Juan Rojo Moreno
Sí, cierto, parece absurdo (y lo es) hablar de una psicopatología de la fertilidad, como si hubiese una “fertilidad psíquica normal” y frente a esta una psicopatológica. Pero el mundo, la ciencia y los métodos de fertilización humana han avanzado tanto que ya no se plantea simplemente la dicotomía entre fertilidad o no, y tener hijos o no. Sino que en un caso extremo un niño podría tener cinco padres: una madre de alquiler (1) que ha sido engendrada por un espermatozoide de un banco de esperma (heterólogo), su marido (2), la madre adoptiva (3), el padre adoptivo (4) y el que donó el esperma (5).
Dentro de las parejas en Inseminación Asistida con semen de banco (heterólogo) las mujeres eran las más decididas, responsables, perseverantes y emocionalmente disciplinadas. Los varones eran más liberales y autosuficientes (aquí un trabajo que publicamos-Inglés-).
Las mujeres en Inseminación Asistida (IA) consideran el ser madre como algo cálido y no así los varones de la pareja. Las mujeres relacionan el concepto “madre” con el de “padre” mientras que los maridos relacionan el concepto “madre” con el de “trabajo” (aquí otro trabajo que publicamos –inglés-)
Pero también quisiera tener como referencia unas reflexiones que realizó el Profesor Jose Luis Rubio, Catedrático de Psicología Médica de Valladolid, gran pensador y amigo y, lamentablemente, fallecido en 1997.[1]
Lo primero que nos planteamos es que, al menos, en los países civilizados la crianza de los hijos ya no es por mera supervivencia de la familia sino como mínimo una cuestión de educación. Al menos este principio debería ser. No solo tenemos la obligación de criarlos sino también de educarlos. Pero esto no se prevé en la fertilidad natural: ¿quién pasa un examen a los padres indicando que están preparados para criar con adecuados principios educativos a sus hijos? Nadie. Curiosamente, los padres que se someten a inseminación asistida (IA) o a fertilización in vitro (FIV) está psíquicamente más controlados que los que desarrollan su fertilidad normal. Y no digamos aquellos padres que adoptan hijos: en estos casos son bio-psíquico-socio-económico y culturalmente controlados.
Pero sigamos ahora la reflexión del Dr. Francisco Traver en su artículo “lo genético y lo adquirido”: “Los valores de heredabilidad de un rasgo conductual se sitúa aproximadamente en torno al 0.25-0,75, siendo la media el 0,5, lo que a efectos prácticos significa que la mitad de la variación de la inteligencia y de los rasgos de personalidad son hereditarios. Si la mitad de la variación es genética, es evidente que la otra mitad será atribuible al medio ambiente. ¿Qué es medio ambiente? Lo lógico es que cuando hablamos de medio ambiente pensemos enseguida en la familia y en los entornos de crianza, pero “medio ambiente” es algo que va mucho más allá de eso, un niño puede haber tenido una enfermedad, un accidente o cualquier otra calamidad en su infancia que también debe ser contabilizada como “medio ambiente”, por no hablar del entorno fetal que también lo es; es por eso que los genetistas hablan de medio ambiente compartido (aquel que comparten todos los hermanos o miembros de una familia) y el medio ambiente exclusivo que difiere para cada caso particular (un hermano tuvo la meningitis y el otro no). El asunto sorprendente es que el medio ambiente compartido solo representa el 10% o menos de toda la varianza, lo que significa que en términos estadísticos es irrelevante, y señala en la dirección de que el medio ambiente exclusivo es más importante que el medio compartido, es decir que las experiencias que nos distinguen con nuestros hermanos, experiencias con nuestro propio grupo social, con amigos o iguales tiene más importancia e influyen más en nuestra personalidad que la crianza que compartimos con nuestros hermanos. […]»
La falacia genético-ambiental –sigue este autor-: la falacia de todos estos datos se encuentra en pensar que las influencias genéticas o las influencias del medio son separables y matematizables desde una perspectiva mecanicista, es decir lineal, con sumas y restas. Atribuir la influencia genético-ambiental al 50-50 es salirse por la tangente, puesto que lo innato y lo adquirido forman una unidad, una symploké. Una symploké es una totalidad enmarañada y con forma (fenotipo) donde no podemos conocer los elementos que la conforman (análisis) sin perder de vista la totalidad (síntesis). La symploké es una síntesis, y una síntesis -una vez establecida- es opaca a la observación de sus elementos y se comporta como un todo.
