PSIQUIATRÍA Y EL ÁREA DE SUCESOS
Juan Rojo Moreno
La administración del legado de Stephen Hawking publicó a título póstumo en 2018 el último libro en que trabajaba el conocido físico teórico: Breves Respuestas a las Grandes Preguntas.[1] No vamos a hacer un artículo sobre sus propuestas desde la física y su cosmovisión pues el libro es muy entendible para el público interesado, pero algunas de sus aportaciones nos son válidas para hacernos también interesantes preguntas, aunque quizá no tengamos claras respuestas, en medicina y en este caso en psiquiatría.
Haremos un paralelismo entre lo que ocurre en el cosmos y su equivalente en la enfermedad mental.
Cuando una persona tiene una enfermedad mental lo que más llama la atención son sus síntomas. Unos se llaman síntomas homónimos (en la ansiedad o en la depresión) porque las personas sana puede decir que también “en pequeño” o en menor cantidad o calidad los padece. Pero la realidad es que si bien una persona sana a veces ha podido estar nerviosa o triste, no obstante, en las personas con enfermedad ansiosa o depresiva esa ansiedad, esa tensión, esa rumiación o ese desánimo o pérdida de ilusión o repercusión emocional de las cosas que le rodean, no tiene comparación con lo que siente una persona sana. De ahí la incomprensión hacia estos pacientes.
Los pacientes que padecen síntomas heterónimos (fundamentalmente en las psicosis) delirios o alucinaciones sufren de vivencias que las personas sanas no suelen tener “un poquito”. Nadie sano tiene “un poquito” de delirio de Sosias o de Capgras en el que se vivencia que han sustituido a tus padres o familiares por otras personas o seres. De ahí que estos pacientes sean los más estigmatizados
Bien, esto es lo que más llama la atención de los pacientes, pero muchas veces no nos damos cuenta que cuanto más enfermo se encuentra un paciente más aumenta la afección que tiene la familia, más se afecta la convivencia y la relación con ellos cada vez es más complicada (vamos a llamar a esta relación el área del horizonte de sucesos o área de sucesos). Cuanto más se afecte la relación, cuanto más se afecte al trabajo y las relaciones con la sociedad, mayor va ser lo caótico de esa convivencia o de esa área del horizonte de sucesos.
Por supuesto si algún otro familiar sufre de alguna enfermedad psíquica o de inestabilidad emocional no se suman las dos áreas de sucesos, es decir los dos campos convivenciales sino que el conjunto va a ser mucho mayor que la suma individual de cada uno de ellos.
Es cierto que existen las Asociaciones de Familiares de Enfermos Mentales (AFEM), pero muchas veces nos preocupamos en psiquiatría más de curar los síntomas de la enfermedad y no damos tiempo en nuestras consultas a valorar bien cuál es el caos y la carga de trabajo que existe en el entorno familiar o convivencial, que puede ser muy elevada y las dificultades de comunicación que hay en esa área del horizonte de sucesos.
En cierto modo Hawking dice algo así cuando habla de los agujeros negros: “el área de la superficie del horizonte de sucesos -el borde de un agujero negro- tiene la propiedad de que siempre aumenta cuando materia o radicación adicionales caen en él. Además si dos agujeros negros chocan y se fusionan en un único agujero negro, el área del horizonte de sucesos del agujero negro resultante debe ser mayor que la suma de las áreas de los horizontes de sucesos de los agujeros negros originales”.
La relación entre los pacientes y su entorno, los amigos, los familiares y los intentos por aguantar trabajando, cuando aún se mantienen en el puesto de trabajo, no está exenta de la información y de los esfuerzos para mantener la comunicación. Pero si bien puede no faltar en muchos casos los ensayos comunicativos, estos no son muy útiles. La información y la comunicación que intenta el paciente no se realiza con la fluidez de una interrelación normal El fondo de los ensayos comunicativos tiene una estructura caótica, no porque el paciente sea caótico sino porque el espacio de contacto, el área del horizonte de suceso, es caótico.
Y algo semejante dice Hawking en relación con los agujeros negros: “hallé que los agujeros negros emitían partículas y esa emisión era exactamente la que se necesita para identificar el área del horizonte de sucesos del agujero negro con su entropía. La entropía es una medida del desorden de un sistema”.
