NEUROSIS Y PARANOIA EN TECNOHUMANOS Y CIBERHUMANOS


Ingeniería Bio-tecno-genética, ansiedad y Creencias de Ortega

Juan Rojo Moreno

         Considera N.Y Harari en su obra Homo Deus que la evolución humana a un nuevo tipo de ser (más avanzado y diferente al sapiens) puede darse por tres caminos diferentes: bien por medio de la ingeniería biológica, la ingeniería ciborg o mediante la ingeniería de seres no orgánicos.[1]

En el caso de la bioingeniería se busca potenciar nuestras capacidades y una vez que podamos hacer intervención genética no solo corregir enfermedades sino -plantea Harari- ¿quién querría que su hijo padeciera autismo, discapacidad u obesidad? y si un test genético nos dice que nuestra hija va a ser hermosa e inteligente pero que padecerá depresión crónica ¿no querríamos liberarla de años de infelicidad mediante una intervención indolora en el tubo de ensayo?

En el caso de la ingeniería ciborg se fusionará el cuerpo con dispositivos no orgánicos (órganos artificiales, nanorobots…) que diagnosticarán, resolverán problemas orgánicos y repararán daños.

El problema de la bioética es de especial relevancia pues antes o después nos llegarán circunstancias semejantes. Si alguien consigue darle un “empujoncito”  a un niño sano para que tuviera un mejor sistema inmunitario o una memoria por encima de la media ¿no querríamos esto para nuestros hijos? ¿Admitiríamos entonces que los nuestros fueran de segunda clase? Y si nuestro país no lo hace pero sí se hace en otros países que tendrían mejores rendimientos en todos los campos ¿Admitiríamos pasar al subdesarrollo comparativo así como así?

Por esto, señala Harari: “las mismas tecnologías que pueden transformar a los humanos en dioses podrían hacer también que acabaran siendo irrelevantes, pues es probable que si los ordenadores nos muestran el camino para entender y superar la vejez y la muerte puede que sean tan potentes como para reemplazar a los humanos en cualquier tarea”.

Si el ser humano, en un tiempo no muy lejano, es bien potenciado biogenéticamente o mediante la relación interfaz bio-tecnología (ciborg) o con datos masivos (big data) cada vez vamos a tomar menos decisiones por nosotros mismos (hay menos divorcios en sociedades actuales que buscan matrimonios en base a todos los datos de las parejas que existen en redes sociales e internet -big data- que entre las parejas que se han elegido por coincidir vitalmente al azar)  y aparecerá un nuevo hombre potenciado de una u otra manera que “funcionará” por los datos o por la potenciación; solo tengamos en cuenta las cantidad de datos personales e íntimos que estamos dando a múltiples servidores (Google, Facebook, Microsoft, etc.) cuando admitimos diariamente programas en nuestro Smartphone, que tienen acceso a lo que leemos, decimos, pensamos y escribimos, a nuestras memoria virtual y a nuestros contactos y correos. Podemos no admitir eso en los diferentes programas que nos ofrecen pero entonces no podríamos utilizar los smartphones para casi nada. Solo por bajarnos una linterna ya cedemos una gran cantidad de datos de localización, imágenes…, si bien nos indican que los datos hasta ahora siguen siendo “confidenciales”.

Si miramos una por una las diferentes aplicaciones al final hemos cedido nuestra intimidad, entre unos y otros servicios, de forma completa.

Pero ahora tenemos que introducir obligatoriamente otros dos aspectos: la Paranoia y el concepto de Creencia de Ortega, que aunque en principio parece que no tienen nada que ver con lo anterior pero pronto veremos que sí.[2]

Para Ortega la vida “no es ni más ni menos lo que hacemos y lo que nos pasa”. El decir “yo soy yo y mis circunstancias” supone que Yo me siento y elijo o tolero las posibilidades en las que desarrollo mi vida. Por lo tanto Yo me siento como una posibilidad de desarrollarme. El hombre se tiene que hacer cargo de las circunstancias y desarrollar su razón vital, su misión vital.

Si considerásemos que una persona es vitalmente arrastrada por sus circunstancias de manera que el Yo se hace circunstancial y pierde la posibilidad de desarrollar un estilo vital propio nuevo adaptativo al futuro, quedando atrapado por las circunstancias bio-históricas, entonces, estará en una constante “angustia circunstancial” y aparecerá una enfermedad que denominamos Neurosis, generalmente, de ansiedad o angustia. Ahora se habla mucho del Trastorno de Ansiedad porque solo se tienen en cuenta los síntomas y no las circunstancias ni la vida del paciente. En la neurosis de ansiedad y angustia el Yo es fundamentalmente auto-circunstancial.

