SENTIDO HISTÓRICO


Juan Rojo Moreno

         El sentido histórico, según Ortega, no es solo conocer que la manera de entender las cosas es diferente en distintas culturas, “sino que el aparato mismo espiritual es muy otro. El sentido histórico… es la conciencia de la variabilidad del tipo de hombre. Las categorías de la mente humana no han sido siempre las mismas”.

Y ciertamente, esto que planteaba Ortega y Gasset[1] lo hacía a principios de siglo XX cuando los europeos eran “europeos”, los asiáticos tales y los africanos ídem. Ahora evidentemente, seguimos igual pero la multicultura es un hecho absoluto, tardemos más o menos en reconocerlo, y lo que denomina la “variabilidad” del tipo de hombre la tenemos en nuestra sociedad deshomogeneizada. Si, como señala Ortega, cultura es “el conjunto de reacciones intelectuales y prácticas en que se realizan ciertas normas ungidas para nosotros de un valor absoluto y decisivo”, es evidente que vivimos en occidente cada vez más en un relativismo cultural y que lo que buscamos es sobre todo que las normas, según nuestra cultura, se flexibilicen permitiendo una convivencia multicultural, sin que se disuelva del todo nuestro esqueleto referencial, nuestro sentido histórico. Esto es lo que flexibiliza occidente  y solo una pequeña parte de Oriente. No así otras culturas que siguen siendo más rígidas y perezosas dentro del movimiento evolutivo global.

Pero no es solo cuestión de culturas. Es también cuestión de individuos y de momentos históricos. Por una parte en los individuos se dan al mismo tiempo impulsos sociales e impulsos antisociales y la proporción de ambos, en general, no está encauzada de la misma forma en una sociedades, en unas culturas, que en otras, aunque todas ahora interaccionen íntimamente. Además estamos en un momento histórico de adaptación. Ortega hace una referencia muy interesante con nuestra piel, pues ésta es algo que realmente nos “oprime” nos limita pero que se ha adaptado plásticamente tan bien a nuestros músculos, a nuestro contorno que sentimos esta limitación como algo propio. Hay épocas en que sentimos al conjunto del “Estado” (nacional o supranacional) como a nuestra piel: aunque nos limita está en concordancia con nuestra movilidad existencial. Otras veces, en estos periodos de adaptación (como es el actual) dejamos de sentirlo como nuestra piel y lo sentimos como un aparato ortopédico que aplica el “único remedio que queda” y que se impone mecánicamente a nuestra voluntad. No hay, entonces, elección entre diversas opciones, entre las que se opta por la que mejor se adapte a las circunstancias, sino solo la que es necesaria. Como dice Ortega: la solución preferida y  el “único remedio” se contraponen como la rima inspirada y el ripio inevitable.

El sentido histórico, señala Ortega,  percibe una distancia psicológica que existe entre otros hombres y nosotros. Pero ahora nos cuesta encontrar un sentido histórico para nuestro tiempo vigente. Nos es más fácil hacer historia de la historia y buscar el sentido histórico del pasado que el de la actualidad. Hace poco un bárbaro asesinó en una isla en noruega a muchos jóvenes (2011) y también hace poco mataron a un grupo de estudiantes en México (2014) y muy recientemente un copiloto de una línea aérea estrelló un avión con todos los pasajeros en una especie de suicidio ampliado. En todos estos casos se ha hablado de personas anormales, de salvajes, de psicópatas o de personas que no tienen sentido social o sentido humano. ¿Y qué decir de las prácticas que realiza con los no adeptos el denominado Estado Islámico? Como señala Ortega, la calificación de salvajes era una fórmula de desdén. Salvaje significaba  aquella manera de ser de hombre tan distinta de la nuestra que nos resulta incomprensible. Todavía a finales del siglo XVIII Azara discutía muy seriamente la cuestión de si los indios paraguayos eran hombres o no. El problema en cierto modo, está en que nuestro modo de pensar es tan “físico” que necesitamos explicar las cosas, y cuando no encontramos explicación las consideramos una barbarie, una brutalidad, un salvajismo (y a veces, lo más cómodo, una “locura”). ¿Cómo podemos definir si no la destrucción de antigüedades arqueológicas en Iraq y Siria por el EI? Yo no puedo decir lo contrario, mas estoy de acuerdo con Ortega en que debemos profundizar no en el explicar sino históricamente en el entender. Solo se entiende lo que tiene sentido. La mentalidad medieval no tiene ahora sentido para nosotros y la magia del salvaje carece de él por completo en nuestra sociedad electrónica. El esfuerzo está en entender el sentido de lo que no tiene para nosotros sentido.

Claro, que ahora el problema está en que con la  planetización, tenemos a la vez sociedades y grupos con ideas mágicas o prelógicas interconectadas con el mundo y la sociedad electrónica. Y esto lo podemos observar con frecuencia en mucha gente de las ciudades más modernas. Por esto cuesta encontrar el sentido histórico pues el sentido del pasado está aquí (no allí, en el amazonas) aún presente y el sentido del presente no sabemos cuál es. ¿Cómo es posible que en una sociedad moderna y tan comunicada, de repente sea muy votado un partido político extremista y en otras elecciones apenas un año después apenas sea votado el mismo? ¿Es que nadie tiene las ideas claras? Creo que las ideas sí, pero no están claras las creencias.

