EL PÁNICO Y LA SALUD


Juan Rojo Moreno

         El dios Pan es un dios de los pastores en la mitología griega (en la romana Fauno) pero es al mismo tiempo dios de las brisas del atardecer y amanecer, dios de la fertilidad y sexualidad y al mismo tiempo terrible y brutal con las personas que entraban en sus terrenos. Parte dios, parte animal, parte algo demoníaco, se relacionó con el temor y de ahí la palabra pánico.

Pilar Pedraza en su novela Pánikas [1] nos introduce en una situación en la que se une lo habitual y algo de costumbrismo junto a lo que nos desborda, lo psicótico y lo que nos da pánico. Como señala en el prólogo que hace de la obra Luis Pérez Ochando: “el título original de esta novela era, de hecho, `Surfeo en el infierno´ y en ésta se encuentra tanto el paraíso, la carne y el infierno… es una novela del cuerpo, un diario de la enfermedad, un cambio de un viaje iniciático… Pedraza busca los sagrado en las afecciones del cerebro, en los desequilibrios neuronales, en los fogonazos y apagones que tienen lugar dentro de nuestro cráneo”.

La obra de Pilar Pedraza nos sirve como referencia para plantearnos el modo de vida, nuestro modo cultural no como estructura sino como ser neurocultural que somos. La enfermedad psíquica puede originar una importante ruptura con el sentido que tenemos de la vida, pero también puede permitir al recuperarnos un perspectivismo del sentido del mundo en que nos encontramos inmersos. Como señala Sofía, la protagonista de Pánikas, al recuperarse: “tenía un corazón como todo el mundo… y era capaz de experimentar lo que es común a todos”.

La vivencia de normalidad es muy importante, en ese sentirse participe del sentido común o mejor comunitario (porque lo de sentido-común puede ser más complicado) pero si analizamos el contraste entre el enfermo psíquico que se encuentra preso, aherrojado,  por su biología alterada y el  sano al que supuestamente la biología le permite la libertad neurocultural vemos que no todo es tan claro.

Nuestra cultura “sana” es pánica: sensual y sexualizada, parte humana noble y bondadosa y parte animal que, como dice Sofía: “era profesora de literatura griega en un departamento universitario donde cada cual pugnaba por hacer infelices a los demás”. La parte animal del ser humano sigue siendo primitiva, intransigente, violentadora y egoísta de su terruño, de su espacio, de sus dominios, como el dios Pan.

Tenemos pánico a la enfermedad, al futuro, a que se destruya el planeta de un momento a otro, a quedarnos sin trabajo, sin casa, sin juventud sin…sin… pero ¡cómo podemos sobrevivir así sin echar a correr!, sin huir, aunque el deseo sea más de una vez de “dejarlo todo”, irse un fin de semana, una vacaciones… y “desconectar de todo”. ¿Cómo podemos sanamente sobrevivir?

Posiblemente ayuda estar solo en el «acto», en la sociedad kinética que no te permite parar. Como dice L. Abad Carretero en relación con este tipo de sociedad: “Esta cultura no es de unos cuantos sino que es de todos y no se ordena por la idea sino por la emoción y el sentimiento” (aquí).

Lo divino y  lo demoniaco, lo sagrado y lo mundano conviven en nosotros y solo la revolución científica nos ha dado la esperanza y la ilusión de que actuando, moviéndonos y con lo “objetivo” y demostrable a la vista tenemos en nuestras manos el Ser de la realidad.

Pero en nuestra evolución cultural otros dioses-demonios han configurado nuestra historia. Así, por ejemplo, Abraxas, que fue considerado el  dios supremo de los gnósticos, y del cual dice Herman Hesse: “delicia y espanto, hombre y mujer mezclados, lo más santo y lo más nefasto unidos, honda culpa palpitante bajo la más tierna inocencia; así era mi sueño de amor y así era Abraxas” (sobre abraxas escribí aquí).

Cuando tomamos conciencia del contacto con lo más profundo de nosotros nos asombramos de lo que somos. Ya C. G Jung cuando trataba a enfermos psíquicos realizaba con ellos un “proceso de individuación” que significaba  en primer lugar contactar y tomar conciencia de nuestra máscara que tenemos ante los demás y el mundo (pero que no es el todo de nosotros), en segundo lugar contactar con nuestro inconsciente individual (que denominó Sombra) en donde está todo lo que desechamos y consideramos horrible, falaz y reprobable pero que también somos nosotros y, en tercer lugar, el contacto con nuestra parte sexual complementaria (animus o anima) y con los arquetipos de luminosidad y grandeza (arquetipos luz y místicos). Todo  asombrosamente en uno, lo más cósmico y lo más mundano.

Este “asombro” también lo denota Pedraza en su novela cuando la protagonista contacta en sus visiones con el dios Pan: “no tuve miedo ni angustia, únicamente un maravilloso asombro… me sentí completa, entera, perfecta… pero (Pan) abrió los ojos y se clavaron en mi con la pupilas diabólicas y siniestras… y emprendí una carrera enloquecida en pleno pánico… había despertado en mí deseo y terror pánico”.

¡Cuánto miedo tenemos realmente a conocernos a nosotros mismos!

 Ese conócete a ti mismo suele conformarse con el conocimiento superficial, el de la conciencia del sí, que no admite, sino a regañadientes, lo perverso que todos tenemos, que no admite que la evolución del uno mismo no es solo por caminos “objetivos” o conscientes y deseables.

Nuestra sociedad se conforma repudiando a los malvados, a los que hacen crímenes y agresiones brutas, pero no siempre sus componentes -el ser humano neurocultural- se plantea que muchos de esos instintos gravosos están en ellos mismos aún sin digerir, solo aplacados. Como me decía un profesional de la conducción, si él pudiera arreglaría el tráfico de la ciudad con un lanzallamas quemando a todos los que aparcaran en segunda fila. No sé cuánto podía ser en broma pero seguro que si pudiera, si la estructura lo dejara por un día, lo haría. En la película distópica “The Purgue” se plantea esto .

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El dios Pan no ha muerto, titula Pilar Pedraza el último de los capítulos de su novela Pánikas. Y en nuestra cultura kinética sobre esto quizá sea necesario también reflexionar.

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[1] Pilar Pedraza. Pánikas. Ediciones El Transbordador, 2019. Nos va a servir como cifra de referencia pero no hacemos un resumen de la misma, solo extraemos algunas referencias que nos sirven a nuestro propósito. Recomendamos la lectura de la obra original.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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Una respuesta a EL PÁNICO Y LA SALUD

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