Un ciberhumano, un tecnohumano conectado para las decisiones con big-data (dataísmo) o, mejor, integrado en big-data ¿podrá ser neurótico? ¿Dónde empieza “su” biohistoria? ¿Cuáles serán “sus” circunstancias?

O a fuerza de no ser “neuróticos” -pues en ese caso las decisiones y la historia ya no las hace un Yo- ¿nos psicopatizaríamos? Y si algo hace daño a los demás, si algo sale mal: serán los datos, los algoritmos los que han de cambiarse, pero no Yo.

Pero Valenciano Gayá no va por  este camino. Siguiendo con Ortega, las vigencias, los usos, son los conocimientos, las estructuras que nos son dadas desde que nacemos. Señala Ortega que cuando un principio goza de vigencia histórica actúa como una disciplina objetiva, como un cauce sobreindividual donde cada uno se instala respetuoso, confiado y firme. Cada uno de nosotros tenemos que hacer la vida dentro de un mundo definido por un sistema de vigencias (usos, ideas, creencias, principios… que actúan sobre nosotros desde la sociedad, impersonalmente). Las vigencias me son impuestas y tengo que contar con ellas, quiera o no.

De la relación entre el yo circunstancial y las vigencias históricas surge nuestro sistema creencial. Las creencias -dice Ortega-  “no surgen en tal día y en tal hora dentro de nuestras vidas, no son pensamientos ni ocurrencias ni razonamientos. Cabe decir que no son ideas que tenemos sino ideas que somos. Con las creencias propiamente no hacemos nada, sino que simplemente estamos en ellas. No llegamos a ellas tras una faena de entendimiento sino que operan ya en  nuestro fondo cuando nos ponemos a pensar en algo”. A este modo de intervenir algo en nuestra vida sin que lo pensemos  lo llama “contar con ello” y este modo es el propio de nuestras efectivas creencias. Y sigue Ortega: “las auténticas creencias no se nos presentan como ideas. Son las creencias las que nos sostienen a nosotros. La creencia, precisamente porque no es una mera opinión, una idea, una teoría, es normalmente un hecho colectivo. No se cree normalmente por cuenta propia, sino junto con los demás, se cree en común. La creencia actúa como vigencia colectiva”.[3]

Por esto señala Julian Huxley que las creencias son herramientas esenciales de la mente humana: “nada más que herramientas, pero nada menos que esenciales”.[4]

Precisamente -señala Valenciano Gayá- el que nuestra interpretación del mundo sea “normal” depende de esa incorporación creencial de los modos de apresar e interpretar la realidad… El hombre tiene siempre una necesidad de interpretación, de significación de lo real, pero hace sus significaciones sobre la base de lo que ya han interpretado sucesivas generaciones y de un modo más inmediato la suya.

Del encuentro y contraste entre las creencias de las personas surge el pensamiento pues ha de resolver la duda que surge del choque de las mismas. Las creencias para que puedan ser compartidas y contrastadas han de ser intelectualizadas y transformadas en ideas, pero luego tras esa dialéctica la persona alcanza una nueva resultante creencial que le da firmeza. “Un firme suelo creencial deja margen a importantes cambios en la esfera ideológica sin que la persona pierda su estabilidad” señala L. Valenciano. Y en el fondo de ese interjuego entre ideas y creencias se realiza la perspectiva propia, única, del proyecto vital.

En el caso del paciente delirante paranoico se nos presenta dando significaciones al mundo, a las percepciones y vivencias que de él le llegan. Y sus interpretaciones son primarias (es decir que no las piensa, sino que las vivencia como reales y verdaderas desde el principio) y las puede defender con los argumentos lógicos necesarios. Y además son siempre amenazadoras y no las puede compartir con otras personas. Dos o más pacientes paranoicos que se junten no forman un grupo coincidente de ideas o creencias, no son vivencias transitivas, no son compartibles, incluso cada uno de ellos interpretará paranoicamente miradas, gestos o palabras de los otros paranoicos.

