan ya en nuestro fondo cuando nos ponemos a pensar en algo. A este modo de intervenir algo en nuestra vida sin que lo pensemos llama Ortega «contar con ello» y es el propio de nuestras efectivas creencias.

La fe en la ciencia no es ya solo una opinión individual sino una opinión colectiva y por lo tanto ya una realidad independiente del individuo. Lo específico, lo constitutivo de la opinión colectiva es que su existencia no depende de que sea o no aceptada por el individuo determinado. Llamamos dogma social al contenido de una creencia colectiva.

Por esto, señala Dilthey, las ciencias han disueltos las creencias religiosas y filosóficas de los siglos anteriores[3].

Bueno, pues, podemos decir que no solo se han disuelto las creencias existentes, sino que además no se han creado nuevas, y además cuando una parece que va a ir instaurándose, un seísmo crónico de movimientos sociales, políticos, económicos… hace que desaparezca y no es de nuevo sustituida.

¡Quizá por esto son tan necesarios los libros de autoayuda!

Volviendo a A. Rovira, me ha gustado su capítulo 7 que denomina “La clave para la vida lograda: la longanimidad”. Primero porque rescata una palabra de la Real Academia de la Lengua (RAE) y siempre es bueno actualizar nuestro lenguaje y además por la fuerza de su definición: “la grandeza y constancia de ánimo en las adversidades”. Desde luego necesitamos una inyección de longanimidad en esta sociedad a la que le gusta ver las películas a velocidad 1,5 o 2 para poder alcanzar un mayor número de ellas o de postcats o novelas… y pasar rápidamente de una cosa a otra.

Como señala Rovira “la longanimidad supone resiliencia mantenida en el tiempo ya que implica fortaleza, humildad, determinación y aprendizaje constante […] quien es longánime mantiene y ejerce aprendizaje a lo largo del tiempo”.

Quien es longánime, sigue nuestro autor, en lugar de buscar atajos para lograr un beneficio rápido y a toda costa, pone su mirada en el esfuerzo, en la valentía de mantenerse en el camino sin dejarse desalentar por las trabas de la vida.

Desde luego, fortaleza y determinación son imprescindibles si queremos que avance un pueblo, una sociedad, una nación o una supranación.

Esto que parece tan sencillo de comprender, al parecer no lo es por muchos de los 8.000 millones que pueblan nuestro planeta, para no hablar de un país concreto. Al fin y al cabo no se trata de países sino de personas. Pero claro, muchos granos de arena, que son individuales, constituyen una playa o en su caso un hormiguero, en donde la totalidad se nutre de la individualidad. Si la individualidad que prevalece es la que protesta porque no “le dan” lo que quieren, desde luego no se están planteando la longanimidad sino muchas veces que los longánimes les den a ellos lo que es producto del esfuerzo constante de los primeros.

¡Ah! entonces alguien dirá que hay élites, diferenciadas de la generalidad. Bueno Ortega y Gasset les da la respuesta, pero para saberla hay que hacer el esfuerzo de leerlo.

Sigue señalando Rovira que “las personas longánimes se entregan con todas sus fuerzas a sus propósitos, adaptándose a cada situación” y en ese capítulo de su libro escribe ejemplos de personas con estas características entre las que es especialmente significativa la historia de Dick Hoyt y su hijo que formaron el “equipo Hoyt”.

Algunos enlaces sobre Dick Hoyt (el primero un video de 4 minutos ) y el segundo de Wikipedia    https://es.wikipedia.org/wiki/Equipo_Hoyt

Voy a terminar con una frase de El libro de las Mutaciones (que cita nuestro autor):

«A la calma le siguen las dificultades; a la partida de los hombres malvados le sigue su retorno. Estas recurrencias no deben ser motivo de tristeza, sino que deben ser oportunidades para tomar conciencia, de modo que la persona sea feliz en el intervalo».

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[1] Álex Rovira. Tu mentalidad buena suerte. Claves de la prosperidad en 30 lecciones. Editorial Zenith, 2023,

[2] José Ortega y Gasset. Ideas y creencias. Ed. Espasa Calpe. 1940

[3] Wilhelm Dilthey, Teorías de las concepciones del mundo. Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1974. Traducción del alemán y comentarios de Julián Marías

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SOBRE EL EXISTENCIALISMO


Juan Rojo Moreno

Paul Foulquié escribió un libro El existencialismo que aporta ideas interesantes sobre esta corriente, sin entrar en alargarse sobre los autores que la proponen, Kierkegaard, Jaspers, Heidegger, Sartre o Husserl, entre otros, pero nos introduce de forma interesante y va a ser nuestra referencia[1].

Repasa las ideas, entre otras, del existencialismo teológico, el conceptualista, el fenomenológico, el ateo o el cristiano.

Entre los distintos autores aparece la discusión de si son esencialistas, es decir como Platón, siendo lo esencial la naturaleza humana, las ideas, que fundamenta el funcionamiento humano. Por otra parte, en los que se denominan existencialistas, (ex =fuera, sistere = estar situados) es la elección de ser- en el mundo y estar-en el mundo lo que determina el sentido humano.

Considera que Santo Tomás es esencialista pues para él vivir moralmente consiste en realizar la esencia del hombre. Claro que siempre va a quedar sin resolver ¿Cuál es la esencia del hombre? Su naturaleza. Decir con Santo Tomás que al crearnos Dios nos obliga a conformarnos a nuestra naturaleza, sigue sin definir cuál es esa naturaleza.

La moral laica, sin Dios, también sigue siendo esencialista. La razón, en este caso debe reemplazar ventajosamente a la voluntad de Dios, pero sigue siendo esencialista pues -indica Foulquié- se figura a un tipo humano que se propone a todos como modelo y hacia el que todos deben tender.

El idealismo, esencialismo, llega en la modernidad al máximo con Hegel: “no hay más realidad que la idea”.

Ciertamente el desarrollo de las ideas y de la comprensión del mundo mediante estas, fueron grandes aportaciones, pero a la hora de la verdad el ser humano sigue siendo un bárbaro que resuelve sus problemas sin la dialéctica de Hegel sino más bien, en el siglo XX, con la Gran Guerra y luego con la Segunda Guerra Mundial (y en el XXI con la guerra de Dáesh y la invasión de Ucrania por la Rusia de Putin…) por poner algunos ejemplos.

Tras la Segunda Guerra Mundial al observar hasta qué punto mueven las ideas al mundo, y su ineficacia, lleva a Husserl a plantear la Fenomenología. El fenómeno que se vive es lo real, Si veo un gato y no es cierto (verdadero) pues es una alucinación esto no quita que para el sujeto sea real.

Husserl plantea la realidad del fenómeno y que lo único cierto que tenemos es que somos conscientes. La conciencia es el núcleo de la realidad: “la conciencia es siempre la conciencia de algo” repetía Husserl. Y, señala Foulquié, tampoco Husserl admite el “yo pienso luego soy” de Descartes (Je pense, donc je suis) (luego se tradujo como cogito ergo sum). Para Husserl no es ego cogito sino ego cogito cogitatum, el objeto pensado es tan inmediato como el hecho del pensamiento.

En este sentido también Mario Lipsitz señala: para Husserl, «cogito» es «ego cogito cogitatum de modo tal que cogitatio es la intencionalidad, el hacer ver en el que es visto todo lo que puede ser visto”.[2]

El iniciador del existencialismo -señala Foulquié- fue Kierkegaard. Un hombre desagradable, con voz chillona, al que lo aguantaban pocas personas, con defectos físicos, burlón, cáustico y muy susceptible ante cualquier crítica.

El existencialismo desde Heidegger y Sartre fue influido muy significativamente por Husserl, y en definitiva el núcleo central es que Yo (mi consciencia) es la que da sentido al mundo. Un coche, si no hay nadie en el planeta no será “un coche”, sino que solo tal será cuando una persona lo vea o sepa que está ahí. Somos pues seres-para, lo cual quiere decir que además del ser-en-el mundo (Heidegger, Jaspers) no es posible este ser-en el mundo si no hay un mundo y otras personas. Somos seres-para los otros y para el mundo. Los otros y el mundo adquieren significado por mí.

Las piedras son, pero no existen al margen del acto mental, que es el único que puede hacerlas sentir.  En cierto modo Ortega y Gasset también dice que las cosas son prágmatas (utilidades), pero para que sean útiles han de ser algo-para mí. Luego yo soy quien les da utilidad y ser a las cosas.

En efecto, indica Foulquié, La existencia no es un estado sino un acto, el paso mismo de la posibilidad a la realidad.  Y el prójimo es el mediador indispensable para llegar a la autentica conciencia de uno mismo.

Cuando el mundo es para-mí, es cuando recibe su significado. El mundo bruto no viene a la existencia más que por mi conciencia. M. Merleau-Ponty también lo explica muy bien: “Mi existencia no procede de mis antecedentes, de mi entorno físico y social, sino que va hacia ellos y los sostiene. Los puntos de vista científicos según los cuales yo soy un momento del mundo, son siempre ingenuos e hipócritas, porque sobreentienden, sin decirlo, esta otra perspectiva, la de la conciencia, por la cual primero un mundo se dispone alrededor de mí y comienza a existir para mí.”[3]

De igual manera diferentes existencialistas opinan en este sentido de que el único mundo que existe para mí es el de mi conciencia. Entre ellos Heidegger “Yo soy el ser por medio del cual «hay» ser”, y sigue este autor insistiendo en que los objetos no son más que instrumentos y si no tienen ninguna relación con nuestro proyecto, entonces, permanecen en estado de existentes brutos: para nosotros son como si no existieran y en realidad no existen ya. También para Sartre “el nacimiento del para-sí —es decir de la conciencia— es lo que hace que haya un mundo”[4] .

Luego están “los otros” que tienen un para-sí que se representan el mundo a su manera y para ellos yo soy también un medio o instrumento.

Como señala Jaspers: El ser “existente” del yo nunca es de antemano en tal aislamiento él mismo, sino solo con el otro.[5] Aunque como indica Garcin (el activista político de Huis-clos)[6] en relación con el infierno: “el azufre, la hoguera, la parrilla ¿qué bobada? No hay necesidad de parrilla: el infierno es los otros”.

Seamos más optimistas o pesimistas en relación con el otro (la historia nos dice mucho de esa relación) como señala Jaspers “que soy yo mismo nunca me es más seguro que cuando estoy en plena disposición para el otro, de suerte que yo llego a ser mí mismo por el hecho de que en la reveladora contienda también el Otro llega a ser sí mismo”.

Con otras palabras, lo dice Sartre (ibid.): La realidad humana es deseo-de-ser-en-sí [uno mismo] en tanto que para-sí [a través del otro].

Y terminamos con Gabriel Marcel: me descubro a mí mismo por mediación del otro, pero no, ciertamente, del otro conocido en el modo impersonal del “él”, sino en el modo personal del “tú”. Gabriel Marcel es uno de los principales promotores de la psicología “en segunda persona”.

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El existencialismo se centra en cómo somos o estamos en el mundo, en la relación con los otros y con los más cercanos o “tús”, esto exige una sociedad y una individualidad. Si miramos a la historia la relación no ha sido muy buena en el respeto de los otros, y menos aún con los más débiles. No necesitamos irnos a las guerras de la edad media o posteriores, ahora mismo vemos masacrados los otros y muchas veces los “tus” por Rusia en Ucrania y en otros lugares. No obstante, no nos queda otra que estar de acuerdo con Gabriel Marcel cuando dice “no estoy lejos de creer que la esperanza es para el alma lo que la respiración es para el ser viviente”.[7]

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[1] Paul Foulquié. El existencialismo. Oikos-tau ediciones, Barcelona,1973.

[2] Mario Lipsitz. Vida y subjetividad: Los Descartes de Michel Henry. Tópicos n.14 Santa Fe ene./dic. 2006. versión impresa ISSN 1666-485Xversión On-line ISSN 1668-723X

[3] M. Merleau -Ponty. Phénoménologie de la perception. Gallimard, 1945

[4] Sartre, Jean-Paul. El Ser y la Nada, Buenos Aires, Losada, 1998 (primera edición 1943)

[5] Karl Jaspers. Filosofía, tomo I. Ediciones de la Universidad de Puerto Rico. Revista de Occidente, Madrid, 1959

[6] A puerta cerrada (Huis clos) https://es.wikipedia.org/wiki/A_puerta_cerrada_(obra)   es una obra de teatro existencialista​ de Jean-Paul Sartre que se estrenó en París en el teatro del Vieux-Colombier en mayo de 1944

[7] Gabriel Marcel. Homo Viator. Sígueme 2005 (en PDF: https://circulosemiotico.files.wordpress.com/2018/07/gabriel-marcel-homo-viator.pdf  y también http://textosfil.blogspot.com/2013/03/homo-viator-yo-y-el-otro.html

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CRISIS HISTÓRICA


Juan Rojo Moreno

Siempre estamos en crisis, recuerdo desde pequeño oír hablar de la crisis constantemente y si miramos la primera parte del siglo XX, y muchos siglos atrás, difícilmente encontramos épocas duraderas sin crisis. Pero hay múltiples formas de estar en crisis y una especialmente importante es la Crisis Histórica, en la que se produce un cambio importante de las creencias y de la concepción del mundo. Esto no está ocurriendo “siempre” aunque sí de nuevo ahora.

Ortega y Gasset desarrolla este tema en algunas conferencias que se recogen en la obra Esquema de las crisis y que nos sirve como referencia[1].

Si bien desde la perspectiva actual “siempre” ha habido una crisis en la evolución de nuestras sociedades, si lo analizamos con detalle no ha sido así. Hay que tener en cuenta la importancia de las circunstancias.  Esto nos ayuda a poder definir mejor las crisis reales históricas que han supuesto un cambio de paradigma en la concepción del mundo y han hecho ver periclitados los motivos y asertos anteriores acerca de la vida.

De aquí el famoso y repetido dicho de Ortega Yo soy yo y mis circunstancias (que sigue la frase diciendo “si no la salvo a ella no me salvo yo”). Por lo tanto, no solo he de asumir que tengo circunstancias, tanto individuales como sociales e históricas, sino que además he de resolverlas, manejarlas y conciliarlas si no quiero que ellas me derrumben a mí o a una sociedad.

Recuerdo que a mitad de siglo XX en España había falta de médicos para que fueran a pueblos lejos de las grandes ciudades y al final de la licenciatura había alcaldes de pueblos ofreciendo los beneficios a las nuevas generaciones de médicos para que fueran a ese pueblo. E incluso, por el problema de falta de facultativos, se permitía que un especialista pudiera ejercer en un hospital de una gran ciudad cobrando el sueldo íntegro y a la vez fuera dos días a la semana a un pueblo a ejercer esa actividad cobrando también el sueldo íntegro, siendo compatible. Todo esto ahora es inimaginable que ocurriese, pero eran otras circunstancias y había que salvarlas como se hizo entonces.

Por esto dice Ortega “un mismo hecho acontecido a dos generaciones diferentes es una realidad vital histórica completamente distinta. Así, el hecho de una guerra tiene significados más varios según la fecha en que se produce”.

Salir de la crisis es abandonar una posición agotada caduca. La crisis es el tránsito que el hombre hace de vivir prendido y apoyado en unas cosas, a vivir prendido y apoyado en otras.

Ortega señala como fecha referencial el año 1.600 cuando se instaura  tras el Renacimiento  (siglos XV y XVI) y se abandona el sentido vital de la edad media entrando en la Edad Moderna (XV- XVIII) con el predominio de la razón sobre el sentido vital basado en la religión y en referencias ideográficas anteriores. Luego en la Edad Contemporánea (1789 hasta ahora) ya la evolución de los conocimientos es muy acelerada cambiando de nuevo la concepción del mundo. El hombre hace de la ciencia la base del sistema de sus convicciones.

Refiere Ortega cómo en el pensamiento de los que vivían en la Edad Media no se hacían planteamientos semejantes a los actuales: el mundo ya estaba dado así y desde “antiguo” era siempre lo mismo (influido parcialmente por el fulgurante estallido del conocimiento clásico griego que desapareció en poco tiempo).

Por esto considera Ortega que se produce en 1.600 “un gran viraje resultado de una grave crisis histórica que dura dos siglos, la más grave que ha experimentado los pueblos actuales”.  Considera crucial el año 1.600 pues realmente, señala Ortega, el re-nacer de la concepción del hombre se realiza con claridad con Galileo (1564-1642) y Descartes (1596-1650). Sí, “puede decirse que ya está hecha la nueva casa del edificio de cultura según el nuevo modo” cuando fallece Descartes en 1650.

Y hoy en día en la nueva crisis “del conocimiento y del desarrollo sostenible” tendremos que salir de la Edad en la que entramos en aquel momento.

Hasta tal punto fueron los avances en la edad contemporánea que a finales del siglo XIX ya se pensaba que en muchas materias (entre ellas la física) ya estaba descubierto todo lo que había que descubrir. Señala Ortega como en 1928 parecía el mundo más seguro que nunca, siendo la hora de máxima fe en el progreso indefinido.

Si nos situamos a finales del siglo XX algo parecido ocurre, al destruirse esa confianza en ese siglo. Tras la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, se retoman los avances tanto en filosofía (existencialismo, fenomenología, estructuralismo…) como en las ciencias, se empieza a “entender” el universo también cuántico, se desarrollan las ideas de Einstein, se crea la Organización de Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos Humanos, la OTAN, la Unión Europea… y hasta 2008 parece que ese crecimiento indefinido y la seguridad indefinida va a ser progresiva y continua.

La nueva crisis histórica aparece en 2008 con la caída económica de la burbuja financiera e inmobiliaria, en 2010-2012 la Primavera Árabe destroza el statu quo de los países árabes originando una inimaginable inestabilidad y en 2014 aparece el Dáesh o Estado Islámico que se autoproclama como califato y comienza una nueva guerra religiosa parecida a la de Las Cruzadas, pero, al contrario.[2]

El entendimiento por la razón, por el dialogo, en la ONU, o la ayuda a la infancia mediante la UNICEF, todo esto casi se ha derrumbado en este siglo XXI en que la humanidad ha vivido una pandemia que ha obligado a encerrarse a millones de personas en sus casas (los que podían) durante varios meses, en donde se ha deshecho la fluida globalización y de la que ha salido la invasión por Rusia a Ucrania y las desconfianza entre bloques, de nuevo, ahora por la guerra tecnológica y de influencia en opiniones mediante las redes sociales y otras técnicas sofisticadas cibernéticas. Así podemos comprender como en algunos países desaparece la democracia, eliminando a los opositores (Rusia, Venezuela, Nicaragua…). Son las denominadas “democracias iliberales”

La nueva Era no parece ser la de la razón, sino la de la “imposición razonada”, y de aquí los ataques cibernéticos, los populismos, la ideología por delante de las ideas… o el hacktivismo (utilización no-violenta de herramientas digitales persiguiendo fines políticos, desfiguraciones de webs, redirecciones, ataques de denegación de servicio, robo de información, parodias de sitios web, sustituciones virtuales, sabotajes virtuales…).

