Juan Rojo Moreno
El mundo se ha planetizado y se ha desequilibrado. No es que antes hubiera mucho equilibrio, pero no afectaba a tanta gente ni a tantas culturas. En las grandes batallas de Alejandro el Magno, en la época griega, en la romana o incluso en las múltiples guerras hasta la Segunda Mundial, todo era relativamente local. La segunda Guerra Mundial ya alcanzó a algo más lejos que Europa y ahora no habrá tantas guerras mundiales con armamentos pero la influencia de lo que ocurre en una parte del planeta es muy importante en la globalidad y la guerra ahora es informática, de manipulación y de control de medios, de las ideas y aspiraciones de los colectivos. Si en un país que tiene minerales especiales para que funciones los smartphones se produce un problema esto puede afectar a la comunicación global (en la actualidad los smartphone están compuestos por más de 200 minerales, 300 aleaciones y más de 80 elementos químicos. Minerales que en algunos casos son raros y escasos y que actualmente no tienen sustituto claro. La explotación de esos materiales en ciertos lugares del mundo está causando graves problemas sociales, ambientales y de salud).[1]
Señala Ilya Prigogine[2] que el caos no es “caótico” e incluso algunos autores hablan del “caos determinista” pues en el fondo siempre el caos tiene un orden y una finalidad.[3] ¿Cuál es la finalidad del caos que originan las revoluciones? Evidentemente, hacerlas con un orden interno que al final consiga un “equilibrio” que ahora será el “nuevo equilibrio” dominado por los que promovieron la revolución. Como señala Toffler: “lo que todos sabemos: los políticos actúan más veces en defensa de sus intereses que en defensa de los intereses de los otros”.
En la misma naturaleza hay un orden en los estados de desequilibrio que está activo constantemente. “El no-equilibrio es fuente de orden de coherencia; entre las unidades surgen correlaciones. El no-equilibrio como origen de orden se presenta ya como uno de los principios más generales que podemos formular”.
Y el papel que cada uno de nosotros tenemos en el mantenimiento de los sistemas sociales durante los tiempos de cierto equilibrio o para ampliar las fluctuaciones es cada vez más importante. Como señala Prigogine: “una sociedad es un sistema no lineal en el que lo que hace cada individuo repercute y se amplifica por efecto del socius y resulta que esta no linealidad ha aumentado espectacularmente como consecuencia de la intensificación de los intercambios de todo tipo”. Y ya lo vivimos con la influencia de los diversos sistemas de redes sociales y mass-media sobre hábitos, costumbres e ideas o convicciones.
El trinomio flujo/función/ estructura, explica nuestro autor, “implica una retroalimentación evolutiva”. Es decir, la aparición de desequilibrios y estructuras disipativas y fluctuaciones dentro del sistema puede originar nuevas estructuras que a su vez modifiquen el flujo, lo que a su vez posibilita la emergencia de nuevas estructuras. Si las estructuras creadas (dentro del sistema) no encuentran inserción social de forma adecuada para ser procesadas, entonces, aparece un malestar y angustia que se observa en todos los niveles. Y hoy tengamos en cuenta como esos nuevos flujos emergentes son potenciados por el sistema de comunicación global.
A partir de cierta distancia del equilibrio, de cierta intensidad de los procesos disipativos -señala Prigogine- no se garantiza la estabilidad y podemos definir un “umbral”, una distancia crítica respecto al equilibrio, a partir de la cual el sistema se hace inestable y entonces una fluctuación puede eventualmente no remitir, sino aumentar. Cuando en vez de desaparecer una fluctuación aumenta dentro de un sistema más allá del umbral crítico de estabilidad, el sistema experimenta una transformación profunda, adopta un modo de funcionamiento completamente distinto… y surge un proceso de auto-organización, una estructura disipativa.
Estas estructuras disipativas que se nutren para subsistir del medio (diríamos hoy trasladándolo al mundo social, de la mass-media, de las redes sociales, de los medios de influencia…), esta fluctuación puede ser la que seleccione el cambio del sistema. Ya lo dijo G. Tarde en 1922: “para restituir al Poder su antigua estabilidad propia de las épocas en que no se charlaba fuera del estrecho círculo familiar habría que empezar por instaurar el mutismo universal”[4].
