PSICOTERAPIA Y BIOTERAPIA


Juan Rojo Moreno

                   En las ciencias psicológicas es posible hablar de psicoterapia, y en las puramente biológicas habría que hablar de bioterapia. En medicina nadie se atreve a hacer esa distinción tan tajante (bueno, siempre hay atrevidos) y por eso es más fácil encontrarnos con que se habla en general de Terapias o de Tratamientos.

Dentro del campo médico es bastante difícil dar consejos puramente biológicos ya que siempre hay una variable individual que hace que la biología se module en cada enfermo o en determinados enfermos de una manera particular, por esto lo más acertado y también en cierto modo cómodo es acudir a la frase “la ciencia dice”. Claro, el modelo científico incluye limitadamente la particularidad y cuando ésta altera el resultado se admite como una variable más que la ciencia asume dentro de la propia incertidumbre científica. Por eso en toda media estadística se incluye una desviación estándar. Los modelos matemáticos que son en los que se basa fundamentalmente la ciencia y lógicamente la medicina científica, tienen también su perversión, pero sobre esto hablaremos en otro artículo más adelante, pues como señala Laín: “para la mente humana, lo cierto será siempre lo penúltimo y lo último siempre será incierto”[1].

Cuando damos un consejo médico basado en un efecto biológico lo más normal es que se haga en base a la tan denominada ahora “medicina de las evidencias” que tiene su sesgo, pero da seguridad y ocurre como con los modelos físicos: hasta que no se demuestre otro más abarcante es el actualmente preferido aunque sea incompleto.

Puede estudiarse que las personas que viven solas tiene más riesgo de recaer en una enfermedad física determinada o padecer más cáncer personas que presentan ciertas condiciones psicológicas, pero si no es posible la  modificación de esas condiciones (por ejemplo la soledad), el tratamiento seguirá igual sin contemplar esa variable que es conocida pero al final no efectiva (para las posibilidades del tratamiento).

Cuando entramos en el mundo de la psicoterapia tenemos que tener en  cuenta dos variables al menos: por una parte que toda relación médico-paciente es en sí misma una forma de psicoterapia en la que se manejan emociones, transferencia, contratransferencia, esperanzas y muchos lenguajes más allá del verbal, y esto no solo es válido para una entrevista psiquiátrica sino para cualquier relación médico-enfermo desde medicina general a cualquier especialidad. En todos los casos se use el medio que use para curar o intentar curar, el enfermo sigue siendo el paciente y el médico sigue siendo el providente y entre ambos siempre aparece esa especial relación proyectiva pues “vivir humanamente -escribe Pedro Laín Entralgo- es proyectar y preguntar; quien proyecta pregunta, y quien pregunta, proyecta”.

Pero, en segundo lugar, hay también una relación psicoterápica muy significativa que se da en psicólogos y en lo que el psiquiatra Francisco  Traver en su libro “Consejos al Joven Terapeuta” constantemente denomina los “psi”, y también la teoría “psi” o la vocación “psi”, técnica “psi”…

CONSEJOS AL JOVEN TERAPEUTAEn los distintos capítulos el Dr. Traver se implica directamente en aportar sus ideas y amplia experiencia sobre qué es psicoterapia, ¿quién es el terapeuta?, el sujeto de la psicoterapia, conceptos de interés y el encuadre terapéutico. También entra, como no va a ser así, en: cómo cura la psicoterapia, en valorar la sugestión y en las paradojas de la psicoterapia. Y algún capítulo más.

El fin que persigue es aportar su experiencia en este campo dando consejos a quien empieza, pero que verdaderamente sirven también para los empezados. Muchas veces la soberbia (¡ese maldito mal humano!) nos consume y creemos que un libro para los que se inician no nos sirve a los iniciados y no nos damos cuenta que los que ya llevamos tiempo en estos lares seguimos sin saber movernos con agilidad en muchísimos campos del conocimiento que “suponemos” sabemos. Hace poco aprendí el origen de la palabra Esquizotaxia al leer los apuntes de psiquiatría que se dan en una Universidad española diferente a la mía. Debo ser el único del mundo “psi” que no conocía el significado verdadero de ese término que por algún hiato gnósico quedó apartado durante tiempo. Pero lo cierto es que los alumnos de esa facultad sí lo conocían y yo no. Aprender de lo que aprenden los que se inician muchas veces es una fuente de gran valía.

Y así me ha ocurrido con el libro de Francisco Traver.