En estos pacientes se produce una fractura del sistema creencial (y no es posible crear uno nuevo) por lo que “desprovisto de las estructuras sociales que constituyen sus creencias se ven forzados a  significaciones propias que son amenazadoras y directamente afectantes”.  Pues, indica nuestro autor: las interpretaciones sobre la base de las creencias solo se hacen fanáticas cuando las hemos convertido en ideas, justamente cuando las hemos hecho más nuestras, pero… a la par, han perdido su auténtica estructura creencial.

Para Ortega la última esencia de las circunstancias no son las cosas sino que éstas son prágmatas (cosas prácticas) es decir, en última instancia las cosas no son solo cosas sino “importancias” (pues serán prácticas para nosotros siendo más o menos importantes). Pero en el paranoico predomina el aspecto subjetivo y solo éste reina en el mundo de los objetos, por lo que  las cosas, los objetos, el mundo, no van a ser, en definitiva, más que importancias autísticas, aislantes, cuya praxis es asocial.

Indica L. Valenciano que si el hombre se encuentra fuera de la vida normal-creencial todas sus relaciones con el mundo, sus ideas e interpretaciones sobre las cosas y los hombres, las conexiones y censuras entre ellas y con nosotros, se hace un problema pavoroso.

Y podemos decir que será  un problema angustiantemente enigmático, por lo que intentará encontrar un sentido lógico a esas vivencias amenazadoras, a esas significaciones del mundo que se refieren a él constantemente. Y por esto se encontrará aislado y, a falta de una base creencial compartida, no podrá hacer transitivas sus vivencias.

Por esto Cherterton ha dicho que “el loco no es un hombre que ha pedido su razón; lo ha perdido todo excepto la razón”. Y a esto añade L. Valenciano Gayá: no ha perdido su razón lógica, intelectual, lo que ha pedido es su razón histórica.

O, usando términos de Michael Tomasello,  ha perdido la Inteligencia Cultural, es decir, la especial capacidad de la cognición humana de detectar la intencionalidad en los demás y además de ser capaces de colaborar. [5]

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En base a lo expuesto ¿es posible el salto del Homo a un tecnohumano, a un ciberhumano sin sistema creencial? ¿O solo lo será virtualmente engañado como el ejemplo “Matrix”? Porque si todos vamos a estar potenciados, si todos vamos a estar conectados a big-data y desaparecidos de nuestra mismidad ¿seremos todos iguales? O ¿la matriz de datos hará diferencias? Si la matriz de datos va a ser la estructura creencial ¿el ser humano sin conciencia dejará que haya niveles o se rebelará? Pero si se rebela ya tendrá conciencia. ¿Será entonces un paranoico?

Quizá, como indica Harari, todas estas situaciones hipotéticas no nos dan la seguridad de saber realmente cómo será el mundo en 2050 ni mucho menos en 2100, pero lo que sí es seguro es que está cambiando muy rápidamente.

Y cierto, acabo de oír la noticia que en Japón van a sustituir a 34 empleados de una empresa aseguradora (Fokoku Mutual Life Insurance) por robots o Inteligencia Artificial y van a recuperar su inversión en menos de dos años. La noticia insiste “cerca de la mitad de todos los trabajos del país podrán ser realizados por Inteligencia Artificial en 2035”.

Como señala Harari ¿Cuál será el impacto político de una enorme clase nueva de personas inútiles desde el punto de vista económico? ¿Qué hacer con toda la gente superflua? Esta “clase inútil” -dice- no solo estará desempleada: será inempleable.

Como él también dice, son temas para pensar.

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[1] En este artículo tendremos dos obras cifras de referencia. Una será Homos Deus de Yuval Noah Harari, Editorial Debate, 2016

[2] La segunda obra cifra de referencia que vamos a tener en cuenta es el Discurso de Ingreso del Dr. Luis Valenciano Gayá a la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia, titulado “El Delirio Paranoide y la Razón Vital”, 1960.

[3] José Ortega y Gasset. Ideas y Creencias. Ed. Espasa Calpe. 1940. Un comentario y un link al ensayo de Ortega en https://www.lasangredelleonverde.com/analisis-del-ensayo-qideas-y-creenciasq-de-ortega-y-gasset/

[4] Julian Huxley. Religión sin revelación. Editorial Sudamericana, 1967

[5] M. Tormasello. Citado por Edward O. Wilson en “La Conquista social de la tierra”. Editorial Debate, 2012. Utilicé esta obra de referencia en “El Gen Cultural

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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