Juan Rojo Moreno
Bertrand Russell escribió el libro “El poder en los hombres y en los pueblos” [1] en donde hace referencia al impulso hacia el poder, las formas de poder, el poder sacerdotal, real, revolucionario, económico, poder y moralidad, ética, etc. Nos va a servir como cifra de referencia pero no vamos a centrarnos en comentar ordenadamente esos aspectos del poder, y recomiendo, para el que tenga interés, que lea esta interesantísima obra que Bertrand Russell, como no puede ser de otra manera, la desarrolla de forma espléndida.
En este artículo y teniendo la obra citada como referencia queremos encarar el problema del “poder y discapacidad mental”.
El ser humano a diferencia de los animales tienen un deseo infinito de poder: la boa constrictora cuando ha comido duerme hasta que se le renueva el apetito. Pero en los seres humanos aun teniendo las necesidades básicas cubiertas, y muchas veces sobradamente cubiertas, el poder se transforma en un fin. Y cuando la economía de ese ser es muy boyante lo más frecuente es querer tener más dinero no por tener mejores servicios o lujos sino por tener, a través de él, más poder.
En nuestros días es fácil achacar al poder económico como el Gran Poder del que se derivan los otros poderes, y eso no es cierto; es un buen medio para otros poderes, pero sobre todo es un medio al que atacándolo se busca la mayoría de las veces no su destrucción sino que cambie a las manos de los atacantes.
También en nuestros días se quiere hacer creer que con la “deliberación” y la discusión se puede gobernar un pueblo, una sociedad, una cultura. Solo la denominada Sociedad de Amigos (Cuáqueros) que recibieron el Premio Nobel de la Paz en 1947, consiguen resolver sus problemas mediante el dialogo y discusiones hasta que llegan, en caso de un asunto dudoso, a adquirir el “sentimiento de la mayoría” “Usually no voting takes place in Quaker meetings; members seek to discover the will of God by deliberation concerning any matter at hand.” (aquí).
Pero esto no ha sido lo común en la historia, y cuando ha sido se ha modificado. Así, en el caso de la Iglesia, -comenta Russell- uno de los triunfos más importantes del movimiento reformista fue que se fijase el método de elección Papal mediante el decreto de 1059. Antes de ese decreto el emperador y el pueblo romano tenían ciertos derechos más definidos, que hacían frecuentes los cismas y las elecciones disputadas; el nuevo decreto consiguió limitar el derecho de elección a los cardenales.
En general, para conseguir una opinión con “fuerza” primero es necesaria la persuasión para convertir a una minoría (y la Sociedad de Amigos nunca ha ido más allá de la persuasión, al igual que los movimientos que se apoyan en las opiniones de los simpatizantes), pero luego es necesario tener el poder para que el resto de la comunidad acepte la propaganda justa. Por último si la mayoría acepta esto entonces la estructura se ha convertido ya en tradicional. Pues, señala Russell, cuanto mayor sea una organización tanto mayor será el poder de la comisión ejecutiva. En consecuencia todo aumento en el tamaño de las organizaciones aumenta las desigualdades del poder por la disminución simultánea de la independencia de los miembros ordinarios y el aumento de la parte de iniciativa en favor del gobierno.
Por esto, al final el poder termina siendo “desnudo”. Es decir, no necesita la aquiescencia de los súbditos. O si la tiene por medio de los representantes de éstos, el poder busca convencerlos que son la única posibilidad lógica o racional o humana o real o práctica o representativa, o varias a la vez, etcétera.
Y ahora lo que funciona es la “técnica del mensaje”, y dentro de esta técnica algo adquiere nueva importancia: no solo es importante el mensaje que dé el líder o los líderes (copartícipes del “proyecto”) sino además la fuerza eficaz que tenga la transmisión de los continuos mensajes por los seguidores incondicionales. Y en esto adquieren una dimensión nueva y espectacular las redes sociales. Dice Russell que en el Renacimiento Italiano como también ocurrió en la antigua Grecia se combinaba un nivel muy alto de civilización con un nivel muy bajo de moralidad: “ambas edades exhiben las mayores alturas del genio y las mayores profundidades de la bribonería y en ambas los bribones y los hombres de genio no son en modo alguno antagónicos los unos de los otros”. Hoy en día ocurre algo parecido solo que en nuestra edad lo que hay es un rápido avance de la técnica aplicada a la vida, a la comunicación social. La ciencia-técnica ha entrado en nuestras vidas como un opioide que da algún tipo de felicidad y que necesita renovarse constantemente. Ya se propone hacer votaciones políticas on-line y en España es un realidad que para realizar la declaración anual de impuestos ya no es posible hacerla rellenando un papel; hay que cumplimentarla telemáticamente on-line, y on-line nos mandan ya todos los correos institucionales para ahorrar papel y librar a los bosques de ser talados y por e-mail nos piden que apoyemos mil y una causa y hasta los periódicos se plantean solo existir on-line. Pero para todo este avance no es necesario tener un ordenador; ya con los nuevos móviles que pronto funcionaran a velocidad 5G en cualquier parte del mundo que estemos nos encontraremos hand-conected.