Da buenos consejos avisando que no hay que confundir la psicoterapia con el concepto médico de “cura” y advierte así mismo sobre la dificultad que hay a menudo para distinguir ente “los enfermos verdaderos” y los “pseudoenfermos”.

El siglo que viene va a ser el siglo de la filosofía, señala F. Traver: “la vuelta a los orígenes… de los que nos ocupamos los terapeutas: en qué consiste la libertad, qué es la conciencia, la ética como salvavidas de los dilemas humanos…” Y con esto nos hace reflexionar que frente a la vorágine que nos invade hoy en día la técnica, las nuevas velocidades de computación y datos, el big data, el dataísmo, las nano-dianas terapéuticas y genética humana, frente a toda esta idea de la bio-tecno-transformación del ser humano, nuestro autor hace una especie de Stop: ¿no nos estamos olvidando del hombre?

Yo en esto estoy completamente de acuerdo con F. Traver. No sé si será este siglo o si necesitamos saturarnos un siglo más de bio-tecno-totalidad para que volvamos a plantearnos que todo puede ser para el hombre pero sin el hombre. Sí, cierto, parece una frase muy manida, pero los esfuerzos no van hacia el individuo ni a conocer al hombre sino solo a una parte de él y generalmente a costa de que se abandone otra. Incluso la llamada medicina “personalizada” no se centra en “la persona” sino en tratamientos farmacológicos, genéticos, biológicos, etc. que sean más eficaces. Se quiere hacer más eficaz e individualizar el tratamiento mediante la bio-tecnología pero no considerar a la persona global como partícipe de esa individualización. Sí, quizá sea este siglo, o si no será el siguiente, pero algún tipo de “filosofía” tendrá que penetrar en la propia evolución planetaria.

La metacomunicación, algo que está más allá de la comunicación, también es atendida en uno de los capítulos de nuestra obra de referencia “Consejos al Joven Terapeuta”: “existe un salto matemático en el cerebro que hace que la aritmética no se cumpla, parece que la información que las neuronas intercambian no es acumulativa… la actividad cerebral no es solo información sino metainformación, esto es información sobre la información… la actividad mental es capaz de generar información (autopoyesis) e inventar la realidad, cambiarla”.

Y esta metainformación muy a menudo la usamos sin darnos cuenta no solo en el proceso psicoterapéutico sino en todo proceso también médico en general. ¿Acaso no todos los médicos, en general, no conocen igual cómo funcionan los antibióticos, qué antidepresivos hay que dar en la depresión o cómo diagnosticar un trastorno de ansiedad? Quizá no nos preguntemos, muchas veces, si además de matar bacterias con el antibiótico el médico está creando una metainformación (o no) que pueda favorecer por otros caminos el esquema individual inmunológico, o por qué tras unos diagnósticos determinados no siempre los mismos fármacos funcionan igual. No estamos acostumbrados a reconocer la metainformación que manejamos en nuestra relación terapéutica. Quizá suponga más tiempo del deseado para dedicar al paciente en esta sociedad kinética que disfrutamos y sufrimos.

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         Muchos de estos temas son sugeridos hábilmente por Francisco Traver, otros muchos diseccionados y otros comentados desde la profundidad que su dilatada experiencia es capaz de aportar.

Quiero terminar con algo que siempre me ha llamado la atención y que también él apunta acertadamente: es acerca de la necesidad que tenemos  en nuestra relación con los pacientes de explicarles de forma reiterativa lo que es evidente. Pero hasta que esa idea, ese concepto o esa decisión es “digerida” por la otra persona no basta con hacérsela saber, hay que buscarle multitud de matices y explicaciones; llega un momento que detectamos que no solo la ha oído y comprendido sino que la ha asimilado. O si la sabía, ahora es capaz de hacerla efectiva.

Esta experiencia que tenemos habitualmente en nuestra práctica clínica la explica muy bien Francisco Traver: “en terapia no basta con `descubrir´ los motivos del sufrimiento de un determinado paciente. Tiene que ser comunicado, explicitado y segmentado ante sus narices, con la precisión de un relojero, atendiendo a cada uno de los planos semánticos, para asegurarnos que el paciente ha entendido `qué le pasa´. Si la verdad tiene muchas caras es obvio que las explicaciones precisan de muchas repeticiones y ser abordadas desde distintos ángulos para que penetren en la comprensión del paciente y se interioricen adecuadamente”.

Una vez más, la palabra y el metamensaje serán claves en la terapia de la que Bergler denominó Neurosis de Destino.

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[1] Pedro Laín Entralgo. Cuerpo y Alma. Espasa Calpe, Madrid, 1991

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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