CRISIS HISTÓRICA


Juan Rojo Moreno

Siempre estamos en crisis, recuerdo desde pequeño oír hablar de la crisis constantemente y si miramos la primera parte del siglo XX, y muchos siglos atrás, difícilmente encontramos épocas duraderas sin crisis. Pero hay múltiples formas de estar en crisis y una especialmente importante es la Crisis Histórica, en la que se produce un cambio importante de las creencias y de la concepción del mundo. Esto no está ocurriendo “siempre” aunque sí de nuevo ahora.

Ortega y Gasset desarrolla este tema en algunas conferencias que se recogen en la obra Esquema de las crisis y que nos sirve como referencia[1].

Si bien desde la perspectiva actual “siempre” ha habido una crisis en la evolución de nuestras sociedades, si lo analizamos con detalle no ha sido así. Hay que tener en cuenta la importancia de las circunstancias.  Esto nos ayuda a poder definir mejor las crisis reales históricas que han supuesto un cambio de paradigma en la concepción del mundo y han hecho ver periclitados los motivos y asertos anteriores acerca de la vida.

De aquí el famoso y repetido dicho de Ortega Yo soy yo y mis circunstancias (que sigue la frase diciendo “si no la salvo a ella no me salvo yo”). Por lo tanto, no solo he de asumir que tengo circunstancias, tanto individuales como sociales e históricas, sino que además he de resolverlas, manejarlas y conciliarlas si no quiero que ellas me derrumben a mí o a una sociedad.

Recuerdo que a mitad de siglo XX en España había falta de médicos para que fueran a pueblos lejos de las grandes ciudades y al final de la licenciatura había alcaldes de pueblos ofreciendo los beneficios a las nuevas generaciones de médicos para que fueran a ese pueblo. E incluso, por el problema de falta de facultativos, se permitía que un especialista pudiera ejercer en un hospital de una gran ciudad cobrando el sueldo íntegro y a la vez fuera dos días a la semana a un pueblo a ejercer esa actividad cobrando también el sueldo íntegro, siendo compatible. Todo esto ahora es inimaginable que ocurriese, pero eran otras circunstancias y había que salvarlas como se hizo entonces.

Por esto dice Ortega “un mismo hecho acontecido a dos generaciones diferentes es una realidad vital histórica completamente distinta. Así, el hecho de una guerra tiene significados más varios según la fecha en que se produce”.

Salir de la crisis es abandonar una posición agotada caduca. La crisis es el tránsito que el hombre hace de vivir prendido y apoyado en unas cosas, a vivir prendido y apoyado en otras.

Ortega señala como fecha referencial el año 1.600 cuando se instaura  tras el Renacimiento  (siglos XV y XVI) y se abandona el sentido vital de la edad media entrando en la Edad Moderna (XV- XVIII) con el predominio de la razón sobre el sentido vital basado en la religión y en referencias ideográficas anteriores. Luego en la Edad Contemporánea (1789 hasta ahora) ya la evolución de los conocimientos es muy acelerada cambiando de nuevo la concepción del mundo. El hombre hace de la ciencia la base del sistema de sus convicciones.

Refiere Ortega cómo en el pensamiento de los que vivían en la Edad Media no se hacían planteamientos semejantes a los actuales: el mundo ya estaba dado así y desde “antiguo” era siempre lo mismo (influido parcialmente por el fulgurante estallido del conocimiento clásico griego que desapareció en poco tiempo).

Por esto considera Ortega que se produce en 1.600 “un gran viraje resultado de una grave crisis histórica que dura dos siglos, la más grave que ha experimentado los pueblos actuales”.  Considera crucial el año 1.600 pues realmente, señala Ortega, el re-nacer de la concepción del hombre se realiza con claridad con Galileo (1564-1642) y Descartes (1596-1650). Sí, “puede decirse que ya está hecha la nueva casa del edificio de cultura según el nuevo modo” cuando fallece Descartes en 1650.

Y hoy en día en la nueva crisis “del conocimiento y del desarrollo sostenible” tendremos que salir de la Edad en la que entramos en aquel momento.

Hasta tal punto fueron los avances en la edad contemporánea que a finales del siglo XIX ya se pensaba que en muchas materias (entre ellas la física) ya estaba descubierto todo lo que había que descubrir. Señala Ortega como en 1928 parecía el mundo más seguro que nunca, siendo la hora de máxima fe en el progreso indefinido.

