LA PÉNDOLA. LA CONCIENCIA SINTIENTE


(De Balmes a Husserl…a Aione)

          Cayó en mis manos un ensayo de Leopoldo Palacios titulado Ideología Pura y Fenomenología Pura (de Balmes a Husserl) que en muy pocas páginas hace un interesante análisis de cómo aparecen y coinciden (como fenómenos) estos dos autores y cómo se repite a menudo  la historia en circunstancias diferentes.[1]

Comienza con una frase de Juan Ramón Jiménez: ¡Parece que lo eterno se coje con la mano! (El silencio de oro) y bien nos vale como preludio de lo que su ensayo intenta. Una y otra vez el péndulo de la historia del hombre, del fenómeno humano, vuelve por los mismos caminos aunque vestido de otra manera.

Balmes, Husserl y Aione tienen una cosa en común. Los tres han de ponerse en el terreno del adversario y aceptar la ciencia fundamental del siglo que les precede. En el caso de Balmes acepta la ciencia fundamental del siglo XVIII pero impugna el empirismo de la época, la ideología sensorial, mostrando que en la conciencia del hombre hay algo más que sensaciones. Igual hará Husserl: aceptará, como se pensaba en el XIX, que la ciencia es fenomenología pero impugna el empirismo y psicologismo de ese siglo mostrando que las esencias también se dan como fenómenos. Y Aione en el siglo XXI acepta el mecanicismo realista pero propugna un cambio axiológico.

Para Balmes la conciencia directa es primaria y está más allá de las  sensaciones; es un fenómeno psíquico. También admite que los animales puedan tener esta conciencia directa como fenómeno psíquico. Nunca falla la conciencia directa sino solo cuando intentamos darle forma, expresión, lenguaje. “En la conciencia del hombre hay algo más que sensaciones: esto no es cuestión de discurso sino de hechos” (Filosofía Elemental). Porque para Balmes existe un orden de fenómenos muy superior a los sensibles. Entra de lleno en la fenomenología cuando considera que las ideas tienen una intuibilidad tal que permite llamarlas fenómenos no sensibles. Por esto las ideas “las conocemos no por discurso, sino por intuición; una dilatada serie de fenómenos no sensibles que son dados en intuición” (Filosofía Fundamental). Cierto que él no creó la corriente “fenomenología” sino que denominó a este pensamiento Ideología Pura y lo dice claro “hay un orden de fenómenos muy superiores a los sensibles, hay ideas puras, y la estética, o sea, la ciencia que se ocupa de los fenómenos sensibles es esencialmente distinta de la ideología propiamente dicha, que llamo ideología pura, porque tiene por objeto el orden intelectual puro” (Filosofía Elemental) .

Si bien Jaime Balmes no fue el creador de la fenomenología, no obstante, se adelantó 100 años a esta consideración y supo trascender de lo que se capta por los sentidos. En la primera mitad del siglo XIX aún no había llegado el psicoanálisis pero J. Balmes admite que la conciencia es lo fundamental (en la metafísica, en el entendimiento de la realidad) pero no solo una conciencia cognoscible sino una conciencia que no tiene objetividad sino solo presencia. Más adelante aparecería, con toda su riqueza, el análisis racional de la presencia o de la conciencia intuida (no solo sensible). J. Balmes fallece pronto por una tuberculosis (1848) y realmente esta postura no la vemos retomada (con fuerza y esplendor) hasta Husserl. Para Husserl de nuevo la conciencia (como dato a lo que se  reduce todo, como esencia) es lo fundamental; “no hay teoría que pueda inducirnos a abandonar el principio de todos los principios: que toda intuición que presenta algo originariamente es una fuente legitima de conocimiento, que todo lo que se ofrece a nosotros en la “intuición” originariamente  -es decir, en su realidad insustituible- debe ser aceptado, aunque solo dentro de los  límites de lo que se da”. Husserl revindica su derecho a reconocer a todos los géneros de intuición como fuentes legítimas de conocimiento. Como señala L. Palacios, Husserl descubre que la esfera de lo dado intuitivamente es mucho más amplia de lo que los filósofos creían. Los positivistas confunden lo dado con los fenómenos físicos y psíquicos. Husserl siguiendo el procedimiento invocado por los positivistas, descubre que hay otra clase de fenómenos que ya no son sensibles ni psíquicos ni físicos: las esencias: que se ofrecen a nuestra conciencia como fenómenos de conciencia pero que no son fenómenos sensibles, sino puros.

