Juan Rojo Moreno
Escribir sobre el caos, la caología o las estructuras disipativas… es redundar en información que ya existe abundante en la Red. Pero no me he podido sustraer a hacer algún comentario después de leer el libro de Ilya Prigogine (Premio Nobel de Química 1977) ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden, que es una antología de diez ensayos (elaborados entre 1972 y 1982).[1]
Se esfuerza en hacer de la ciencia una aportación que ha de estar en la naturaleza y en cada uno de nosotros: “La ciencia es un dialogo con la naturaleza. La ciencia debe insistir en nuestra pertenencia a la naturaleza”. La verdad es que estamos “rodeados”, avasallados, por la cultura científica pero al mismo tiempo estamos, en cierto modo, fuera de la ciencia. Vemos que ahora hay televisores Q-LED ¿sabemos qué es realmente Q-LED cuando compramos uno de estos artilugios? Ahora las potencias económicas luchan por imponer la comunicación “5G” ¿Y qué es eso? Sí, podemos conocer una definición genérica pero la mayoría está muy alejada de comprender tan solo como funciona un televisor LED o un teléfono Smartphone, por poner unos ejemplos de uso diario, ya no digo un frigorífico o las mil maravillas electrónicas que nos aportan los automóviles actuales y que no funcionan si se estropea un chip.
¿Que tenemos mucha información sobre esto? Bien está oír lo que nos dice Jorge Wagensberg en el prólogo a la obra de referencia: “Muchas personas deploran la imparable especialización de la ciencia, John Ziman, por ejemplo, advierte el inquietante éxito de la consigna: saber cada vez más aunque de menos cosas. Una cierta (mucha) filosofía moderna se escora curiosamente en sentido inverso; tiende a convertirse en una especie de periodismo de lujo que simpatiza con el lema: saber cada vez menos pero de muchas cosas. Ambas tendencias tienen un límite patético: saber todo de nada -o sea nada- en el caso de la ciencia o bien saber nada de todo -o sea igualmente nada- en el caso de la filosofía”.
Sufrimos las consecuencias del divorcio entre ciencia y filosofía. Aunque, señala Prigogine, cada vez somos más conscientes de que a todos los niveles desde las partículas elementales hasta la cosmología la ciencia redescubre el tiempo.
Para Einstein el tiempo era una ilusión y como escribía en una carta de pésame al hijo de su amigo Michele Besso: “Ahora que se ha apartado de este extraño mundo un poco por delante de mí. Aquello no significa nada. La gente como nosotros, quienes creen en la física, saben que la distinción entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente.»
Pero Prigogine se plantea la “Flecha del tiempo” ¿o es que no envejecemos o no han pasado cosas en la historia o no murieron los dinosaurios? O, simplemente, no fue ayer cuando me rompí el tobillo. No está de acuerdo que sea solo un fenómeno, una cuestión de fenomenológica, sino que el tiempo humano es un ejemplo particular del tiempo de la naturaleza “la existencia de este tiempo humano, la dirección del tiempo humano y la innovación asociada al tiempo humano son propiedades universales”.
Y ciertamente, si nos acercamos incluso al mundo cuántico solo pueden explicarse muchos fenómenos teniendo en cuenta el factor tiempo. Así, por ejemplo, en el Principio de Superposición las cosas pueden estar en dos sitios al mismo tiempo. Dos posibilidades a la vez. Nos dice que todas las posibilidades existen al mismo tiempo. El principio de superposición funciona hasta que alguien observa el objeto superpuesto. El simple hecho de mirar neutraliza la superposición. Es el colapso de la superposición. También se dice que “Como se trataba de una partícula cuántica al soltarla no pasó por la izquierda “o” la derecha sino que se produjo una superposición pasando por la izquierda “y” la derecha al mismo tiempo”. O, los protones en el mundo cuántico ¿aparecen de la nada al azar, durante un tiempo, desparecen de nuevo y reaparecen en algún otro lugar? Y de donde aparecen y desparecen ¿es la nada? Y para terminar de ejemplos: incluso lo que consideramos como espacio vacío está lleno de partículas que se mueven en bucles espacio-temporales cerrados, es decir, avanzan en el tiempo por un lado del ciclo y hacia atrás en el tiempo en el otro lado.
Para Prigogine el tiempo tiene relación con la irreversibilidad y la ruptura de la simetría que ocurre constantemente en el mundo y en el cosmos en evolución: “Descubrimos una jerarquía de propiedades: inestabilidad (clásica o cuántica) que conduce a un comportamiento nuevo en términos de proceso aleatorio y de ruptura de simetría que expresa, en términos matemáticos, la sensación intuitiva que constantemente tenemos del tiempo que no es manipulable a voluntad”.
La mayoría de los procesos del universo son irreversibles, quiere decir que sobre ellos actúa el factor tiempo y se degradan. La entropía hacer referencia al grado de desorden, y a medida que pasa el tiempo, la entropía (el desorden, el caos) es cada vez mayor a no ser que apliquemos una energía o un mecanismo ordenador. Si dejamos una ciudad sin normas se caotiza, si la circulación no tiene normas se hace un caos y si las plantaciones agrícolas no se cuidan se hacen silvestres mezclándose todo tipo de plantas.
Ciertamente, señala nuestro autor: la irreversibilidad no es una propiedad universal, sin embargo el mundo en su conjunto parece pertenecer a esos complejos sistemas de azar intrínseco para los que la irreversibilidad es significativa y es a esta categoría de sistemas con ruptura de simetrías temporales a la que pertenecen todos los fenómenos vitales y por consiguiente la existencia humana.
Entropía en griego significa evolución (o cualidad de cambio interno) y por lo tanto en toda evolución ha de haber un grado de desorden y desorganización. Cuando se vuelve de nuevo a un equilibrio ya no es lo mismo que lo que había antes. La figura del eterno retorno, que Prigogine la menciona y con la que está de acuerdo, no la entiende como que siempre se repite en la historia la misma cosa sino que siempre en la historia y en la evolución aparecen, cuando hay periodos de equilibrio, unas fluctuaciones que si son pequeñas el sistema de equilibrio las absorberá, pero si aumentan y pasan de un nivel crítico de fluctuación, entonces ocurren crisis y el desorden (lo que denomina las estructuras disipativas) se imponen. Pero en ese desorden hay, dentro del mismo, un cierto orden y cuando aparece el equilibrio de nuevo ya no es el equilibrio antiguo sino el que ha surgido de las estructuras disipativas, del caos: “eterno retorno de lo diferente, eterna repetición de la producción de lo diverso como tal”.
Solo lo artificial es determinista, reversible y para Prigogine lo natural contiene elementos esenciales de azar e irreversibilidad. Por esa actividad espontánea es necesario hablar de un nuevo dialogo del hombre con la naturaleza.
Y, evidentemente, nuestro autor de referencia hace las oportunas comparaciones entre lo que descubre en la materia, en la química en las estructuras disipativas y las fluctuaciones que aparecen en los sistemas en equilibrio y la realidad social y en nuestra evolución histórica.
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[1] Ilya Prigogine. ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Tusquets Editores, Barcelona, segunda edición, 1988