BIO-TECNO-HUMANOS. ¿EVOLUCIÓN O MUERTE?


(evolución humana y tecnología)

Juan Rojo Moreno

         En otras ocasiones he hablado sobre tecnohumanos y ciberhumanos pero leyendo el libro póstumo de Stephen Hawking Breves Respuestas a las Grandes Preguntas el planteamiento se hace más cruel o si queremos más explícitamente realista.[1]

         Nuestra evolución actual es neurocultural (sobre el yo neurocultural ya hablé aquí ) y la realidad es que la información útil en nuestros genes es algo así como de cien mil millones de bits y en este sentido señala Hawking en el ser humano se puede transmitir la información de aproximadamente cincuenta libros de Harry Potter, pero en una gran biblioteca puede haber hasta cinco millones de libros y la información transmitida por libros o por internet es hasta cien mil veces mayor que en el ADN.

         Nuestra evolución biológica es muy lenta y necesita miles y cientos de miles de años para que se noten cambios significativos, mientras que en el mundo de la comunicación de internet, de las redes sociales, en el mundo en el que en nuestra cultura aceptamos creencias, modelos y los transmitimos a las generaciones cercanas, esto supone que en pocos miles de años hemos evolucionado mucho por información externa y nuestra evolución ya no solo es genética sino neurocultural.

Por esto dice Hawking: “algunas personas usarían el término `evolución´ solo para el material genético transmitido internamente pero somos más que nuestros genes… puede que no seamos inherentemente más fuertes o más inteligentes que nuestros antepasados cavernícolas pero lo que nos distingue de ellos es el conocimiento que hemos acumulado durante los últimos 10.000 años y sobre todo durante los últimos 300… creo que es legítimo tener una visión más amplia e incluir la información trasmitida externamente así como también la del ADN, en la evolución de la especie humana”.

         Otro problema es valorar qué beneficios (más allá de los que el progreso ha originado en la mejora de las condiciones de vida en buena parte de la humanidad) ha tenido el ser humano en valores y en “humanidad” cuando se ha ido produciendo esta avalancha de información interconectada. Vemos cómo es fácil “manejar” la información y crearnos creencias que, como señalaba Ortega y Gasset, no son ya pensadas y razonadas sino asumidas como verdades o asimiladas como ciertas.

En 1968 Erich Fromm citaba a Zbigniew Brzezinski: “en la sociedad tecnotrópica el rumbo lo marcará la suma del apoyo individual de millones de ciudadanos incoordinados que caerá fácilmente dentro del radio de acción de personalidades magnéticas y atractivas, quienes explotarán de modo efectivo las técnicas más recientes de comunicación para manipular las emociones y controlar la razón”[2]

En todas las épocas de la historia ha habido personas que han desarrollado una mayor sensibilidad interhumana y mayor sensibilidad en comprender la alteridad, pero al mismo tiempo han existido los que solo han realizado el esfuerzo de adaptarse a las exigencias de su tiempo concreto y han seguido las directrices que su stand adaptativo les exigía. ¿Ha cambiado esto con la intercomunicabilidad? ¿O solo se ha mejorado que los influjos y los “influencer” puedan ser más globales y no solo en el terreno o espacio en que se habita?

La información nos desborda, la tecnología cada vez nos controla más pero parece que nos agrade esta situación de dependencia. En el siglo XVIII se dijo que había un hombre que había leído todos los libros escritos, hoy en día es imposible estar siquiera “al día” de la información diaria.

Pero el problema sigue igual en nuestro desequilibrio entre la avalancha de información y creación de creencias por una parte y nuestro bagaje de instintos arcaicos por otra, y por esto Hawking señala como un peligro sigue siendo que “todavía tenemos los instintos y especialmente los impulsos agresivos que tuvimos en los días del hombre de las cavernas”.

Cuando más a prueba se ponen nuestros impulsos agresivos es cuando hay conflictos sociales, o armados. Miremos nuestra sociedades modernas y la violencia que aparece en manifestaciones y cuando se plantean conflictos diversos. Si hubiese, -que parece impensable-, un conflicto armado entre nuestros países “civilizados” qué pronto nos daríamos cuenta que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. Ya ocurrió en los primeros años del siglo XX y en 1914 la sociedad moderna pensaba que no se iban a repetir las “antiguas” guerra entre países: ¡equivocación! Pues pronto vino la Primera y la Segunda Guerra Mundial además de las guerras de Vietnam, etc. en donde la crueldad humana alcanzó sobre la población civil límites anteriormente nunca alcanzados.