Otra cuestión que se plantea Hawking es si existe Dios. En resumen, el problema es que hay cosas que pueden aparecer de la nada -considera que el Big-Bang apareció de la nada- y es conocido como los protones en el mundo cuántico, y también otras partículas, no siguen las leyes del mundo macro y pueden aparecer de la nada, existir un rato y volver a desparecer “a la nada” y volver a aparecer en otro lugar.[2]
Nuestro desconocimiento sobre cómo funciona realmente el mundo cuántico es algo parecido a lo que ocurre en medicina que cuando nos preguntamos el porqué de una enfermedad o del porqué no hay respuesta a un tratamiento. Cuando llegamos al tercer porqué del porqué ya suele terminarse con que “es así”, es la constitución, es una disposición, etc. Y en psiquiatría estamos más o menos igual.
Conocemos cosas de los neurotransmisores cerebrales pero en cada paciente no sabemos cómo están esos neurotransmisores en concreto ni sabemos las causas. Sabemos más sobre la serotonina y sobre la dopamina y cómo actúan los fármacos antidepresivos serotoninérgicos y los antipsicóticos sobre la dopamina que realmente qué les pasa a los pacientes depresivos o psicóticos. Sabemos más sobre los medicamentos y su función que sobre qué les ocurre realmente a los neurotransmisores de cada paciente.
Cuando tengo un paciente depresivo delante y le prescribo un antidepresivo y en quince días se ha recuperado espectacularmente, puedo apuntar qué condiciones tenía ese paciente y luego cuando viene otro semejante darle el mismo antidepresivo, pero de forma directa en la mayoría de las ocasiones no funciona. El Profesor Rojo Sierra, que fue catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Valencia, recogió múltiples casos de pacientes depresivos y ansiosos “típicos” y que habían respondido muy bien a la combinación de algunos psicofármacos y también valoró sus circunstancias psicosociales. Cuando otro paciente tenía las mismas características psicopatológicas y forma de empezar el cuadro y factores equivalentes utilizaba la misma unión de psicofármacos y pronto dejó de hacerlo: ¡no funcionaba! Cada paciente es un novum y, como el protón, los síntomas aparecen en muchos cuadros endógenos “de la nada” (sin relación con causa externa) y les damos una medicación y al igual que la partícula, desaparece la enfermedad (a la nada) o igual, sin que sepamos por qué, vuelve a aparecer recurrente al cabo de un tiempo “de la nada”.[3]
Me parece que un importante avance en el tratamiento de nuestras enfermedades psiquiátricas se hará mediante un salto no ya solo cuantitativo, de nuevas medicaciones, sino cualitativo cuando descubramos cómo el mundo cuántico está actuando con nuestra salud y en nuestra enfermedad. Estoy convencido que hay una conexión entre estos dos mundos, macro y micro (que son uno mismo aunque conozcamos menos el micro) y que la salud y la enfermedad están relacionadas con el equilibro o el caos entre ellos. Tendremos que descubrir leyes de esta interacción fundamental, que aún no conocemos, y además como dicen Hawking: “una ley no es una ley si solo se cumple a veces”.
En medicina ocurre en cierto modo como en física. Las leyes grandes las conocemos. En medicina los tratamientos y los pronósticos los conocemos pero el Principio de Incertidumbre o de indeterminación (Heisenberg) sigue existiendo en cada acto médico.
En el caso de la física, señala Hawking el que no existiera la necesidad de aplicar este principio de incertidumbre es el gran desafío que aún no ha resuelto.
También en Ciencias de la Salud eso quisiera la denominada “medicina de la evidencia” o de las pruebas, pero al igual que ocurre en física aún no se ha resuelto.
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[1] Stephen Hawking. Breves respuestas a las grandes preguntas. Editorial Crítica, 2018
[2] Para Hawking preguntarse si Dios ha creado el universo no tiene sentido pues antes del Big Bang el tiempo no existía y por lo tanto no había un tiempo en que Dios pudiera hacer el universo. Aunque, como curiosidad, según el obispo Ussher, el libro del Génesis sitúa el principio del tiempo en el atardecer del 22 de octubre de 4004 a.C a las 6 de la tarde.
[3] Conozco el trabajo personal que hizo M. Rojo Sierra en este campo y sus ensayos ya que fue mi padre y maestro.
Está genial el post, yo diría desde mi poca experiencia como futura psicóloga, pero gran experiencia de un familiar con años y años de depresión que desde la psicología y la psiquiatría en conjunto se puede lograr el bienestar de este tipo de pacientes.Gracias
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