Leopoldo Palacios señala la semejanza proporcional entre estos dos autores y cómo ambos descubrieron que los fenómenos sensibles no agotan la esfera de lo dado intuitivamente pues hay por encima de ellos fenómenos puros, fenómenos irreductibles. Balmes habla de Ideología Pura y  Husserl de Fenomenología Pura.

Balmes y Husserl ya han existido y han realizado sus obras; uno en la primera mitad del siglo XIX y el otro en la primera mitad del siglo XX. Entre ambos hay un periodo de positivismo extremo (al igual que ocurrió antes de Balmes). Por esto, a final del siglo XIX  el profesor de física experimental Philipp von Jolly le dijo a Max Planck que en física lo esencial estaba ya descubierto, y que quedaban pocos huecos por rellenar, concepción que compartían muchos otros físicos de su tiempo[2]. Pero lo que no estaba descubierto era el hombre (ni lo esencial de la física, claro). Durante el siglo XX hemos hecho sorprendentes avances materiales: movernos como nunca por la tierra, por el aire, descubrir el gran mundo ínfimo e infinito cuántico y sus aplicaciones (láseres, transistores, microprocesadores, semiconductores y superconductores, tomógrafos, etc.).  Y no digamos ya con el gran invento, nunca por nadie pre-visto, de internet y redes sociales que nos permiten parafrasear a Juan Ramón Jiménez “parece que el mundo se coge con la mano”; por lo menos en cuanto al mundo de las conexiones, al de la información o del conocimiento. Pero como dice Ortega “el prodigio que la ciencia natural representa como conocimiento de cosas, contrasta brutalmente con el fracaso de esa ciencia natural ante lo humano. Lo humano se le escapa como el agua por una canastilla”[3].

Ahora, en nuestro siglo, de nuevo, vuelve a renacer el interés por la fenomenología; vuelve a renacer el interés por las esencias, porque una vez que ya conocemos tantos millones y millones de datos que nos son inabarcables (¿Quién compra ahora una enciclopedia de papel si tiene tantos datos vía internet?) volvemos a preguntarnos sobre la esencia del conocimiento, del hombre, sobre la esencia de quienes somos y qué hacemos, pero, en cierto modo, no como la fenomenología lo hizo. No necesitamos reeditar la fenomenología de Husserl sino que ésta nos interesa de nuevo para poder desde ella catapultarnos. ¿A dónde?

Aione es un nombre figurado de uno de los miles y miles de personas que se preguntan esto ahora, que buscan a principio del siglo XXI lo mismo que hicieron Balmes y Husserl a principio de sus siglos. Sí, cierto, todo es pendular pero en la historia la vuelta del péndulo no recorre el mismo recorrido ni el mismo tiempo. Puede hacerlo parecido, análogo, pero nunca es el mismo. Ahora Aione busca un nuevo sentido. Lo encontrará, cierto, y creo que, en parte (o en mucho), ese sentido estará no solo impregnado sino cimentado en la axiología. Los valores.

Pero quizá tenga razón J.L San Miguel cuando apunta: “la Nueva Era que está a punto de llegar en la que todo estará en perfecta armonía, la mutación inminente positiva, etc. ¿De verdad alguien se lo cree?”.

Cierto, muchos somos los que apostamos por el cambio global cuando llegue un número crítico, un cambio global de conciencia (entre ellos el propio J. L San Miguel). ¿Pero repentinamente va el mundo a mutar, va a darse esa “explosión” (en un tiempo relativamente corto) que modificará las raíces del fenómeno humano tal como es en la actualidad?

