Independencia, libertad, rebeldía y autoridad
Juan Rojo Moreno
Señala Erich Fromm que mientras que en siglos anteriores el carácter social mostraba fuertes tendencias a la explotación y acumulación, actualmente el carácter del hombre se orienta más en ser un consumidor eterno: “se traga” bebidas, alimentos, cigarrillos, conferencias, cuadros, libros, películas; consume todo, engulle todo… el mundo no es más que una gran mamadera, una gran manzana, un pecho opulento y el hombre se ha convertido en lactante eternamente expectante y eternamente frustrado.
Además del mercado también es importante el cómo se considera el hombre, siendo necesario que se sienta libre e independiente aunque esté dispuesto a ser mandado, a hacer lo previsto y a encajar sin roces en la máquina social: “su única meta es la de continuar en movimiento, funcionando, avanzando…ha llegado a ser un átomo económico que danza al compás de la dirección automatizada”.
Y esto no es aplicable solo al “obrero” sino a todos nosotros, que en el mundo de la dirección automatizada y matematizada somos, en regímenes diferentes, obreros iguales. Hoy tanto el trabajador menos cualificado como el alto ejecutivo viaja al extranjero, ve pinturas en museos, tiene vacaciones, ven los mismos programas de televisión y sienten o sufren por igual las consignas sociales. Y todos tienen encima a “alguien” o algo que dirige la dirección vital, social o incluso personal. Aunque cada uno se sienta independiente y en libertad en este mundo tan compartido actualmente por las redes sociales y la mass-media.

Al arte de manejar a la gente que trabaja “se le denomina arte de las relaciones humanas, cuando en realidad tenemos que habérnoslas con las relaciones más inhumanas entre autómatas que se han convertido en abstracciones… y nunca me encuentro solo conmigo mismo pues siempre estoy ocupado, ya sea trabajando o divirtiéndome.”[1]
Y por esto, insiste Fromm, en que somos un sistema de deseos y satisfacciones; debo trabajar para poder satisfacer mis deseos y estos mismos deseos son constantemente estimulados y dirigidos…los hombres son cada vez más autómatas que fabrican máquinas que actúan como hombres y producen hombres que funcionan como máquinas.
Sí, cierto, pero hoy en día con la difusión tan tremenda de la mass-media y las redes sociales, el control de los hombre se hace en base a estudios psicológicos de intereses, deseos, satisfacciones y estudios de mercado o mediante fuertes instrumentos de encuestas, muchas “oficiales” que permiten que el sujeto se vea inmerso y con dificultad de criticar el llamado “sentido común” el cual a menudo repite una y otra vez el mismo disparate y que tiene sentido sólo porque todo el mundo lo repite.
Aquí viene el problema de la autoridad que es la que se entiende que nos da los parámetros referenciales de lo que hay que hacer y lo que no.
Fromm hace un análisis interesante de la persona autoritaria: “La persona autoritaria se siente fuerte cuando se puede someter y ser parte de una autoridad que (hasta cierto punto respaldada por la realidad) es inflada y endiosada, y cuando al mismo tiempo tal persona puede hincharse incorporando a aquellos sometidos a su autoridad. Trátese de un estado de simbiosis sado-masoquista que le proporciona un sentimiento de fuerza y un sentimiento de identidad. Al ser parte del grande (cualquiera que sea) se hace grande; si estuviera solo, sin nadie, se reduciría a nada. Por esta razón, una amenaza a la autoridad y una amenaza a su estructura personal autoritaria es para este carácter una amenaza a sí mismo”.
Claro que hoy en día los autoritarismos se ponen piel de otra cosa, a veces de “revolucionarios”, otras veces de rebeldes. Pero un rebelde -señala Fromm- es alguien que desea echar abajo la autoridad a causa de su resentimiento y como resultado asumir él mismo la autoridad en lugar de la que ha derribado. Y es frecuente que en el preciso momento que alcance su meta establezca amistad con la misma autoridad que antes había combatido con tanto encono.
Con qué facilidad podemos identificar hoy en día esa “rebeldía” autoritaria y hacer nuestro lo que ya señalaba Fromm: “se puede decir que la vida política actual es un cementerio que contiene las tumbas morales de gentes que empezaron como supuestos revolucionarios y resultaron ser nada más que rebeldes oportunistas”.
Esa rebeldía autoritaria se transforma muchas veces en un fanatismo del que señala Fromm que es una persona excesivamente narcisista que ha elegido una causa, no importa cuál sea ésta: política, religiosa o cualquier otra, y vive para endiosarla. Ha convertido esta causa en un ídolo y al someterse plenamente a su ídolo le encuentra un sentido vehemente a la vida, una razón para vivir, porque en su sumisión se identifica con el ídolo al que ha inflado y convertido en su absoluto… Muchas veces en la historia el fanático ha adoptado la pose del revolucionario, pues a menudo lo que dice es exactamente -o suena exactamente como tal- lo que podría decir un revolucionario… En verdad todos estos movimientos que usan la palabra “revolucionario” proclaman metas muy similares, a saber, que luchan por la libertad y la independencia. Pero en realidad algunos lo hacen y otros no. Otros se valen del slogan “revolucionario” para luchar por el establecimiento de regímenes autoritarios, pero con las riendas en manos de una élite diferente.
Miremos al mundo de hoy y cuantos “revolucionarios” están o quieren estar en el poder, aunque hoy en día digan una cosa y luego, al ser diferente el interés, digan la contraria y otro día ni una ni otra o las dos a la vez.
Como señala Fromm “hay muchos que pretenden ser revolucionarios cuando en realidad son rebeldes autoritarios u oportunistas políticos” sin más, o ni más ni menos pues llegan a tocar resortes del poder.
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Hemos estado hablando de la condición humana, no de la “naturaleza humana”. Es muy difícil hablar de una naturaleza humana sin hacer como en la teología negativa (que dice todo lo que NO es Dios, pero no define a Dios) y, entonces, decir que cientos o miles de elementos NO son esa naturaleza: ¿es la bondad la naturaleza humana, el amor, el ayudar a otros, la caridad, el altruismo…? Encontramos por doquier millares de personas que no tienen estos atributos y seguimos diciendo que son seres humanos. ¿El desarmado y frio asesino múltiple no es humano? No tenemos más que ver los rebrotes que aparecen en los distintos países en esta enfermedad de nuestro tiempo, el Covid-19, favorecidos por los desmadres de unos cuantos que no tienen en cuenta el interés general de salud ¿no son humanos? O sectas que han raptado a cientos de niñas para su beneplácito e interés particular ¿tampoco son humanos? No hay más que ver cuando existe una guerra en un país como se “transforman” los seres humanos y aparece en esa condición otra “naturaleza” que sigue siendo humana, como ocurrió en la Alemania Nazi, en la guerra de los Balcanes y en realidad en cualquier guerra en la que el hasta entonces amigable vecino de toda la vida se transforma ahora en un asesino “por los ideales” o el por bien común.
Como mencionamos antes ya E. Fromm decía que somos “átomos económicos que danzan al compás de la dirección automatizada” y quién va a ser capaz de llevarle la contraria a las encuestas o a los estudios de campo o como señala nuestro autor ¿Quién es capaz de desobedecer a una computadora electrónica? Ya no es una persona quien no te concede un crédito o un medicamento “es el ordenador y el programa quien lo impide”.
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[1] Erich Fromm. La Condición Humana. Biblioteca del hombre contemporáneo, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1970 (es nuestra obra de referencia) (Publicada también en El Dogma de Cristo, 1964)