En la crisis histórica, señala Ortega, el hombre se queda sin la convicción de la generación anterior y por esto el cambio se superlativiza y tiene el carácter de catástrofe. Se siente profundo desprecio por todo o casi todo lo que se creía ayer, pero la verdad es que no tienen nuevas creencias positivas con que sustituir las tradicionales. En las épocas de crisis son muy frecuentes las posiciones falsas, fingidas, y generaciones enteras se embalan en estilos artísticos, en doctrinas, en movimientos políticos que son insinceros y que llenan el hueco de las auténticas convicciones.

Un exceso de sobresalto, una época de muchas alteraciones sumerge al hombre en la naturaleza, lo barbariza. El hombre medio se encuentra por su ignorancia histórica, casi como un primitivo, y de aquí que en efecto dentro de su alma vieja y supercivilizada broten de pronto inesperados modos de salvajismo o de barbarie. Y surgen discursos radicales que van contra la riqueza, contra los sabios, contra la cultura constituida y entonces quienes tienen más razón, quienes valen más, son precisamente el que no sabe nada, el charlatán “informado”, el profano.

Y ya lo vemos en nuestros días, disconformidad en los países pobres, en los ricos, en las democracias y, hasta donde pueden, que no suele ser mucho, también en los países dictatoriales. Hay agresiones indiscriminadas, otras fanatizadas, los okupas ocupan, el cambio climático destroza, pasa de todo en este mundo de la multiinformación y parece que no pasa nada. Ya apenas perviven los valores de hace una década, ya se puede mentir… y el cambio histórico aún no se ha producido. La crisis histórica no depende de la historia sino de nuestra aún inhumana condición humana.

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[1] Ortega y Gasset J. Esquema de las crisis. Revista de Occidente, Madrid, 1942. (Lecciones entresacadas de un curso dado en 1933 en la Catedra Valdecilla de la Universidad Central. También se incluye un artículo publicado en La Razón de Buenos Aires en 1940).

[2] Las Cruzadas fueron una serie de guerras religiosas impulsadas por la iglesia católica en plena Edad Media. https://es.wikipedia.org/wiki/Cruzadas

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LEÓN TROTSKI, DEMOCRACIA Y FEMINISMO


Juan Rojo Moreno

En los Escritos sobre la cuestión femenina que recoge varias comunicaciones y discursos de Trotski entre 1923 y 1925[1], plantea en el prólogo C. Lund si el hecho de que las mujeres no hayan alcanzado su liberación total en la Unión Soviética y en otros países en los que se han dado revoluciones socialistas, traza el interrogante de si el socialismo es realmente el camino para lograr la liberación.

Porque curiosamente en la dictadura Soviética de Lenin, con Trotski como uno de sus principales ideólogos, se consiguieron múltiples avances y estamos refiriéndonos al periodo entre 1917 y 1927 cuando el gobierno soviético dictó una serie de leyes que por primera vez otorgaban a la mujer la igualdad legal con el hombre. El casamiento se transformó en un sencillo trámite basado en el consentimiento mutuo. Cualquiera de los miembros de la pareja podría adoptar el apellido del otro. Se abolió el concepto de hijo ilegítimo. El aborto libre y legal se constituyó en un derecho para todas las mujeres. Hacia 1927 ni siquiera era necesario registrar los matrimonios y el divorcio se otorgaba con el solo requisito de que uno de los miembros de la pareja lo solicitara.

Pero poco duró esto, en 1924 fallece Lenin, y Stalin se va haciendo con el poder total de manera que Trotski es desterrado en 1929 y luego asesinado en 1940 en México por orden de Stalin (el asesino fue el español Ramón Mercader del Río)  en la Operación Utka (Operación Pato).

A partir de 1930 ya desaparece toda esa legislación en apoyo de la mujer siendo el estalinismo una de las dictaduras más duras con millones de personas deportadas a los Gulag, otros tantos exiliados a zonas remotas de la Unión Soviética y  al menos una gran Purga… (ver este corto video)

Si comprobamos los países (a parte de los musulmanes) que no han avanzado mucho en el feminismo, realmente son las dictaduras las que en conjunto menos han apoyado esta posibilidad.

Como señala Trotski (en 1937) “la revolución de octubre creó la legislación más progresiva que se conoce en la historia sobre el matrimonio y la familia, Pero ahora la burocracia restauró el castigo penal del aborto, avalando así oficialmente la concepción de la mujer como animal de cría”.

Dos factores que Trotski consideraba fundamentales eran la mejoría de la economía (vienen estos avances entre 1917 y 1927, tras la penuria de la Gran Guerra), y en segundo lugar la mejora del nivel cultural. Así, señala: “si no se eleva el nivel cultural no surgirá ningún tipo de familia superior a la actual… el estado debe fortalecerse económicamente para estar en condiciones de encarar seriamente la educación pública… la escasez de recursos materiales significa indudablemente un obstáculo” (1923).

Y en 1925 sigue insistiendo Trotski “la construcción del socialismo, el asegurar la situación de las madres y los niños, solo será posible si la economía crece; si seguimos en la pobreza el único destino que nos aguarda es el retorno a la barbarie medieval”.

Para nuestro autor es fundamental valorar cómo las sociedades tienden hacia la igualdad pues “será posible evaluar a una sociedad por su actitud hacia la mujer, y esto no solo se aplica a la evaluación de la sociedad sino de la personalidad individual… es imposible avanzar si la mujer queda a la retaguardia. La liberación de la mujer significa cortar el cordón umbilical que nos une con el oscurantismo y la superstición del pasado”.

Evidentemente, solo he usado algunos párrafos que me han interesado de los discursos o publicaciones de León Trotski, pero si miramos estas aportaciones tan adelantadas y observamos cómo ha evolucionado todo esto 100 años después, en los actuales años 20 del siglo XXI, vemos que en los países actuales dos de los factores que nombra Trotski (economía y cultura) han sido fundamentales para la igualdad de la mujer. Yo añadiría también un tercer factor fundamental que es la democracia.

 Si miramos a los países musulmanes los avances son mínimos por aspectos culturales (aun en aquellos en los que la economía es muy buena) y por falta de democracia. En algunos países latinos en los que hay democracia el retraso se debe a la economía y a la cultura (no hay educación obligatoria en muchos de estos, los niños no van apenas a la escuela). Si nos fijamos por ejemplo en algún país dictatorial como China, en la víspera del Día Internacional de la Mujer, en marzo de 2015, cinco activistas feministas chinas fueron arrestadas bajo cargos de provocar problemas https://es.wikipedia.org/wiki/Feminismo_chino

Como señala Lü Pin, activista china de los derechos de la mujer desde los años 90 en «El feminismo es el último movimiento social en China», como producto involuntario de la apertura económica del país, el feminismo, considerado por el partido como una «fuerza extranjera hostil», es ahora objeto de una severa represión por parte de Pekín. En esta entrevista podemos entresacar frases como “el gobierno no apoya los derechos de las mujeres, no por falta de conocimientos sobre el tema sino por falta de voluntad política… Hoy, en China, no esperamos gran cosa del marxismo. El liberalismo es una ideología mucho más crítica y desafiante en el país…La función de Internet es proporcionar un medio de contacto para que las personas interesadas en el feminismo que se acercan al movimiento se organicen.  Pero como el gobierno ha eliminado el contenido de lo que teníamos en internet, la organización del movimiento ha desaparecido. El principal reto es la represión del gobierno chino. El movimiento feminista no tiene una agenda política clara, pedimos la mejora de los derechos sociales, culturales y económicos de las mujeres. Nuestro objetivo no es derrocar al gobierno. No formamos parte de la oposición política, aunque el gobierno lo cree y por ello nos considera una amenaza para la seguridad del Estado”[2].

Igual ocurre si nos vamos a otra dictadura actual como es Rusia “La violencia de género en Rusia es sistemática y está totalmente mediada por el aparato estatal”.

O también “Resistencia feminista rusa, la otra guerra de Putin

Como una silla que necesita al menos tres patas para mantenerse, economía, cultura y democracia son tres elementos que han conseguido hasta ahora cementar la evolución en los derechos de la mujer. Muchos de estos derechos que enunciaba Mary-Alice Waters en su aportación al libro de Trotski[3] los podemos ver conseguidos cuando se dan estos tres elementos, como, por ejemplo: plena igualdad política, social y económica, derecho al divorcio automático a solicitud de cualquiera de los cónyuges, a igual trabajo igual salario, pago por la baja por maternidad sin perdida del empleo o antigüedad, igualdad de oportunidades para la educación, etc. Y también indica Walters la necesidad de “no subordinar ninguna reivindicación a las preocupaciones de las fuerzas políticas con sus maniobras electorales y su verborrea parlamentaria”.


[1] León Trotski. Escritos sobre la cuestión femenina. Seguido de Mary-Alice Waters “La revolución socialista y la lucha por la liberación de la mujer (1976) y Prólogo de Caroline Lund. Editorial Anagrama 1977.

[2] Lü Pin es una activista y periodista feminista china que lucha contra las violencias hacia las mujeres y la discriminación de género. En 2009, fundó Voces Feministas, un medio de comunicación en línea dedicado a defender los derechos de las mujeres en China. Ahora reside en Estados Unidos, en el estado de Nueva York, donde sigue apoyando a jóvenes feministas de toda China.

[3] En el libro de Trotski mencionado, el amplio epílogo lo ocupa “La revolución socialista y la lucha por la liberación de la mujer”. Esta autora, destacada dirigente del movimiento feminista norteamericano, lo escribe en 1976 aquí .

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SOBRE EL UTILITARISMO Y LA UTILIDAD


Juan Rojo Moreno

La obra de Stuart Mill “El Utilitarismo”[1] es una filosofía muy interesante, pero de ella no nos vamos a ocupar aquí sino derivar alginas cuestiones a partir de la misma. Quien tenga interés en la Filosofía del Utilitarismo lo puede leer en las referencias [2] y[3].

Aunque el creador de esta corriente fue Bentham no obstante el mayor difusor y conceptualizador fue su discípulo Stuart Mill.

La base ideológica es bien clara e intencionada “las acciones son buenas en la medida en que tienden a promover la felicidad” [tanto propia como de la humanidad]. Por lo tanto, es «la doctrina que acepta como fundamento de la moral a la utilidad como principio de la máxima felicidad, donde las acciones son correctas en proporción a su tendencia a promover la felicidad, e incorrectas si tienden a producir lo contrario a la felicidad».

Se le ha criticado muchas cosas a esta corriente incluso de ser materialista, pero cono indica Mill cualquier aspecto, emocional, actividad, sentimiento o acción… que promueva la felicidad es propia del Utilitarismo.

Y en la actualidad, señala J. Madrigal (2009) tiende a sostener que no se trata de contribuir específicamente a la felicidad de cada uno, sino que hay que asegurarse de que no se interfiere en la libertad de los demás para afrontar sus cuestiones de la buena vida.[4]

En cierto modo, y aunque no sea estrictamente la filosofía utilitarista, usamos constantemente de ella para la “felicidad”. ¿Qué utilidad tiene un cuadro o un jarrón en la estantería? Pues hacernos estéticamente más felices. La contemplación, la meditación, y así muchos ejemplos, no son “útiles-prácticos” materiales, sino que nos ayudan a la felicidad personal y mejoramos con ello también a la humanidad.

En relación a la moral [al igual que nosotros hemos hecho ahora con la evolución de los valores humanos, en este mundo “globalizado”] señala Mill como después de más de 2000 años continua la misma discusión y ni los pensadores ni el género humano parecen hallarse más cerca de la unanimidad sobre el asunto que cuando el joven Sócrates fue oyente del viejo Protágoras.

La consideración de lo bueno o malo viene dada por nuestra cultura y por la propia biohistoria. Pero ¿puede demostrarse científicamente que la salud es buena? ¿Es bueno el placer que obtiene el masoquista con el propio dolor? ¿cómo se demuestra eso o lo contario?

El altruismo es bueno porque las comunidades altruistas vencen evolutivamente a las egoístas, y esto favorece la vivencia de felicidad global. Por lo tanto, incluso cuando una persona se lanza al rio para salvar a otra, ahogándose las dos, el acto es bueno por la cuestión altruista global, no por el resultado.

La cuestión de si el fin justifica los medios que se ha criticado al Utilitarismo (aunque el medio o el acto se perjudicial no importa si el fin consigue mejorar la felicidad global) está mal planteado desde el principio. Pues tendríamos que saber cuál es el “fin último”. Así, en el clásico ejemplo, si pudiera volver al pasado y me encuentro con Hitler con 12 años de edad ¿lo mataría con el fin “bueno” de impedir los millones de muertes de la segunda Guerra Mundial? El medio justificaría el fin. La respuesta cierta es que no lo mataría, pues la 2ª Guerra no es el fin último ¿y si por matarlo evito la 2ª Guerra, pero también impido que nazca alguien que 40.000 o 300.000 años después salvaría a la humanidad? Eso no lo sabemos cómo tampoco sabemos si eso ocurriría un millón de años después. Por lo tanto, no conocemos el “fin último” y entonces lo que tiene valor es el medio, y en este caso el medio es un asesinato que no debemos hacer.

El utilitarismo -señala Mill- solo podrá alcanzar su fin con el cultivo general de la nobleza de carácter.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) se consiguió llegar a un acuerdo porque desistieron de pactar en las motivaciones y razones. El razonamiento de los mismos no era el medio y los derechos de la Declaración de Derechos Humanos no era un Fin. El medio era llegar al acuerdo y el fin sería que se cumpliese luego por la humanidad. La utilidad está en el soporte alcanzado por las Naciones Unidas para concertar valores humanos aceptados para su cumplimiento. Esa es su utilidad. Y sigue vigente, aunque no se respete en múltiples países, como Venezuela, en la guerra de Siria y desde 2022 por parte de Rusia en la invasión de Ucrania y otros muchos. Por algo sería que en 1948 si bien ninguno de los 56 miembros de las Naciones Unidas votó en contra del texto, sí que se abstuvieron en la votación 8 miembros: Arabia Saudí, Bielorrusia, Checoslovaquia, Polonia, Sudáfrica, Ucrania, Unión Soviética y Yugoslavia.

  Igual sirve ahora para Los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales. Estos “son tratados internacionales que contienen las principales normas destinadas a limitar la barbarie de la guerra. Protegen a las personas que no participan en las hostilidades (civiles, personal sanitario, miembros de organizaciones humanitarias) y a los que ya no pueden seguir participando en los combates (heridos, enfermos, náufragos, prisioneros de guerra”. ¿Se cumple?

Estos dos párrafos anteriores quizá nos permitan comprender como si bien Mill considera que él fue la primera persona que puso en uso la palabra “utilitario” después de unos años la abandonó por su creciente desagrado hacia todo lo que se pareciese a contraseña o insignia de una opinión sectaria.  En estos casos mencionados, como en otros que las noticias constantemente nos aportan, no se ve nada claro el postulado de Mill “la concepción profundamente arraigada que tiene todo individuo acerca de sí mismo como ser social le hace sentir como una de sus necesidades naturales la armonía entre sus sentimientos y objetivos y los de su prójimo”.

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[1] Stuart Mill. El Utilitarismo. Edita Aguilar. 4ª edición, 1968 (el original del autor es de 1863)

[2] Utilitarismo en Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Utilitarismo

[3] El positivismo utilitarista en

[4] Johanna Madrigal Calderón. Teoría Ética Utilitarista y Trabajo Social: utilitarismo en la Intervención Social https://www.margen.org/suscri/margen58/madrigal.pdf

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ODIOS Y AMORES EN LA HISTORIA


Juan Rojo Moreno

          Señala José Antonio Marina en su obra “El deseo interminable” que la historia no solo hay que entenderla por los deseos de poder o de conquista, sino que es muy importante conocer las claves emocionales de la misma.[1]

Y ciertamente es muy interesante cuando analizamos esa perspectiva. Podemos ver ahora como las redes sociales y los medios de comunicación nos hacen mucho más emocionales en relación con la invasión inhumana y cruel de Rusia a Ucrania (destruyendo y arrasando estructuras civiles, aplanando ciudades) más que por el conocimiento de los detalles bélicos. Esta guerra se ha convertido en una lucha emocional por la supervivencia, por la necesidad afectiva de no sentirse, ahora o en el futuro, destruidos en nuestra esencia humana. ¿Pueden los misiles impunemente destruir edificios de civiles, solo para “bajar la moral? ¿y si ocurriera algo parecido en nuestra ciudad?

Esto nos impresiona más que los avances técnicos bélicos que se muestran. Como señala Marina “la propaganda sostiene la atrocidad de los hechos con la atrocidad de los sentimientos”.

En las distintas guerras se crea una intensa emoción, que es la que sostiene la ambición o la defensa. La revolución militar -dijo Azaña en relación con la guerra civil española- se ha incubado al calor del miedo.

A los alemanes se les llamó peyorativamente en la Segunda Guerra Mundial (por la parte contraria, claro) con los términos de menosprecio ‘Jerry’ y ‘Fritz’ y ‘Hun’. “El uso de “Hun” era para deshumanizar por completo al enemigo, haciendo pensar que es claramente diferente de ti y de los tuyos. Inicialmente fue bastante difícil conseguir que “personas blancas decentes” se irritaran con los “por demás blancos decentes” de Europa Central. La solución, entonces, era transformarlos filosóficamente en furiosas muchedumbres mongolas del este.[2]

En todo caso toda esta propaganda busca movilizar emociones, aunque pensemos que puedan ser irreales, pero como indica Marina “lo peculiar de la inteligencia humana es que crea o descubre posibilidades en la realidad gracias a su capacidad de inventar irrealidades”.

En el fondo, en estos tiempos las guerras ya no son, como aparentemente podían ser antaño, un deseo o necesidad de territorio. En el fondo lo que persiste (y quizá siempre fue lo mismo) es lo que llama Kelvin Bales la “nueva esclavitud económica”: ya no es una cuestión de propiedad sino de control absoluto de una persona [o un territorio] para explotarlo económicamente.

¿Qué fondo económico hay en la anexión por Rusia de territorios ucranianos? ¿Y de China sobre Taiwán? Cierto, que ya no parece solo un problema de territoriedad. Porque incluso la influencia que proporciona la conquista no será solo estratégica de defensa sino estratégica de nuevas posibilidades económicas. Y si hay algo más equivoco para creer que la conquista dará la felicidad es cuando no se piensa en el deseo interminable del control, poder y en definitiva de la economía.  Las grandes migraciones actuales y las guerras que persisten son expresión del Homo Economicus[3] que es el concepto utilizado en la escuela neoclásica de economía para modelizar el comportamiento humano.

 Adam Smith escribió:

No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés.[4]

En definitiva, la “guerra” de los chips, del control informático, de los ataques informáticos y de la implantación del 5G es al fin y al cabo una guerra económica, y la economía se transforma entonces en el “deseo interminable” de la esperada felicidad.

Parecería un “error” occidental. Pero fijémonos lo que importa la subida o bajada del PIB en China, la necesidad de trabajar 15 horas diarias y dormir en camas “calientes” o en las emigraciones, que no son del norte a sur sino viceversa, ¿economía o felicidad?