Quizá tengamos que acercarnos más a la idea de Transformismo de Teilhard de Chardin. Es un concepto menos “repentino”, pero a su vez siempre innovador. Porque ahora todo está unido, conectado, y nos planteamos algo nuevo: “el modo de funcionar”. Está claro cuál es el modo de funcionar de los países pobres, de los ricos, de la economía, de la información, etc. Sobre toda esas cosas se sabe mucho. Aunque en realidad a la hora de saber cómo funcionan de verdad no se sabe nada; nadie es capaz de prever lo que va a ocurrir porque siempre está actuando sutil e imprevisiblemente la variable humana en el fondo de la mecánica funcionante. Decía en 1999 M. Rojo Sierra en su libro el Hombre Cósmico[4] “cuando se alcance el número crítico…” y  dice J. L San Miguel en 2014 “estoy convencido de lo absolutamente prioritario hoy es que llegue a haber en numerosos países una `masa crítica´ de seres humano… no `liberados´ sino que simplemente han empezado a caminar. Seres humanos que hayan descubierto su propia conciencia, con eso basta y sobra”.

Y nos podemos preguntar ¿el impacto de cada persona en “lo global” realmente origina algún tipo de transformación esencial?

Quizá en nuestro momento evolutivo estemos en lo que se denomina un “paso intermedio” que es cuando aparecen -como indica Teilhard- ensamblajes mecánicos cada vez más improbables y expansiones sorprendentes de espontaneidad. Es cuando se inicia realmente un cambio de estado. Quizá no haya muchos más cambios físicos en nuestro camino evolutivo (crezca algo más nuestro cráneo, se reduzca algo el rostro… y poco más) pero seguro que no hemos llegado al límite del proceso de complejidad-conciencia. Pero este aumento de la complejidad conciencia no se produce fuera de la naturaleza, es un paso más del proceso evolutivo y, como señala Teilhard, la transformación que une tanto al hombre que conoce y al hombre objeto de conocimiento implica que “no habrá más que una sola Ciencia de la Naturaleza”. La complejidad supone una heterogeneidad organizada.

Nuestro mundo actual es muy complejo por esta misma razón. ¿Y por qué no conseguimos que funcione? El problema es que no encontramos una “ley de lo humano”. Buscamos leyes del mundo infinitamente grande (la famosa Teoría General Unificada que ahora se acerca más con el Bosón de Higgs [5]) e intentamos (sin conseguirlo por ahora) conocer las leyes del mundo infinitamente pequeño (el cuántico), pero quizá no somos capaces de visionar que una nueva ley, la ley de la complejidad, se expresa a través de la conciencia. Dice Teilhard que a la antropología le está costando mucho convertirse en ciencia verdadera porque continúa abordando al hombre como un objeto único y aislado (aunque ciertamente cada vez más lo estudia en el ámbito cultural y social, aunque a menudo se disipa al propio hombre con la cultura y la sociedad). En este momento -sigue Teilhard- la ciencia del hombre vegeta porque sigue siendo un humanismo adornado con términos técnicos. Necesita un “enganche” que enlace en la misma corriente el fenómeno físico y el fenómeno humano (la complejidad conciencia)[6].

El ser humano ha avanzado mucho y singularmente es capaz de desarrollar al máximo 5 aspectos este siglo XXI:

1-La reflexión. Pero en este siglo ya hay cierto cansancio de tanto pensar; como decía Ortega “los hombres actuales incriminan a toda la Edad Moderna, echándole en cara, precisamente, lo que ésta consideraba el máximo honor: le echa en cara que no hacía más que pensar, pensar… Es evidente que desde hace ya no pocos años ha sobrevenido un cansancio y como un hartazgo de eso. Fatiga la discusión e irrita que no concluya, es decir que no lleve a consecuencias, a decisiones. Actualmente se yergue otra potencia del hombre: la voluntad que es la facultad de resolver (por lo tanto, la eficacia)”[7].