Hoy en día también hay quien opina que “los medios de comunicación han de tener control público” y existen países (muchos) donde hay (o se intenta) un estrecho control de la información “no conveniente”. Esto parece muy extremo, pero para quienes les interese el tema del “control de la información”, persuasión, tasa de conversión, inteligencia conductual, control de los algoritmos persuasivos o Time Well Spent, es interesante este video aquí
Volviendo a Prigogine, señala que esta concepción (estructuras disipativas, fluctuaciones) es aplicable a las ciencias humanas y lo estamos viendo actualmente en este siglo XXI por doquier. Y no nos confundamos, no hay “un sistema” un famoso “establishment” como sistema “reversible” automantenido, pues algunas de las fluctuaciones que aparecen constantemente en el “sistema” se amplifican y constituye una nueva totalización, estableciendo una unidad de régimen.
Y algo muy actual que aportó Prigogine “el hombre en devenir debe romper con la naturaleza identificada con una materia pasiva, sometida a leyes deterministas, carente de toda posibilidad de innovación y transformación… nuestro mundo es un mundo de cambios, de intercambios y de innovación…. El desarrollo demográfico, las condiciones sociales y económicas exigen de nosotros una nueva evaluación de la postura del hombre, de su sociedad y de sus relaciones con la naturaleza”. Y nosotros estamos en esa naturaleza no frente a ella.
¿Y el futuro?: Un colega de Prigogine (Weinberg) dio una conferencia titulada “El final del todo” que aunque nuestro autor considera que suena excesivamente pesimista no obstante viene a aportar que la ancestral idea de la estabilidad de la materia ha encajado un duro golpe. Actualmente, si transportamos estas ideas a nuestra situación planetaria, ciertamente, el mundo tal como se concebía solo hace 70 años ha cambiado radicalmente. La planetización de las sociedades y la intercomunicabilidad está originando fluctuaciones auto-organizadas no controladas o por lo menos no reconocidas en sus efectos a medio o largo plazo. Las creencias y los valores mutan muy rápidamente y hay que buscar mecanismos globales (aún no encontrados) generadores de orden a partir del desorden.[5] En este avance de estructuras disipativas que son “ciclos límites” conviven expansionadores y contractores del sistema y se origina, entonces, competitividad entre fluctuaciones (creencias, fines, medios…). Esta es la enorme tensión social que dificulta el acuerdo y nubla la convivencia.
Como señala el propio Prigogine: “Algunos conceptos encuentran explicación simultáneamente en las ciencias y en las humanidades. Uno es el concepto de “no linealidad” que es fundamental en el proceso de las estructuras disipativas pero también lo es para entender cualquier forma de sociedad… de seres humanos. Probablemente el único modo de definir la sociedad sea por medio de la existencia de procesos de realimentación no lineales, lo que significa que todo lo que hace un miembro de la sociedad repercute en el conjunto del sistema social… El comportamiento imitativo no lineal constituye igualmente la base de la descripción de la sociedad humana. Qué duda cabe que en nuestra época de explosión demográfica [y transcultural] no existe un solo problema de mayor entidad que la relación global entre individuo y sociedad”.
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Quien tenga interés en la obra de Ilya Prigogine hay un magnífico video de una entrevistaque le realizaron en 1997. (Tras la introducción que hace el filósofo Ricardo Forster la entrevista empieza a partir del minuto 8).
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[1] ¿Sabes de que está compuesto tu smartphone?
[2] Ilya Prigogine. ¿Tan solo una ilusión? Una exploración del caos al orden. Tusquets Editores, Barcelona, segunda edición, 1988
[3] El tiempo y la “historia” aclarará la “finalidad” del caos actual que estamos viviendo con la pandemia del Covid-19. Ahora se habla de la “nueva normalidad” cuando se supere esta pandemia
[4] G. Tarde. L´opinion et la foule, Alcan, Paris, 1922
[5] Utilizamos algunas frases propias de la obra de Prigogine pero modificándolas para el interés que nos ocupa.