LA LIBERTAD Y SARTRE


(Según el libro El existencialismo de Paul Foulquié)[1]

Juan Rojo Moreno

Paul Foulquié, filósofo francés, falleció en 1983. En este artículo entresaco de su libro comentarios muy útiles sobre el concepto de libertad de Sartre, que muchos confunden con la capacidad de elegir.

Creo que sus propias palabras aclaran mucho esto para todos, pues como señala Foulquié, la obra de Sartre El ser y la nada se dirige a los especialistas, quienes confirman no estar seguros de haberla comprendido bien. Cuando éstos decían “no lo comprendo”, Sartre respondería: no es de extrañar, lo real es absurdo.

Foulquié hace más comprensible este tema y he puestos sus párrafos lo mas literal posible dada la buena explicación.

Entre corchetes [ ] algún comentario que hago.

Libertad

La libertad en Sartre no es la elección, es más amplia. No se puede poner límites a un acto, pues lo que estamos haciendo nadie puede preverlo.[2]

Estamos comprometidos, queramos o no, con el mundo por el mero hecho de haber nacido. De este compromiso en el que no hicimos nada resulta la necesidad de comprometernos libremente.

Al rechazar como vanas construcciones de la mente cualquier mundo ideal, los existencialistas llegan a la dolorosa contradicción de que tienen que elegir sin ningún principio de elección, sin ningún patrón con el que puedan juzgar si han elegido bien o mal.

De aquí el fundamento de la angustia existencialista que es vivo sentimiento de haber sido arrojado aquí sin haberlo querido, constreñido a unas opciones de las que no se aperciben todas las consecuencias (la angustia existencial es independiente de cualquier reflexión filosófica y está vinculada al solo hecho de existir).

La libertad no es la capacidad de elección, sino que es algo profundo que está en todo ser humano.

Señala Sartre: “la esencia del ser humano está en suspenso en su libertad”.[3] Para Sartre el hombre elige su propia esencia, pero ¿qué esencia? No se puede distinguir una esencia universal que nos hace hombres ni la esencia individual. Sartre llega a unas proposiciones paradójicas hasta el absurdo si se toman al pie de la letra: “Primero el hombre es…; luego solamente es «esto» o «lo otro»…El hombre debe crearse su propia esencia”[4].

Nuestra esencia genérica o especifica está determinada sin nosotros.

[En esto recuerda al “inconsciente colectivo” de C.G. Jung o al “orden implicado” de David Bohm]

 Solo nuestra esencia individual o concreta presenta cierta indeterminación: somos hombres ¿pero qué hombres seremos? Dentro de estos límites solamente es donde hay abierta una puerta a la libertad.

Además, dentro de estos límites hay cierta indeterminación: un enclenque no puede ser descargador portuario, ni un iletrado aspira a la Academia “el hombre no es más que una situación, condicionado hasta sus sentimientos, hasta sus ideas” (Situations II.)[5]

Sin embargo, la posibilidad de elección sigue siendo considerable: “cada uno decide el sentido de su situación”. Estoy delicado de salud sin haberme elegido así; pero yo no puedo ser débil… sin elegir la manera en que yo constituyo mi debilidad (como intolerable, humillante, esconderla, rebelársela a todos…) (Sartre, ibid.).

Ahora bien, la actitud que tomo ante lo que soy, contribuye a transformarme: he aquí en un terreno que parecía independiente de mí, una puerta abierta a la libertad.

 Lo mismo ocurre con mi pasado, parecía fijado de una manera inmutable, pero por la actitud tomada respecto a él he podido transformar la acción que ejercía sobre mí y modificar lo que representa para mí.

[Por lo tanto, al parecer, la libertad no es una decisión sino una actitud. Actitud como Primer concepto de libertad]

La libertad parece tanto más salvaguardada debido a que nuestros fines jamás están definitivamente fijados. En la medida que continuamos existiendo continuamos eligiendo nuestros fines, pues la libertad es la esencia de nuestra existencia.

Por consiguiente, la libertad no es solo el privilegio de mis actos voluntarios. Mis emociones y mis pasiones que también dependen del ser que soy, son igualmente libres.

Pero ¿cómo elegimos nosotros estos fines? Para elegir entre el dolor y el placer, entre mi interés y el de los demás, sería necesario tener un principio de discernimiento. Para Sartre también la elección de nuestros fines es absolutamente libre, pues se hace “sin punto de apoyo”; no se basa en ninguna razón, porque “toda razón viene al mundo por la libertad” (Ibid.), es decir que cada uno pone las normas de lo verdadero, de lo bello o de lo bueno.

Por consiguiente, la libertad no es solo el privilegio de mis actos voluntarios. Mis emociones y mis pasiones, que también dependen del ser que soy, son igualmente libres; “mi miedo es libre y manifiesta mi libertad, he puesto toda mi libertad en mi miedo y me he elegido miedoso en tal o en cual circunstancia…” (Ibid.).

[Bueno, aquí podríamos conjeturar que el que tiene una fobia (la palabra fobia significa miedo) a los túneles, a las alturas, a las autopistas, etcétera, no se elige miedoso en tal o cual circunstancia. Además, muchos miedos originados por importantes traumas tampoco son elegibles].