El ideal (cierto, con toques infantiles) de la película Demolition Man o en Brave New World (Un Mundo Feliz) de Aldous Huxley acaba, como casi todas las distopias en sumisión, guerra o muerte. La felicidad del futuro sigue siendo el deseo interminable que no se consigue ni siquiera en la dictadura de la felicidad, como es el Mundo Feliz.

Quizá la felicidad, y su deseo interminable, se acerque cuando el individuo interioriza una misión, un proyecto vital autentico que diría Ortega, es posible, aunque como señala Marina “la historia de la atrocidad y también de la grandeza, está llena de personas que encontraron sentido a su vida al sentirse investidas de una misión”.

Claro que las misiones compartidas han llevado a grandes logros en la humanidad, pero también a grandes desastres, y después de más de 2000 años de nuestra Era seguimos como señalaba Voltaire “la historia no se repite nunca. Los seres humanos siempre”.

Quizá en el nosismo (del yo al nosotros) se halle parte de la solución, pero entonces entra en juego la moral colectiva y no ha funcionado. Como señala Marina, las morales intentando poner al “otro” por encima del “yo” acaban colocando al “nosotros” por encima de “ellos”.

Las guerras antiguas no las iniciaba el amor o el odio, simplemente había un “porqué”. En las más actuales la prensa ha cuestionado tanto el porqué y el cómo. Por esto la propaganda es tan importante y por esto mismo estamos en este siglo XXI viendo atónitos como se intenta eliminar la prensa “libre”. Como escribía Jefferson a un amigo “como todo el que gobierna, ahora experimento por mi mismo que no hay nada más molesto que la libertad de prensa”. Y esto es porque permite el contraste y movilizar emociones. Tiene sentido así que se haya eliminado en países que antes la tenían, como Venezuela, Nicaragua, Rusia… ya no nombro a China porque no la tenía, y no necesitamos irnos tan lejos, en España ha habido algún político y gobernante que opinó públicamente que la única prensa válida será la “estatal”. De ahí el concepto de democracias iliberales que no son democracias, pero realizan el paripé de unas “elaciones libres”.

Ahora el amor, la felicidad y el bienestar se está convirtiendo en una cuestión psicológica. Y sobre esa “psicología” todo el mundo con influencia quiere actuar.

 Terminamos nombrando a Marina que trae a colación cómo “la voluntad imperialista de la sociedad psicológica equipara la salud mental a un estado ideal que combina el éxito, el amor y la ausencia de ansiedad (Philip Rieff). Ya en este sentido en 1979 N. Cummings presidente de la American Psychological Association decía: “El movimiento de salud mental, prometiendo una liberación de la angustia, que es un imposible, puede haber representado un papel significativo en la común persuasión de que hay un derecho a gozar del bienestar, con lo que se está contribuyendo… a la universal prescripción de tranquilizantes por lo médicos” [y a la psicologización clínica de los problemas de la vida cotidiana, podemos añadir]. Cuando unos padres dicen a los maestros de sus hijos -señala Marina- “yo lo que quiero es que sean felices”, no se sabe muy bien lo que están pidiendo.

Y sigue comentando nuestro autor como la psicologización de la felicidad ha disuelto su relación con la ética -es decir con la felicidad pública- siendo que incluso en 2017 el gobierno de los Emiratos Árabes nombró a una ministra de la Felicidad.

Odio y amor en la historia parece más complicado que psicología o psiquiatría, que feminismo y lo que sea su contrario, que pueblo y Estado.

Parece un asunto filosófico.

 Tras más de 2000 años de nuestra Era, hemos avanzado mucho en la informática y en la técnica, pero, más allá de la forma, no sé cuanto más hemos avanzado en la concepción de la humanidad y de la libertad que lo que pronunciaron ya los filósofos griegos.

Quizá los filósofos, cuando busquen la verdad puedan decirnos algo, aunque Kant indicara que no se puede aprender filosofía, sino tan solo filosofar, y, como señala Jaspers (1949), el filósofo es el amante del conocimiento (del saber): por lo tanto, es la busca de la verdad, no la posesión de ella. Filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta.



[1] José Antonio Marina. El deseo interminable. Las claves emocionales de la historia. Editorial Ariel, 2022 (nuestro articulo solo utiliza algunas referencias de la obra del autor, no es ni un resumen ni una adaptación).

[2] Apodos Aplicados a los Soldados Alemanes en la Primera Guerra Mundial https://anthropologyandpractice.com/antropologia-cultural/apodos-aplicados-a-los-soldados-alemanes-en-la-primera-guerra-mundial/#:~:text=Fritz%20%E2%80%93%20un%20nombre%20de%20pila,’Hun’%20en%20la%20RAF

[3] Homo Economicus “Homo œconomicus (Hombre económico en latín; transcrito economicus u oeconomicus)”

[4] Homo œconomicus  https://es.wikipedia.org/wiki/Homo_%C5%93conomicus

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LA LOCURA DE VAN GOGH, HÖDERLING STRINDBERG Y SWEDENBORG (Locos Egregios)


Juan Rojo Moreno

Genio y Locura es una obra de Karl Jaspers en la que analiza la psicosis de estos cuatro geniales artistas.[1]

De Strindberg es quizá del que hay más datos descriptivos de su enfermedad, por los muchos escritos que dejó. Ya en 1888 (en las Confesiones) refiere alteraciones somáticas que data desde 1882, lo que sería el comienzo de su esquizofrenia. En 1884 escribe “ya me encuentro a punto de convertirme en un imbécil y empiezan a manifestarse los primeros síntomas de la manía persecutoria… los viejos amigos que tenía en Paris han desertado de mi causa, aliándose con mi mujer en contra mía”. Padeció en su primer matrimonio, que duró 15 años, un importante delirio de celos.

Empieza a dudar de su salud mental cuando en 1888 fue a un manicomio para que el médico director extendiera un certificado acreditando que no estaba loco. Pero en 1890 expondría “tengo para mí que el siglo y los hombres están locos de remate”. Strindberg sufrió varios arrebatos delirantes de persecución y autorreferentes. Escribió una obra en contra de la mujer (pensaba que las personas del sexo femenino eran las causantes de todas sus desgracias) y en sus episodios psicóticos estaba convencido de que la gente le perseguía y le miraba con inquina. En los estadios iniciales de su psicosis aun consigue mantener la compostura pues, señala Jaspers, se daba una mezcolanza inextricable: por una parte, ciertas reacciones que las circunstancias hacen comprensibles; por otra, las que no pueden explicarse sino como resultado del proceso patológico. Incluso pensó que el poeta finés Tavastsjerna, que se encontraba en la misma ciudad que él, abrigaba la intención de matarle. Comenta este poeta acerca de un día que volvía con Strindberg a casa: “al tomar el camino sombrío y sinuoso que lleva desde el jardín del hotel a la colonia donde vivíamos, Strindberg echo de repente a correr a una velocidad que yo no podía sospechar en el ser humano. Solo un par de suelas que batían vertiginosamente, la arena del sendero levantando una ráfaga de polvo, un abrigo que ondeaba con la carrera… y nada más”. Al día siguiente confesó la causa de su huida: Tavastsjerna solo estaba esperando para fulminarle una oportunidad favorable, la de sorprenderle en la oscuridad de la noche.

El miedo continuo a ser espiado le abrumaba hasta el punto que en todas partes presentía ojos que le vigilaban y cualquier pregunta que le hacían se le antojaba insidiosa.

Se detectaron dos brotes o agudizaciones psicóticas bien definidos, en 1887 y en 1896, siendo en esta última fecha el punto culminante de la psicosis. En la lechería siente su faz como desgarrada por las hostiles miradas de los contertulios… “de la pared parece emanar un fluido magnético y un extraño sopor paraliza mis miembros, mi cuerpo es víctima de una corriente eléctrica que fluye entre las dos habitaciones fronteras”. Todo el mundo (julio de 1896) ya se trate de conocidos como desconocidos es sospechoso a sus ojos y era víctima de una persecución deliberada proviniera de quien proviniera. Strindberg escribe que “hay individuos a quienes no conozco que emanan tal hostilidad que me veo obligado a cambiar de acera”.

Pero fijémonos que aún existe un atisbo de duda cuando dice ¿qué hago? ¿acudir a la policía? ¡Ni pensarlo! Como no puedo aducir ninguna prueba me encerrarán por loco. Al mismo tiempo dice ¿una enfermedad? Imposible, puesto que me he encontrado perfectamente bien de salud.

Padece graves alucinaciones mixtas (diferentes partes, es decir, cenestésicas, táctiles…) y de presencia (que son muy patológicas, descritas por Jules Baillarger en 1846): “siento que alguien desde la sombra me mira, me toca me palpa y me chupa el corazón… tengo la sensación de que hay algo en pie al respaldo de mi silla y me pongo a dar cuchilladas hacia atrás”.

También es curioso que ya se introduce en la psicosis la corriente eléctrica (no era posible antes de inventarse; en 1880 Alessandro Volta inventó la primera pila eléctrica, el telégrafo eléctrico de Samuel Morse en 1833 y la generación industrial de electricidad comenzó partir del cuarto final del siglo XIX, cuando se extendió la iluminación eléctrica de las calles y de las viviendas).

Acude a visitar a un médico amigo en Suecia que al escuchar su relato le dice ¡No sigas desgraciado! Lo que te pasa es que tienes perturbadas tus facultades mentales. ¡Qué va! responde Strindberg, examina mi inteligencia, lee lo que escribo, lo que publico todos los días.

Pero, aun con su psicosis, en 1898 describe sus experiencias en un drama que titula “Hacia Damasco”, y es a partir de aquí que comienza el periodo final.

Lo extraordinario de Strindberg es que, si bien desaparece la creatividad en los periodos de crisis psicóticas más agudas, desde finales de 1892 a 1897 no escribe ninguna obra, pero cuando ya entra en la etapa final (hasta su muerte en 1912) en 1898 en que los síntomas psicóticos son más atenuados, le vuelve a aparecer con intensidad sorprendente su labor creativa. Incluso se casa por segunda vez en 1893 y por tercera vez en 1901 y se divorcia de su tercer matrimonio en 1907, muriendo de cáncer de estómago en 1912.

Como señala Jaspers, lo que asombra de estos enfermos es su excepcional capacidad para, en medio de sus alucinaciones, no perder nunca de vista la realidad. Aun así, los últimos años recluido en su casa no recibía visitas, y un amigo que intentó visitarle en 1906 -Max Reinhardt- no lo consiguió “según me dijo no recibe a nadie, ni consiente siquiera dejarse ver, incluso se ha negado a salir al balcón en ocasión de haber acudido a rendirle homenaje una nutrida manifestación de obreros a pesar que por tres veces ha intentado una delegación de la misma convencerle que depusiera su actitud…bien es verdad que por estos días andaba un poco trastornado”. La última visita que tenemos referencia es de Nexö que consiguió que le abriera la puerta en 1911 al tener una recomendación: “tras la puerta reinaba un silencio de muerte, muy despacio abrió la puerta, el solitario poeta cavilaba y cavilaba sin saber que hacer. Sin moverse del umbral como para cerrarme la entrada se quedó contemplándome con una expresión entre recelo y curiosidad”.

SWEDENBORG.

Este caso tiene en común con el anterior que su enfermedad deja intactas las facultades de reflexión, coordinación y orientación. Swedenborg, naturalista eminente, vivió desde 1688 hasta 1772. En 1743 ya escribe que “el señor se reveló en mí y me abrió los ojos a la luz del mundo del espíritu y me concedió el don de comunicarme con los ángeles y los espíritus”. En sus visiones comenta (muchas aparecen en sueños y otras al despertarse) “a las una o las dos me dio un escalofrío desde la cabeza hasta los pies acompañado de tal fragor de truenos que se dijera estaban descargando a la vez varias tormentas y me vi zarandeado de una manera indescriptible hasta que me vi derribado de bruces”. Se le apareció un hombre en la habitación que le dijo que era Dios, Nuestro Señor… que me había elegido para que explicara a los hombres el contenido de las Sagrados Escrituras y “desde entonces puedo ver a los ángeles en pleno día y hablar con ellos y con los espíritus, aunque me halle despierto”.

El lenguaje de los espíritus es tan claro como el de los seres humanos, lo capta primero el pensamiento y desde ahí pasa a través de un conducto interior a los órganos auditivos [pseudoalucinación acústica]. Se le oía hablar en voz alta en su cuarto por la noche, pero más adelante ya entraba en cólera contra los espíritus también en pleno día.

Algún psiquiatra como Grühle discute el diagnostico de enfermedad y aunque no la descarta por completo, la esquizofrenia, la considera improbable. Jaspers por su cuenta considera innegable la esquizofrenia de Swedenborg, aunque no nos hayan llegado tantos datos como en el caso de Strindberg.

En el periodo final desde que Swedenborg cumple 57 años hasta su muerte (1772) con ochenta y cuatro años, en sus escritos teológicos posteriores a 1745 da por descontado el hecho de su comercio con éste y el otro mundo, siendo sus “experiencias” la más clara “demostración” de todo lo que afirma.

Aunque como señaló Kant “no se puede adquirir un conocimiento instintivo del otro mundo, sin sacrificar una parte del entendimiento que no es necesario en este”. La diferencia está en que en los casos como el de Strindberg y Swedenborg, el paciente nunca llega a un estado de desorientación y de confusión mental total, mientras que en los casos que comentaremos de Hölderlin o van Gogh el funcionamiento de la vida psíquica se va alterando hasta dar en ese desquiciamiento absoluto que el profano designa con la expresión “loco de remate”

HÖLDERLING

Nacido en 1779 padece síntomas clarísimos psicóticos en 1801 teniendo que ser internado en una casa de reposo y es confiado a los cuidados de una familia a partir de 1807 hasta su fallecimiento en 1843.

En 1803 escribe Schelling refiriéndose a él: “sus facultades mentales estaban totalmente arruinadas… tiene una ausencia de ánimo completo… su aspecto exterior repugna de puro abandonado… sus modales son los de un perturbado… siempre está callado y absorto”.

Los poemas que escribe desde 1801 a 1805 corresponden incuestionablemente a un periodo en que se encontraba en un acceso de esquizofrenia, adquiriendo, a partir de esa fecha, su poesía, por así decirlo, una nueva fisionomía. El derrumbamiento se produce en1805 siendo desde entonces más pueril e intrascendente y muy a menudo cuesta un enorme trabajo entender los versos, por mucho esfuerzo que se haga. Fragmentos confusos y difíciles de entender por falta de nexo y de coordinación entre los términos del discurso y porque la secuencia de ideas e imágenes parece fortuita (incoherencia)- señala Jaspers-.

La excepcionalidad, concluye Jaspers, es que siendo un poeta extraordinario que con o sin enfermedad siempre habría sido uno de primera fila, contrae esta especial modalidad de esquizofrenia, y no hay ningún otro de esa rara combinación; solo puede comparársele, en el dominio de las artes plásticas, el de van Gogh.

VAN GOGH

De los cuatro locos egregios van Gogh es que más conmueve la intimidad de Karl Jaspers, aunque las notas y detalles de su vida normal y patológica es bastante limitada, y las que tenemos en gran parte se debe a la correspondencia que tuvo con su hermano Theo, que a la vez le mantuvo económicamente durante mucho tiempo, y esta correspondencia fue recopilada por su cuñada.

Van Gogh nace en 1853 y trabajó con poco éxito de dependiente en una galería de arte, maestro de escuela, agente de librería, evangelista voluntario y hacia 1880 tras vagabundear por las carreteras decide hacerse pintor y Theo inicia su ayuda económica. En 1888 intentar pegar o agredir con una navaja barbera a su invitado y amigo Gauguin (que huirá, saliendo de estampida, de su lado) y se mutila una oreja y el 27 de julio de 1890 se dispara un tiro en el pecho del que muere dos días después. Sobre las causas de su suicidio no dice nada y a las preguntas del médico en este sentido contesta encogiéndose de hombros.

El comienzo de su enfermedad con una psicosis aguda ocurre en 1888 y a partir de entonces ya no volvió a ser nunca “el de antes”. Escribe van Gogh que padeció terribles alucinaciones y que “durante estas crisis llego a creerme que sea real lo que me imagino”, asaltándole ideas religiosas embrolladas y atroces.

Tras la primera crisis de 1888 tiene frecuentes crisis con intervalos de calma hasta el suicidio. Previamente había pasado por una de sus épocas más productivas. Pero una vez pasado lo más grave de su psicosis en ese año, al siguiente en 1889 escribe “trabajo hasta la extenuación, desde por la mañana hasta por la noche”. Pero como señala Jaspers: “tras la explosión de diciembre de 1888 su trabajo se verá muy a menudo entorpecido por prolongadas crisis en las que falta esa energía exuberante de años anteriores, aunque todavía tiene momentos esporádicos en que parece recobrar el fuego y la lucidez de antaño”.

Solo tres meses antes del suicidio escribía van Gogh “trabajo con tal ligereza que me resulta más fácil pintar un cuadro que hacer la maleta”.

Había estado un año ingresado en un hospital desde mayo de 1889 a mayo de 1890 y los siguientes meses hasta el suicidio en “libertad” vigilada por el doctor Gachet.

Van Gogh, como ocurre con otros ilustres enfermos mentales, en todo momento, incluso durante la enfermedad, enjuicia su propia obra de una manera muy crítica y objetiva hasta el punto que en mayo de 1889 escribe “yo como pintor nunca significaré nada de entidad; me doy de ello perfecta cuenta” y en Septiembre “jamás llegaré a hacer lo que hubiera debido y podido hacer…no puedo aspirar sino a una situación de cuarto o quinto orden” [está claro que no acertó en la crítica de sí mismo].



[1] Karl Jaspers. Genio y locura. Ensayo de análisis patobiográfico comparativo sobre Strindberg, Van Gogh, Swedenborg y Hölderlin. Editorial Aguilar, S.A. de ediciones. Madrid, 1956. (sin ser ni mucho menos un resumen, de esta obra de Jaspers hemos extraído las partes que nos ha interesado)

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MESCALINA Y LAS PUERTAS DE LA PERCEPCIÓN


Juan Rojo Moreno

          Las Puertas de la Percepción es una obra que escribió Aldous Huxley tras su experiencia con mescalina. Se le abrió un mundo intensamente cromático, deslumbrante, en el que se producía una escisión de su yo-corporalidad con el mundo. [1]

En 1886 el farmacólogo alemán Ludwig Lewin publicó el primer estudio sistemático del cacto al que se le dio el nombre del propio investigador Anhalonium Lewinii. En 1897, Arthur Heffter, farmacólogo alemán, aisló por primera vez el principio activo del cactus peyote, la mescalina. Al principio activo se le llamó ‘mescalina’ porque el alcaloide se extrajo de los botones secos conocidos como ‘botones del mescal”.

En su experiencia hipercrómica Huxley dice que “lo verdaderamente importante es que las relaciones espaciales habían dejado de importar mucho y que mi mente estaba percibiendo el mundo en términos que no eran los de las categorías espaciales. El lugar y la distancia dejan de tener mucho interés, la mente se rige por la intensidad de existencia, de profundidad de significado”.