Todo esto parece acercarnos más a la realidad del por qué el mundo ha conseguido evolucionar y mejorar a lo largo de sus ondas temporales sin tenerse en cuenta, realmente, las categorías de padres o de educación familiar. Quizá algo parecido ha ocurrido en relación con otras instancias de nuestra estructura social en donde los personajes dirigentes tampoco han sido elegidos por sus cualidades para dirigir. Pero esto es otra cuestión.
Pero, ciertamente, en el caso de la inseminación asistida o in vitro estamos ante una situación “no natural” y el análisis de las influencias hay que hacerlo de otra manera; por lo menos la apreciación de esas influencias. J. L. Rubio delibera sobre las influencias inconscientes que pueden darse en estos casos y reflexiona sobre “los conflictos no resueltos y de la fantasía: las actitudes y conductas podrán ser consideradas como respuesta a la doble estimulación, externa, de la realidad, e interna, de lo real, del mundo interno de los deseos”.
Nosotros ya revisamos este tema, en relación con el estado individual de cada miembro de la pareja durante el proceso de Inseminación con Donante (aquí) y señalamos cómo D. David (1988) encuentra un estado de «depresión» frecuente en la mujer cuando conoce el estado de esterilidad del marido y observa que el ánimo desciende en el 20 % de las mujeres y en el 6% de los hombres.
Aunque la esterilidad masculina es fundamentalmente orgánica y sólo en un 5% de los casos se ha encontrado una relación psicosomática (Lidberg, 1976), la situación afectará al equilibrio relacional de la pareja. A menudo los sentimientos de culpa y autocrítica aparecen en uno o ambos miembros de la pareja. Generalmente los hombres se resignan más fácilmente a su infertilidad, que las mujeres (Van Keep, 1975). En las mujeres, tras descubrir la infertilidad masculina, aparecen frecuentemente sueños en los que sus maridos son atacados violentamente. Por su parte los maridos suelen tener sueños en los que son abandonados (Berger, 1980). El 80% de los maridos sufrieron impotencia tras conocer su infertilidad, durante al menos 3 meses, así como «depresión» y bajos sentimientos de autoestima (Berger, 1986). En sus esposas apareció enojo, ira, y culpabilidad al tiempo que deseos de protección sobre sus maridos. El descubrimiento de la infertilidad se asocia frecuentemente con conflictos matrimoniales, deseos de separación, divorcio o de relaciones extramatrimoniales.
Una vez que la pareja entra en el proyecto de IA, ésta será de por sí fuente de conflictos (Nijs, 1975; David, 1970). El marido sentirá que ha perdido su poder de «penetrancia genética» (Clamar, 1980), posiblemente consintiendo la Inseminación por el Donante para satisfacer en su mujer el deseo de tener hijos o simplemente para impedir un «affaire». Analíticamente, el marido, podrá sentir adulterio y como padre sentirse un fraude. La mujer que sabe que el marido no va a ser genéticamente copartícipe empezará a tener pensamientos y fantasías sobre el donante. A partir de que el niño nazca, revisará constantemente la aceptación que el marido hace de éste. La balanza del «poder» se dirigirá hacia la madre ya que el niño es genéticamente suyo.
En el caso de la inseminación asistida e in vitro tenemos un principio fundamental que no siempre se da en la forma natural: la opción, cuya raíz etimológica se encuentra en el latín optare que también significa desear. Y en los casos que nos referimos (IA, FIV) en todos ellos, al igual que en las adopciones, puede haber una ventaja evolutiva: los hijos son deseados y esto podría actuar como equilibrador consciente favorable hacia la crianza de los mismos, hacia su actitud respecto al mundo. No todos los hijos que han nacido sin asistencia para el embarazo son deseados y otros muchos simplemente son tolerados o resignados.
Por esto, señala J.L Rubio: ¿qué desean los padres cuando optan por un mecanismo artificial para serlo? ¿Colaborar con la educación de una personalidad en ciernes de acuerdo con las propias necesidades del futuro niño? ¿O acaso, bajo múltiples formas de racionalización, e incluso sublimación, en un intento de satisfacer sus necesidades neuróticas de pareja estéril? Y sigue este autor: la educación del hijo será completamente distinta en un caso o en otro, y la tolerancia de los padres en las frustraciones que experimenten en el futuro de acuerdo con la conducta del hijo irá desde lo tolerante y adaptativo si es afirmativa la respuesta a la primera posibilidad, hasta la gran intolerancia con creciente desadaptación si lo es a la segunda.
