DE LA ERA PSICOZOICA A LA ERA AXIOXÓICA


“Transformismo” de Teilhard de Chardin  y  evolucionismo. ¿Hay cambio actual?

Juan Rojo Moreno

Leyendo a Teilhard de Chardin aparecen, como no puede ser de otra manera, múltiples ideas, algunas tienen que ver directamente con su pensamiento y otras no.[1]

Ser Transformista, dice Teilhard, no es igual que ser darwinista, (aunque él está en el fondo de la mentalidad evolucionista, se congratula de ésta y la defiende frente a la “fijista”)[2], es sencillamente admitir que la aparición de los vivientes sobre la tierra obedece a una ley enunciable, sea cual fuere esta ley. Para Teilhard “lo esencial del Transformismo es únicamente la visión de un Universo organizado, en donde las partes se hallan físicamente ligadas entre ellas, en su aparición y en su destino”. El hombre, según el Transformismo, tiene un sentido que ha dejado de ser particular suyo; “emerge de un formidable trabajo creador al que colabora desde siempre la totalidad de las cosas”.

El Transformismo está siempre actuante, desde el inicio de la humanidad hasta la actualidad, en el ser humano de hoy. Y ahora en el mundo hay una situación especial vigente a nivel planetario: la crisis -no solo económica que afecta más o menos- de la evolución del “fenómeno humano”. Veamos cómo es esto.

En el mundo de hoy, frente a la crisis actual, que nos deja anonadados por las situaciones desesperantes en las que se ven arrojadas muchas personas[3] a veces seguimos recibiendo grandes noticias de los avances casi milagrosos que la ciencia, día a día, sigue realizando, aunque los vemos, la mayoría, alejados de nuestro vivir cotidiano.

Todas las personas padecen la crisis actual, da igual que les afecta más o menos económicamente (sin querer ofender a aquellos que por desgracia están más afectados por estas circunstancias económicas) ya que el problema de la crisis, esencialmente, no está en los bancos, ni en la sociedad, ni en las familias que se han endeudado mucho,  etc., sino en el mismo hombre que es el que ha ido creando este modelo social y de valores interpersonales, dentro de su desarrollo evolutivo.

¿Pero esto ha ocurrido por causa del un estilo común de todos los hombres? O dentro de la sociedad y de la humanidad ¿se está produciendo una transformación sutil, una evolución humana intrasocial?

Dice Teilhard de Chardin “ni el hombre ni el caballo ni la primera célula pudieron haber aparecido ni antes ni después del momento en que aparecieron». Y podríamos decir lo mismo con nuestra crisis de principios del milenio[4]: dada las características de esta crisis, de nuestra sociedad, de los medios de comunicación planetarios que hay hoy en día, de los valores actuales, de la importancia de los objetivos personales y sociales como autoidentificativos del autoconcepto de muchas personas etc., esta crisis tiene unas características propias que nunca se habían dado anteriormente: afecta a una gran mayoría universal que vivencia una imposición en el criterio del “modo de funcionar”. En los países civilizados, por lo menos, y también en los que se quieren “civilizar”.

¿Este impacto en la persona de “lo global” origina algún tipo de transformación esencial?

¿Podemos considerar que se está produciendo entre los propios seres humanos de nuestros tiempos un cambio evolutivo, una transformación significativa?

Como hemos visto, Teilhard de Chardin utiliza una muy palabra adecuada que es “transformismo”. Usándola, podemos preguntarnos ¿hay una trasformación en nuestra estructura vital social que se de en la actualidad y que esto ocurra solo en algunas de las personas del mundo presente?

La dificultad está en la mezcla perturbadora de caracteres nuevos con otros clásicos y antiguos.

¿Qué funciones positivas necesarias podemos distinguir en el proceso evolutivo de las personas de nuestra sociedad?

Fundamentalmente voy a considerar ahora tres:

  1. Función Cultura.
  2. Nutrición-  Ilustración-Pedagogía”. (Función “NIPE”) Es decir deseo de aprender  (N) [5] y enseñar (I) de una forma adecuada (PE) que tenga en cuenta la formación del Ser Humano.
  3.  Función Valorativa. Valores sociales (asimilación unitiva de los “otros” y del entorno en su sentido más amplio).

Estas tres características han de darse todas juntas. Una persona “culta” sin interés en seguir nutriéndose de aprendizaje y de nutrir (ilustrar, instruir) a los demás en formación o que no tenga valores sociales significativos respecto al “otro”, está tan poco evolucionada (en estado de transformación) como una persona que expresa valores sociales y atención al entorno, pero que por su falta de nutrición (recíproca) y cultura, cuando la vemos u oímos en medios de comunicación, nos aparece como fanática de causas extremas; realmente asincrónica.

Son necesarias estas tres funciones pues como dice P. Teilhard, “en la Hominación, el Hombre se convierte en la clave de nuestras explicaciones del Universo”. Y ese hombre ha de ser unitivo con la “nutrición” (en ambas direcciones), con la cultura y con la asimilación del “otro” (todos los “tipos” de otros, no solamente unos que nos interesan) y del entorno.