Estas experiencias y su similitud con las que expresaban pacientes esquizofrénicos le hizo preguntarse ya en 1954 ¿es que el desorden mental tiene por causa un desorden químico? 

Curiosamente, Huxley aporta la noción que luego en los 60 David Bohm consideró, habiendo un orden explicito (el mundo que se manifiesta y en el que vivimos) y un orden implícito o implicado que es el que da sentido a todo y con el que conectamos a veces sin tener conciencia de ello (no conocemos que hubiera influencia directa de Huxley en Bohm). Igualmente, más adelantes C.G Jung también se une a esta concepción. 

El físico David Bohm habla de orden implicado (o implícito) y orden explicado (o explicito). Sostiene que las cosas están desplegadas (orden explicado, físico) en el sentido de que cada cosa solo está en su región particular del espacio (y del tiempo) y fuera de las regiones que pertenecen a otras cosas. Lo sutil (implícito) es lo básico y lo manifiesto es su resultado y las energías de ese orden sutil e implicado son un instrumento de la intuición que es capaz de reorganizar la materia del cerebro. Por su parte C. G Jung, psicoanalista suizo, habla además de un inconsciente individual (de cada persona desde su nacimiento) y también de un Inconsciente Colectivo, común a toda la humanidad. El Inconsciente Colectivo supone que toda la humanidad participamos de unas experiencias comunes.

Para Huxley la Inteligencia Libre (la realidad total) tiene que ser regulada mediante una válvula reductora del cerebro y del sistema nervioso. Los diversos “otros mundos” en los que entramos de modo errátil son elementos de la totalidad del conocimiento perteneciente a la Inteligencia Libre.

Por lo tanto, Inteligencia Libre, Orden Implicado e Inconsciente Colectivo aluden al mismo fundamento.

Lo que ocurre al consumir mescalina es lo mismo que les ocurre a ciertas personas que han nacido con una especie de “válvula adicional” que permite trampear a la reductora; y también esto puede ocurrir en ejercicios espirituales, en circunstancias de ayuno extremo y por consumo de otras drogas.

Parecería que esto podría ser positivo al alcanzar otras perspectivas universalizantes, pero no es así. En el caso de la introyección del místico o espiritualista traduce sus visiones en algo “humanitario” pero en el consumo de mescalina, aunque la percepción mejora mucho, la voluntad experimenta un cambio profundo y no a bien: “quien toma mescalina no ve razón alguna para hacer nada determinado y juzga carentes de todo interés la mayoría de las causas por las que en tiempos ordinarios estaría dispuesto a actuar y sufrir… cuando la Inteligencia Libre se cuela por la válvula que ya no es hermética comienzan a suceder toda clase de cosas biológicamente inútiles… y esto es un reparo pues si viviéramos siempre así nunca se querrá hacer otra cosa”.

Esta es también una interesante aportación y es la apragmasia que se produce en relación con la vida y las obligaciones con el consumo de estas sustancias.

Una cosa es la vía “experimental” que realizó de forma controlada el mismo Huxley, las “experiencias” de los Beatles que le facilitaron la creación de nuevos discos[2] o los experimentos con anhídrido carbónico de von Meduna en pacientes o incluso las experimentaciones con LSD del psiquiatra Rojo-Sierra que luego utilizó – y publicó- para tratar enfermos obsesivos, y de otros profesionales o incursionistas a los “otros mundos” como el caso del antropólogo Carlos Castaneda y su tesis en 1968 “Las enseñanzas de Don Juan”.[3] También entran dentro de esta experiencia controlada rituales que diversos autores han descrito con Peyote ancestralmente en México y en el sur de Texas.

En las grabaciones que hizo Huxley mientras estaba bajo los efectos de la mescalina repetía frecuentemente ¿qué hay acerca de las relaciones humanas? Quienes estaban conmigo en la habitación, mi esposa y un hombre, pertenecían al mundo del que, por el momento, me había liberado.

Este es otro aspecto importante: las drogas que intensifican la interioridad, aíslan y pueden poner especialmente en riesgo de enfermar a quien tiene disposición.

En un momento de las vivencias, Huxley tiene un destello de lo que se debe sentir cuando se padece esquizofrenia. El esquizofrénico es incapaz “de escapar de la realidad interior y exterior y refugiarse -como hace habitualmente la persona sana- en el universo de fabricación casera del sentido común, en el mundo estrictamente humano de las nociones útiles y los símbolos compartidos”.

En alguna ocasión incluye a la hipnosis como un camino semejante a la mescalina, pero no es adecuado. Como dice el propio Huxley en relación a la vivencia con mescalina “todo es nuevo y asombroso, casi nunca ve el visionario nada que le recuerda su propio pasado”, justo lo contrario de la hipnosis que lo que hace es “focalizar” la conciencia en el pasado individual.

Huxley describe con detalle sus vivencias mescalínicas en su obra En las puestas de la percepción y luego en dos años la amplia con su obra Cielo e Infierno. En esta última señala que ha sido profuso con la experiencia visionaria bienaventurada, pero a veces es terrible y si hay un cielo también hay un infierno.

El paradigma de la vivencia infernal es la esquizofrenia “todo aquello que para un visionario sano es una fuente de bienaventuranza, provoca en una esquizofrénica (ser refiere a Renée, en Diario de una esquizofrénica) únicamente miedo y una sensación de irrealidad. Y existe además el horror de la infinitud. Este infierno no es solo en la esquizofrenia, sino que también muchos que experimenta con estas drogas se ven inmersos en él.

Muchos esquizofrénicos -señala nuestro autor de referencia- pasan la mayor parte del tiempo, no en la tierra o en el cielo, ni siquiera en el infierno, sino en un mundo gris y sombrío de fantasmas e irrealidades. Estamos de acuerdo con Huxley en esto, quizá en aquellos esquizofrénicos que tienen más síntomas defectuales o “negativos” pero desde luego el mundo de las significaciones en paranoicos es más un infierno que un mundo gris.

Este infierno lo hemos visto en muchos pacientes en los que se desencadenó una psicosis tras el consumo de sustancias psicodislépticas o alucinógenas y quedaron atrapados. El problema de la infinitud es fundamental, pues cuando se está bajo el efecto de otras sustancias menos disgregantes el sujeto sabe que ha de “volver” a la normalidad, aunque esta sea muy anómala. Pero cuando se “está” en el mudo psicótico o esquizofrénico no hay vivencia de tiempo y de vuelta. El mundo psicótico lleva acompañado o asumido su propia vivencia de significados, relaciones y tiempo.

Por esto es por lo que Huxley hace el experimento acompañado de un referente investigador que sigue y contacta desde el “mundo habitual”, y así hay en muchos ritos americanos y asiáticos la necesidad de que exista un “guía” para no perderse en el mundo de la experiencia.

¿Cielo o infierno? En cada persona está la elección de la experimentación o del uso vivencial con los riesgos que puede tener. ¿Es posible un mundo sin drogas? Huxley no lo creía.

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[1] Huxley A. Las puertas de la percepción. Cielo e infierno. Editorial Sudamérica. Buenos Aires. 1975 (séptima edición)

[2] Los Beatles y LSD: Los Beatles y su viaje por el LSD – beatleslsd (wordpress.com)

[3] Carlos Castaneda: Carlos Castaneda – Wikipedia, la enciclopedia libre

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AMPLITUD, ESPECIALIZACION Y PSIQUIATRIA


(el triunfo de lo general)

Juan Rojo Moreno

          En medicina nos vamos a encontrar con los “generalistas” como son los médicos de Atención Primaria y los Internistas, y luego un número amplio de especialidades.

Cierto que cada especialidad conecta con otras aunque sea de una forma “suave” pero no va ser raro que especialistas en digestivo se relacionen con endocrinología, también con campos genéticos y lo mismo otorrinolaringología también con inmunología, etc., pero igualmente también están relacionados con factores externos, alimentación, tipo de vida, estrés, clima (incluso hay una “Psiquiatría Climática” en auge), microbiota, factores sociales, aislamiento y un lago etcétera pues somos seres humanos que estamos en el mundo y en la naturaleza (aunque parezca a veces que estamos en contra).

Pero Psiquiatría es una especialidad, valga la redundancia “especial”.  Al no tener tantas pruebas “objetivas de evidencia” como los otros campos (análisis, radiografías, Tac…) parece ser que seamos “menos” y por esto en una entrevista que tuve este año al ser invitado por Paloma Hornos en “Crecer” Alegría y Salud Mental – Gestión Emocional (gestionemocional.com) y que compartí con Inés López-Ibor, esta última ya nombraba como la psiquiatría era la “cenicienta” de la medicina.  Ya dijo esto mismo en 2017 el psiquiatra Celso Arango: “Muchas veces nos quejamos que somos la Cenicienta y en parte lo tenemos ganado porque nos hemos intentado diferenciar del resto de la Medicina (aquí)

En este sentido se han manifestado varios profesionales y existen anécdotas, pongamos solo un par de ellas.

Por una parte, señala José Guimón que los perjuicios negativos contra el psiquiatra se originan en buena parte por el temor a que actúe como detective no deseado que indague en nuestras propias partes locas.

Por otra en un chiste de Mel, el profesor está explicando a los futuros médicos como deberán en el futuro luchar para mantenerse al corriente en los conocimientos a través de su participación en programas y exámenes de educación médica continuada. Ira (la protagonista) pregunta con curiosidad infantil: y si fracasamos en esos programas ¿se nos degradará a psiquiatras? (R. Grinker, 1982).

Y de aquí viene una definición que se ha dado de los psiquiatras: “La psiquiatría es la preocupación de los psiquiatras; es todo ese confuso conglomerado de ideas e impresiones, de magia, misticismo e información, de vanidades y extravagancias, de conceptos y preconceptos y de palabrerío hueco”.

Esto es quizá porque a veces se ha confundido la psiquiatría, que es una ciencia médica, con que los psiquiatras “tratamos la vida”. Los psiquiatras no tratamos a la población y a la vida en general, sino a los enfermos de esa población. Ya dijo Ajuriaguerra en 1983: “la psicocracia no es nuestra meta”. Nosotros no queremos psiquiatrizar la vida. Los psiquiatras no curamos “la vida” y sus problemas sino solo enfermedades (y cuando podemos, que no es siempre).

Por esto ya hablé de “La psiquiatría de la población o tratar enfermedades de la vida” (aquí)

En la población general hay mucha gente anómala que, por ejemplo, coge un fusil y se lía a tiros en una escuela o estrella un avión de pasajeros, y no son enfermos psíquicos sino anómalos humanos. Como decía F. Leuret (1797-1851): “cuando yo examino todas las ideas de los hombres, los absurdos que ellos pueden decir y sus ideas más extravagantes, quedo como avergonzado y me parece que nuestros enfermos (psíquicos) están a menudo menos locos que sus semejantes”.

Pues bien, en este sentido, el libro de David Epstein “Amplitud” (Range) nos sirve como referencia[1], aunque los conceptos que aquí vamos a utilizar no coinciden exactamente con los que expresa en el libro, sino que extraigo solo algunos a propósito.

Decía que la Psiquiatría es una especialidad “especial” pues no solo tenemos relaciones con los mismos campos que el resto de la Medicina (inmunología, genética, mundo circundante, estilos de vida, alimentación, etc.) sino que al ser una ciencia heteróclita (al decir de J.J. López Ibor) contactamos muy estrechamente con especialidades afines como neurología, sociología, psicología, antropología, filosofía, biología, genética… sin que seamos especialista en ninguna de ellas. Pero por esto mismo podemos encontrarnos con muchos compañeros que se “ladean” más hacia uno de estos campos como por ejemplo la neurología, neurotransmisión receptores, o por otro lado la sociología, psicología, fenomenología o antropología, y todos somos psiquiatras igualmente y ejercemos igual de dignamente la profesión. Por esto existen sociedades de Psiquiatría, Psiquiatría biológica, Psiquiatría legal, forense, Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la infancia y adolescencia, Sociedad española de neuropsiquiatría, etcétera.

En psiquiatría (como en otros campos de la medicina) podemos encontrar psiquiatras “generalistas” y psiquiatras más especializados en uno de estos aspectos.

Señala Epstein que descubrió que los expertos más cualificados pueden tener tal estrechez de miras que cuanta más experiencia tienen, peores resultados obtienen a pesar de que se muestran más confiados… la superespecialización puede llevar a la tragedia colectiva, aun cuando cada uno tome una decisión razonable dentro de su nicho.

El psiquiatra, si quiere, puede formarse en diferentes campos afines que le ayuden a comprender en cada caso concreto un enfermo concreto y en unos casos utilizar modelos biológicos, en otros psicológicos y en otros existenciales o sociales, pero como complemento o perspectiva de su labor médica.  En este sentido será un especialista generalista.

Cuando se repite mucho una actividad concreta y se avanza rápidamente se habla de un entorno “bueno” (como ocurre en el ajedrez, el golf…) pero en el caso de los entornos, que Hogarth llamó “malos”, las reglas del juego no suelen ser equitativas ni claras o son incompletas.

Si en psiquiatría queremos transformar todo el abanico de conocimientos que es la conducta humana y la enfermedad (entorno malo) en un entorno bueno, lo que hacemos, entonces, es diagnosticar con esquemas de clasificaciones y rápidamente dar un fármaco, eludiendo así la complejidad del enfermar.

Pero debemos, pensando en el futuro, tener en cuenta que si lo que hacemos se puede codificar (algoritmos, arboles de decisión…) y programar en un ordenador, éste lo hará mejor que yo.

Al igual que ocurrió con los aguadores que llevaban el agua a principio del siglo XX a las casas e hicieron una huelga pues estaban en contra de la canalización del agua, y acabaron desapareciendo, hay profesiones de conducción de vehículos y algunas ramas de la medicina que están tan agradablemente flotando en los descubrimientos técnicos que se les va proporcionando que no se plantean cuando serán ellos mismo innecesarios si no aprenden, no solo nuevas tácticas (en tácticas nos ganan los ordenadores) sino nuevas estrategias a más largo plazo.

Los llamados “centauros” son los equipos humanos/máquinas que ganan cuando los humanos saben decirle a la maquina qué es lo que tienen que computar. Como señala Gray Marcus, profesor de Psicología y Neurología: “en un mundo limitado los humanos no tienen mucho que aportar, en los problemas complejos del mundo aún ganamos a las máquinas”.

El tenis comparado con el golf es más dinámico, pero sigue estando dentro de un sector “bueno” comparado con, por ejemplo, una sala de emergencias de un hospital donde los profesionales no saben de entrada cual es el problema del paciente que va a llegar.

Muchas veces se exige a los nuevos médicos (Médicos Internos Residentes- MIR-) que empiezan una especialidad, que “aprendan rápido”, sin tener en cuenta, como señala Epstein, que “el mejor aprendizaje ha de ser lento y que, a menudo, hacerlo mal ahora es esencial para hacerlo bien más tarde… [aunque entendemos que] es tan contraintuitivo que engaña a los propios alumnos tanto respecto a sus progresos como a las habilidades de los profesores”.

Un capítulo del libro de Epstein se titula “Engañados por la especialización”. Refiere nuestro autor como el físico y matemático Freeman Dyson decía que se necesitan “sapos enfocados y pájaros visionarios”, “los pájaros vuelan alto, se deleitan con conceptos que unifican nuestro pensamiento y juntan distintos problemas de diferentes lugares, los sapos viven en el fango y solo ven las flores que crecen cerca, se deleitan en los detalles y resuelven los problemas de  una sola vez”, “es estúpido afirmar que lo pájaros son mejores que los sapos porque miran más lejos o que los sapos son mejores porque miran con más profundidad”. El mundo es tanto amplio como profundo: “necesitamos pájaros y sapos trabajando al unísono para explorarlo”. La preocupación de Dyson es que la ciencia está llenándose incrementalmente de sapos cada vez más especializados y por lo tanto incapaces de cambiar como hace la ciencia.

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La medicina avanza “sin parar”, como el mismo mundo, y ha de digerir los distintos avances que desde otras ciencias (informáticas, históricas e incluso paramédicas o también paleontológicas… por poner unos ejemplos) ayuden a prevenir las enfermedades o sanar las que ya se han instaurado. Pero quizá no sea del todo recomendable que nos difuminemos en todos los avances si minimizamos la realidad esencial de nuestra profesión: el enfermo es el principal foco de atención como ser humano sufriente. No hay solo enfermedades, hay seres humanos que padecen enfermedades. Al igual que la psiquiatría se nutre de muchas ciencias afines, en general toda la medicina ha de nutrirse de los avances que sean capaces de digerir tantos los “sapos” como los “pájaros” y entre ellos también ser capaces de complementarse e instruirse mutuamente pues la principal concepción es que todos somos médicos para los enfermos.

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[1] Epstein D. Amplitud (Range). Por qué los generalistas triunfan en un mundo especializado. Editorial Empresa Activa, 2020

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VIVIENDO Y MURIENDO O SIN MORIR


Juan Rojo Moreno

Jordi Ibáñez Fanés publica en 2020 “Morir o no morir. Un dilema moderno”, obra muy sugestiva y que desde luego recomiendo y que en este caso nos va a servir como referencia (pero no es un resumen de la misma)[1].

Creo que son especialmente interesantes dos aspectos que plantea:

En primer lugar, la posibilidad que nos da la tecnología actual de “plantearse”, por lo menos, el que se llegue a que la “muerte natural” no sea un punto inexorable.

 Hace 50 años no era planteable de una manera razonada desde la tecnología sino solo como ciencia ficción.

La llegada del “otro mundo” sería -señala Ibáñez- el advenimiento de un suave utopismo tecnológico, feminista, solidario, comprometido con las tareas de cuidado y solidaridad.

Muchas utopías lo son porque en algún momento de la historia personal o universal, se ha estado cerca de “alcanzar” ese punto deseable que se considera cercano a la perfección. Por esto la RAE define la utopía como doctrina o sistema ideales que parecen de muy difícil realización, y también como representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.

Pensamos que el avance tecnológico y la bondad universal que mejoró de manera significativa en los últimos decenios del XX y en los primeros años del XXI iba a seguir de forma indefinida. Ya señalaba Bertrand Russell[2] que “hay dos maneras de escribir sobre el futuro: la utópica y la científica. La científica trata de descubrir lo probable; la utópica expone lo que le gustaría al autor”, pero muchas cosas que eran utópicas solo hace treinta años ahora se ven al menos probables.

En estas casi tres décadas del XXI hemos podido ver como una ideología fanática casi consigue crujir a los países democráticos, y a otros no tanto, que han tenido que hacer grandes esfuerzos para terminar con el poder del autodenominado “estado islámico”, luego una pandemia casi acaba con las economías y los proyectos de medio mundo, y luego la tecnología permite que “a distancia” países como Rusia o China puedan “conquistar” zonas terrestres que consideran de su propiedad.

 Todo por el bien de la tecnología. Es evidente que si Ucrania hubiese tenido un poder tecnológico, y se entiende que también armamentístico, mayor que Rusia, nunca habría sido invadida por ésta y destrozada a tabula rasa.