El sentido histórico emana del fondo creencial. Las creencias, dice Ortega, no se presentan como ideas no se discuten. La creencia, precisamente porque no es una mera opinión, una idea o una teoría, es normalmente un hecho colectivo. No se cree normalmente por cuenta propia sino junto con los demás: La creencia actúa como “vigencia colectiva”. Cuando hay que combatir a favor o en contra de una opinión en una sociedad, significa que aún no ha llegado a ser esta opinión una creencia. ¿Es una creencia en nuestra sociedad occidental que el hombre es igual que la mujer? Pues parece ser que aunque se ha avanzado mucho aún no es una creencia. Las creencias, sigue Ortega, fueron primero ideas pero lentamente llegaron a ser absorbidas por las multitudes perdiendo su carácter de ideas para consolidarse en “realidades incuestionables”. Nadie cuestiona que hay que mantener y proteger las antigüedades arqueológicas de la humanidad… nadie excepto el denominado Estado Islámico, por poner un ejemplo. ¿Qué ocurre en nuestra sociedad actual? Que los flujos comunicativos, el contraste de sistemas creenciales y culturales y la atomización del individuo en el conjunto colectivo ha hecho que la sociedad ya planetizada no tenga un sistema creencial común. Era más fácil hace 100 años cuando cada Nación estaba cerrada y poco comunicada y de hecho incluso dentro de cada nación había poca comunicación. Las creencias eran más comunes y no había choque de sistemas creenciales. El individuo tenía más fácilmente una referencia creencial y una razón histórica, un sentido histórico. Como señala Ortega cuando la realidad estable se desvanece, por volatilización de la creencia, quedan solo pasiones en el ámbito social. El hueco es llenado con el gas del apasionamiento y para sentirse apoyado se alista bajo cualquier bandera que pasa por la calle (es decir por quien en un momento dado le da un sentido momentáneo).

Concluyo.

Se calcula que la humanidad ha escrito aproximadamente 140 millones de libros y el crecimiento ha sido exponencial en el último siglo. Ahora no solo tenemos libros en abundancia y a un precio accesible sobre cualquier tema, sino además información en la red sobre cualquier cosa. Nuestro tema, como hemos visto, Ortega lo perfiló muy bien y desde entonces cientos de autores han planteado cuestiones parecidas. Pero no resulta suficiente. Se habla y habla de ética, de valores, igualdad. Y lo peor, muchas veces, es que los que más hablan cuando consiguen “poder” son los que menos lo practican (la ética, valores, etc.); quizá se aplica con demasiada frecuencia el dicho ese “dime de que presumes y te diré de que careces”. El cambio puede venir desde muchos paradigmas: alguno como el cambio evolutivo de la conciencia humana o el de valores ya los he mencionado en anteriores artículos. Uno de ellos se puede ver aquí.

Pero para conseguir ese cambio evolutivo el suelo tiene que tener cierta firmeza; el ser humano tiene que avanzar en un sistema de creencias comunes (ya se ha intentado, sin conseguir el éxito esperado, pero siendo un gran intento y avance, con los derechos humanos) y tiene que haber una razón histórica actual, planetaria, un sentido de su propio ser planetario (que también se intenta con éxitos muy parciales desde ciertos movimientos). A nuestro “planeta” no le faltan ideas, pero las creencias están en Cuidados Intensivos con pulmonía triple. Sí, cierto, como señala Ortega, el sentido histórico no supone solo que tengan distintas culturas o grupos, creencias distintas de las nuestras, sino que el aparato mismo espiritual es muy otro. El sentido histórico es la conciencia de la variabilidad del tipo del hombre. Pero ahora cara  a este futuro que se consolida como planetario interconectado, sólo con un sentido histórico común basado en creencias fundamentales comunes es posible un cambio emergente[2]. Ah, por cierto, es más fácil decir que estas personas y grupos, que hacen cosas que no tienen sentido, están locos, salvajes, psicópatas o anormales antes que plantearnos la necesidad de un paradigma creencial global, una razón histórica planetaria actual[3].

Tendremos que empezar por admitir que los seres humanos, como dice Ortega, seguimos con tantos impulsos sociales como antisociales. Y esas manifestaciones “salvajes” quizá no son más que arquetipos de lo que aún no hemos sido capaz de superar todos y cada uno de nosotros.

————————————————————

[1] José Ortega y Gasset. Las Atlántidas y del imperio romano. El Arquero, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 1976, cifra de referencia de este artículo.

[2] Hay que tener en cuenta que Ortega no se plantea el problema de la sociedad multicultural actual que no existía a principios del siglo XX. Él está comparando las diferentes culturas y los distintos momentos históricos. Por esto dice: porque hay que reconocer que las categorías de la mente humana no han sido las mismas. La “psicología de la evolución” se propone reconstruir esos varios sistemas de categorías que históricamente han existido. ¿Admitimos que hoy en día también existe en las sociedades avanzadas y casi avanzadas, categorías de la mente, niveles de evolución de  pensamiento y conciencia diferentes? Esto es ya otro tema.

[3] Hace poco vi una entrevista a un exministro español (Jaime Mayor Oreja) que se encargó de la lucha antiterrorista contra ETA (1996) y señaló que no se avanzó mucho mientras solo se les consideraban como asesinos. Cuando  se entendió “el sentido” que para ellos tenía su lucha terrorista fue más fácil avanzar en la desarticulación (ya casi completa) de esta organización.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
Esta entrada fue publicada en Filosofia y ciencia para el hombre y etiquetada , , , , , , , , , , , , , . Guarda el enlace permanente.

Una respuesta a SENTIDO HISTÓRICO

  1. eliaroca dijo:

    Muy interesante. Me ha gustado especialmente la idea de que «en los individuos se dan al mismo tiempo impulsos sociales e impulsos antisociales». Feliz domingo

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.