Parafraseando a Teilhard podemos decir que con estas características la conciencia del ser humano ha llegado a un piso nuevo; se ve a sí mismo por la cultura; se ve capaz de colaborar en sus progresos ulteriores por la “nutrición” (función NIPE), y mediante la asimilación unitiva de valores ha vencido al efecto disolvente que acompaña a toda individualización.

En la evolución histórica y natural no se pueden ver bien los “pasos intermedios” (por ejemplo en la evolución de las especies) y así mismo aún es difícil detectar los cambios esenciales que se están produciendo en parte de la humanidad, pues no estamos hablando solo de una mutación genética, -asociada a biología y genética, ADN…- sino de ciertas leyes generales (estos principios que he nombrado) y solo el tiempo mostrará claramente como se produjo esta ortoneogénesis, es decir esta dirección de cambio efectiva[6].

El problema de los “pasos intermedios” es muy importante, pues cuando entramos en la dinámica del evolucionismo, y tras analizar hacia abajo todos los elementos que las ramas científicas nos aportan para entender el proceso de desarrollo de las especies y luego, una vez que tenemos esos elementos, intentamos ahora hacia arriba reconstruir todo el proceso evolutivo, entonces, esos pasos intermedios son de difícil detección. A este respecto indica Teilhard: nos sorprenderá la necesidad en que nos hallamos de recurrir a la influencia dominante de un “poder inventivo” (psíquico) para explicar físicamente esta subida de los elementos antiguos en la evolución hasta los nuevos que se han formado, y aparecen constantemente “ensamblajes mecánicos cada vez más improbables” y “expansiones sorprendentes de espontaneidad” [7].

Vamos a  intentar resumir esta evolución en el Hombre pero no asociándola solo a cambios genéticos, sino como “Fenómeno Humano”: al principio, ciertamente, la transformación del ser humano sí se asocia a mutaciones genéticas. Una primera ola poco sensible viene del hombre de Pekín, el hombre de Java…,  después una segunda ola más amplia hace muchos instrumentos de piedra (Neanderthal), una tercera ola es el Homo Sapiens. A partir de aquí el principio de transformación cambia y ya no es la genética el factor rector; el “Fenómeno Humano” se hace transformador: transforma todo el mundo y lo conquista en una cuarta ola de forma agrícola y comerciante; en una quinta ola de forma industrial y técnica. El hombre ya es de forma general “pensante y reflexivo”. “Para un observador lejano que viese la tierra luminosa azul, si supera descifrarla mejor le aparecería como, luminosa de pensamiento”. Además de la biosfera captaría la intensa noosfera[8].

Pero creo que en los tiempos actuales le llegaría a ese observador una noosfera caótica, que le originaría dolor de cabeza y no entendería que le ocurre al “fenómeno humano”.

¿Y aquí estamos?

Con todo este caos y crisis que reina en nuestro planeta, ¿Se ha parado el Fenómeno Humano de transformación en la actualidad?

Evidentemente hemos de pensar que no.

Pero ahora siguiendo en nuestra línea evolutiva, una vez que hemos llegado hasta nuestros días con gran capacidad de pensamiento, tenemos que colegir que la dirección no es seguir avanzando más y más en una mayor cantidad de noosfera, de pensamiento reflexivo. Los saltos intermedios siempre han sido originales, improbables, sorprendentes, no continuistas. El hombre técnico superespecializado que hace funcionar magníficamente y con grandes capacidades la maquinaria social actual no puede ser, por más especialización, el que marque la “ley general de transformación”. Ha de haber otro principio que, sin desperdiciar lo que hemos avanzado en nuestra capacidad reflexiva y noosfera, nos haga “cambiar de estado” (mutar)[9].

Al igual que llevados a cierta temperatura o presión los cuerpos cambian de estado, cuando se alcanza el punto crítico o singular, de igual manera los momentos de discontinuidad evolutiva, o intermedios, son también puntos críticos de cambio de estado; como ocurrió con la aparición de la conciencia reflexiva en el proceso de transformación evolutiva humano.

La aparición del Pensamiento reflexivo introdujo una forma axial en el proceso evolutivo; hasta tal punto que el Doctor Grabau aportó la idea de señalar que desde entonces se abrió una nueva era: el Psicozoico.

Y ahora ya la evolución transformadora, apoyada, como mínimo, en las tres funciones fundamentales, que son sus cimientos (Función Cultura, Función NIPE, y Función Valorativa -valores sociales, asimilación unitiva de los “otros” y del  entorno-) nos está mostrando en el ámbito del Fenómeno Humano, un nuevo cambio de estado, una nueva mutación. El Ser humano en su Evolución ha de transformase para con esas funciones básicas expandir la nueva era: la Axioxoica (o Axiozóica)[10].