Si nos situamos a finales del siglo XX algo parecido ocurre, al destruirse esa confianza en ese siglo. Tras la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, se retoman los avances tanto en filosofía (existencialismo, fenomenología, estructuralismo…) como en las ciencias, se empieza a “entender” el universo también cuántico, se desarrollan las ideas de Einstein, se crea la Organización de Naciones Unidas, la Declaración de los Derechos Humanos, la OTAN, la Unión Europea… y hasta 2008 parece que ese crecimiento indefinido y la seguridad indefinida va a ser progresiva y continua.

La nueva crisis histórica aparece en 2008 con la caída económica de la burbuja financiera e inmobiliaria, en 2010-2012 la Primavera Árabe destroza el statu quo de los países árabes originando una inimaginable inestabilidad y en 2014 aparece el Dáesh o Estado Islámico que se autoproclama como califato y comienza una nueva guerra religiosa parecida a la de Las Cruzadas, pero, al contrario.[2]

El entendimiento por la razón, por el dialogo, en la ONU, o la ayuda a la infancia mediante la UNICEF, todo esto casi se ha derrumbado en este siglo XXI en que la humanidad ha vivido una pandemia que ha obligado a encerrarse a millones de personas en sus casas (los que podían) durante varios meses, en donde se ha deshecho la fluida globalización y de la que ha salido la invasión por Rusia a Ucrania y las desconfianza entre bloques, de nuevo, ahora por la guerra tecnológica y de influencia en opiniones mediante las redes sociales y otras técnicas sofisticadas cibernéticas. Así podemos comprender como en algunos países desaparece la democracia, eliminando a los opositores (Rusia, Venezuela, Nicaragua…). Son las denominadas “democracias iliberales”

La nueva Era no parece ser la de la razón, sino la de la “imposición razonada”, y de aquí los ataques cibernéticos, los populismos, la ideología por delante de las ideas… o el hacktivismo (utilización no-violenta de herramientas digitales persiguiendo fines políticos, desfiguraciones de webs, redirecciones, ataques de denegación de servicio, robo de información, parodias de sitios web, sustituciones virtuales, sabotajes virtuales…).

En la crisis histórica, señala Ortega, el hombre se queda sin la convicción de la generación anterior y por esto el cambio se superlativiza y tiene el carácter de catástrofe. Se siente profundo desprecio por todo o casi todo lo que se creía ayer, pero la verdad es que no tienen nuevas creencias positivas con que sustituir las tradicionales. En las épocas de crisis son muy frecuentes las posiciones falsas, fingidas, y generaciones enteras se embalan en estilos artísticos, en doctrinas, en movimientos políticos que son insinceros y que llenan el hueco de las auténticas convicciones.

Un exceso de sobresalto, una época de muchas alteraciones sumerge al hombre en la naturaleza, lo barbariza. El hombre medio se encuentra por su ignorancia histórica, casi como un primitivo, y de aquí que en efecto dentro de su alma vieja y supercivilizada broten de pronto inesperados modos de salvajismo o de barbarie. Y surgen discursos radicales que van contra la riqueza, contra los sabios, contra la cultura constituida y entonces quienes tienen más razón, quienes valen más, son precisamente el que no sabe nada, el charlatán “informado”, el profano.

Y ya lo vemos en nuestros días, disconformidad en los países pobres, en los ricos, en las democracias y, hasta donde pueden, que no suele ser mucho, también en los países dictatoriales. Hay agresiones indiscriminadas, otras fanatizadas, los okupas ocupan, el cambio climático destroza, pasa de todo en este mundo de la multiinformación y parece que no pasa nada. Ya apenas perviven los valores de hace una década, ya se puede mentir… y el cambio histórico aún no se ha producido. La crisis histórica no depende de la historia sino de nuestra aún inhumana condición humana.

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[1] Ortega y Gasset J. Esquema de las crisis. Revista de Occidente, Madrid, 1942. (Lecciones entresacadas de un curso dado en 1933 en la Catedra Valdecilla de la Universidad Central. También se incluye un artículo publicado en La Razón de Buenos Aires en 1940).

[2] Las Cruzadas fueron una serie de guerras religiosas impulsadas por la iglesia católica en plena Edad Media. https://es.wikipedia.org/wiki/Cruzadas

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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