El progreso, siempre el progreso, ahora tecnológico, ¿Pero qué meta tiene el progreso? No se puede definir ni sabemos si es deseable o no, por su propia indefinición. ¿Es el saber la meta del progreso? ¿Y qué ocurrirá cuando ya se sepa todo o cuando ya no se pueda saber más?, ¿Y cuándo nuestros recursos para la investigación se hayan agotado o los instrumentos para la investigación hayan alcanzado el límite de la perfección ya insuperable? No podemos demostrar que es imposible llegar al punto en que nuestro conocimiento no sea capaz de avanzar más. Y puede que entonces estemos en la situación de “perfectibilidad”, y ésta sea completamente insatisfactoria. La idea del Progreso humano, al igual que la de la Providencia o la de la Inmortalidad personal, es una idea verdadera o falsa y a semejanza de aquellas -dice Bury- no puede probarse su verdad o falsedad. Creer en el progreso exige un acto de fe. Fe en que el progreso continuará indefinidamente[3]. (Para ampliar este tema ver aquí)

Señala Ibáñez que “en nuestra peculiar modernidad, las únicas revoluciones que parecen prevalecer en el horizonte son las tecnológicas y las biomédicas, así como la lucha por la supervivencia en un hipotético apocalipsis medioambiental” [que dicho sea de paso cada vez lo vemos más cerca]. En relación con esta última no hay más que ver los incendios “como nunca” y también “como no se habían visto antes” inundaciones, sequía en México, en Centroeuropa y hasta un “mini sunami” en el Puerto de Santa María (Cádiz, España) que ha inundado repentinamente la playa arrastrando todo lo que había.

Desde luego no hay que salvar al planeta, que él mismo sabe salvarse, lo que hay que salvar es quizá a la mitad de la raza humana (si no a más) que sean capaz de sobrevivir en el planeta que se haya autodefendido o autorregulado. Si solo con el problema de los cereales ucranianos y del gas ruso ya está medio mundo temblando… veremos cuando no sean países sino el planeta quien haga temblar a la humanidad.

Para terminar este primer apartado traemos la cita que hace J. Ibáñez de Peter Thiel “el gran reto del futuro no pasa por la globalización, sino por la tecnología” lo cual se traduce -señala Ibáñez- en que el gran reto del futuro no es lograr lo imposible, que el crecimiento y el bienestar sean globalmente sostenible, equitativos y que toda la humanidad pueda vivir con estándares de bienestar propios del mundo desarrollado, sino cómo lograr que la tecnología permita resolver los problemas y los conflictos. Y así en este camino el sueño tecnológico es también la abolición de la muerte como hecho natural, de manera que el modo o momento de morir sea una cuestión tecnológica, de estatus social, de nivel cultural y económico.

Es decir que la tecnología permita una longevidad “sana” de cientos de años, aunque como indica Ibáñez (comentando las ideas del politólogo Francis Fukuyama) en este mundo “poshumano” consecuencia de la revolución tecnológica ¿es creíble que se alcance la posibilidad real de vivir edades bíblicas con una excelente calidad de vida y que esté al alcance de todo el mundo? O ¿habría una población con derecho a la longevidad y otra obligada a una esperanza de vida ordinaria? Entendiendo la senescencia como una enfermedad más ¿sería solo una medicina de lujo para ricos? [¿y ciertos políticos?, podríamos añadir].

Un video representativo de esto (hay actualmente muchos)  es éste sobre “la muerte de la muerte” de José Cordeiro (aquí).

En segundo lugar, el planteamiento de qué hacer con los ancianos ya lo dijo en (2013) el ministro japonés de finanzas Taro Aso.

 Pidió a los ancianos “que se den prisa y se mueran” para así aliviar la carga fiscal que originan por su atención médica: “clamó contra las unidades de reanimación y los tratamientos para prolongar la vida”, según el diario The Guardian, que le cita explicando que le sentaría mal que le ayudaran a prolongar su vida, más si cabe sabiendo que ese tratamiento lo paga el Estado. Taro Aso, ministro japonés, sobre los ancianos: «¡Que se den prisa y se mueran!» (telecinco.es).

Ciertamente China pasó de tener una población de 400 millones a principios del siglo XX a una de1.300 millones a final de ese siglo y la política del hijo único abandonada en 2015 (instaurada en 1979) ha hecho que sea una población envejecida. Es muy interesante leer el análisis que hace “Mohorte “ en este artículo : “De dónde surgió la política de hijo único en China y qué consecuencias ha tenido” (aquí) y también se puede ver en Wikipedia “política del hijo único”  (aquí).

Quizá no llegue el problema a tanto si se para el crecimiento exponencial de la población, pero imaginemos que en vez de 7.800 millones de habitantes, ahora, somos 14.000 millones y hay pocos recursos para mantener un “aceptable” progreso social (aquí se puede ver un contador constantemente actualizado de la población mundial ¿sobrarían los ancianos como propone Taro Aso? Quizá los chinos hayan conseguido con una dictadura y su política de “hijo único” frenar su crecimiento exponencial, pero qué haríamos en sociedades que no se transformen en dictaduras autocráticas?

 No puedo desarrollar mucho el tema sin repetir una y otra vez las frases de J. Ibáñez, por lo que este apartado va a ser corto y solo voy a entrecomillar un par de párrafos del autor que indican claramente cuál es el problema, y que desarrolla magistralmente.

Señala Ibáñez: “pocos ancianos soportarían un chantaje moral que confrontase su obstinación en seguir viviendo con la merma de recursos para el futuro de sus nietos, por ejemplo, y menos aún si esa presión se hiciera desde estándares morales asumidos y bien vistos por la sociedad o la comunidad, no solamente por la familia ¿es algo demasiado monstruoso para que pueda suceder?”

Y también comenta: “¿Acaso no podría considerarse una forma de “respeto” el convencer a los mayores de que ya les ha llegado la hora de partir y ayudarles a ello? Pensar históricamente se rige por principios y valores en permanente mutación”.

Recomiendo sobremanera leer esta obra de Jordi Ibáñez Fanés, profesor del departamento de Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra.

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[1] Ibáñez Fanés J. Morir o no morir. Un dilema moderno. Anagrama editor, 2020

[2] Bertrand Russell. Ciencia, filosofía y política. Ensayos sin optimismo. Editorial Aguilar, 1968.

[3]  John Bury. La Idea del Progreso. Alianza Editorial, Madrid, 1971.

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Alegría y Salud Mental


«CRECER» es un Programa de Libertad FM presentado por Paloma Hornos galardonado con el premio EXCELENCIA EDUCATIVA 2021 como “El mejor programa de radio sobre Educación” y reconocido por ASEDEM (Asociación Española de Educación Emocional) por su contribución a la educación.

En cada programa nos invitan a explorar el maravilloso mundo de la educación y las relaciones humanas.

Indica Paloma Hornos que en sus programas hablaremos de padres e hijos, de docentes y alumnos, de adultos y niños, de relaciones humanas a través de entrevistas, mesas de debate, recomendaciones de libros, proyectos solidarios…todos ellos con un denominador común: la preocupación por nuestro bienestar.

Gestión Emocional nació para ayudar a mejorar tu vida y enseñar a gestionar tus emociones, esas que influyen en tus acciones y decisiones. Cuentas conmigo -señala Hornos- para mejorar tu salud emocional y fortalecer tu autoestima.
Te ayudo a librarte del estrés, de la ansiedad, de miedos y de cualquier emoción que limite tu vida o tu toma de decisiones.

Paloma Hornos es psicoterapeuta, especializada en Inteligencia Emocional y en herramientas para la gestión de las emociones. Creadora del MÉTODO LOOSESTRÉS© para la gestión del estrés.

Además de su dilatado Curriculum, como experta en Inteligencia Emocional, además de dirigir el gabinete de coaching emocional, «Gestión Emocional» imparte programas de formación en diversas instituciones  en España y Latinoamérica.

Cuentas conmigo -apunta- para mejorar tu salud emocional y fortalecer tu autoestima. Te ayudo a librarte del estrés, de la ansiedad, de miedos y de cualquier emoción que limite tu vida o tu toma de decisiones.

En el programa del 31 de Julio y 1 de Agosto «Alegría y Salud Mental», señala Paloma Hornos que la salud mental y emocional es tanto ó más importante que la salud física.

El dolor emocional es, probablemente, menos dramático que el dolor físico, pero es más común y también más difícil de soportar. Por eso en este nuevo episodio de CRECER vamos a adentrarnos en los territorios de la mente y sus fantasmas.

En este programa me realizó una interesante entrevista y a continuación pongo el enlace del Podcast para quien tenga interés en oírla: (aquí) y también abajo.

En los primeros 25 minutos me hace la entrevista y en los siguientes 25 a la Dra. López Ibor

Espero que haya sido de interés para los que hayan oído el Podcast.

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PSIQUIATRÍA COTIDIANA. BIOGRAFÍA Y CUERPO EN UNA PSIQUIATRÍA PERSONALIZADA


Hemos publicado en 2022 este libro de cual presento aquí el Prefacio y un resumen

Podemos ver sus características en Pirámide: Psiquiatría cotidiana | Ediciones Pirámide (edicionespiramide.es)

También un video de presentación en el siguiente QR

Esta obra tiene un contenido atrevido y poco frecuente. En ella se defiende que el psiquiatra debe comprender la historia personal de cada paciente, para poder aplicar el mejor tratamiento, siendo este personalizado. Defiende que la psiquiatría debería prepararse para que aparezca una cordura creativa que haga que la medicina, manteniendo su modelo físico-natural, retome los valores de la medicina antropológica, donde el paciente ya no será solo un objeto que reparar. Es decir, no tendrá solo una patología o solo una enfermedad, sino también una historia personal. Esto permitirá a la psiquiatría aplicar al paciente el mejor tratamiento individualizado. La enfermedad no será comprendida psicológicamente o explicada biológicamente, sino que ambas cosas lo serán a la vez como persona enferma. En el libro se tratan, de forma muy documentada, aspectos fundamentales y necesarios para abordar los tratamientos psiquiátricos y, desde un conocimiento amplio y formación multidisciplinar del autor, se presentan numerosos ejemplos reales. Así, en el capítulo tres se realiza una interesante incursión al mundo de los big data para una psiquiatría del futuro, aunque también advierte de sus peligros si esta tecnología es mal utilizada. En el capítulo 4 se insiste en la importancia de la exploración médica somática y neurológica en psiquiatría presentando numerosos ejemplos clínicos que avalan esta defensa. También, en sucesivos capítulos se busca responder a preguntas sobre la realidad y la verdad de las vivencias del enfermo mental, sobre el tratamiento psiquiátrico a través del diagnóstico: ¿Cómo se llega a ese diagnóstico? ¿Qué es la fuerza eficaz de las vivencias? ¿Cómo influye para el tratamiento el temperamento y el carácter o valorar el proyecto vital? ¿Qué habilidades debe tener un psicoterapeuta? La obra es una herramienta útil y práctica, escrita en un lenguaje sencillo y accesible, documentada y llena de ejemplos reales (cont.).

INDICE

Prólogo. Las clasificaciones internacionales DSM y CIE, ¿Cuánto detectan realmente del enfermo mental? La importancia en psiquiatría de conocer la vida del paciente. El diagnóstico y tratamiento psiquiátrico y big data. La exploración médica somática y neurológica en psiquiatría. La realidad y verdad de las vivencias del enfermo mental. La medicina personalizada. La medicina personalizada como medicina antropológica y antropofórica. El tratamiento psiquiátrico a través del diagnóstico. El amor y la técnica en los tratamientos psiquiátricos. Sobre psicoterapia. La percepción corporal (eidosoma).

PREFACIO

La psiquiatría es una ciencia heteróclita (al decir de López Ibor), lo que significa que si bien siempre seguimos siendo médicos (de ahí la parte iatría que significa médico), no obstante nos nutrimos de ramas muy afines como son la psicología, la antropología, la bioquí­mica, la farmacología, la genética…, aunque no somos en ningún caso profesionales especializados en estas ramas afines, ni somos psi­cólogos ni antropólogos, etc.

La motivación para escribir este libro ha sido tanto aportar in­formación como formación, en un lenguaje accesible, para médicos, psicólogos y así mismo para cualquier persona del mundo de las ciencias de la salud, y también para quien esté interesado en el ser humano y su enfermedad.

¿Pero sobre qué quiero formar e informar? Fundamentalmente sobre lo que hacemos en psiquiatría o lo que, en muchos casos, de­biéramos hacer. No es válido que un paciente vaya al psiquiatra y le cuente sus síntomas, y poco más, y se le recete un medicamento. In­cluso por el abuso de esta simplificación del acto médico se ha que­rido retomar conceptos antiguos propios de la «antipsiquiatría» (una corriente de los años sesenta que prácticamente ha desaparecido) creando una «nueva» corriente que se llama la «nueva psiquiatría» que en definitiva no son más que «nuevos odres para vino añejo», es decir, actualizan lo que ya es muy conocido, aunque aparece ahora como crítica a esta postura simple de escuchar algo al paciente y automáticamente recetarle.

Todo esto confunde mucho a las personas interesadas por las en­fermedades mentales y por lo que hacemos los psiquiatras.

Cierto es que nos nutrimos de los avances técnicos y bioquímicos que se conocen, cada vez más, sobre la enfermedad mental, pero de­bido a que no tenemos pruebas analíticas, ni radiografías, TAC o resonancia magnética que confirmen nuestros diagnósticos, estamos obligados a hacer una medicina personalizada, biografiada, cono­ciendo no solo desde cuándo se padece la enfermedad sino, además, qué supone la enfermedad para la persona y cuál es la estructura de su vida que ha podido facilitar o por el contrario compensar la en­fermedad mental. La psiquiatría supone comprender la historia par­ticular de cada paciente para poder aplicarle el mejor tratamiento personalizado. La psiquiatría bien aplicada supone conocer en el pa­ciente su estructura neurocultural.

Como indica Barcia (1979): «la medicina se encuentra sometida a dos realidades, la de la ciencia y la realidad del hombre individual», y en este sentido señala López Ibor (1966): «contentarse con conocer los cuadros clínicos tal como se hallan descritos en los libros y tratar de clasificar los enfermos con un único propósito nosológico (conocer sus características), es renunciar a la comprensión vital de cada caso. La experiencia clínica consiste en la singularización en la comprensión del enfermo. Esta es la psiquiatría que no está en los libros…, esta es la psiquiatría que está en la médula de los verdaderos psiquiatras».

No solo tenemos que descubrir los «hechos», pues si nos queda­mos ahí, esto nos conduce a lo que Demócrito denominó «forma bastarda de conocimiento», sino que, además, tenemos que conocer por qué aparecen esos hechos y cuál es su «fuerza» en la vida del paciente. Y también conocer y comprender por qué han desencade­nado o encronizado una enfermedad mental.

Por esto, en los distintos capítulos de este libro se plantean los diagnósticos de las clasificaciones internacionales DSM y CIE y cómo estos, si bien son muy útiles para poder clasificar rápidamente a los enfermos, no obstante solo hablan de «trastornos» y no de en­fermedades. Se olvidan del paciente singular.

Ya en otros libros anteriores reflexionamos sobre la ansiedad (Comprender la ansiedad, las fobias y el estrés. Pirámide, 2011) sobre la depresión (La enfermedad depresiva. Conocer y entender la depresión en lenguaje para to­dos. Albatros, 2008) y sobre la psicosis (Psicosis. Delirios, alucinaciones, sectas y estigma. Pirámide, 2018) y en todos ellos buscando que estas enfer­medades fueran conocidas en un lenguaje accesible.

El estigma sobre los pacientes con enfermedad mental solo puede ser mejorado o suprimido dando información seria, pero a la vezcomprensible. Pocas especialidades tienen este problema del estigma tan acusado como en psiquiatría, aunque haya excepciones como ocurre con el lupus y en dermatología con el vitíligo, el acné y la psoriasis.

Puede incluso parecer curioso que dediquemos un capítulo al «amor y la técnica en los tratamientos psiquiátricos», pero sigue siendo válido demasiado frecuentemente el comentario de Hono­rio Delgado (1992): «el positivismo, generalización abusiva de las ideas válidas solo en el dominio estricto de las ciencias físicas, lleva a considerar al enfermo como un simple objeto material, y a la medicina como una mezcla de ciencia y técnica, por ende, im­personal y mecánica». El amor en medicina no es solo un senti­miento, es un acto: un acto de comprensión humanitaria de todo sufrimiento que por la enfermedad se encuentra incardinado en la totalidad biológica, psíquica, social, neurocultural y también his­tórica, y no existe una verdadera vocación y amor por el hombre que sufre enfermedad si no hay una vocación humana por el resto de la humanidad.

Todo esto no origina, ni mucho menos, un rechazo a los avances técnicos. Desde luego prefiero ser tratado por un psiquiatra del siglo XXI que ha conseguido incorporar la ciencia a su profesión, que por otro de principios del siglo XX, que obligaba a comentar al psiquiatra K. Jaspers cómo apenas se podía hacer con muchos pacientes psi­quiátricos más que cuidarlos de las enfermedades comunes.

Creo que el problema no es el uso excesivo de fármacos ni de ciencia, sino cómo se usan. Si personificamos al paciente, si lo cono­cemos más íntimamente, si, como decía Jaspers, hacemos de la histo­ria clínica una antropología biológica, entonces da igual que medique­mos con uno o con cinco fármacos, o que apliquemos conocimientos de los neurotransmisores serotonina, adrenalina o dopamina, pues existirán objetivos claros personalizados. Cuanto más nos aporte la «personalización bioquímica y genética» sin que desaparezca la per­sonalización del enfermo con su biopatohistoria, más aumentaremos la efectividad y eficiencia en la cura del hombre real enfermo, que será siempre el beneficiado.

Quisiera agradecer a la profesora García-Merita su colaboración con un capítulo sobre psicoterapia. No es un capítulo al uso que solo hable de los distintos tipos de psicoterapia, sino que aporta su vasta experiencia para poder plantear la importancia de la actitudes y ap­titudes del psicoterapeuta, así como los límites de la psicoterapia y consideraciones que son de gran valor tanto para psicólogos como para cualquier profesional de la salud o persona interesada en ella.

También he de agradecer a quienes han corregido y revisado el texto, María Adela Rojo, Amparo Betés, y a los psiquiatras Carlota Valdemoro y Miguel Hernández y a la profesora M. L. García-Me­rita, que me han dado sus opiniones sinceras sobre la claridad y ca­racterísticas de los diversos apartados y párrafos para hacer el libro más fluido y comprensible.

Aunque no ha intervenido directamente en la realización del li­bro, quisiera también agradecer al psicólogo Francisco Santolaya Ochando (decano del Colegio Oficial de la Psicología de la Comuni­tat Valenciana —COPCV— y presidente del Consejo General de la Psicología de España —COP—), con quien he compartido muchos años en el ejercicio de la salud mental en el sistema público de la Generalitat Valenciana, por sus frecuentes comentarios y conversa­ciones que me han aclarado y aportado ideas sobre el trabajo unitivo de los profesionales en salud mental y por su continuo apoyo en el campo profesional y personal.

