CIRUGÍA Y PSIQUIATRÍA


Medicina de la Confianza

Juan Rojo Moreno

         ¡Cuántas y cuántas veces he reclamado que los avances técnicos no deben de eclipsar la necesidad de individualización del paciente!

Y en general la cirugía es dentro de las ciencias médicas una de las partes que más usa la técnica para conseguir sus fines. Me atrevería a decir que sus espectaculares avances se deben en un 90 % gracias a los avances técnicos. Pero hay, aunque pudiera parecer que no es así, una gran similitud entre psiquiatría y cirugía.

Cierto que la cirugía usa y ocasionalmente casi “abusa” de la técnica, y por otra parte la psiquiatría la utiliza poco dentro de sus procedimientos habituales (no así en sus estudios que manejan el método científico y la técnica). Pero entre un posible exceso de técnica en la cirugía y un posible defecto de la misma en psiquiatría se encuentra un común acuerdo y preocupación: el ser humano enfermo. Decir esto parece muy genérico pero esa es la gran realidad unitiva de todos los distintos procedimientos y perspectivas que encaran profesionalmente la problemática de la enfermedad en la persona.

También es cierto que en psiquiatría es muy importante la biohistoria y la psicobiografía para conocer bien qué patología  padece el paciente y no ocurre así en cirugía. Pero cuando vemos una operación quirúrgica nos damos cuenta que el aprendizaje que ha tenido que hacer el profesional para llegar a manejar la técnica operatoria no ha sido, cierto, en el manejo de su biohistoria, pero sí de su somatohistoria (de forma predominante).

Y separar biohistoria y somato-historia como si separásemos psique y soma nos retrotrae a la antigüedad cartesiana que ya nadie admite en medicina. El ser humano enfermo al que nos referíamos antes es algo unitivo que no se puede partir, aunque por cuestiones prácticas intervengamos en él desde diversos caminos.

Y hay otra cosa muy en común entre ambas intervenciones con el enfermo:

Por una parte,  el paciente va al psiquiatra y tenemos que esforzarnos en explicarle cuál es su enfermedad y muy a menudo poco entiende del método que hemos utilizado para definir claramente su patología, cuales son las variables de la evolución, de la clínica, de los antecedentes o de su historia personal que al final nos hace decir: “este es su diagnóstico”. Por fin hemos llegado al diagnóstico.

Pero el proceso médico sigue tras el diagnóstico psiquiátrico y entonces “para el paciente” como si fuéramos una especie de “brujos” decimos “éste es su tratamiento”. Esto es de tal manera que puede que anteriormente otro psiquiatra le hubiese dado otro tratamiento diferente aunque hubiese llegado al mismo diagnóstico.

Nos es muy difícil explicarle (aunque lo sepamos) por qué le damos ese tratamiento personificado, pues suele ser muy técnico el lenguaje explicativo para que el paciente lo comprendiera en su totalidad.

Por otra parte, algo parecido ocurre en cirugía. Me han operado hace poco de Colecistectomía (litiasis biliar) y me han extirpado la vesícula biliar mediante técnica laparoscópica[1]. Como médico he podido ver videos y entender en qué consiste la técnica, pero cualquier paciente que no esté versado en medicina no va a comprender fácilmente la operación (seguramente ni preguntará, ni tampoco le darán las explicaciones detalladas… extirpación del conducto cístico, de la arteria cística…). Sabrá que le hacen “unos agujeritos” y le sacan la vesícula. Y eso que no es una operación de alto riesgo, en otras más complicadas menos información técnica es posible que le llegue al paciente.

¿Tanto nos hemos distanciado con nuestros métodos específicos que no es posible explicarles a los pacientes nuestros procederes con detalle?

Realmente sí. Solo generalidades les podemos explicar.

Una vez más el centro está en el ser humano, en el paciente que pone toda su confianza en nuestras manos y en nuestro arte médico.

Al fin y al cabo la medicina es una profesión de la confianza. Pero no como el que confía sus ahorros a un inversor, pues aquí lo que confía es su salud (algo irreparable si se pierde completamente). La medicina es una profesión que se basa en la confianza vital.

De aquí el respeto clásico que los pacientes tenían hacia los médicos (y que en muchos países lo siguen teniendo) y así mismo el cuido empático que el profesional de la salud debe tener con sus pacientes, pues no siempre salen las cosas como quisiéramos y es necesario explicar una y otra vez hasta dónde llegan las posibilidades terapéuticas y donde no están resultando eficaces. Una y otra vez confianza vital.

