Juan Rojo Moreno
J. Ortega y Gasset realizó diversos planteamientos sobre el amor y Revista de Occidente en su colección “el Arquero” recoge los diversos ensayos que nos sirven como referencia, sin ser esta aportación un resumen de la obra. [1]
La manera como ahora entendemos el amor (con todas las variantes que le han dado tanto los literatos, poetas…) no ha sido ni mucho menos la forma de significarlo en la historia. Realmente señala Ortega como en la corte papal de Avignon (siglo XIV) fue la primera vez que entraron las damas a formar parte de la “sociedad”. Constituida en su mayor parte por dignatarios célibes, apareció en ella un tipo original de mujeres que llevaban una vida independiente y cultivada: eran las “cortesanas”.
Luego aparece el mágico poder de “encantar” en las mujeres y aún en el siglo XIX el concepto fundamental era que el hombre valía por lo que hacía, pero la mujer por lo que era: encanto.
Y Ortega a principios del siglo XX expresa esas ideas que venían arrastradas desde el XIX y que hoy en el s. XXI parecen -al menos en ciertas sociedades civilizadas, que no es así en toda la planetociedad (sociedad planetaria)- en cierto modo caducas en relación con el desarrollo de la individualidad humana de los últimos 100 años, pero que están acorde con el contexto de su época, y así dice (1924): “el fuerte de la mujer no es saber, sino sentir… y unas mujeres certeramente apostadas en una sociedad, educan, pulen su persona, hasta hacer de ella un perfecto diapasón de humanidad, un aparato de precisión sentimental, un órgano de aguda sensibilidad…”. Pero aparte de estas ideas, tengamos en cuenta que el análisis profundo que hace del enamoramiento sirve igual para la actualidad.
Señala Ortega que: “un ensayo sobre el amor es obra sobremanera desagradecida. Si un médico habla sobre la digestión la gente escucha con modestia y curiosidad. Pero si un psicólogo habla del amor, todos lo oyen con desdén, mejor dicho, no le oyen, porque todos se creen doctores en la materia… existen razones sobradas para que las cuestiones de las que todo el mundo presume entender, amor y política, sean las que menos han progresado y prefieren callar los que mejor hubieran hablado”.
El enamoramiento lo concibe el psicoanalista C. G. Jung como una irrupción abrupta de un arquetipo inconsciente, que cada persona tiene del sexo opuesto al principal que se manifiesta en su personalidad. Así los varones tendrán un arquetipo sexual femenino (lo denomina Anima) y las mujeres tendrán un arquetipo sexual masculino (lo denomina Animus). En el enamoramiento proyectamos nuestro propio arquetipo sexual en la persona objeto de él, y de ahí la perfección que se descubre en el enamorado o enamorada. Por esto cuando aparece la crisis del enamoramiento, a partir del primer año, lo que ocurre es que se retira el arquetipo (proyectado en el otro) y entonces se encuentra con la otra persona “real”. Ortega en 1924, sin entrar en factores inconscientes, ya señalaba que hay “dentro del alma femenina un imaginario perfil, el cual aplica sobre cada hombre: toda mujer lleva en su intimidad preformada una figura de varón, solo que ella no suele saber que lo lleva”.
Ortega no abunda más ni desarrolla este concepto de forma igual para el hombre, como haría más adelante C. G Jung. Pero sí especifica que el “amor del enamoramiento” se caracteriza por sentirse “encantado” por otro ser y el sentirse absorbido por él hasta la raíz de nuestra persona, y señala (1925) que el enamorado vive, no desde sí mismo sino desde el otro.
En el enamoramiento no se produce, pues, un acto de voluntad más o menos preformado, y por esto no podemos enamorarnos de quien no es posible, ni con la voluntad desenamorarnos cuando queramos. Señala Ortega como en la práctica si vemos que en la persona amada la voluntad funciona, que “se hace reflexiones”, que encuentra motivos muy respetables para amar o amar menos, suele ser el síntoma más inequívoco de que en efecto no ama [no está enamorado].[2]
Ya anteriormente en el magnífico libro Del Amor, Stendhal (1822) desarrolla su teoría de la “cristalización” que coincide en gran manera con lo que refirió luego, de forma más elaborada, C. G Jung. Nos enamoramos (señala Stendhal) cuando sobre otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones. Un día la fantasmagoría se desvanece y con ella muere el amor.