Y como siempre, no es posible escribir un libro y dedicar a la vez el tiempo suficiente a la familia y al trabajo, por lo que este no ha­bría sido posible sin el apoyo constante y paciencia de mi mujer Car­lota y mis hijos Miguel y Carlota.

Valencia, 2021.

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PSICOGEOMETRÍA Y CIENCIA


Juan Rojo Moreno

          A veces son útiles, y otras no, las recomendaciones que en redes sociales compañeros o amigos te hacen de un libro. Me recomendaron un libro sobre psicogeometría y vi interesante el título y el resumen.

No le voy a poner pegas a un contenido bien estructurado, pensado y del que los autores tienen amplia experiencia. Pero tengamos en cuenta que lo que plantea es una cuestión cuasi-religiosa que “intenta” ser, en determinados momentos, “científica” pero sin hacer ciencia.[1]

Solo voy a hacer tres comentarios y un contraste. Insisto que no es una crítica al libro que es muy recomendable para los seguidores de esta manera de pensar, y me interesa también la concepción que hace de “la salud”.

En primer lugar, tengamos en cuenta, pues, que la geometría se vuelve sustentable o sagrada cuando crea o permite el desenvolvimiento y evolución de la vida orgánica, de la conciencia material del cosmos.

¿Cómo se origina la gravedad?: cuando la onda partícula gira en el movimiento trazado por una espiral, genera un vórtice de succión que lleva las velocidades de onda más allá de la velocidad de la luz. Este proceso creado por la fractalidad permite succionar o implotar la carga en diferentes escalas y acelerarla para producir gravedad (sic).

Mi primer comentario, es en relación a estas ideas que incluso se forjan en conceptos de la física cuántica. O te crees todo esto o no, no hay discusión, ni por supuesto demostración. Como indica: los investigadores rusos están convencidos de que armonizando los sonidos que emitimos, las palabras, en una determinada frecuencia se puede llegar a influir en el ADN. O te lo crees o no. A su entender el ADN se expresa a través de ondas solitónicas que son capaces de propagarse sin deformarse a grandes distancias en medios no lineales. El ADN tiene capacidad de una comunicación a nivel cuántico que rompe las barreras del espacio y del tiempo. Los científicos rusos (¿?) descubrieron con sus experimentos que la vibración oscilatoria de nuestro ADN puede causar patrones de perturbación en el vacío produciendo así agujeros de gusano magnetizados.

Un segundo apartado he querido hacerlo en relación a cuestiones que atañen a la salud y a la medicina pues ahí me encuentro algo más fraguado que cuando habla de los Toroides…

En este apartado hace algunas aseveraciones muy antiguas que luego se demostraron “no validas”, como por ejemplo cuando dice que el campo energético es ahora visible, fotografiable y sirve para la prevención y diagnóstico de enfermedades que están en el cuerpo electromagnético y que pueden llegar a manifestarse en el cuerpo celular.

Claro hay que tener en cuenta que, para los autores, “el cuerpo gravitacional opera con la energía del Orgón, así llamado por W. Reich, el más brillante discípulo de S. Freud”. Lo cierto es que al final de su trayectoria, muy alejada de Freud, Reich veía orgones por todas partes y desde luego no fue el “más brillante discípulo de S. Freud” esto es fácil de verificar cuando se estudia a Freud y las Escuelas que a partir de él surgieron.

Llama la atención como en este campo de medicina les falta hacer comprobaciones y formación. Se refieren al Caduceo de Hermes (o Mercurio) como símbolo de la medicina, lo cual no es cierto ya que era un símbolo del comercio. Lo confunden con el báculo o vara de Asclepio para los griegos o Esculapio para los romanos que es un antiguo símbolo asociado con la curación de enfermos. Consiste en una serpiente entrelazada alrededor de una vara larga.

El Caduceo de Hermes es utilizado como emblema en diversas instituciones dedicadas al estudio y enseñanza de las ciencias económicas, en los logotipos de la Liga de Defensa Comercial (Lideco) del Colegio de Contadores, Economistas y Administradores de Uruguay, de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini de Buenos Aires y de la Escuela Superior de Comercio y Administración del IPN en México… Como señala también en su blog  Cesar Augusto como símbolo de la medicina el error deriva de las similitud con la vara de Esculapio, el símbolo que representa a la medicina, el cual sólo consta de una vara y una serpiente enrollada en ella.

Claro a partir de este error las interpretaciones ya son todas erróneas, como cuando se parte de una hipótesis falsa y se sacan conclusiones. Así, dice, derivado del Caduceo de Hermes (Mercurio) construido por el gráfico de dos espirales enroscadas en torno a una espada, los tres canales de la energía sexual: Shushumna en el centro y los canales Ida y Pingala rodeándolo para terminar a la altura de la cabeza irradiando su energía como un corazón alado expandiendo la energía sexual, los jugos de la espina para nutrir el corazón y el cerebro (bueno pues esto es los que le ocurre a los que estudian economía y mercado, claro, y las alas que expresan la rapidez con que mercurio iba de un sitio a otro, ahora será sexual).

Por último, en tercer lugar, un comentario respecto a la homeopatía que en cierto modo es la base de su tratamiento “médico” y admite que emplea algunas veces remedios carentes de ingredientes químicamente activos, pero geométricamente codificantes en ángulo, proporción, simetría y frecuencia. Esto se supone que se relaciona con la retícula Deca-Delta que rodea al planeta e interconecta la conciencia de la vida orgánica.

La enfermedad para nuestros autores se produce por una acumulación de emociones, pensamientos y movimientos que genera que se almacene la libido sin poder ordenarse de manera adecuada y cuando esto ocurre la energía del Gran Toroide Vertical no puede fluir libre por todo el sistema y ocasiona una fuga de energía por el subsistema más débil. Así el 80 % de las enfermedades son producidas por desequilibrios bioenergéticos y la homeopatía busca arreglar los desórdenes geométricos.

En definitiva, tanto la bulimia, como la anorexia, el insomnio, los cambios bruscos de temperatura, movimientos involuntarios, tics, e hiperactividad se deben a la alteración en el Toroide Mayor y por el caso del Toroide Emocional se originan las celotipias, fobias, miedo a la altura e irritabilidad, y por el Toroide Intelectual se originan fanatismo, dogmatismo, orden militar, limpieza obsesiva (se entiende TOC).

También mediante poliedros que se ponen a lo largo de la persona se armoniza el campo de resonancia fractal y se avanza en la terapia de enfermedades. ¡Ni hablar de los psicotrópicos o de las drogas químicas que devastan la fuerza de voluntad del individuo y le minan su fuerza vital! Baños fríos alternándolo con calientes y enemas son de gran ayuda (me recuerda esto a la medicina del siglo XIX)

Quiero terminar, volviendo a comentar que no es una crítica a su “filosofía” de la que me veo incapaz, cuando hablan de la geometría de la conciencia, geometría sustentable en el diseño, en la naturaleza, arquitectura biológica o de los números y la geometría sustentable.

Pero en lo referente a las cuestiones médicas si me he tenido que atrever a hacer un comentario, pues, la verdad, para algo me he comprado y leído el libro, muy recomendable para los que estén en esa “onda”.

Decía al principio que solo iba a hacer tres comentarios y un contraste. Ahora el contraste.

Evidentemente, todo esto desde la medicina de la evidencia y desde el conocimiento científico poco hay que decir. La medicina no es per se científica, pero gracias al uso del método científico ha avanzado enormemente y ha evitado que se siga utilizando, por ejemplo, la triaca o teriaca que era un preparado polifármaco compuesto por varios ingredientes distintos (en ocasiones más de 70) de origen vegetal, mineral o animal, incluyendo opio y en ocasiones carne de víbora. Se usó   como medicamento contra numerosas enfermedades, siendo considerado una panacea universal. Se popularizó en la Edad Media y perdió auge en los siglos XVIII y XIX en los que, con el desarrollo de la química, comenzaron a aparecer las primeras discusiones serias sobre la efectividad real de las triacas, y su importancia empezó a decaer. En 1745 William Heberden, médico inglés, publicó un tratado recogiendo los efectos inútiles de los ingredientes, lo que motivó la exclusión de las triacas de la farmacopea londinense al año siguiente.

En Bolonia desapareció a finales del siglo XVIII, en Venecia a mediados del siglo XIX y en Nápoles a principios del siglo XX. En México fue retirada en 1908. En España, el Colegio de Farmacéuticos de Madrid decidió en 1920 dejar de preparar el medicamento. O sea, que duró hasta el siglo XX.

Y como este ejemplo muchísimas otras cosas. Pero como señala M. Pérez Álvarez en su obra (2021)[2]  “cuando la ciencia al uso impide concebir los problemas de otra manera”, hay que tener en cuenta que “la ciencia se construye sobre conocimiento previo, pero también es cierto que la ciencia previa constriñe la ciencia actual imponiendo una estructura de formulaciones a priori, categorizaciones y contextos, así como herramientas técnicas y modelos experimentales de interés” (Susan Hawthorne 2014).

El cientifismo, la nueva ortodoxia, considera la ciencia como el mejor, si no el único, conocimiento sobre el que orientar los distintos aspectos de la vida y la sociedad. Otras fuentes y formas de conocimientos como las ciencias sociales, las humanidades, la filosofía las artes o la religión y ni que decir tiene, la tradición y el sentido común quedan a expensas de lo que diga la ciencia.

El contraste es pues esto, no veo, por ahora, a la medicina y a los avances del mundo teniendo en cuenta los Toroides energéticos, pero tampoco cerremos las vías de conocimientos con un cientismo excluyente. Quizá por esto último existe tanta venta de parafarmacia. La ciencia deberá recapacitar sobre sí misma y sus límites.

Podemos concluir[3] con dos reflexiones a este respecto. Una de Max Scheler: “Las preferencias que la ciencia occidental del hombre, en sus dos formas la ciencia natural y de medicina, ha revelado por el lado corpóreo del hombre y por la influencia de los agentes externos sobre los procesos vitales es una manifestación parcial del interés unilateral que es propio de la técnica occidental; la medicina india, por ejemplo, revela una orientación opuesta, la psíquica, de un modo no menos unilateral”. La otra, de Aldous Huxley: “[las humanidades no verbales], los verbalistas temen a los no verbales; los racionalistas temen al hecho concreto no racional… [y los primeros pueden mirar] con una sonrisa de superioridad a quienes son llamados farsantes, curanderos, charlatanes y aficionados ineptos, por los fariseos de la ortodoxia verbal”[4]

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[1] A. Ponce de León y N. Fregoso. Psicogeometría (la ciencia de la conciencia). Geometría sagrada y arquitectura biológica. Editado por los autores e impreso en México (2010).

[2] M. Pérez Álvarez. Ciencia y Pseudociencia en Psicología y Psiquiatría. Alianza Editorial, Madrid, 2021.

[3] Max Scheler. El puesto del hombre en el cosmos. Editorial Losada S. A. Biblioteca filosófica. Buenos Aires, 1938 (Décima edición 1972).

[4] Aldous Huxley. Las puertas de la percepción (cielo e infierno también en esta edición). Editorial Sudamericana, Buenos Aires. Séptima edición, 1975.

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DESDE EL PUESTO DEL HOMBRE EN EL COSMOS DE MAX SCHELER


Juan Rojo Moreno

         Escribir “desde” Max Scheler supone que mi intención no es ni mucho menos resumir esta obra de la que ya hay múltiples resúmenes y reflexiones que son fáciles de encontrar en Internet, así como el mismo libro que es de descarga gratuita El Puesto del Hombre en el Cosmos https://www.academia.edu/28966103/Max_Scheler_El_puesto_del_Hombre_en_el_Cosmos_pdf?uc-g-sw=9060828  

Es una obra póstuma pues escribió el prólogo en abril de 1928 y en mayo de ese mismo año fallece repentinamente de una enfermedad cardiaca.[1]

Vamos a destacar algunos aspectos que nos invocan a ciertas reflexiones que son válidas hoy en día. Hay que tener en cuenta que Scheler era un fenomenólogo (formado con Husserl, el padre de la fenomenología) y que por lo tanto los afectos son dados desde el principio a las personas. Igual que cuando vemos una pared blanca no hacemos una percepción y luego deducimos que es blanca, sino que el color se nos da de forma primaria al mismo tiempo que la percepción, igual ocurre con los sentimientos.

Además, Scheler tiene la gran virtud, no solo por su capacidad, que nunca le importó corregirse y ampliaba o modificaba lo anteriormente escrito (esto le originó agresivas críticas). Hacía continua dialéctica consigo mismo y su concepción del mundo.

Conocer la estructura esencial del hombre es su fundamento y ya entonces se congratula que esto no sea solo un campo filosófico sino también médico, biológico, sociológico y psicológico.

Ahora que acabamos de considerar a los animales (en España oficialmente) como seres sintientes y que no son cosas, se cumplen las ideas que ya anticipó Scheler cuando diferenciaba la evolución vital de los vegetales y plantas enraizadas al suelo y nutriéndose de lo inanimado inorgánico pero no pudiendo escapar en su “mundo” más que en la longitud “me nutro de abajo crezco hacia arriba”, y ni siquiera tienen independencia en la procreación sino que dependen del polen, de las abejas, del aire, de los insectos…

Claro que los animales son diferentes a las plantas.

Las plantas poseen, a diferencia de los minerales, un impulso vital (que Scheler llama afectivo estático) sin conciencia ni representación y, como el mismo término “impulso” indica, no hay sentimiento ni instinto. Pero puede atribuírseles un “ser íntimo” del que carece la materia inorgánica. No obstante, carecen de la referencia a un centro, que es propio de la vida animal. Les falta por completo esa reflexión, por primitiva que sea, y su existencia se reduce a la nutrición, crecimiento, reproducción y muerte.

Y cuando nos referimos al hombre, la misma palabra designa un conjunto que se opone del modo más riguroso al concepto de “animal en general”. Esto va a llevarnos al concepto esencial del hombre que es el tema que subraya Scheler en este libro: considerar si tiene alguna base legítima ese concepto que concede al hombre como tal un puesto singular, incomparable con el puesto que ocupan las demás especies vivas.

Un problema no resuelto del ser del hombre hoy en día es que aún mantiene ese impulso afectivo básico que también tienen las plantas, aunque en éste, en su evolución, como capas de una cebolla, se han ido interponiendo sus nuevas complejidades evolutivas, pero no podemos generalizar a todos por igual, siendo que en algunos prevalece más el impulso afectivo estático que otros avances evolutivos.[2]

La inteligencia se produce de modo rigurosamente uniforme y paralela a la vida anímica asociativa. La memoria asociativa la atribuimos únicamente a los seres vivos cuya conducta se modifica en forma dotada de sentido. En esto se basa la conducta emanada del principio ensayo-error. ¿Los animales no realizan esta conducta, pero hacen ensayos errores? Por supuesto que sí. El hombre tiene una ventaja y es que puede imaginar y fantasear, antes del ensayo, cual puede ser probablemente o con una probabilidad aproximada el resultado. Esta capacidad de la fantasía y de imaginarnos objetos esenciales, formas, trayectorias previas al ensayo…, nos ha dado ventaja evolutiva sobre todos los animales, incluso con los más cercanos a nosotros como son los chimpancés.

Como señala Scheler no hay casi asociación ninguna sin influencia intelectual. Pero nunca se da el caso de que el tránsito de la reacción asociativa causal a la reacción inteligible crezca en rigurosa relación de continuidad con el número de ensayos. El paso del azar al “sentido” tiene lugar algo antes de lo que el puro principio de la prueba-error haría esperar conforme a las reglas de la probabilidad.

Ciertamente, la creatividad y los novedosos logros humanos, no han sido por pensar miles de horas en lo mismo ni por encontrar la solución en anteriores asociaciones. Lo creativo rompe la regularidad de lo asociado.

La influencia del principio asociativo significa en la estructura del mundo psíquico (más a medida que algunas civilizaciones han realizado su Renacimiento) la decadencia del instinto.

El principio de asociación en relación con la inteligencia técnica es un principio de rigidez de hábitos, pero con respecto al instinto ha supuesto un poderoso instrumento de liberación.

La evolución a una inteligencia práctica supone una adaptación nueva a lo nuevo, o como señala Scheler: un ser vivo se conduce inteligentemente cuando pone en práctica una conducta caracterizada por las notas siguientes: tener un sentido, no derivarse de ensayos previos, responder a situaciones nuevas y acontecer de súbito y sobre todo independientemente del número de ensayos.

Esto se ha podido observar, aunque con dificultad, en conductas nuevas adaptativas de los chimpancés, pero lo que nunca han llegado a dar es el salto del signo al símbolo, y descubrir las ideas esenciales (poder articular en su mente imágenes esferoides, triangulares, independientemente de los objetos), es decir, alcanzar el concepto límite perfecto.

Pero por llegar, en estos casos de los chimpancés, a poder manifestar más que una conciencia básica (de lo vivido en el instante) y poder articular cosas para alcanzar resultados nuevos, es por lo que se ha prohibido la experimentación investigadora en estos animales (y otros grandes simios)[3]. Como señalaba Scheler, en todo lo afectivo el animal está mucho más cerca del hombre que en lo que se refiere a la inteligencia [de objetos esenciales]; ofrendas, reconciliaciones amistades y otras cosas parecidas pueden encontrarse entre ellos.

En España el 2 de diciembre de 2021, el Congreso aprobó una nueva ley para que los animales dejen de ser considerados “bienes inmuebles o cosas”, y ahora serán reconocidos como “seres sintientes” o seres vivos dotados de sensibilidad.

La inteligencia humana se caracteriza por tener una “X”, un referente que comprende el concepto de la razón, emprende ideas y también entiende una especie de intuición, la de los fenómenos primarios o esencias (para Scheler esa X es el espíritu). La propiedad fundamental de un ser “espiritual” es su independencia, libertad o autonomía existencial frente a los lazos y a la presión de lo orgánico, de la “vida” y por ende también de la inteligencia impulsiva propia de ésta. Semejante ser “espiritual” no está vinculado a sus impulsos, ni al impuso circundante y está abierto al mundo. Semejante ser “tiene mundo”.

Este construirse un mundo, una concepción del mismo, y “tener mundo” va unido a que en el hombre la vivencia de la realidad no es posterior, sino anterior a toda “representación” del mundo (es primaria) y gracias a su capacidad de formalizar las esencias puede desrealizar el mundo.[4]

¿Qué significa desrealizar el mundo o “idear” el mundo? Significa, señala Scheler, abolir, aniquilar fictivamente el momento de la realidad misma. Y por esto el hombre es el ser vivo que puede adoptar una conducta ascética frente a la vida. Comparado con el animal que dice sí a la realidad incluso cuando la teme y rehúye, el hombre es el ser que sabe decir no, el asceta de la vida, el eterno protestante contra toda mera realidad.

El hombre es el único que puede elevarse por encima de sí mismo, como ser vivo, y convertir las cosas, y entre ellas también a sí mismo, en objeto de su conocimiento. Esta facultad de separar la existencia y la esencia constituye la nota fundamental del espíritu humano.