Y entonces, con renovada fuerza, el Fenómeno Humano, a través del Transformismo, tras el cambio de estado, de nuevo en su largo camino evolutivo, dará un paso más, alcanzará un piso más elevado y como anunciaron los físicos Campton y Heisenberg: “…a pesar de su insignificante físico, el Hombre puede ser de extraordinaria importancia en el esquema cósmico”.

Si conseguimos reconocer ese nuevo estado, que ha de aparecer en el curso de innumerables tanteos,  siguiendo a Teilhard: ¿no será también la yema de la que ha de emerger algo más complicado y más centrado que el propio Hombre? ¿No habrá por delante de nosotros una Humanidad en formación?

Nosotros aquí y ahora nos podemos preguntar con Teilhard ¿que hacemos nosotros, nosotros que somos los elementos conscientes, para favorecer su avance? No se trata solo de conocer, de pensar.

Cada uno de nosotros debería buscar la respuesta. [11]

Para terminar quiero contrastar todo lo comentado con lo que se puede leer a menudo sobre estos asuntos en los periódicos, y como referencia muestro unas frases que Jose Luis Alvite escribe como columnista en un diario de Prensa[12] : “A su maldita vanidad le deben algunos escritores la pretensión intelectual de considerar que podrían cambiar la sociedad con el contenido de sus obras. El mundo solo lo cambian el dinero, los seísmos y las guerras. A veces puede uno conseguir un texto sensible, ideal para que una mujer le abra los brazos, pero la verdad es que la experiencia me dice que incluso para esas conquistas la pluma es menos determinante que el bolsillo…Siempre supe que la literatura sirve sobre todo para desarrollar culo de taxista” (sic).

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[1] P. Teilhard de Chardin. La visión del pasado. Editorial Taurus, 1958

[2] La evolución no es una hipótesis  ni tampoco un simple “método”, lo que representa es una dimensión nueva y general del Universo. La expresión en nuestra mente del paso del estado “cosmos” al estado “cosmogénesis”. Según Darwin el hombre es considerado como un simple ramo de la evolución, pero podemos observar que debido a la Hominización la vida en la tierra se manifiesta en una dirección absoluta de marcha hacia valores de conciencia creciente. El neoantropocentrismo no supone una cuestión de posición sino de dirección de la evolución. (Teilhard, 1950)

[3] Heidegger, dentro de su filosofía existencial, decía que el ser humano se encuentra “arrojado” al mundo, y en esta crisis social y humana que vivimos muchos, o la gran mayoría, que la padecemos, tenemos ese sentimiento de indignación vital por esta misma vivencia; aunque ahora la palabra mundo se concreta en “la situación” que vivimos.

[4]  Desde hace unos cuantos años he pensado que mucha gente no se ha dado cuenta que hemos cambiado de siglo y milenio y ahora va a ser “otra cosa”, aunque solo sea por la fuerza simbólica efectiva que trae este cambio. También ocurrió a finales del siglo XIX y principios del XX en que se creía que “todo seguiría igual”, y evidentemente no fue así.

[5] Antes del siglo XVII a lo que hoy denominamos “Educación” –escolar, etc.- se denominaba “nutrición”.

[6] Utilizo la palabra ortoneogénesis aprovechando su sentido etimológico “nuevo origen en la dirección correcta”. No me refiero al  término ortogénesis que fue popularizado por Theodor Eimer desde 1888; la hipótesis ortogenética tuvo un número significativo de seguidores en el siglo XIX. P. Teilhard admite que ya a mitad de siglo XX no se usa esta palabra, pues se le asignó significados inaceptables (concepciones vitalistas o finalistas fuera de uso), pero él prefiere corregir el significado más que rechazar el término, y le da el sentido de un “factor de fondo de acción”. Más específicamente como un vector o una deriva cósmica de “complejidad-conciencia” que arrastra globalmente a la Materia desde lo más simple del Universo hacia estados cada vez más improbables de organización e interiorización (P. Teilhard. Enero 1955)

[7]  Para P. Teilhard de Chardin poco importa como haya nacido el hombre, con tal que quede asegurada su trascendencia

[8] Concepto de Teilhard que tomó prestado de  Vladímir Vernadski  que concebía la Tierra como la superposición de cinco realidades integradas: la litosfera,  la atmósfera, la biosfera, la tecnosfera, y la noosfera, esta última, la esfera del pensamiento.

[9] Aunque mutación se suele asociar a conceptos biológicos, la RAE  define mutar como “cambio sin las etapas intermedias” o “cambiar a otro estado”.

[10] Palabra derivado de Axiología.

[11] Para P. Teilhard la respuesta estaba clara: ha de haber un acrecentamiento de naturaleza espiritual. “Incontestablemente la vida sube de los automatismos que hemos de comprender científicamente, Pero, ¿sube por completo automáticamente? Esto es el problema. Hoy para nosotros, la “invención” actúa como factor de una incontestable ortogénesis humana.

[12] Diario La Razón 14-Agosto-2012. Ultima Página. Su columna se titula  “Aliento literario (y IV)”

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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