La solución que entiende Hawking ha de sobrevenir es la corrección genética, la biomejoración: “modificando tanto la inteligencia como los instintos, por ejemplo el de la agresividad”.

No es que Hawking esté a favor o en contra de esto, es que considera que es imparable. Y todos nos podemos preguntar: si se consigue que nuestros hijos tuvieran mejor memoria o fueran genéticamente más resistentes a enfermedades ¿nos opondríamos? Podemos decir que sí, pero ¿y si un país lo hace con todos los recién nacidos? Entonces ese país tendría una población superior en general al resto de la humanidad ¿se opondrían los otros países? o cuando hubiera un segundo país que lo hiciera ¿no aparecería pronto un tercer país? Estamos hablando de países, pero imaginemos esto mismo en relación a colectivos. ¿No dividiría a la sociedad y a la humanidad entre los mejorados y los no mejorados? Hawking ya señala que surgirían problemas políticos importantes con los humanos no mejorados pero a la vez aparecería una carrera para estar más mejorado.

Quizá en el fondo a todos nos gustaría el biomejoramiento, pero al mismo tiempo frente a este posible ideal aparece el miedo del hombre por el hombre y de lo que es capaz de hacer contra sí mismo y contra los demás.

Esto lo prevé Hawking como una significativa posibilidad si no se suicida antes la humanidad y hace inhabitable el planeta, sin que él defienda o no la ingeniería genética. Pero sería como compensar en la balanza el plato de la tremenda y compleja información (externa) con un nuevo ADN evolucionado en complejidad (interno). Entonces la evolución neurocultural se equilibraría ganando exponencialmente en potencia.

Es una forma, señala nuestro autor, para que podamos contrarrestar a nivel biológico el gran avance de los sistemas electrónicos y de Inteligencia Artificial.

¿Nos sobrepasará la Inteligencia Artificial? Se pregunta así mismo Stephen Hawking. Da igual que pensemos en 100 años o en 200 o en 500, a la velocidad que se está desarrollando la computación cuántica (y lo que ha de venir) la Inteligencia Artificial (IA) está creando su propia historia y cuando miramos mucho tiempo la historia del hombre “seamos sinceros, es sobre todo la historia de la estupidez”.

 El riesgo  real de la IA, señala nuestro autor, no es su maldad sino la competencia: “una IA superinteligente será extremadamente buena en el logro de sus objetivos, y si estos objetivos no van en la dirección de los nuestros tendremos problemas”.

Acaba Hawking el capítulo sobre Inteligencia Artificial diciendo que “nuestro futuro es una carrera entre el poder creciente de nuestra tecnología y la sabiduría con que la usemos. Asegurémonos de que gane la sabiduría”.


Ya anteriormente hablé sobre Humanismo, Conectivismo y Dataísmo (aquí)  y uno tras otro autores nos están previniendo de este problema. La primera Revolución Industrial sustituyó la fuerza viva (de los animales y del ser humano) por la mecánica. Obligó a adaptaciones y desaparecieron ciertas profesiones, pero se crearon muchos puestos de trabajo industrializados. La actual segunda Revolución Industrial, la Tecnológica, la de los datos, la de la comunicación y la Inteligencia Artificial, también hará desaparecer profesiones pero necesitará menos gente para los trabajos en un planeta que sigue creciendo en miles de millones de personas (7.900 millones ahora) (un reloj de población mundial en tiempo real aquí) y será de 9.900 millones en 2050.

Si no aparece una energía nueva, o de fusión u otra, o un descubrimiento revolucionario, o por otra parte si no suicidamos a la humanidad en el planeta, entonces, o “gana la sabiduría” como señala Hawking o siguiendo con nuestra historia de estupidez la humanidad evolucionará  cruelmente disonante.[3]

Pero como dice el Eclesiastés 9:4 “Aún hay esperanza para todo aquel que está entre los vivos”.



[1] Stephen Hawking. Breves respuestas a las grandes preguntas. Editorial Crítica, 2018.

[2] Erich Fromm. La revolución de la esperanza. Editorial Fondo de Cultura Económica, México 1968 (primera edición en español, 1970)

[3] Para quien tenga interés, otros artículos que he desarrollado sobre estos temas han sido “Hand Connected” (aquí) , “Neurosis y paranoia en tecnohumanos y ciberhumanos” (aquí)  o cuestionando la bondad del Big Data “El hombre matematizado” (aquí)

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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