A veces, para lo mejor, pero otras para lo peor, y por eso se ha dicho que el hombre puede ser más o menos que un animal, pero nunca un animal.

Mejor o peor el hombre hará su “mundo” pues como escribe Scheler: «cuando el hombre se ha colocado fuera de la naturaleza y ha hecho de ella su “objeto”, se vuelve en torno suyo, estremeciéndose, por decirlo así, y se pregunta ¿Dónde estoy yo mismo? ¿Cuál es mi puesto? Ya no puede decir con propiedad “soy una parte del mundo; estoy cercado por el mundo”; pues el ser actual de su espíritu y de su persona es superior incluso a las formas de ser propias de este “mundo” en el espacio y en el tiempo».

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[1] Max Scheler. El puesto del hombre en el cosmos. Editorial Losada S. A. Biblioteca filosófica. Buenos Aires, 1938 (Décima edición 1972)

[2] Y esto mismo lo podemos detectar en algunos animales, no solo en chimpancés sino también son múltiples las experiencias que tenemos, por ejemplo, en perros.

[3] En 2008 Estados Unidos prohibió la experimentación médica y de laboratorio con chimpancés en todo su territorio. Esta «victoria» ha sido posible gracias a la firma de la «Chimpact» por parte del presidente de Estados Unidos, George Bush, con la que quedaba prohibido el envío de chimpancés a centros de experimentación médica, tanto públicos como privados. En España en 2013 el Consejo de Ministros aprobó un Real Decreto que «prohíbe expresamente» la experimentación con los grandes simios (gorilas, chimpancés, orangutanes y bonobos).

[4] Cuando vamos a entrar en una habitación de una casa conocida, antes de entrar el cerebro ya hace una pre-presentación automática, de lo que espera encontrarse antes incluso de haber entrado.

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LA HISTERIA DE AYER Y DE HOY


Juan Rojo Moreno

Muchos psiquiatras nos preguntamos desde hace tiempo ¿dónde están los pacientes histéricos?

Han sido pacientes muy llamativos, con manifestaciones somáticas intensas, parálisis, sorderas, cegueras, anestesias… y todo sostenido por factores psíquicos, alguna vez adaptativos, vitales.

El libro de Georges Didi-Huberman “La invención de la histeria” (Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière) nos muestra tal cantidad de casos, imágenes y manifestaciones histéricas que se dieron en aquellos tiempos que parece que se trate de otra psiquiatría y de otros pacientes como no los hay hoy apenas.[1]

Quizá la respuesta esté en la patoplastia: es decir, en la modificación en el tiempo de las formas de expresión de las enfermedades. Quizá a finales del XIX y principios del XX eran “comprensibles” o entendibles ciertas formas de reacción ante situaciones vitales, mediante estas somatopatías funcionales, pero eso ahora es más difícil que la sociedad y los familiares lo acojan o conciban. No así “la depresión” o “la ansiedad”. Tendríamos que revisar cuantos casos diagnosticados de ansiedad o depresión, si no se hace de forma rigurosa, nos están manifestando otra manera de expresar estos estados emocionales que acullá se presentaban de forma histérica.

HISTERIA

Una buena manera de introducirnos en este campo y entender algo puede hacerse leyendo los artículos del Dr. Francisco Traver en su blog de neurociencia-neurocultura ¿Qué es la histeria? y también en este otro sobre la Histeria del Trauma.

El lugar donde nos vamos a centrar, que fue un núcleo de gran importancia histórica y cultural, es en la Salpêtrière. En 1860 lo visitó el médico español Dr. Pedro González Velasco y de las instituciones parisinas escribió: “París tiene tres grandes hospitales destinados al socorro de los enajenados; uno, Charenton, para los que pagan una cantidad para ser asistidos, y dos gratuitos, uno para hombres, Bicêtre, y otro para mujeres, la Salpêtrière, o sea la antigua Salitrería… [La Salpêtrière] es hospicio de la vejez para mujeres incurables, epilépticas, locas, idiotas y necesitadas, aunque no estén enfermas.”

Llegó a albergar de 6 a 8 mil mujeres y cuando Charcot se hizo cargo de la institución. En 1862 tenía aun a su cargo miles de mujeres ingresadas y era un asilo “pequeño gobierno con su jefe de policía interna y siempre con sus celdas y celdillas, jaulas de locos y mazmorras” es como la definió Pinel que fue el psiquiatra francés que 100 años antes había quitado las cadenas a las locas en este lugar. Cuando llega Charcot había casi 600 empleadas, y cerca de 100 mujeres en “reposo”, 2700 “administradas” y más de 100 niños.

Como señala Didi-Huberman fue el lugar señero de la reclusión a gran escala, hospital general de las mujeres o más bien de todos los desechos femeninos “anormales constitucionales, asesinas natas, la ciudad de las mujeres incurables, vagabundas, mendigas, caducas, mujeres chochas, mal proporcionadas y contrahechas”.

Se le considera a Charcot el fundador de la neurología. Preconizó muy acertadamente, antes de nuestra época, el aislamiento de los enfermos, la persuasión, el uso de agentes físicos, la electrización y redescubrió la histeria dándole nombre y sobre todo separándola de la epilepsia y del resto de enajenaciones mentales, y como señala Didi-Huberman: “la aisló como objeto nosológico puro”.

La observación de los enfermos fue luego con Freud ex-auditus (auditiva) oyéndolos, pero en la época ce Charcot aún era ex-visu (visual) “hacer que el ojo discurra” (y no hablar ni escuchar verdaderamente): el ideal de la descripción exhaustiva. Como señaló Freud en referencia a Charcot: no era un hombre reflexivo, un pensador, tenía la naturaleza de un artista, era, por emplear sus propias palabras un visual, un “hombre que ve”.

Y en esta época los tratados de psiquiatría llevaban multitudes de láminas: los idiotas de Baillarger y Bourneville los lipemaniacos de Dagonet… Bourneville fotografiaba a idiotas y basándose en los retratos buscaba un concepto característico de idiotez: labios, pómulos, velo del paladar…

Una fotografía clásica de Salpêtrière es el de la joven aquejada de una contractura espasmódica del párpado y que se quedaba afónica cuando Gilles de la Tourette, su médico, intentaba suprimirle ese permanente guiño.

 La histeria en las mujeres era una patología muy difícil de ordenar o sistematizar (y en esto fracasó Charcot) y bien decía Giles de la Tourette (1898) que “las autopsias de histéricas que habían sucumbido bien por ataques de espasmos o por anorexia…no han revelado nada palpable, nada orgánico, en una palabra”.

No se encontraba causalidad y solo se hablaba de factores provocadores o predisponentes que, como señala Didi-Huberman, ha sido un cajón de sastre caótico y fantástico de causa, una y otra vez. Diseminación de la casualidad… se buscaba en el útero, en los ovarios y no se hallaba nada; vapores o delirios, se buscaba en el cráneo y tampoco se encontraba nada.

Escribió Giles de la Tourette ese axioma considerado histórico: “Nada puede imitar la histeria, que constituye el síntoma de la propia histeria”. Una actriz nunca llegará tan “lejos ni en “profundidad” como una histérica sea cual sea el papel que interprete, porque a una histérica no le bastará con interpretar un solo papel, querrá interpretarlo todo, o interpretar demasiado, y por ello nunca resultará creíble.

Loa hombres no empezaron a entrar en la Salpêtrière más que a partir de junio de 1881 fecha de apertura de la denominada “consulta externa” y hubo que esperar hasta 1888 para poder contemplar los rasgos fotográficos de un hombre histérico.

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         Por esto, para terminar, el problema irresuelto de ¿Dónde están esos pacientes tan frecuentes a finales del XIX y principios del XX? Si ahora no se ven como entonces esto quiere decir que habrán mutado a otras formas de manifestación de la enfermedad, pero el fondo estructural (que no fue nunca sistematizado) seguirá manteniendo un pronóstico y un tratamiento que ha de individualizarse o si no tendremos posiblemente “depresivos y ansioso” crónicos no bien identificados.

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[1] Georges Didi-Huberman “La invención de la histeria” (Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière). Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A) (segunda edición) 2018.  Es nuestra obra de referencia

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ÉTICA, SEGURIDAD, LIBERTAD


Juan Rojo Moreno

La obra de Adela Cortina “Ética cosmopolita. Una apuesta para la cordura en tiempos de pandemia”, analiza magistralmente los aspectos del título y otros diversos[1].

Muchos nos hemos dado cuenta que en la “era de internet” que ha supuesto una revolución en la comunicación humana, también se esperaba de ella que al estar más intercomunicadas todas las partes del planeta fuese, entonces, más fácil la democratización y mejoría de los valores éticos y sociales, aunque solo fuera por el contraste entre lo que ocurre en tu continente, país o ciudad y lo que ocurre en otros. Pero ya han pasado más de 30 años de comunicación social, de planetociedad, y lo que vemos es casi lo contrario.

 Algunos países que se habían “democratizado” han vuelto a formas pseudodemocráticas, en los que si bien hay unas elecciones populares en las que “el pueblo” puede votar a sus dirigentes, no obstante, o bien se encarcela antes a la oposición o se anulan medios de difusión informativa de los que no apoyan al “poder”. Nos sirve como ejemplo lo que ha ocurrido (y ocurre) en Rusia, Bielorrusia, Venezuela, Nicaragua y algún otro país. Son las llamadas “democracias iliberales”.

Como señala A. Cortina “el progreso no es lineal, venimos viviendo desde el cambio de siglo el retroceso del mejor de los sistemas políticos, venimos viviendo una recesión democrática… parece que los medios sociales que nacieron con la promesa de fortalecer la democracia, dado su funcionamiento, están ayudando a socavarla en muy buena medida.”.

Quizá en gran parte con tanta planetización hayan menguado valores universales y el problema de fondo sea que nos hemos saturado de técnicas, conocimientos y multicultura, sin que tengamos una jerarquía de valores consensuada.

 Recuerda Philip Pettit que los mecanismos de control de una sociedad moderna son fundamentalmente tres: la mano invisible de la economía de mercado, la mano visible del Estado y la mano intangible de los valores. En el mismo sentido Levitsky y Ziblatt (2018) señalan que, aunque las democracias cuentan con constituciones y reglas escritas, no obstante, funcionan mejor y son más duraderas en los países en los que están reforzadas con reglas del juego no escritas que son códigos de conducta que la comunidad acepta y respeta.

Fijémonos, incluso en países con democracias plenas (que no son tantas en el mundo) que puntuaciones o valoraciones suelen tener la “clase” o líderes políticos… y, entonces, entendemos como la transmisión de valores jerárquicos positivos se encuentra menguada. Como señala Cortina “en el mundo del marketing económico está prohibido tratar de vender el propio producto desacreditando a los contrarios; en la política diaria es, por desgracia, el método habitual… y es descorazonador que la destrucción sistemática del adversario genere votos y que las pruebas palmarias de que algunos políticos han mentido abiertamente o han difundido bulos, no merezcan ningún castigo en las urnas… el esquema simplista nosotros/ellos resultan sumamente rentable”.

Las encuestas de calidad de los representantes y estructura políticas muestran constantemente un problema que no solo no se ha resuelto, sino que ha ido aumentando: la desafección de la gente por sus estructuras y representantes. Es necesario, señala Cortina, construir credibilidad, generar confianza y capital social, crear amistad cívica.

Pero por desgracia cuando en una encuesta un representante político tiene una puntuación de 2,5 sobre 10, lo que más le importa “parece ser” es que el opuesto tenga un 3,2 y el otro un 2,1. No se plantean que una puntuación tan baja es de por sí ya un problema social.

Otra cuestión que trata con mucho acierto A. Cortina es el problema de la gerontofobia y nos lleva este asunto al triaje médico que se ha hecho con los mayores en el periodo más álgido de saturación hospitalaria y UCI.

Ya escribí en su momento sobre la edad mayor o “vejencia«. Si vivimos mucho somos considerados como una especie “de cáncer social” , como unos Viejos Crónicos  y que como toda enfermedad crónica la mejor “curación” que tiene es que desaparezca lo antes posible (lo agudo, es decir los recién viejos son más soportables, pero su duración, su cronicidad, es perjudicial) y señalaba como con los achaques, físicos y psíquicos, no siempre esta edad ha sido bienaventurada pues como decía Gracián “hemos llegado sin sentir a los helados dominios de la vejencia, con sus honores y horrores”.

Sí, cierto, se lleva mucho tiempo haciendo triaje en Medicina sobre todo en urgencias médicas y en la elección de ciertos tratamientos oncológicos, cirugías, etcétera. Salió repetidamente la noticia en los informativos que no se trataban del Covid19 a ancianos de residencias y que muchos médicos llorando les decían a familiares que no ingresaban en UCI a personas tan mayores pues tenían menos posibilidades de supervivencia y había déficit importante de recursos.

No es lo mismo hacer un “triaje” en urgencias para detectar que es lo realmente urgente, que hacerlo segregando por edad un tratamiento contra una enfermedad. El triaje, trillaje o cribado, del francés “triage” significa cribado o clasificación; con la misma etimología que el español trillado «separación del grano de la paja». Es un método de selección y clasificación de pacientes, empleado en enfermería y en medicina de emergencias y desastres. Evalúa las prioridades de atención, privilegiando la posibilidad de supervivencia, de acuerdo con las necesidades terapéuticas y los recursos disponibles. En una guerra tras un bombardeo y un solo médico que tenga que atender a los heridos no será lo mismo asistir a un paciente con 10 impactos de bala que a otro con 2 impactos siendo que el primero esté a punto de morir y el segundo pueda ser salvado. No es esto lo mismo que “por ser anciano”, por tener Alzheimer, por estar en una residencia, automáticamente te hagan el filtro de la no atención hospitalaria o en UCI.

Tenemos que ponernos de acuerdo: ¿hay gerontofobia? ¿A los pacientes con Alzheimer, aunque estén respiratoriamente bien, les hacemos triaje y a morirse?”. Un capitulo dedica A. Cortina en nuestra obra de referencia, titulándolo: “Gerontofobia. Un atentado suicida contra la dignidad humana”. En este capítulo explica muy bien, entre otras cosas, la necesidad de individualización clínica, diagnóstica, pronóstico y calidad de vida si se plantea la necesidad de un triaje. Pero muy acertadamente señala: “Triaje. Toda vida humana tiene igual valor… y se prescribe explícitamente no discriminar por razón de edad o discapacidad… los pacientes de mayor edad deben ser tratados en las mismas condiciones que el resto de la población, atendiendo a cada caso particular, y lo mismo sucede con las personas con discapacidad o demencia”.

Quizá en la pandemia y ante las exigencias de triaje más de uno de nuestros dirigentes pudo pensar, en su intimidad, como el ministro japonés de finanzas en 2013 que se explica a continuación (aunque como puede haberlo pensado en su intimidad nunca lo sabremos con seguridad a diferencia de Taro Aso que lo dijo explícitamente).

Parece muy rudo, es lo menos que puede decirse, que en su momento (2013) el ministro japonés de finanzas Taro Aso pidió a los ancianos “que se den prisa y se mueran” para así aliviar la carga fiscal que originan por su atención médica: “clamó contra las unidades de reanimación y los tratamientos para prolongar la vida”, según el diario The Guardian, que le cita explicando que le sentaría mal que le ayudaran a prolongar su vida, más si cabe sabiendo que ese tratamiento lo paga el Estado. Taro Aso, ministro japonés, sobre los ancianos: «¡Que se den prisa y se mueran!» (telecinco.es)

Como señala Cortina “la mentalidad griega y la latina desprecia a quien no se basta a sí mismo, sea anciano o enfermo, porque al enfermo se le tiene por infirmus, débil, pusilánime y la falta de firmeza no merece aprecio” y por esto, señala, cuidar a vulnerables, a los débiles y a los enfermos que hubieran perecido sin remedio en la lucha y el conflicto entre los más fuertes ha sido y es el mayor timbre de gloria de los seres humanos.

Mucho tenemos que reflexionar en esta era tan acelerada, tan comunicada pero que apenas da tiempo para uno mismo.

 Hay que exigir reflexiones tanto de los problemas de la gerontología, de la vejez, que ahora no es político denominarla así sino solo como “edad mayor” (adulto mayor es un término reciente que se le da a las personas que tienen más de 65 años de edad) o de la gerontofobia y  de toda la “guerra” actual en las redes, del poder de los datos, del uso de nuestra privacidad y si pueden incluso de nuestra intimidad.

Muchas de estas reflexiones y otras más que han sido muy bien desarrolladas por A. Cortina en su obra que es de agradecer.

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[1] Adela Cortina; Ética cosmopolita, Una apuesta para la cordura en tiempos de pandemia. Editorial Paidós (Estado y sociedad), 2021. [no haceos resumen de esta obra sino solo nos ha servido como guía]

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PSIQUIATRIA, BIOLOGICA, SOCIAL Y ONLINE


Nueva Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental

Juan Rojo Moreno

Acaba de realizarse el XXIV Congreso Nacional de Psiquiatría, esta vez en Valencia. Hemos tenido la posibilidad de hacerlo online, pero también presencial, y de nuevo el gusto de estar sentado en las salas de presentaciones y tratar de nuevo con cierta normalidad entre unos y otros compañeros de manera “presencial”.

Por mi parte he podido comprobar, como siempre en los congreso de las asociaciones españolas de psiquiatría, un buen programa, diverso, actualizado y con diversas opciones, como viene siendo ya habitual en estos congresos en donde las sesiones paralelas en el mismo horario permite ampliar el número de opciones y facilitar la elección.

         Solamente quisiera hacer 4 comentarios  a propósito.[1]

1-   Un primer comentario  es que en este Congreso la Sociedad Española de Psiquiatría y la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica van a celebrar sendas Asambleas Generales Extraordinarias al efecto de aprobar, en su caso, la fusión SEP-SEPB en una única entidad denominada Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental.

Me ha alegrado mucho que por fin cuajara esa idea que ya propuse  en una de las Asambleas hace más de 30 años (creo que fue en un congreso en Sevilla). Me dijeron, más o menos, en confianza, que eso no era posible y que mi propuesta, o pregunta, venía a propósito dada mi juventud e ingenuidad.

Veía complicado y poco práctico en esa época que cada 2 años fuera el Congreso de la Sociedad Española de Psiquiatría y cada año el de  Psiquiatría Biológica, de manera que el año que coincidían los dos, por ejemplo en Mayo era uno en una ciudad y el Junio el otro en otra, suponía unos costes considerables y que solo eran asumidos (y cada vez con más reticencia sobre todo en relación con los congresos de la SEP) por las ayudas a Congresos que aportaba la industria farmacológica, tanto a los participantes como a las Asociaciones con sus stands publicitarios.

En 1993 se decide hacer en un solo Congreso ambas asociaciones y el primero que ser realiza se denominó “Sevilla -95”.

Me hubiera gustado tener hace 30 años la comunicación que el Presidente de la SEPB aporta aquí Víctor Pérez Solá, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica. – YouTube  o la carta de ambas sociedades aquí SEP-SEPB (mailchi.mp).

