FILOSOFANDO DESDE JASPERS (II)


(Existencialismo, a propósito de 4 descarríos: la Trascendencia, el lenguaje cifrado y el Mundo)

Juan Rojo Moreno

Para quien le interese la filosofía existencial pero no esté muy avezado en ella recomiendo leer antes la Primera Parte (en ese link),  en la que hemos hablado de los 3 primeros “descarríos”

CUARTO DESCARRÍO

¿Qué es la Trascendencia?

         Una divinidad aislada sin mundo es absurdo. El Ser solo es, si nuestra realidad psíquica existe; aunque nuestra realidad psíquica no es el Ser. No hay “existencia” (sentido absoluto) sin nosotros, no hay trascendencia sin nuestra existencia. Si buscase la pura trascendencia sin mundo me hundiría en una trascendencia vacía. No somos el Ser, pero tenemos-que-ser, para que haya Ser. El Ser no es concebible, la conciencia absoluta no es concebible, pero podemos acercarnos a la representación de esta conciencia con el movimiento hacia el no-saber. No es suficiente como dijo Sócrates “solo sé que no sé nada”, si solo sabemos que no sabemos. Es necesario un movimiento hacia el no-saber; es algo dinámico que nos lleva a un no-saber conquistado. No es una negación vacía del saber antes de haber intentado saber, ni una abstención para sustraerse a toda realidad determinada, sino que este no-saber está lleno de contenido por virtud del saber. El no-saber únicamente tiene contenido por el camino del saber. Y el no-saber conquistado no es estático sino que es movimiento que impulsa al saber y al conocerse a sí mismo. Justamente el no-saber impulsa a aquello de donde viene: viene del saber y del conocerse a sí mismo, y a ello impulsa.

La conciencia absoluta se convierte en certidumbre en el no-saber. Es decir, entonces sé (certeza) de la conciencia absoluta aunque no sepa que es. Por esto en las Situaciones Límites me cercioro de la “existencia” y “sé” de la conciencia absoluta, pero no mediante un conocimiento que pueda retener sino como movimiento, como camino, que me plantea un sentido nuevo de nuestra realidad psíquica, de nuestro mundo vivenciado práctico.

Solo a la posible “existencia” se le hace sensible el ser real de la trascendencia; pero la “existencia” no se puede comportar respecto a la trascendencia ya que la trascendencia no puede ser determinada por ningún predicado ni representada como objeto, ni pensada. Cuesta esfuerzo evitar la mundanización de la trascendencia o la fijación de ésta en alguna figura. La pregunta por el sentido del universo, planteada de modo que en ella se capte la trascendencia, es imposible, pues en la pregunta se constriñe ya la trascendencia a entrar en una categoría particular[1].

Ninguna justificación empírica puede asegurar que hay trascendencia. El ser de la trascendencia queda captado al trascender, pero no es observado ni pensado.

Si pongo en cuestión la trascendencia preguntando si la providencia existe y cuál es, entonces cuanto más sincero sea tanto más perplejo quedo: no conozco nunca la respuesta, en este sentido.

QUINTO DESCARRÍO

Los tres lenguajes. Las cifras.

         La trascendencia no podemos oírla, verla, pensarla ni sentirla. Pero hay momentos especiales, auténticos que aparecen en situaciones límites, los momentos de “existencia” en que la persona en ese estado entiende “la trascendencia”. Esta unión con lo trascendente aparece en muchas ocasiones, a veces en místicos como Teresa de Ávila o Juan de la Cruz, y en otras ocasiones como Bertrand Russell tuvo una experiencia que él mismo denominó “iluminación mística” y que le inspiró obras humanistas y pacifistas o Dostoievski que en aura preconvulsiva epiléptica experimentó como “el ataque iluminó al cerebro y decuplicó la sensación de  la vida y de la conciencia”. También un enfermo psíquico esquizofrénico expresaba “me pareció verlo todo clarísimo y preciso con una comprensión nueva y maravillosa de todas las cosas”. O como lo vivenció el Dr. Eben Alexander  médico neurocirujano que estuvo en coma por una meningitis bacteriana: “lo que me reveló mi experiencia es que la muerte del cuerpo y del cerebro no supone el fin de la conciencia”, “se levantó una brisa cálida y divina y comencé a formularle preguntas sin palabras a ese viento o ser divino cuya acción sentía tras él o dentro de él, y cada vez que formulaba una pregunta llegaba inmediatamente la respuesta en forma de explosión de luz, color, amor y belleza. Comprendía de forma inmediata y sin esfuerzo conceptos que en la vida terrenal habría tardado años en alcanzar”.[2]

