PRAGMATISMO


Juan Rojo Moreno

El pragmatismo es una escuela filosófica creada en los Estados Unidos a finales del siglo XIX por Charles Sanders Peirce, John Dewey y William James.​ Su concepto de base es que solo es verdadero aquello que funciona, enfocándose así en el mundo real objetivo.

En 1907 se publica el libro de William James “Pragmatismo: un nuevo nombre para algunos viejos modos de pensar”, en el que resumen lo esencial de su filosofía. [1] El primer uso impreso del nombre de pragmatismo fue en 1898 por W. James, quien atribuyó a Peirce el haber acuñado el término en 1878 (sobre el pragmatismo información aquí).

W. James fue uno de los mejores difusores de esta corriente pues tenía formación tanto filosófica como psicológica así como en ciencias naturales (siendo médico aunque no ejerció).

Durante muchos años, pasados los primeros del siglo XX, pareció que el pragmatismo como corriente perdió fuerza, al adquirir especial relevancia, en esa época de grandes cambios e innovaciones, el empirismo (enfatiza el papel de la experiencia, ligada a la percepción sensorial, en la formación del conocimiento) y más adelante el positivismo (afirma que el conocimiento auténtico es el conocimiento científico y que tal conocimiento solamente puede surgir de la afirmación de las hipótesis a través del método científico).

Aunque no ha dejado de influir en los campos de la Lógica, Ética, Metafísica, Filosofía de la mente, Ciencias Sociales, Feminismo y Urbanismo, entre otros campos, en este siglo XXI adquiere de nuevo especial importancia. Nos recuerda la frase de Deng Xiaoping : «No importa que el gato sea blanco o negro; mientras pueda cazar ratones, es un buen gato»  (luego repetida en España por el Presidente Felipe González).

El pragmatismo considera solo qué efectos concebibles de orden práctico  se originan. A priori no se rechaza ningún concepto ni el de Dios, el Absoluto, la Materia, la Razón, pero como lo que se va a valorar en cada caso es su fin práctico, “las teorías” llegan a ser instrumentos pero no respuestas a enigmas.

El pragmatismo, dice James, no tiene prejuicios a priori contra la teología. Si las ideas teológicas prueban poseer valor para la vida, serán verdaderas en la medida en que lo consigan. No tiene dogmas ni doctrinas, excepto su método: “no supone resultados particulares sino solamente una actitud de orientación, la actitud de apartarse de las primeras cosas, principios, “categorías”, supuestas necesidades, y de mirar hacia las cosas últimas, frutos, consecuencias, hechos” (que se consideran útiles, prácticos).

Pero W. James se opone a que se considere el pragmatismo como una especie de racionalismo (que acentúa el papel de la razón en la adquisición del conocimiento) señalando: el pragmatismo quiere hechos, el racionalismo abstracciones, el pragmatista habla de las verdades en plural, sobre su utilidad y suficiencia, del éxito de su “actuación”, todo lo cual a la mente típicamente intelectualista le parece una grosera clase de verdad”.

También podemos preguntarnos si no estamos repitiendo en la historia de manera cíclica las mismas cosas (cierto con el fondo cultural, social y de progreso diferente en los distintos siglos). Las mismas épocas de contracción y disolución social… es decir el eterno retorno  .

En relación con esto W. James se plantea la posibilidad del libre albedrío, señalando que éste, pragmáticamente, significa novedades en el mundo, el derecho a esperar que en sus más profundos elementos como en sus más superficiales fenómenos el futuro no se repita imitando idénticamente el pasado. El libre albedrío es una teoría cosmológica general de promesa, carece de significado a menos que sea una doctrina de consuelo.

Cierto que nos podemos plantear y discutir la vivencia individual de tener libre albedrío para hacer elecciones propias en nuestra vida, en la libertad que señalaba Sartre hasta las últimas consecuencias, pero más allá de entrar en esta discusión lo que nos planteamos es si el ser humano en los últimos 2000 años ha cambiado algo en sus raíces estructurales para que “en sus más profundos elementos como en sus más superficiales fenómenos el futuro no se repita imitando idénticamente el pasado”. Yo en esto no estoy nada seguro.

Y si nos fijamos en los movimientos sociales en los diferentes países solo en lo que va del siglo XXI vemos la repetición de periodos anteriores, con idéntica caladura. Quizá la única diferencia es que la información ahora es corrediza y tiende, a pesar de los intentos de manipulación, a imponerse contrastada en la globalidad.