De todas formas quizá se necesitaba ese periodo de “juventud”, y no sé si tanto de ingenuidad, para que llegase ahora lo que ya planteé entonces. Quizá cada momento tiene su tiempo y puede que esta pandemia también haya obligado a replantearse muchas cosas que antes de la misma eran solo pensables con más superficialidad.

2- Un segundo comentario hace referencia al Simposio sobre “La llegada de la Psiquiatría Digital, Apps e Inteligencia Artificial”, muy interesante, actual y bien desarrollado por sus presentadores, como no podía ser de otra forma. Pero, no obstante, quizá este campo aun tenga mucha juventud y alguna ingenuidad. Así fue un comentario acerca de la extrañeza que no esté todo el mundo en esta “área digital psiquiátrica”, cuando hay que tener en cuenta que atañerá “a todos” si el tiempo lo dice. Siempre hay maneras de hacer psiquiatría que es una disciplina heteróclita, decía López- Ibor, y por lo tanto nutrida de otras muchas especialidades, que permite diferentes formas de encarar la clínica, todas ellas igualmente válidas.

 Se realizó la consideración, con la que no estoy nada de acuerdo, de que en psiquiatría “existe la ventaja de que no tenemos por qué tocar al paciente ni explorarlo”.  No considero que eso sea correcto para la psiquiatría, ni para la profesión ni para el profesional.

Se desarrollaron varias líneas, entre ellas es curioso que existe un efecto placebo digital con un 50% de abandonos y el profesional “tiene que estar convencido que funciona”.

Ya he escrito mucho anteriormente sobe la necesidad de un “tiempo suficiente de dedicación” al paciente psiquiátrico, de la necesidad de su exploración física y del contacto interpersonal.

Esta área de las apps y de la tecnología wearable (para llevar puesto) es tan interesante, novedosa e importante que incluso nos aportaron a todos los congresistas una revista (Psychiatric Times, número 4, 2021) en la que uno de los artículos era exactamente “Cómo la tecnología puede mejora la práctica psiquiátrica”. Lo veo muy adecuado y se estudia lo que mide la tecnología wearable, lo que proporcionan los smartphones y los datos que se proporcionan por el sujeto cerca de un evento (Ecological Momentary Assessment), y se concluye que la tecnología puede ser muy útil como “complemento de obtención de la información” pero, añado yo, tendremos que tener cuidado en no querer transformar al paciente de manera completa en un big-data.

3- En tercer lugar vi muy interesante,  así mismo, el simposio sobre “Lifestyle Psychiatry: encarando el futuro, volviendo al pasado” en el que se subraya la reconexión con al naturaleza en los tratamientos psiquiátricos, Psiquiatria de la vida saludable, gestión del estrés…

En Valencia he tenido la suerte de compartir Unidad de Psiquiatría con el Dr. V. Balanzá que nos ha introducido en este campo con múltiples trabajos nacionales e internacionales y dirección de investigaciones.

Aun así, recuerdo que me llamó la atención que hace más de 15 años en un Congreso de la Asociación Americana de Psiquiatría ya unos “residentes” hicieron una aportación y revisión sobre este campo, amplia y novedosa.

Pues, aun así tiene mucho más impacto la bio-farmacoterapia que la bio-naturoterapia. Quizá se necesiten más canales de difusión en este campo del “contacto con la naturaleza”, terapia forestal, psiquiatría nutricional…

4- Por último, en cuarto lugar, he de nombrar que asistí a los homenajes IN MEMORIAN de varios psiquiatras o profesionales españoles con grandes aportaciones en el campo de la psiquiatría, como Carlos Carbonell, Eduardo Cuenca, Juan Gilbert o Carlos Ballús pero quisiera recordar  especialmente al Prof. Carlos Ballús con el que siempre tuve una vivencia de confianza por su parte y de verdadera empatía, y con el que los recuerdos me vienen desde nada más terminar medicina y hacer la especialidad.

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[1] Evidentemente, hubieron muchos Simposio, trabajos y reuniones científicas diferentes y yo aquí me limito a comentar alguna, sin quitar la más mínima importancia o relevancia a otras muchas se hicieron.

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SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSIQUIATRÍA


Sobre la Ley de Salud Mental propuesta por Unidas Podemos

La Sociedad Española de Psiquiatría está trabajando en un posicionamiento sobre la Ley consensuado con otras sociedades científicas, pero cree conveniente adelantar estos comentarios preliminares.

Ante la admisión a trámite de la Proposición de Ley General de Salud Mental, la Sociedad Española de Psiquiatría, como sociedad científica que agrupa al mayor número de psiquiatras de España, considera necesario realizar una serie de observaciones a la misma.

La Sociedad Española de Psiquiatría está trabajando en un posicionamiento sobre la Ley consensuado con otras sociedades científicas, pero cree conveniente adelantar estos comentarios preliminares.

El problema principal de esta Propuesta de Ley es que, de aprobarse, conseguirá lo que, en teoría, dice querer evitar:

  1.       La estigmatización de los trastornos mentales y de la salud mental frente a otras áreas de salud. El tener una ley específica, el regular lo que no se hace en otras áreas de la medicina, el dar por sentado que las personas con trastornos mental deben recibir un trato distinto al del resto de personas, o que los profesionales de la salud mental, incluidos los psiquiatras, no hacen una buena labor o debe protegerse a la sociedad de los mismos, son todos ejemplo de estigma. 

  2.        Al no distinguir entre síntomas y trastornos mentales se conseguirá la psicologización y psiquiatrización de fenómenos que nada tienen que ver con los trastornos mentales como los define la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta ley, centrada en la pobreza, la opresión social, el patrono opresor, etc. está tan alejada de la práctica clínica habitual y de los problemas reales de las personas con trastornos mentales graves, que lo único que conseguirá será diluir las carencias actuales de la atención en salud mental con otros problemas de la sociedad, alejados de lo que se considera patológico.

Hay que señalar que no se habla en todo el documento de los trastornos mentales graves, que son los que ocupan el quehacer principal de la atención en salud mental de nuestro país, y los que sufren las carencias del sistema en número de profesionales: recursos intermedios, listas de espera, plazas de hospitales de día y centros de rehabilitación, políticas de integración en la vida laboral, etc.

Se cita continuamente los “malestares psicosociales y malestares de la vida cotidiana”, pero no se nombra ni una vez la esquizofrenia, el trastorno bipolar, el autismo, las demencias o los trastornos obsesivos-compulsivos.

¿Busca realmente esta Ley la prevención y el mejor tratamiento y cuidado de estas personas o se usa la terminología “salud mental” para otros intereses alejados de las necesidades reales de las personas, y más cercanos a aspectos sociales, económicos y laborales del conjunto de la población?

La ley está plagada de apriorismos falsos y contrarios a los datos y evidencia de años de investigación en este campo. La única vez que se hace referencia a dicha evidencia se habla de filósofos contemporáneos vinculados a sistemas filosóficos muy concretos. Lo que no hace más que reforzar la idea de que esta es una ley más del ámbito de la filosofía y sociología que de los trastornos mentales; al menos como los entiende la OMS y el resto del mundo civilizado.

Una búsqueda detallada hace que se encuentre la palabra social 77 veces frente a 0 veces la palabra biopsicosocial (o ninguna vez la palabra cerebro, trastorno mental mayor, esquizofrenia, autismo, trastorno bipolar, innovación, guías clínicas o terapéuticas, evidencia científica, estándares internacionales, etc.). Se intenta dar la impresión de que los trastornos mentales (aunque de lo que realmente se habla es de síntomas; “malestar subjetivo”), son producto de problemas sociales, dando una explicación reduccionista a un problema mucho más complejo.

Desde hace décadas, toda evidencia científica demuestra que cualquier trastorno mental tiene componentes biopsicosociales, y no solo de cada una de estas dimensiones. Desde la exposición de motivos, la Propuesta de Ley está impregnada de apriorismos no sustentados por la evidencia científica. Por ejemplo, cuando se afirma (pág. 2) que “Otros factores culturales, como la difusión de discursos individualistas que ponen el foco en la autoexigencia y en la hiperresponsabilización individual, obviando las causas y estructuras sociales, contribuyen a perfilar una sociedad del cansancio en la que las personas tornan en empresarias de si? mismas, como han diagnosticado algunos filósofos contemporáneos”.

Si fuera como aparece en el texto, los países más desarrollados tendrían menos (o simplemente no tendrían) trastornos mentales. Esto no solo no es cierto, si no que en muchos casos es lo contrario. La mortalidad por trastorno mental es mayor en el Reino Unido que en Bulgaria, hay más prevalencia de trastornos mentales en Francia que en Rumanía (OECD and Global Burden of Disease data, 2021). Si los trastornos mentales fueran causados exclusivamente por aspectos sociales (pobreza, opresión, …) su aumento en estos últimos dos años hablaría muy mal de la gestión del Gobierno de España. Incluso hay patologías como los trastornos de la conducta alimentaria o las adicciones comportamentales que ocurren más en países desarrollados. No parece que niveles socioeconómicos altos protejan de dichos trastornos o influyan en la aparición de otros trastornos mentales graves.

Los estudios confirman, por ejemplo, que la incidencia de esquizofrenia es similar en países de distinto nivel socioeconómico (Saha S, Welham J, Chant D, McGrath J. Incidence of schizophrenia does not vary with economic status of the country: evidence from a systematic review. Soc Psychiatry Psychiatr Epidemiol. 2006 May;41(5):338-40).

Incluso el trastorno por déficit de atención e hiperactividad tiene una prevalencia similar entre países, culturas y regiones del mundo cuando se controla por los diversos factores de confusión. (Polanczyk G, Lima MS, Horta BL, Biederman J, Rohde LA. The worldwide prevalence of ADHD: a systematic review and metaregression analysis. Am J Psychiatry. 2007; 164:942–948. doi: 10.1176/appi.ajp.164.6.942; Willcutt EG. The prevalence of DSM-IV attention-deficit/hyperactivity disorder: a meta-analytic review. Neurotherapeutics. 2012; 9(3):490-499. doi: 10.1007/s13311-012-0135-8).

En suma, la Propuesta de Ley está impregnada de aseveraciones que provienen de terrenos alejados a la atención clínica de los trastornos mentales, y confunde sistemáticamente la respuesta adaptativa del ser humano a las dificultades o la mera aparición de síntomas (cansancio, descontento, preocupación, malestar, etc.) con los trastornos mentales.

Aspectos específicos:

Hay numerosos apartados que consisten en vaguedades que podrían incluirse en cualquier ley. Ejemplo, página 2: “La salud mental, como la salud en general, debe ser promovida con políticas públicas integrales que erradiquen la pobreza, la exclusión y las desigualdades sociales y garanticen los derechos sociales y laborales”. Quién no firmaría que se debe erradicar la pobreza, al igual que quién no firmaría que se debe erradicar el cáncer de mama o los infartos de miocardio. El incluir esto en una ley de salud mental no es más que otro ejemplo de estigmatización.

No se entiende lo que se quiere decir en la frase (pág. 4): “Contamos con una atención fragmentada, insuficiente, biologicista y centrada en la reducción sintomatológica”. ¿Atención biologicista?, ¿reducción sintomatológica? Lamentablemente muchos de los trastornos mentales graves son patologías crónicas, al igual que en otras áreas de la medicina; y la reducción de los síntomas, por los que se definen los diagnósticos, es el mejor tratamiento posible. ¿Se haría esta crítica de la atención a otras patologías en nuestro sistema sanitario, como la reducción del dolor en las patologías dolorosas crónicas? Más estigma.

En su artículo 4 (pág. 8) se define el suicidio como “acto deliberado, voluntario y consciente realizado con la intención de quitarse la vida que acaba en muerte”. “Un acto voluntario”, obviando que las personas que mueren por suicidio lo hacen, en su mayoría, impulsadas por un estado mental alterado fruto de una patología que limita, modifica o anula su libertad de acción y voluntariedad,  ya que en más de un 90% de los suicidios consumados puede demostrarse que existe un trastorno mental activo (ref.: Henriksson, M. M., Aro, H. M., Marttunen, M. J., Heikkinen, M. E., Isometsa, E. T., Kuoppasalmi, K. I., et al. (1993): “Mental disorders and comorbidity in suicide”, Am J Psychiatr, 150, pp. 935-940; Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB) y Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental (FEPSM). (2020). Depresión y Suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental).

Varios apartados de la Propuesta de Ley se refieren a leyes de rango superior (Ley de Enjuiciamiento Civil) o de cómo se regula el uso de medicamentos en este país.  Ejemplos de esto son las alusiones a las “personas referentes” o la “defensoría de la persona con problemas de salud mental” (sic). De nuevo, el no diferenciar “síntomas”, “problemas” o trastornos, definidos por la OMS, llevaría a que toda persona en este país necesitara designar su “defensor”. ¿Ante qué?, de nuevo el estigma.

El artículo 16 (pág. 11) dice: “Cualquier tratamiento farmacológico potencialmente inadecuado en la clínica, así como la utilización preventiva de medicación neuroléptica o antipsicótica, sin sintomatología franca, deberá ser comunicado previamente a la Defensoría de la persona con problemas de salud mental.” Se obvia que estos fármacos son eficaces. Una revisión sistemática concluyó, al contrario de lo que algunos falsos prejuicios pueden hacer creer, que los psicofármacos, en conjunto, no son menos eficaces que cualquier otro fármaco médico general (Leucht et al. British J Psych, 2012). Los ejemplos en práctica clínica son innumerables y ampliamente respaldados por literatura científica. A modo de ejemplo, el mayor predictor de recaída después de un primer episodio psicótico es dejar de tomar la medicación antipsicótica en personas con trastornos psicóticos (ejemplo: esquizofrenia, trastorno bipolar, trastorno esquizoafectivo) estables sin sintomatología “franca” (Maintenance antipsychotic treatment versus discontinuation strategies following remission from first episode psychosis: systematic review. Thompson A, Winsper C, Marwaha S, Haynes J, Alvarez-Jimenez M, Hetrick S, Realpe A, Vail L, Dawson S, Sullivan SA BJPsych Open. 2018 Jul; 4(4):215-225.)

Es un hecho que la buena adherencia al tratamiento psiquiátrico se asocia, no solo con mejor control de la enfermedad, si no con menor riesgo de suicidio e incluso menor mortalidad general en enfermedades como la depresión, la esquizofrenia o el trastorno bipolar (Krivoy A, Balicer RD, Feldman B, Hoshen M, Zalsman G, Weizman A, Shoval G. Adherence to antidepressants is associated with lower mortality: a 4-year population-based cohort study. J Clin Psychiatry. 2016 May;77(5): e566-72; Taipale H, Tanskanen A, Mehtälä J, Vattulainen P, Correll CU, Tiihonen J. 20-year follow-up study of physical morbidity and mortality in relationship to antipsychotic treatment in a nationwide cohort of 62,250 patients with schizophrenia (FIN20). World Psychiatry. 2020;19(1):61-68; Chakrabarti S. Treatment-adherence in bipolar disorder: A patient-centred approach. World J Psychiatry. 2016;6(4):399-409. Published 2016 Dec 22. doi:10.5498/ wjp.v6.i4.399).

Este punto va en contra de todas las guías clínicas internacionales y del criterio de todas las agencias reguladoras. ¿Se va a regular por ley en contra de los criterios de las agencias reguladoras, AEMPS, EMA, etc.? ¿Se haría esto en cualquier otra rama de la medicina? De nuevo, el estigma.

El mismo artículo dice (pág. 11): “Las personas medicadas con fármacos psiquiátricos que deseen reducir su consumo o dejar de consumirlos tendrán derecho a un acompañamiento especializado por parte de profesionales sanitarios para la reducción progresiva de la medicación, destinado a evitar las situaciones de crisis derivadas de los síndromes de abstinencia por interrupción brusca de la medicación psiquiátrica.” Esto denota un perjuicio claro contra los fármacos psicótropos en general. Sólo las benzodiacepinas (no “la medicación psiquiátrica” sic), utilizadas mayoritariamente en atención primaria, producen síndrome de abstinencia. (Ohayon MM, Lader MH. Use of psychotropic medication in the general population of France, Germany, Italy, and the United Kingdom. J Clin Psychiatry. 2002;63(9):817–825).

El riesgo de abuso y dependencia está claramente relacionado con un uso inadecuado, como automedicación y fuera de prescripción y seguimiento de un facultativo (Kan CC, Hilberink SR, Breteler MH. Determination of the main risk factors for benzodiazepine dependence using a multivariate and multidimensional approach. Compr Psychiatry. 2004 Mar-Apr;45(2):88-94. doi: 10.1016/j.comppsych.2003.12.007. PMID: 14999658).

Y, desde luego, no son el grupo más representativo de medicaciones para tratar los trastornos mentales, especialmente los trastornos mentales más graves, para los que contamos con intervenciones psicofarmacológicas contrastadamente eficaces.

En el artículo 21, sobre prevención primaria, se habla solo de “factores psicológicos y sociales”. ¿No se pretende hacer prevención primaria reduciendo factores de riesgo biológicos (ejemplo, entre otros muchos, consumo de fármacos antiepilépticos o alcohol durante el embarazo …)?

El artículo 22 es una antología a la contrariedad. Se dice una cosa y la contraria en varias ocasiones. Véase (pág. 13): “Protección contra la psiquiatrización y medicalización del niño, niña y adolescente, promoviendo una atención orientada a la resiliencia desde los recursos comunitarios. Se prohíbe la medicalización preventiva.” Por cierto, ¿la medicalización preventiva de qué? ¿Se está criminalizando o acusando de algo a los profesionales de la salud mental (psiquiatras, psicólogos clínicos)?

Asimismo, “Se reforzarán los espacios de colaboración y coordinación entre los dos niveles asistenciales, compartiendo la responsabilidad de los cuidados profesionales entre atención primaria de salud y atención especializada, permitiendo dar respuesta a los llamados malestares psicosociales o malestares de la vida cotidiana y frenando los cada vez más frecuentes procesos de psicologización, psiquiatrización o medicalización de la vida cotidiana de las personas.” ¡Precisamente es la atención a los malestares de la vida cotidiana que sufre toda la población la que conseguirá lo contrario de lo que se quiere evitar, la psicologización de la vida cotidiana!

Pág. 4: “El estigma aún presente en torno a la cuestión de la salud mental provoca, en primer lugar, que los datos epidemiológicos sean incompletos”. Es cierto que el estigma influye en diversos ámbitos, no así a nivel científico, donde hay larga evidencia sobre la epidemiología de los trastornos mentales a nivel mundial.

Artículo 6 a 13 (pág. 9). Entendemos que el resto de los pacientes médicos también tienen ese derecho. ¿Por qué hay que separar las personas con problemas de salud mental?

Las personas con trastornos mentales de este país necesitan que se incremente, en los Presupuestos Generales del Estado, la inversión en la prevención y tratamiento de los mismos, asimilándolos al menos a la media de la Unión Europea; y que no se les estigmatice (ni a ellos ni a los profesionales de la salud mental) ni se les utilice para proponer leyes que conseguirán lo contrario de lo que en teoría se pretende conseguir.

El Comité Ejecutivo, en Madrid, a 13 de octubre de 2021.

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