Y ahora, la eficacia tampoco es la solución pues es cada vez más discutida ¿Qué es eficacia? ¿Hemos conseguido a nivel humano un mundo globalmente más eficaz? En todos los foros no hago más que ver discusiones interminables sobre eficacia sanitaria, eficacia social, eficacia económica, eficacia global, eficacia humanitarian, etc. La eficacia, y pensar en la eficacia, es el ídolo platónico que no se acaba de alcanzar; pero si antes todo era pensar ahora todo es reflexionar para debatir.

2- La simbolización. Nos invaden hoy en día más símbolos que conceptos en el envolvente mundo multimedia.

3- La cultura. Es imposible entender al hombre del siglo XXI sin comprender su inmersión cultural consciente e inconsciente (las llamadas creencias por Ortega, que no son ideas que tenemos sino que “somos” por nuestra vigencia histórica). Ahora la cultura individual y social cada vez está más conformada por la imparable inmersión pluricultural; las creencias orteguianas se van abriendo en abanico por la multiculturalidad.

4- Hoy ya no se concibe al hombre en el planeta sino como en una red planetaria. El aislamiento del mundo, en el mundo, es una anomalía extrema.

5- A pesar de los anteriores puntos el hombre actual, más que nunca, tiende a vivir aisladamente en sí mismo. Este punto es muy importante en la balanza global pues si no hay una transformación hacia una conciencia global humana este 5º punto puede desnivelar la balanza dando lugar a tres momificaciones evolutivas:

a) Los individualismos. El sujeto solo -o en pequeños grupos que conviven en un mundo hiperconectado- se aísla dándose la paradoja de los individuos, o pequeños grupos, aislados pero “comunicados” con el mundo.

b) Los desencantados. Sintiéndonos sin sentido en la “absurda” vorágine socio-cultural que nos invade, arrolla, tritura y mecaniza pero que no nos hace sentir mejores humanos. Los desencantados están en todos los movimientos “contra” o se abstienen de lo uno y de lo otro.

c) Los fanáticos. Posturas extremas. Por desgracia en el siglo XXI estamos viendo el revivir de fanatismos, algunos incluso exterminadores, a los que por la globalización se unen personas de todas partes del mundo, evidentemente buscando romper su soledad humana.

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¿Cómo podemos superar esta etapa intermedia y recohesionar de nuevo la transformación evolutiva?

La fenomenología, decíamos, está surgiendo de nuevo, mas no es suficiente. Desde ella ha de catapultarse un nuevo modelo actitudinal que haga efectiva, porque rija, la nueva ley de complejidad-conciencia. Y esto solo puede hacerse cuando los fenómenos psíquicos no solo “se den” en la conciencia sino que la conciencia sea una nueva ley. Pero una conciencia de los valores, una Conciencia Sintiente[8].

Aione es un paradigma, cada uno de nosotros, que quiere catalizar la dimensión evolutiva de un “nuevo umbral mental”. La Conciencia Sintiente ha de emerger como esencia desde la fenomenología catapultada a ley de la Naturaleza.

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[1] Leopoldo Palacios (Rodríguez). Ideología Pura y Fenomenología Pura (de Balmes a Husserl). Colección “O. Crece .O Muere”. Edita Ateneo Madrid 1952. https://www.filosofia.org/ave/001/a180.htm

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Max_Planck

[3] José Ortega y Gasset.  Historia como sistema y otros ensayos de filosofía 1941. Revista de Occidente  en Alianza Editorial

[4] https://clinicaprofesor-rojo.es/libros14.htm

[5] https://es.wikipedia.org/wiki/Bos%C3%B3n_de_Higgs

[6] Las referencias  de Teilhard de Chardin son de su libro: La visión del pasado.  Ed. Taurus. 1958 (1ª ed. española).