Cierto, es interesante esta reflexión que hace J. L Rubio, aunque debemos ampliarla al embarazo natural preguntándonos ¿Cuál es o cuales son los deseos que tienen los padres en relación con el hijo cuando lo tienen sin asistencia en la fertilización? Y ¿según cual sea el deseo, o la opción de tenerlo ahora o no tenerlo o el número de hijos que tienen o el sexo del mismo, etc., tendrán mayor o menor capacidad para adaptarse a las frustraciones que su hijo deseado o no deseado les originará? No nos planteamos esto en relación con la fertilidad natural y sí con la asistida y con la adopción. Porque al embarazo natural todo el mundo tiene derecho pero para el asistido, o para la adopción, hay “condiciones”.
Y en relación con la pareja ¿qué papel tiene el hijo? ¿Aparece porque ya toca y es edad en el caso del embarazo no asistido? O en el caso de la fertilidad asistida ¿llena un vacío de comunicación? De todas formas en el caso de la inseminación heteróloga (con banco de esperma) en donde la madre aporta el 50% de los genes pero no el padre ¿habrá vivencia inconsciente de adulterio, o actitudes defensivas de identificación de la madre y de no identificación del padre?: “si fuera hijo mío sería de otra manera”. J. L Rubio señala cómo las fantasías de los padres acerca de la clase de persona del donante pueden ser la base de actitudes y conductas paranoides capaces de incrementar el conflicto y de hacerlo estallar. Y señala este autor cómo en 1921 escribió Ramon y Cajal en sus Charlas de Café: “cuando el ilustre biólogo americano J. Loeb y luego, entre otros, Delage produjeron experimentalmente en varias especies animales sexuadas la partenogénesis artificial (fecundación del óvulo con diversos agentes químicos o físicos) cuenta Perrier que ciertas feministas felicitaron a este últimos sabio citado diciéndole `Por fin está próximo el día en que podamos procrear hijos sin el odioso y humillante concurso del hombre´”.
Si adoptásemos como válidas y universales estas ideas feministas (aunque fuera de forma inconsciente) también sería igualmente válido que -señala J.L Rubio- al comprobarse la incapacidad masculina la mujer puede quitar al varón su papel masculino y, si lo hace, puede ser muy probable que después le quite también el de padre, lo que supondrá para el marido una cadena de frustraciones, base de grandes movilizaciones de su agresividad que determinarán conductas de acuerdo con la estructura de su personalidad. A veces he podido observar, sigue este autor, la hostilidad encubierta tras frases como “este hijo es del ginecólogo” u otra menos personalizada como “hijo de la ciencia”.[2]
Por todo esto es necesario conocer cada vez más (dado el fundamento biopsicosocial) el dinamismo de la familia como grupo, los procesos de integración emocional del sujeto a sus roles familiares y los procesos de integración emocional propios de cada individuo.
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Cierto que, como hemos señalado, todo es una síntesis en la cual no es posible un análisis de la unidad en base a conocer solo los elementos. Por mucho que estudiemos separadamente el hidrógeno y por otra parte el oxígeno (ambos gases incoloros e inodoros) no podríamos entender las características del agua H2O. No podemos, igualmente, hacer un sumatorio de herencia, y ambiente y familia+ amigos+ colegio.
A día de hoy creo que los padres han de plantearse, en este siglo en que nos encontramos, retos más importantes en relación con la educación y los valores más que de donde proviene su hijo. Claro está que se supone que son conscientes de qué es tener un hijo.
Ser claramente consciente de “qué supone tener un hijo” es fundamental para abordar otra cuestión que ya no podemos desarrollar en este artículo, como son los casos de los hijos de ambos padres del mismo sexo ¿niños siempre esperados, no accidentes? Tema complejo que para quien le interese puede ver una página aquí y otra postura aquí .
Este reto y los otros que hemos nombrado no pueden dejarse para otro milenio.
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[1] Jose Luis Rubio Sánchez. Reflexiones en torno a las posibles consecuencias psicopatológicas de la inseminación artificial y de la fecundación in vitro. Estudios Filosóficos, Número 100, volumen XXXV, 1986. Es nuestra cifra de referencia.
[2] J. L Rubio expresa en su aportación que quizá pueda sorprender alguna de sus reflexiones y por ello insiste que ante las dificultades que encierra el tema ha optado por utilizar principalmente las ideas psicoanalíticas como orientación doctrinal, por lo que la mayoría de los supuestos se refieren mucho más a lo inconsciente que a lo consciente, a lo irracional que a lo racional; no tanto a lo que padres e hijos conscientemente piensan y sienten, sino a los determinantes profundos y ocultos de sus actos psicológicos.