Pero la planetociedad supercomunicada también tiene problemas. Aún no hemos pasado el “sarampión” de la hipercomunicabilidad. Nos vemos desbordados de datos, de mensajes y de información. En cierto modo tenemos una cierta perplejidad de nuestro stand. La verdad se nos escapa y no sabemos a dónde agarrarnos que dure algo de tiempo. En EEUU el coste de la adicción a la hipercomunicabilidad es caro. Cada vez mueren más personas atropelladas por este motivo: distracted walking.

En este mundo tan comunicado, la verdad y qué es verdad se ha relativizado tanto que a veces en poco tiempo nos la presentan argumentativamente de forma opuesta. Cierto que la verdad, como señala W. James: “descansa en su mayor parte sobre su sistema de crédito. Nuestros pensamientos y creencias “pasan” en tanto no hay nadie que los ponga a prueba, del mismo modo que pasa un billete de banco en tanto que nadie lo rehúse. Las verdades emergen de los hechos, pero vuelven a sumirse en ellos de nuevo y los aumentan: esos hechos, otra vez, crean o revelan una nueva verdad y así indefinidamente. Los hechos mismos, mientras tanto, no son verdaderos. Son, simplemente. La verdad es la función de las creencias que comienzan y acaban entre ellos”. [2]

Pero ahora, en nuestros tiempos hay tantos y tantos hechos, tantas perspectivas para argumentar el mismo hecho, tanto marketing e ingeniería de la comunicación para mostrar lo que interesa de cada hecho relevante que son muchas verdades las que emergen de los hechos para sumirse de nuevo en ellos. Dice James que “la verdad es la función de las creencias que comienzan y acaban entre los hechos”. Pero ahora nuestro sistema creencial está en un constante estado sísmico por lo que los hechos no comienzan y no acaban desde nada estable ni seguro.

Los hechos “son, simplemente”, dice James, pero actualmente excepto los más objetivos naturales (un terremoto, un tsunami…) la mayoría de los hechos vitales que constituyen nuestra relación de otredad social pueden llegar a no “simplemente ser”, pues se suplanta el hecho por la interpretación del hecho, por la forma de comunicarlo (de nuevo la comunicación) y la fuerza a favor o en contra desde la “mass media” en relación con la interpretación del hecho.

Parece que este siglo XXI es muy pragmatista: igual se utiliza el positivismo, el empirismo o el racionalismo, según convenga, para justificar el sentido de lo que se propone. Y el pragmatismo consiste en eso, en no aferrarse a ninguno de estos métodos ni identificarse con ellos, pero no los anula si en momentos determinados son “prácticos”, útiles (según los principios pragmatistas -señala James- no podemos rechazar hipótesis alguna si de ella se desprenden consecuencias útiles para la vida).

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En la introducción que se hace a la edición de la obra que hemos tenido de referencia de W. James, posiblemente el traductor Luis Rodríguez Aranda o el editor (nadie firma esa introducción) señala que si bien en gran parte las contribuciones de James a la psicología y como científico de laboratorio han quedado superadas, no obstante el paso del tiempo ha agregado motivos de interés para acercarnos a su trabajo filosófico cuyo núcleo es el pragmatismo.

Y creo que no solo es de interés sino que está renaciendo con fuerza, aunque no se identifiquen explícitamente los que lo utilizan en amplios entramados sociales, económicos y de corrientes diversas. En la última mitad del siglo XX el péndulo de la historia se cargó mucho de positivismo, con grandes avances aplicados desde la ciencia y aunque aún sigue este avance, no obstante, los choques culturales, las migraciones a Europa desde África y Medio Oriente, el famoso “muro” de EEUU con México, la migración actual en Latinoamérica a países cercanos, etc., está originando, como ya señalé, que nuestro sistema creencial esté en un constante estado sísmico. Esto origina perplejidad, origina desconfianza y quizá fácilmente origina que se ofrezcan soluciones o ideas “entre aguas”. Quizá por esto el pragmatismo está modificando el movimiento pendular histórico.

Ya veremos hacia donde se dirige el péndulo histórico cuando se quiere usar el pragmatismo no como un método de comprensión, sino como un método de acción “global”: el tiempo lo dirá.

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[1] William James. Pragmatismo. Un nombre nuevo para viejos modos de pensar. Va a ser nuestra obra cifra de referencia. Utilizamos la edición de SARPE, Madrid,  1984.

[2] Para W. James la cuestión ¿qué es la verdad? no es una cuestión real (ya que no es relativa a ni ninguna condición) y toda la noción de la verdad es una abstracción del hecho de las verdades, en plural, una simple frase sumaria y útil.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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