Esta es la parte “civilizada” pero junto a este hombre universalmente conectado y que sabe hoy lo que ha ocurrido hace unas horas en la otra parte del mundo, nos encontramos con la disindividualización. El ser humano pasa a ser más un bit-receptor que un ser personalizado. Esto lo encontramos en constantes manifestaciones de la vida, de la sociedad y de la cultura. Ahora me encuentro en un pueblo de Teruel que apenas tiene 100 habitantes y el 80% de ellos tienen más de 68 años. Son para las redes sociales un espacio negro, pero no importa pues tienen “poca penetrancia”; otro ejemplo: en medicina se ha introducido el ordenador en prácticamente todas las consultas tanto generalistas como especializadas; en el caso de España cada Comunidad Autónoma ha introducido un sistema propio incompatible con los otros sistemas de las otras comunidades “para tener el control” sobre “su” sanidad. Ciertamente ha tenido ventajas la introducción de los sistemas informáticos en medicina como la posibilidad (muy limitada por las incompatibilidades informáticas) de compartir historia clínica entre profesionales de la salud, dar tratamientos crónicos, etc., pero ha disminuido mucho el tiempo de atención al paciente y ha burocratizado mucho la atención primaria que ha de dedicarse más a tareas de ordenador que a atender a los pacientes. Muchas veces el paciente no puede ser atendido con tiempo suficiente como para individualizarlo y así es solo “atendido” pero no individualizado. Los médicos pasan un tercio de la consulta mirando al ordenador. [2]
Y qué ocurre con la discapacidad mental. Ahora sí que podemos hablar del verdadero poder. Mejor dicho “de la falta de poder”. Ahora sí que podemos hablar del poder desnudo, pero tan desnudo que se ha quedado sin poder. Los taxistas pueden manifestarse por sus derechos y parte del poder, según le interese, los apoyará; e igualmente pueden hacer los bomberos, los trabajadores de la limpieza de las basuras de las ciudades y por supuesto los trabajadores de los servicios de comunicación terrestre, aérea o ferroviaria, sobre todo en épocas de movimientos ciudadanos, etc. Pero ¿y los discapacitados mentales? Ellos no pueden apenas manifestarse; en todo caso sus familiares y teniendo en cuenta que solo el poder los va a apoyar si ve rédito en el valor “justicia social comparada”. Ellos no votan en gran mayoría (en 2018 se reforma la ley electoral en España que permite votar a personas con «discapacidad»).
Lo malo de los tiempos actuales es que la ciencia-técnica ha avanzado mucho y hasta un terrorista utiliza los últimos productos que ofrece el mercado, pero el mundo de los valores humanos solo se mueve cuando consigue a través de esa técnica-ciencia llegar a la “persona” que está en el fondo de todo bit-receptor. Por esto decía M. F. Sciacca “parece que la antítesis del bien y del mal divide al hombre y que este no logra ser ni enteramente bueno ni enteramente malvado. En el corazón del hombre, aun en el más desinfectado, vive siempre un insecto, de la misma manera en el del más perverso habita siempre un sentimiento de bondad. Y acaso nadie como el que es capaz de hacer el mal se asombra ante el mal que los demás realizan” [3] (aunque dadas las barbaries que hoy en día conocemos que ocurren en nuestro mundo globalizado está claro que el sentimiento de bondad está para algunos muy profundamente enfondado). Y en el mismo sentido se manifiesta Russell cuando señala que todo lo que es bueno o malo está incorporado en los individuos y no en primer lugar en las comunidades.