Por lo tanto el primer lenguaje (inefable), inmediato, es comprensible para el que lo “escucha”, pero al quererlo transmitir le es imposible, pues la naturaleza del lenguaje solo es accesible al instante de existencia y como cifra. Se convierte en cifra pues este primer lenguaje inmediato es “vivencia” “conocimiento” “compenetración intuitiva”. Se sustrae a una comprobación posterior que pudiera convertirlo en una experiencia valedera para todo el mundo; no es posible tratarlo como un saber. El no-saber  aparece cuando volvemos a nuestra realidad habitual pero ese no-saber ya está en nuestra cotidianeidad como una cifra. Y las personas que han tenido esta experiencia nunca la olvidan.[3]

Segundo lenguaje. Imágenes, pensamientos que deben transmitir lo oído o vivenciado: entonces se hará como “mitos de forma particular”, o como revelación de un más allá, o como “una realidad mítica”. Ya es el lenguaje de los hombres.[4]

Tercer lenguaje. El lenguaje especulativo. Entonces se piensa en la trascendencia por analogía con nuestra realidad mundana. Por lo tanto se descifra analógicamente. Aparece la teología y la filosofía.

Por lo tanto el movimiento de las cifras se modifica en los tres lenguajes: la lectura de las cifras no se presta a método alguno ni se la puede suscitar por virtud de un plan en el primer lenguaje. El método no vale para la experiencia originaria pero si para la transmisión del segundo lenguaje: en el mito y la revelación el método toma el camino de traducir las cifras originarias en objetividades específicas, visiones, historia visionaria. Si en el tercer lenguaje el pensamiento quiere promover su comprensión entonces comienza como inteligencia y reflexión. Después de la crisis de la reflexión (tercer lenguaje) ya no se puede volver de la misma manera a la anterior realidad de las cifras del segundo lenguaje: la revelación tiene entonces una significación relativa como recuerdo histórico

SEXTO DESCARRÍO

Las Cifras y el Mundo

         La cifra como tal cifra no es trascendencia, pero en el escrito cifrado es imposible separar el símbolo de lo que simboliza. Aunque luego todo lo puedo interpretar (tercer lenguaje), tanto los símbolos originarios como los símbolos de los símbolos hasta la sinfinitud. Mas es un error considerar el simbolismo como un conocimiento: el símbolo como conocimiento es nada, pero se puede convertir en un lenguaje de signos matemáticos, modelos biológicos etc. Aunque ellos mismo tampoco son conocimiento.

Ya decía Fichte que la clase de filosofía que se elige depende de qué clase de hombre se es; pues un sistema filosófico no es como un ajuar muerto, sino que está animado por el alma del hombre que lo tiene. Y podemos decir que algo parecido ocurre con nuestra postura existencial: si soy existencialmente sordo no puede resonar en mí el lenguaje de la trascendencia desde objeto alguno. Yo no penetro en el escrito cifrado por virtud de una intelección investigadora ni por apropiación intelectual, sino únicamente valiéndome de todo esto como material, por el movimiento de la vida existencial.

A las preguntas ¿crees en la inmortalidad? ¿Crees en la trascendencia como Uno? Si quien pregunta es quien solo vivencia la realidad psíquica y lo que existe en el mundo, entonces no hay nada de esto pues no se puede encontrar en ninguna parte[5].

Pero las cifras no están fuera del mundo pues todo es unitivo. Así señala Jaspers que: a) todo conocimiento hace más decisiva la cifra, puesto que la lectura de la cifra se suscita con el conocimiento b) La cifra no es expresión de una realidad psíquica humana; por el contrario es esta realidad la que se convierte como totalidad en cifra. c) Las cifras no tienen el carácter de las formas de la Naturaleza ni del espíritu de las creaciones humanas, pero estas pueden convertirse en cifras. d) El hombre que evoluciona existencialmente es a la vez una realidad psíquica que vivencia el mundo, con pensamiento mundano y al mismo tiempo posible “existencia” que copertenece con la naturaleza.

La brutalidad contra la naturaleza nos espanta, no porque con ella ofendamos a la naturaleza sino por el ánimo con que se hace: no está mal que labremos el campo pero si está mal que paseando rompamos una flor con el bastón. Pero también, en el otro extremo, existe el hombre que se pierde en el aislamiento y busca a la naturaleza como sustituto de la comunicación, pues entonces la Naturaleza acrecienta su soledad. Nadie puede ser feliz solo. Yo soy con lo que son otros. Yo soy como posible “existencia para otras existencias”. La importancia del otro y del mundo para la evolución del mí-mismo la expresa Jaspers indicando que sólo cuando el mundo con el cual puedo entrar en comunicación posible ha llegado a sí-mismo conmigo, entonces he llegado yo a mí-mismo.

