LA HISTERIA DE AYER Y DE HOY


Juan Rojo Moreno

Muchos psiquiatras nos preguntamos desde hace tiempo ¿dónde están los pacientes histéricos?

Han sido pacientes muy llamativos, con manifestaciones somáticas intensas, parálisis, sorderas, cegueras, anestesias… y todo sostenido por factores psíquicos, alguna vez adaptativos, vitales.

El libro de Georges Didi-Huberman “La invención de la histeria” (Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière) nos muestra tal cantidad de casos, imágenes y manifestaciones histéricas que se dieron en aquellos tiempos que parece que se trate de otra psiquiatría y de otros pacientes como no los hay hoy apenas.[1]

Quizá la respuesta esté en la patoplastia: es decir, en la modificación en el tiempo de las formas de expresión de las enfermedades. Quizá a finales del XIX y principios del XX eran “comprensibles” o entendibles ciertas formas de reacción ante situaciones vitales, mediante estas somatopatías funcionales, pero eso ahora es más difícil que la sociedad y los familiares lo acojan o conciban. No así “la depresión” o “la ansiedad”. Tendríamos que revisar cuantos casos diagnosticados de ansiedad o depresión, si no se hace de forma rigurosa, nos están manifestando otra manera de expresar estos estados emocionales que acullá se presentaban de forma histérica.

HISTERIA

Una buena manera de introducirnos en este campo y entender algo puede hacerse leyendo los artículos del Dr. Francisco Traver en su blog de neurociencia-neurocultura ¿Qué es la histeria? y también en este otro sobre la Histeria del Trauma.

El lugar donde nos vamos a centrar, que fue un núcleo de gran importancia histórica y cultural, es en la Salpêtrière. En 1860 lo visitó el médico español Dr. Pedro González Velasco y de las instituciones parisinas escribió: “París tiene tres grandes hospitales destinados al socorro de los enajenados; uno, Charenton, para los que pagan una cantidad para ser asistidos, y dos gratuitos, uno para hombres, Bicêtre, y otro para mujeres, la Salpêtrière, o sea la antigua Salitrería… [La Salpêtrière] es hospicio de la vejez para mujeres incurables, epilépticas, locas, idiotas y necesitadas, aunque no estén enfermas.”

Llegó a albergar de 6 a 8 mil mujeres y cuando Charcot se hizo cargo de la institución. En 1862 tenía aun a su cargo miles de mujeres ingresadas y era un asilo “pequeño gobierno con su jefe de policía interna y siempre con sus celdas y celdillas, jaulas de locos y mazmorras” es como la definió Pinel que fue el psiquiatra francés que 100 años antes había quitado las cadenas a las locas en este lugar. Cuando llega Charcot había casi 600 empleadas, y cerca de 100 mujeres en “reposo”, 2700 “administradas” y más de 100 niños.

Como señala Didi-Huberman fue el lugar señero de la reclusión a gran escala, hospital general de las mujeres o más bien de todos los desechos femeninos “anormales constitucionales, asesinas natas, la ciudad de las mujeres incurables, vagabundas, mendigas, caducas, mujeres chochas, mal proporcionadas y contrahechas”.

Se le considera a Charcot el fundador de la neurología. Preconizó muy acertadamente, antes de nuestra época, el aislamiento de los enfermos, la persuasión, el uso de agentes físicos, la electrización y redescubrió la histeria dándole nombre y sobre todo separándola de la epilepsia y del resto de enajenaciones mentales, y como señala Didi-Huberman: “la aisló como objeto nosológico puro”.

La observación de los enfermos fue luego con Freud ex-auditus (auditiva) oyéndolos, pero en la época ce Charcot aún era ex-visu (visual) “hacer que el ojo discurra” (y no hablar ni escuchar verdaderamente): el ideal de la descripción exhaustiva. Como señaló Freud en referencia a Charcot: no era un hombre reflexivo, un pensador, tenía la naturaleza de un artista, era, por emplear sus propias palabras un visual, un “hombre que ve”.

Y en esta época los tratados de psiquiatría llevaban multitudes de láminas: los idiotas de Baillarger y Bourneville los lipemaniacos de Dagonet… Bourneville fotografiaba a idiotas y basándose en los retratos buscaba un concepto característico de idiotez: labios, pómulos, velo del paladar…

Una fotografía clásica de Salpêtrière es el de la joven aquejada de una contractura espasmódica del párpado y que se quedaba afónica cuando Gilles de la Tourette, su médico, intentaba suprimirle ese permanente guiño.

 La histeria en las mujeres era una patología muy difícil de ordenar o sistematizar (y en esto fracasó Charcot) y bien decía Giles de la Tourette (1898) que “las autopsias de histéricas que habían sucumbido bien por ataques de espasmos o por anorexia…no han revelado nada palpable, nada orgánico, en una palabra”.

No se encontraba causalidad y solo se hablaba de factores provocadores o predisponentes que, como señala Didi-Huberman, ha sido un cajón de sastre caótico y fantástico de causa, una y otra vez. Diseminación de la casualidad… se buscaba en el útero, en los ovarios y no se hallaba nada; vapores o delirios, se buscaba en el cráneo y tampoco se encontraba nada.

Escribió Giles de la Tourette ese axioma considerado histórico: “Nada puede imitar la histeria, que constituye el síntoma de la propia histeria”. Una actriz nunca llegará tan “lejos ni en “profundidad” como una histérica sea cual sea el papel que interprete, porque a una histérica no le bastará con interpretar un solo papel, querrá interpretarlo todo, o interpretar demasiado, y por ello nunca resultará creíble.

Loa hombres no empezaron a entrar en la Salpêtrière más que a partir de junio de 1881 fecha de apertura de la denominada “consulta externa” y hubo que esperar hasta 1888 para poder contemplar los rasgos fotográficos de un hombre histérico.

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         Por esto, para terminar, el problema irresuelto de ¿Dónde están esos pacientes tan frecuentes a finales del XIX y principios del XX? Si ahora no se ven como entonces esto quiere decir que habrán mutado a otras formas de manifestación de la enfermedad, pero el fondo estructural (que no fue nunca sistematizado) seguirá manteniendo un pronóstico y un tratamiento que ha de individualizarse o si no tendremos posiblemente “depresivos y ansioso” crónicos no bien identificados.

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[1] Georges Didi-Huberman “La invención de la histeria” (Charcot y la iconografía fotográfica de la Salpêtrière). Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A) (segunda edición) 2018.  Es nuestra obra de referencia

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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