(PSICOSINISTROSIS)
Juan Rojo Moreno
Cada vez nos llegan más y más pacientes remitidos desde atención primaria, o del “médico general” para que los psiquiatras hagamos una valoración y decidamos si es necesario tratamiento psicológico.
En algún sistema sanitario puede que les llegue a los psicólogos estos mismos pacientes de forma directa desde el médico general.
Muchos de estos pacientes llegan con diagnósticos tales como “Distocia Social” que es un “desajuste de exigencias, necesidades, servicios, responsabilidades y expectativas entre una persona o grupo de personas y la sociedad donde teóricamente se ubican. Vulnerabilidad, fragilidad y/o susceptibilidad al daño.” (CIE 10: Z60.9).
En medicina, (obstetricia) el término distocia se emplea cuando el parto o expulsión procede de manera anormal o difícil.
Es decir, que nos encontramos remitidos a la consulta para que le hagamos una propuesta psicoterapéutica al adolescente o postadolescente con desajustes entre las necesidades y exigencias, servicio y responsabilidades y expectativas. En definitiva, que se encuentran estas personas socialmente en una situación de “parto” anormal o difícil.
Tengamos en cuenta que la palabra “parto” no solo se refiere al nacimiento de un niño/a sino que además significa engendrar, producir procurar y, vinculada a una raíz indoeuropea, también preparar, reparar, separar.
Es en definitiva todo lo que, en su creatividad, mayor o menor, los adolescentes tienen que hacer para pasar esa etapa hasta la adultez. Han de “parir” en ellos mismos una transformación desde adolescente a la etapa posterior. Y el psicólogo clínico ha de identificar la posible patología psicológica o el sufrimiento clínico que durante la travesía el adolescente ha tenido y así mismo lo que le ha distorsionado o “distociado” en su evolución normal esperable.
En otros casos nos vienen adolescentes con el diagnóstico de la clasificación internacional de la OMS (CIE-10) de “Trastorno de tristeza e infelicidad de la infancia y de la adolescencia” (F93.8) que también demandan atención psicológica clínica.
Estamos en el mismo caso. Problemas propios de esas edades y que ahora se han transformado en trastornos y por lo tanto han de ser “curados” por los psicólogos clínicos.
No solo hay que valorar la sintomatología de disconformidad y desajuste que tienen, sino que muchas veces son muy demandantes y exigentes, ellos mismos, motu proprio, del tratamiento psicológico clínico.
Y esto está ocurriendo cuando “culpabilizamos” a la pandemia Covid-19 y a todo lo que ha traído consigo, de la urgente necesidad de adaptación social para todos.
Todas las familias, jóvenes, adultos y mayores… que se hayan tenido que adaptar con esfuerzo a lo que ha supuesto la pandemia y sus consecuencias para sus estudios, relaciones sociales, familiares, economía y salud en general…han de ser tratados por psicólogos clínicos si manifiestan “disconformidad” u otras ideas disonantes internas.
En algo nos recuerda esto a lo que se denominó Sinistrosis o neurosis de renta. Utilizando con alguna modificación algunos de los parámetros propios de esa alteración:
El joven necesita una especie de indemnización psicológica que le ayude a digerir su stand en el mundo, y una de las cosas más incomprendida sería que se le privara de su derecho “psicológico”. La cuestión de su derecho es fundamental, muchas veces más que el contenido sobre el que se ha de trabajar.
Y en el trabajo psicológico hay que empezar a valorar la individuación de cada caso, la personalidad, la psicobiografía, factores sociales, pero muy especialmente circunstancias que originan la vivencia de que la sociedad es la culpable de que le ocurra su padecer de una manera desfavorable, y la exigencia que el sistema de salud sea quien le saque adelante compensando el problema que tiene.
Por eso en estos pacientes vemos que hay una exigencia de un derecho psicológico y por lo tanto una reivindicación de esos derechos.
Podemos considerar a estos jóvenes angustiados y disonantes como que padecen una parapatía reivindicativa del derecho a ser tratados psicológicamente, por la catástrofe social, familiar, de país y mundial originada por la pandemia Covid-19.
Siendo el trípode fundamental de atención el formado por los sistemas de salud y sus coberturas: sujeto-ambiente-sanidad, dice Calcedo que las neurosis de renta son el prototipo de enfermedad social, sea desencadenada por accidente de trabajo o de otro tipo… y si el médico rechaza o se muestra escéptico sobre los trastornos, lo que en realidad hace es ahondar más la ofensa y por consiguiente reforzar la lucha por el derecho. [Y nosotros no debemos ni podemos ser escépticos sobre el sufrimiento psicológico de la población cuando hay una afectación mundial].[1]
Para Calcedo lo más importante es la vivencia de insuficiencia que tiene el paciente y aquí igualmente estamos ante la vivencia de desbordamiento situacional. La conexión entre vivencia de insuficiencia o desbordamiento y la afectación global social se establece pronto.
En el caso de las neurosis de renta, selala Calcedo que en el fondo siempre está la vivencia de insuficiencia ante las situaciones de esfuerzo. El deseo de indemnización es una actitud, pero no un síntoma.
Pero ahora en la psicosinistrosis el deseo de justificación psicológica puede no ser solo una actitud normal ante el sufrimiento sino un síntoma en sí.
Y por esto se encuentran desbordados los psicólogos clínicos de los Centros de Salud Mental ante esta reivindicación de ser tratados psicológicamente su síntomas-necesidad-social.
Quizá se hace más y más necesario, también, tener en cuenta ante esta situación desbordante y critica con la que nos encontramos, utilizar todos los recursos y entre ellos la figura del psicólogo general sanitario (PGS). Estos profesionales podrían realizar en parte esa labor, sin necesidad de derivar todos los casos a los especialistas, es decir los psicólogos clínicos. Nosotros siempre hemos defendido que el PGS debería actuar en la atención primaria. Los PGS tienen una formación adecuada de, al menos, un master oficial de dos años con 700 horas de prácticas.
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Pero, ciertamente, lo que no somos capaces de definir en estos casos es que sea un síntoma ¿de qué? ¿de una distocia social? ¿de una tristeza e infelicidad en la adolescencia?
Por lo tanto, solo podremos tratar la afectación con la atención psicológica individualizada que permita detectar en qué entramado se encuentra aherrojado el sujeto con su síntoma social.
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[1] Alfredo Calcedo Ordoñez. Las llamadas neurosis de renta. Memoria galardonada con el Premio de la Real Academia de Medicina 1975. Instituto de España. Real Academia Nacional de Medicina, 1975