Juan Rojo Moreno
Alexandra David-Neel escribe esta obra en 1961 (edición francesa) que es publicada al castellano en 1970 (Argentina) y a la que existe acceso libre en PDF. Nos va a servir como cifra de referencia. [1]
Ciertamente la autora ya nos avisa en el Prefacio a la Primera Edición que lo que nos va a mostrar es un “reportaje” que refiere a lo que se denominan las “enseñanzas secretas”, es decir, las que se transmiten de una manera no tan oficial como otras, y entre sus aportaciones recogeremos algunas que nos han servido para este comentario.
Comenta la autora que difícilmente se podrá escribir en el futuro un libro como este pues la ruidosa civilización también ha llegado al Tíbet dispersando a doctos meditadores y ermitaños contemplativos. Cierto, en un mundo interconectado, planetizado, parece que el hacer es mucho más importarte que el contemplar y la preocupación por el tener también mayor que por el Ser. Aunque yo no soy tan pesimista. Antes las ideas y la expresión de la reflexión quedaban restringidas a muy pocas personas e incluso a zonas geográficas concretas. Así ocurrió con la época intelectual dorada francesa, alemana, etc. en las que solo se citaban, y al parecer casi solo conocían, a los propios del país o lengua y poco más. Hoy en día podemos comunicarnos a nivel mundial gracias a la RED y comprar libros ya agotados o leerlos gratis en internet.
Pero por otra parte la nueva filosofía que más cala en el mundo no es la que proviene de “los filósofos” sino de físicos o del mundo audiovisual. Con cierta razón le decía un erudito tibetano a David-Neel: “hábleles de verdades profundas, bostezan, y si se atreven la dejan sola, pero basta referirles absurdas fábulas, son puro ojos y oídos”. Quizá hoy en día en el mundo de ficción se nos presenta, de manera agradable, muchos aspectos filosóficos que son más o menos digeridos por poblaciones abundantes. ¿Quién ha visto 2001 una Odisea del Espacio o Matrix, Avatar, Yo Robot o Divergente? Plantean curiosos problemas sobre estados de conciencia. Igualmente podríamos preguntar ¿Quién ha leído a Kant, a Kierkegaard, Sartre, Jaspers o Heidegger? Por no nombrar los clásicos. Si contamos los que han levantado la mano en un grupo y otro seguro que hay notable diferencia.
Porque “la humanidad se agita en el torbellino del mundo y en él encuentra su placer…” le decía el maestro. Y quizá hoy en día en ese torbellino es donde tenemos que acuñar las nuevas ideas filosóficas para que impregnen a esta humanidad acelerada, pero que es la que realmente patentiza el Ser. La filosofía del Ser no puede ser solo un proceso de individuación aislado, o con algún otro, ha de ser un cambio más o menos colectivo, y es en ese torbellino que ha de producirse, o no se producirá.
Ciertamente, las enseñanzas secretas y alcanzar el “ver más allá” (vista profunda, lhag thong) están destinadas a aquellos que están dotados de una inteligencia superior, excelente: “lotos cuyas flores se levantan por encima del agua”.[2]
¿Pero de qué clase de inteligencia estamos hablando? Está claro que si ibas al Tíbet y te aceptaban, la inteligencia tenía el filtro “escolar” pues el contacto era muy directo con el o los posibles maestros. Pero ahora por la intercomunicabilidad te encuentras múltiples facetas intelectivas emocionales y espirituales en personas con una agudeza, penetrancia y capacidad de absolver nuevas concepciones del mundo que no habría sido posible con un filtro escolar como el que existía antiguamente. Son los nuevos retos de los grupos ocultos que la intercomunicación plantea.
La adquisición de la vista profunda o penetrante no consiste en aprender ciertas cosas al alumno, en descubrirle ciertos secretos, sino en indicarle los medios de aprenderlos y descubrirlos él mismo. ¡Dudad! Es el primer principio básico. La duda inicia a la búsqueda y la búsqueda es la vía que lleva al conocimiento.
¿Y qué nos muestran las enseñanzas secretas respecto al mundo y al cosmos?
Que todo es movimiento. Los objetos que nos aparecen no son sino movimiento (sucesión continua e infinitamente rápida de destellos de energía). El universo es movimiento y ese movimiento está hecho de contactos. Los contactos y sus efectos son el universo.
Y a partir de aquí todas las cosas que queramos elucubrar no van a ser sino eso, elucubraciones de nuestro espíritu. Los objetos sobre los que podemos pensar carecen de toda existencia real. Aunque todo va a estar interdependiente: “no hay en absoluto producción real, no hay sino interdependencia”.
La teoría de los orígenes interdependientes está íntimamente ligada a la de la instantaneidad de todos los fenómenos ya que éstos consisten, como hemos dicho, en destellos discontinuos de energía. Pero no quiere decir que éstos hayan engendrado a aquellos que surgen, pues los destellos de energía no tienen duración alguna que pueda permitirnos un acto real de producción. Por esto remarca David-Neel que “no aparece cosa alguna que se haya producido por si misma… pero la teoría de los Orígenes interdependientes apunta a esclarecer simplemente la existencia pasajera de ciertos fenómenos para que tal otro fenómenos llegue a existir”.