¿Cómo es posible, en general, dudar del ser de la trascendencia? De varios modos: 1) que se pierda la conciencia del ser en la ceguera de nuestra cotidiana vivencia del mundo y entonces la “existencia” fracasa. 2) Porque es posible el “Pensamiento Formal Vacío” [el que no piensa nada]. No se piensa nada realmente y entonces la duda solo consiste en palabras. Contra mi duda no hay refutación.

SÉPTIMO DESCARRÍO            

El Fracaso y la “comprensión” del hombre y la historia

La concepción del mundo que se elige patentiza qué clase de hombre se es. Si yo quiero todo, no quiero nada; cuando yo lo vivo todo, me disipo en lo sinfinito sin llegar al ser. Lo que hoy liga a todos [en la vida mundana más común] ya no es la divinidad sino los intereses de la realidad mundana, la técnica, la racionalidad de la inteligencia de validez general o la violenta utopía de la unidad.

Si bien la historia vista en conjunto ha sido un progreso de la técnica y la racionalización, sin embargo, en la producción de lo extraordinario ha sido también el camino triunfal de las fuerzas de la destrucción. La misma capacidad de profundización que tiene el hombre que le hace hablar de la trascendencia es la que le vincula a lo destructor, a lo enfermo o a lo extravagante.

Y en esa evolución van unidos los éxitos y los fracasos. Solo una ceguera voluntaria puede establecer que el fracaso es un peligro: el fracaso es lo último y supremo. Señala Jaspers como la visión de la cifra como realidad del ser, únicamente surge en la experiencia del fracaso. La “existencia” solo se abre al mundo cuando la transparencia de todo también incluyó en sí su fracaso. Experimentar el ser en el fracaso implica no abandonarse al goce de la perfección.

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 Quizá preguntarse por el sí mismo y la “existencia” ¿no es más que una ilusión fantástica que ha hecho el hombre a lo largo de la historia?

Para algunos puede que esto sea así, pero señala Jaspers que el hombre que no quiere ser sí-mismo está en el plano en que termina la filosofía y también la religión, y la pregunta político-sociológica queda reducida a lo puramente positivista. El positivismo no se puede preguntar verdaderamente por la “existencia” pues no abandona el punto de vista del pensamiento mundano.

Al menos Goethe lo tenía claro “para mí no puede serme suficiente una manera de pensar: como poeta y artista soy politeísta, y panteísta, por el contrario, como investigador de la naturaleza. Si necesito un Dios para mi personalidad, como hombre moral, también este caso está previsto”.

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[1] En relación a Dios, Jaspers solo enuncia la proposición formal tautológica “es lo que es”. Pero también podemos decir que “no es lo que es” y por lo tanto está “en lo que es” y también está en lo que “no es”. Realmente como vemos no podemos decir nada.

[2] Este caso y su análisis junguiano lo realicé en el artículo https://juanrojomoreno.wordpress.com/2013/12/27/conciencia-trascendental/

[3] Estas vivencias (generalizando) se han relacionado con el hemisferio derecho.  Evidentemente si somos un “todo” nuestra complejidad evolutiva ha de catalizar biológicamente lo que le corresponda. Se puede ver “Buscando a Dios en el interior del cerebro” en http://www.muyinteresante.es/salud/articulo/buscando-a-dios-en-el-interior-del-cerebro . Pero no olvidemos que Jaspers no habla de Dios, habla de Trascendencia.

[4] E interviene claramente el hemisferio derecho pero no totalmente o solamente él.

[5] Señala Jaspers que los pensamientos fundamentales de las grandes filosofías en los cuales el pensar y el ser eran una misma cosa y fueron pensados como unidad, fueron desde Parménides en adelante prostituidos por ser logicizados. Entonces la cifra ya no fue tomada por cifra, sino que el pensamiento fue objetivado doctrinariamente y no se pensó ya con el ser-sí-mismo sino tan solo con la inteligencia.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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Una respuesta a FILOSOFANDO DESDE JASPERS (II)

  1. Leyendo lo que escribes, con el interés que merece, me pregunto que pensarán no ya los alumnos sino los alumnos de los alumnos de los «maestros de la sospecha» y del positivismo anglosajón, o sea los estructuralistas (decir franceses es casi redundante) y posmodernos de toda laya y condición… si como Lévi-Strauss afirmamos que todo es un espejismo inconsistente y que todo se resuelve finalmente en la “nada”, si como Cioran creemos que todo es “podredumbre”, si como Foucault sentamos la tesis de que el sujeto real humano es “un locutor anónimo” de enunciados impersonales, o como Lacan opinamos que el Yo es “un eslabón suelto en el discurso del Otro”, y que “el Otro no existe”…. pues me parece a mí que nos saldría un retrato bastante deprimente (al menos por contraste….gracias por ello Juan Rojo) de la «intelectualidad» contemporanea….y lo que es peor, de los que ni siquiera «piensan» que «piensan» así…

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