[7] José Ortega y Gasset. Ideas y creencias. Ed. Espasa Calpe. 1940

[8] El concepto de Conciencia Sintiente lo he tomado de J.L San Miguel de Pablos. La Rebelión de la conciencia. Editorial Kairós, 2014. Cuando dice “No me cabe la menor duda de que no tardará a llevarse a cabo una revisión fundamental de la teoría ética que en vez de tomar como punto de partida la condición humana, hará de la conciencia sintiente (no de la cogitante) su fuente y fundamento y del concepto de Valor con mayúscula. La capacidad de vivenciar es algo que la ética no puede ignorar de modo alguno. Hablar de bien y de mal solo tiene sentido si se tiene en cuenta a los entes con conciencia sintiente, que gozan y sufren”.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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2 respuestas a LA PÉNDOLA. LA CONCIENCIA SINTIENTE

  1. es curioso (sincrónico?) la similitud de planteamientos que tenemos de fondo ( con las naturales, inevitables y muy enriquecedoras discrepancias)…..el concepto de «conciencia sintiente» lo tengo en la cabeza desde hace lustros( de todo hace ya mucho…) pero no voy a «disputarle» a J.L San Miguel de Pablos su «autoría»….en primer lugar no tiene obviamente nada que ver con el muy escolástico y, no hace falta decirlo muy respetable concepto zubiriano de «conciencia sentiente»….en segundo lugar, muy sucintamente contado, me vino a la cabeza leyendo a Carlos Gurmendez en su «Teoría de los sentimientos», en la que hace una cierta clasificación según el clásico modelo hegeliano de las diferentes clases de angustia por las que atraviesa el ser humano….hice mi particular lectura sobre la misma (en gran parte basada en mi propia experiencia, vital e intelectual, y me aparecieron con cierta sucesión «lógico-existencial» los siguientes tipos de angustia: 1. angustia del ser 2. angustia del cuerpo (ser encarnado) 3. angustia del alma (cuerpo psíquico) 4. angustia de la conciencia( alma autoconsciente) y 5. angustia del espíritu (CONCIENCIA SINTIENTE)….como ves, Erikson y Kierkegaard de fondo… Te transcribo un texto del amigo Soren(pag. 173 de El concepto de angustia, edic Colección Austral)….no lo puedo copiar, así que me armo de paciencia ….»En la psicología de Rosenkratz encuéntrase una definición del espíritu. Dice aquél en la página 322 que el espíritu es la unidad del sentimiento con la conciencia del yo. En la investigación anterior dice excelentemente, como explicación, que el sentimiento se abre a la conciencia del yo,y a la inversa, que el contenido de la conciencia del yo es sentido por la conciencia como suyo.»Sólo esta unidad puede llamarse espíritu. Pues si falta la claridad del conocimiento, el saber del sentimiento, sólo existe el impulso del espiritu natural, la puerta abierta de la inmediación; pero si falta el sentimiento, sólo existe un concepto abstracto, que no ha alcanzado la última intimidad de la existencia espiritual, que no se ha hecho una sola con el yo del espíritu(págs 320-321)» Si se retrocede ahora en busca de su definición del sentimiento, como unidad inmediata de la psiquicidad del espíritu y de su conciencia (pag, 242) y se recuerda además que mediante la determinación psiquicidad apunta a la unidad con la determinación natural inmediata, y si se resume por último todo ello, se tiene una representación de la personalidad concreta» FIN….y todo esto solo en relación a un solo concepto de tu artículo…en fín…saludos

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    • Magnifico Carlos. Veo muy interesante tu desarrollo. Especialmente me quedo ahora con la idea que trascribes sobre que «el espiritu es la unidad del sentimiento con la conciencia del yo». Y creo que no somos aún capaces (generalmente) de indentificar nuestra intuibilidad sentimental en el mundo (y en las cosas) relacionadas con la conciencia del yo. Solo en casos «especiales» se alcanza esta identificación (que no es definida cognoscente) pero si clara y vivida cognoscente. Esto nos lleva a la unidad del espiritu con la naturaleza y también, como no a la «conciencia animal» y al final, logicamente (quizá mas dificil de entender para muchos) a la conciencia de la naturaleza. En definitiva la Conciencia Sintiente.

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