Esto no quiere decir que haya causas tal como las entendemos en física clásica sino que existe una conjugación, coexistencia e interdependencia y existe un fenómeno por el otro.
Aunque todo esto pertenece al Conocimiento milenario transmitido de maestro a discípulo, desde la antigüedad, pronto vemos que en la actualidad nos está resonando lo mismo cuando se habla en mecánica cuántica del Entrelazamiento Cuántico : “es un fenómeno cuántico, en el cual los estados cuánticos de dos o más objetos se deben describir mediante un estado único que involucra a todos los objetos del sistema, aún cuando los objetos estén separados espacialmente. Esto lleva a correlaciones entre las propiedades físicas observables. Esas fuertes correlaciones hacen que las medidas realizadas sobre un sistema parezcan estar influyendo instantáneamente en otros sistemas que están enlazados con él, y sugieren que alguna influencia se tendría que estar propagando instantáneamente entre los sistemas, a pesar de la separación entre ellos”.
Subyace la propiedad física de la no separabilidad y es la base de tecnologías tales como la computación cuántica o la criptografía cuántica, y se ha utilizado en experimentos de teleportación cuántica. Y ya incluso se ha llevado experimentalmente este fenómeno a nivel de elementos macroscópicos.
A partir de aquí será más fácil comprender por qué vemos a estos espirituales rezando u orando por la humanidad (en el cristianismo tiene otro sentido pues es a través de Dios que se conseguiría que “se hiciese su voluntad”).
En el budismo toda acción física, mental o espiritual da lugar a una emisión de energía. Este ergón (la expresión consagrada sería “semilla”) al igual que todas las energías materiales tiende, en circunstancias favorables, a producir “algo que existe”.
De este modo los “ergones” (energía-fuerza) proyectadas en el universo por el deseo, el amor, el odio, los sentimientos, tienden a reproducir “ergones” semejantes ya sean psíquicos o materiales: “no hay ni un grano de arena ni una brizna de hierba que no sea emisor de energía (“simiente”) por la actividad de su vida física, e igualmente para la actividad de una vida psíquica… no se produce el menor movimiento -en este mundo que es movimiento- sin que ese movimiento desencadene otros movimientos, otras manifestaciones de energía”. Por esto, todos nuestros movimientos físicos o mentales son el fruto de otros movimientos que provienen de todo el universo y que repercuten en todo el universo.
Como son muchos los actos y “ergones” (energía-fuerza) que intervienen en la aparición del nuevo acto, nunca el pasado se repetirá aunque pueda estar estructurando el futuro pero nunca será el mismo.[3]
Al estar todo conectado, con arreglo a las enseñanzas reservadas -señala David-Neel- es preciso llegar a comprender que no hay una corriente que sea mi espíritu, sino una corriente única que es el conjunto de la actividad mental que obra sin punto de partida cognoscible… todo es colectivo”.
Esto también nos recuerda al Inconsciente Colectivo de C. G Jung cuando señalaba que en él existen contenidos anímicos autónomos que son actuantes en nuestra vida cotidiana, arquetipos que son “la expresión psíquica de la identidad, de la estructura del cerebro, que trasciende todas las diferencias raciales”.
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Alexandra David-Neel profundiza en su obra en muchos aspectos complejos del budismo y de las enseñanzas secretas: en el Vacío, en la Vía y la Liberación, etc. Pero aunque el contexto cambia, y también el lenguaje, en Occidente filósofos y existencialistas removieron las mismas conclusiones que desde milenios se patentizaban en otras culturas. Quizá el atractivo actual por las filosofías Orientales viene dado porque, dentro de su enigma, el lenguaje es más directo que muchos de nuestros existencialistas que escribían para ser leído por personas muy comprometidas con ese lenguaje. Quizá por esto ahora el lenguaje multimedia tenga más calado aunque realmente no sabemos si tendrá más penetrancia vital.
Si seguimos mirando la historia hasta hoy mismo el mundo está como está y, cierto, estamos interconectados pero no sé si realmente a nivel de la tan polémica “naturaleza humana” hemos avanzado algo.
En este sentido Alexandra David-Neel aporta su esfuerzo al acercarnos, con un lenguaje comprensible y bien explicado, las más profundas y complejas ideas de esas enseñanzas milenarias que ella tuvo la oportunidad de conocer.
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[1] Alexandra David-Neel. Las enseñanzas secretas de los buddhistas tibetanos. Editorial Kier, Buenos Aires, segunda edición, 1976.
[2] Literalmente lhag thong, señala David-Neel, significa ver “más”, ver “más allá”, más allá de los límites donde se detiene la vista de los espíritus ya cultos, hacer nacer el tercer ojo del Conocimiento, que los adeptos de las ciencias tántricas colocan en medio de la frente de sus Deidades simbólicas.
[3] El término “ergón” lo he utilizado pues parece mejor para nuestra lectura que utilizar el propio del saber secreto de “semilla”. No tiene nada que ver este neologismo con el “orgón” de Wilhelm Reich