En nuestra vida psicológica, pues, todo, según Sartre, es libertad, pero ¿no significa esto equivalentemente que no hay libertad? -señala Foulquié-. Si en nuestra vida interior todo es libre, es que en Sartre la palabra libertad tiene un sentido diferente que el de los filósofos e incluso del vulgo. Solo es libre un acto determinado por motivos; ahora bien, de acuerdo con Sartre, actuar libremente no consiste en decidirse según unos motivos, sino en poner, sin motivo e incluso sin saberlo, unos motivos que nos dominan luego sin que nos demos cuenta. Para Sartre -sigue Foulquié- el acto libre no es eminentemente racional, pues esto sería absurdo “es absurdo al estar más allá de todas las razones (Ibid.)”

Por esto señala Foulquié que la libertad sartriana nos parece de una extensión indefinida, pero tras precisar lo que recubre esta palabra vemos que se trata de una pseudolibertad: la espontaneidad del viviente.

[Segundo concepto de libertad. Espontaneidad no motivada. De nuevo la neurocultura, o lo implícito, pues no puede haber espontaneidad que no salga de alguna parte].

Se podría también objetar a Sartre la gratuidad de su hipótesis de una elección original que guiase toda la actividad de nuestra conciencia: siendo anterior a toda reflexión la elección no puede ser comprobada; así pues, su existencia se supone infundadamente (Foulquié).

No está comprobada, responde el autor de El ser y la nada, pero tenemos de ella un conocimiento indirecto: la conciencia de elegirnos “se traduce por un doble «sentimiento» de la angustia y la de la responsabilidad”.

La prueba de la libertad por medio del sentimiento de responsabilidad no es nueva y puede encontrarse en muchos manuales de filosofía, pero solo es válida con la condición de suponer en el sentimiento de ser responsable la conciencia implícita de su libertad. Ahora bien, este no es el concepto expuesto en El Ser y la Nada. Para Sartre la responsabilidad del hombre se extiende mucho más allá de lo que, desde el punto de vista del buen sentido, ha podido libremente elegir. Nada se le escapa, no solo de la actividad personal, sino también de los acontecimientos exteriores: soy responsable de todo “tan profundamente responsable de la guerra como si yo mismo la hubiese declarado”.

 [El tercer concepto de libertad de Sartre hace referencia al sentimiento de coparticipar con toda la humanidad, de nuevo se parece a la intuición o influencia de un inconsciente colectivo junguiano o del Orden implícito de D. Bohm. Ha asumido la responsabilidad de todo lo que pasaba en el mundo, a todos los hombres. El Inconsciente Colectivo supone que toda la humanidad participamos de unas experiencias comunes que se presentan de forma simbólica. De este concepto extraemos la idea de que “sin darnos cuenta” en nuestro cerebro hay estructuras simbólicas culturales propias y compartidas por la humanidad]

La responsabilidad que el existencialismo sartriano hace pesar sobre el hombre difiere esencialmente de lo que ordinariamente se entiende por esta palabra.

Para Sartre “no hacemos lo que queremos y, no obstante, somos responsables de lo que somos: he aquí el hecho” (hecho inexplicable -señala Foulquié- gratuito, absurdo, como todo el resto. Sucede lo mismo con la angustia).

La angustia: Sartre no da a la angustia ni a la desesperación el lugar que ocupan en la vida o en las especulaciones de Kierkegaard o incluso en las de Gabriel Marcel. Para él la angustia es el resultado del sentimiento del alcance de nuestras opciones; el individuo elige sus propias normas sin haber podido de antemano juzgar acerca de su valor, ya que este valor le viene de su elección. “Si el hombre no es, pero se hace, y si al hacerse asume la responsabilidad de la especie entera, si no hay valor ni moral que sean dados a priori, pero si en cada caso debemos decidir solos, sin puntos de apoyo, sin guías y no obstante para todos, ¿cómo podríamos no estar angustiados ya que nos es necesario actuar? Cada uno de nuestros actos pone en juego el sentido del mundo y el lugar del hombre en el universo” (Sartre J.P Action 27 de diciembre 1944).

A todo esto, señala Foulquié ¿por qué suponer que mi elección interesa a la humanidad entera, puesto que cada uno debe elegir independientemente de los demás y hacerse él mismo su moral y su verdad? Incluso en lo que me concierne, mi opción solo vale para el instante presente; al instante siguiente podrá ser reformada, ya que me encuentro en “la necesidad de elegirme perpetuamente” (Ibid.). ¿Hay motivo para angustiarse por una elección que solo compromete al instante?

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Interesante y complejo, pero creo que aclara bastante la tan manida y usada banalmente «libertad» de Sartre.

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[1] Paul Foulquié. El existencialismo. Oikos-tau ediciones, Barcelona,1973.

[2] Simone de Beauvoir en Le sang des autres.

[3] Sartre, Jean-Paul. El Ser y la Nada, Buenos Aires, Losada, 1998 (primera edición 1943). Cuando ponemos (Ibid.) hace referencia a esta obra.

[4] Action, del 27 de diciembre de 1944. (periódico semanal comunista)

[5] Situations son ensayos de Sartre, desde 1947 hasta 1976. Situaciones II: ¿Qué es la literatura? (Qu’est-ce que la littérature?) (1948)

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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