Vemos y oímos cada día nuevas maravillas científicas que nos auguran un futuro mejor o por lo menos más sorprendente [4] y al mismo tiempo cada día vemos y oímos nuevas barbaries que nos auguran una humanidad muy primitiva, egoísta, destructora, sin sentido “común”. En cierto modo sigue siendo válido lo que escribió Russell en relación con el Renacimiento Italiano y la antigua Grecia: “los bribones y los hombres de genio no eran en modo alguno antagónicos los uno de los otros. Algunos de los discípulos de Sócrates se contaron entre los peores de los treinta tiranos y Aristóteles se casó con la sobrina de un tirano. En ambas edades el arte, la literatura y el crimen florecieron juntos durante cerca de ciento cincuenta años y se extinguieron juntos gracias a la acción de las menos civilizadas pero más coherentes naciones del Oeste y del Norte”. Solo que ahora no tenemos a unas naciones coherentes que nos liberen de nuestra desdicha, y no vamos a esperar a que los extraterrestres vengan a eso (seguro que tienen cosas más importantes que hacer). Quitando pequeñas luminarias que aparecen por doquier, no veo ni en las potencias del Este u del Oeste, Occidentales u Orientales la capacidad de resolver el problema de la asimilación de valores (asimilación axiológica, este tema ya lo desarrollé aquí ) [5]
En Europa tenemos ahora el problema de los refugiados Sirios y otras emigraciones, pero esto no ha sido más que tocar la herida que estaba tapada con una tirita. Miremos a países Orientales o miremos ciertas campañas electorales en EEUU o miremos a países en Latinoamérica y veremos que los intereses de la humanidad han ido por otros derroteros más que por el de la asimilación de los valores humanos. Hace poco aparecía una lista de los países más felices y me llamó la atención que en Dinamarca (el país más feliz) al preguntarle a un representante del mismo no dijo que los daneses fueran más felices sino que probablemente “hemos eliminado los casos extremos de pobreza o desigualdad”. Con eliminar los casos “extremos” (y un poco más) se consigue ser de los países más felices del mundo.
Porque ya que no podemos esperar que ni “naciones del Norte o del Oeste” nos resuelvan la crisis ni tampoco los seres extramundanos, tendremos que buscar la solución entre nosotros y desde luego la solución no está en los anti- (lo que sea) ni en la revolución que como dice Russell “si tiene buen éxito, el sistema que establece se convierte pronto en tradicional”.
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Parece que al final hemos hablado más del poder y menos de las personas con otras capacidades. Pero no es así. Señala Russell que “la sabiduría no es puramente intelectual: el intelecto puede guiar y dirigir pero no origina la fuerza que conduce a la acción. La fuerza debe derivarse de las emociones”. Y una sociedad, un planeta, que no consigue aprender a utilizar todos los recursos humanos sigue siendo, como el nuestro, un caos destructivo. Las personas con Otras Capacidades son en nuestra globalización considerados sintientes silentes. Y no nos damos cuenta de sus otras capacidades, porque las ejecutivas y las bit-receptoras son las deseadas. No nos damos cuenta que los que hablamos y discutimos, años y años, décadas y décadas, los que mandan y dirigen, son vistos desde las entrañas del planeta como el ruido del huracán que se hace notar, pero que más destruye que crea humanidad. A todos los que no hacemos más que entrar en redes sociales, y hablar y hablar y discutir y discutir, quizá nos vendría mejor ser algo más silentes y sintientes. Así posiblemente al mundo le iría mejor.
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[1] Bertrand Russell. El poder en los hombres y en los pueblos. Editorial Losada, Buenos Aires, 1953.
[2] Los médicos pasan un tercio de la consulta mirando al ordenador. Se pueden perder mensajes importantes del lenguaje no verbal. International Journal of Medical Informatics March 2014
http://www.smacor.com/Los%20medicos%20pasan%20un%20tercio%20de%20la%20consulta%20mirando%20al%20ordenador.pdf . En Inglés aquí
[3] M.F. Sciacca. El hombre este desequilibrado. Luis Miracle Editor, Barcelona, 1958.
[4] Como el que nos muestra Jose Luis Cordeiro Profesor del MIT que está considerado como un profeta del futuro en temas de ciencia y tecnología En los videos del blog de Paco Traver “La Posthumanidad”
[5] Y en cierto modo B. Russell se refiere a esto cuando dice: “Las controversias sobre los fines no pueden resolverse como las controversias científicas acudiendo a los hechos; deben resolverse procurando cambiar los sentimientos de los hombres”.