Cierto, la técnica nos permite señalar que “los estudios” dicen que esto es lo que hay que hacer, y si no sale bien se entra en el porcentaje “que ya los estudios recogen” de fracasos posibles. Pero entonces eliminamos la relación de confianza vital, aunque a veces es la única salida en los casos en que ésta se haya basado solo en el resultado profesional médico y/o quirúrgico que se debe a la técnica y a la ciencia. y no a la relación viva entre el profesional y el paciente.

¿De brujos a burócratas? Me preguntaba en un artículo anterior refiriéndome a los psiquiatras: “La psiquiatría tuvo que luchar para que los avances de la medicina apuntalara nuestra realidad iatréica (médica), sin que ello supusiera que dejásemos de oír a los pacientes y preocuparnos por sus relaciones sociales, familiares, situacionales o históricas (psicobiográficas). Quizá por no tener tantas pruebas “objetivas” como otras ramas de la medicina ha parecido, a algunos, que la psiquiatría es algo más psíquica que médica, algo más brújica que científica. Pero la realidad es que tratamos enfermos y al ser una ciencia heteróclita (al decir de López Ibor) ciertamente, conectamos con la sociología, antropología, psicología, neurología y otras muchas ramas afines sin que seamos especialistas en ninguna de ellas, pero nos nutrimos de las mismas. Nuestra profesión tiene a la persona enferma enfrente de forma completa, no solo los síntomas, y el paciente psiquiátrico completo es abordable desde diferentes perspectivas: no hay un antidepresivo que sea el que cura “la depresión” y con diagnosticarla y darlo ya está todo hecho” .

Esto anterior, cierto, no es aplicable a la cirugía pero pensemos si podríamos hacer la pregunta igualmente: “Cirugía: ¿de brujos a tecnócratas?” Tendríamos que tener aquí a un cirujano para que pudiera responder en igualdad de condiciones a esta pregunta.[2]

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Con la técnica por una parte y con la interpretación de la realidad fenoménica del paciente por otra, creo que nos hemos especializado tanto ambas ramas de la medicina que al final nos parecemos mucho cuando el objeto real es el ser humano que tenemos delante sobre el que actuamos e intentamos curarlo, pero sin cosificarlo. Cuando intentamos explicarle con detalle qué le pasa al paciente, cirugía y psiquiatría son desde perspectivas diferentes estructuralmente muy parecidas en sus explicaciones. Tanto nos hemos especializado  que si no es con un gran esfuerzo (que requiere bastante tiempo) solo vagas explicaciones damos en ambos casos al enfermo.

No es la técnica pero si la tecno-ilusión la que sirve a muchos profesionales de pantalla para seguir actuando sin tener que dar esas explicaciones, costosas y ocupantes de tiempo en ambos casos

Pero claro, el tiempo… el tiempo… esa solución que tanto Einstein (físico) como Heidegger (filósofo) pensaban que era la clave de todo. El tiempo de dedicación al paciente habrá que introducirlo en una medicina más humanizada para que el paciente entienda más la enfermedad que padece y cómo se le interviene ya sea psiquiátrica o quirúrgicamente.

Entonces se le abrirán los conocimientos al paciente individualizado tanto de los planos fenomenológicos-biohistóricos y de neurotransmisión en psiquiatría y los correspondientes somato-bio-históricos en el paciente quirúrgico.

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[1] Quiero expresar mi agradecimiento a la buena labor profesional de la Dra. Elena Muñoz que realizó la intervención así como a los cirujanos  Bruno Camps y Joaquin Ortega. Hospital Clínico Universitario de Valencia. España

[2] “La cuestión concerniente a la tecnología” (Heidegger 1953) supone entender que ésta no es simplemente un conglomerado de dispositivos ingeniosos sino que revela algo fundamental sobre nuestra existencia. Por lo tanto hay que pensarla de una manera filosófica en lugar de simplemente técnica. La esencia de la tecnología, decía Heidegger, no es “nada tecnológica” pues investigada con propiedad nos lleva a cuestiones mucho más profundas sobre cómo trabajamos y cómo somos. (Comentario de Sarah Bakewell en su libro “En el café de los existencialistas” Editorial Ariel, 2016)

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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