La teoría de la “cristalización” es idealista -señala Ortega- porque hace del objeto externo, hacia el cual vivimos, una mera proyección del sujeto; en esta teoría se reconoce que el hombre solo ama [se enamora] de lo amable, lo digno de ser amado, mas no habiéndolo en la realidad tiene que imaginarlo. Esas perfecciones fantaseadas son las que suscitan el amor [enamoramiento].[3]
Para Ortega el enamoramiento es un estado de miseria mental en el que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza. Muchas veces se llama amor al “enamoramiento” que es un estado del alma complejísimo donde el amor, en sentido estricto, tiene un papel secundario. No se trata en el enamoramiento de un enriquecimiento de nuestra vida mental, sino todo lo contrario. Hay una progresiva eliminación de las cosas que antes nos ocupaban. Sin embargo, el enamorado tiene la impresión de que su vida de conciencia es más rica. Al reducirse su mundo se concentra más.
La elección de la persona amada supone que ha de donarse una relación de intus a intus, de ambas interioridades, por lo que no puede perdurar si no hay una cierta selección compatible con algunas características de nuestra intimidad. Y ha de recaer en alguien que también sea receptiva de nuestros propios aspectos íntimos.
Por esto señala Ortega que en la elección de la amada revela su fondo esencial el varón; en la elección del amado la mujer. Es, pues, el amor, por su misma esencia, elección. Y como brota del centro personal de la profundidad anímica, los principios selectivos que la deciden son a la vez las preferencias más íntimas y arcanas que forman nuestro carácter individual.[4]
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En esta obra de Ortega y Gasset se nos introduce en la dificultad de hablar del amor. No es una recopilación de ensayos sobre el amor al uso, de poesía, etc. Creemos saber mucho sobre el amor cuando en realidad sobre él realmente mucho es lo que desconocemos: como, por ejemplo, cómo lo entendían los etruscos, de los que proviene la palabra amor, y en los romanos que la adquirieron siendo para Platón solo entendible en la relación varón con varón y difícil de imaginar entre los dos sexos diferentes (hombre, mujer). Luego se siguió utilizando esta palabra sin que tuviera el significado actual sino es a partir del siglo XII.
Bueno, lo de “significado actual” tampoco está muy claro pues ni a principios del siglo XX se podría haber leído cómo entienden el amor, y el enamoramiento los neurobiólogos, relacionado todo con la dopamina, la serotonina, la oxitocina…
A final no será cuestión de “amor” sino cuestión de neurotransmisión…
Para los interesados en amor y neutransmisión, ver el documental “el amor más que un sentimiento”
[1] J. Ortega y Gasset. Estudios sobre el amor. Revista de Occidente 1966. La primera edición fue en 1940 pero es a partir de la 10ª que se recogen un número más amplio de estos ensayos.
[2] Al final del Capítulo sobre “Amor en Stendhal” señala Ortega que “al terminar este ensayo me importa recordar que he intentado en él exclusivamente describir un solo estadio del gran proceso amoroso: el “enamoramiento”. El amor es operación mucho más amplia y profunda. Todo amor transita por la zona frenética del “enamoramiento”; pero en cambio existe “enamoramiento” al cual no sigue auténtico amor: No confundamos, pues, la parte con el todo.
[3] Ortega en nuestra obra de referencia dedica todo un capítulo de “homenaje” a Stendhal, aunque no está de acuerdo en muchos de los conceptos de Stendhal, pero tengamos en cuenta que Ortega escribe este capítulo en 1926 y Jung tras la ruptura con Freud en 1914 es cuando se dedica a desarrollar más sistemáticamente sus ideas sobre el Inconsciente Colectivo y los Arquetipos hacia 1930, como por ejemplo: “Sobre los arquetipos de lo el inconsciente colectivo” (1934/1954) o “El concepto de inconsciente colectivo” (1936).
[4] Cierto que, señala Ortega, contra esta idea que en la elección amorosa revelamos nuestro más auténtico fondo cabrían innumerables objeciones, mas nuestro autor indica que las que él ha conocido le han parecido inoperantes, poco rigurosas o improvisadas por un juicio sin cautela.