LAS ALUCINACIONES


 Juan Rojo Moreno

 Las alucinaciones vienen definidas por una percepción visual, auditiva, táctil, etc. que se vivencia como real cuando no ha habido un estímulo que la ha producido. Claro, en estos casos una persona que esté al lado del que alucina no comparte esa visión o audición pues no existe el estímulo pero, aun así, la persona alucinada lo vivencia completamente real. Entonces puede estar acariciando un perro o hablar con alguien delante de nosotros sin que veamos al perro o a la persona con la que mantiene la conversación.[1]

La falta, absoluta, de transitividad nos va a facilitar que comprendamos que no es “verdad” y nadie compartirá esta alucinación, pero no por eso deja de ser real la vivencia para quien la tiene; si el sujeto vivencia que tiene unos lagartos en el intestino, esa vivencia está completamente llena de realidad.[2]

Ante esta extrañeza que se produce al ver que otro tiene alucinaciones, y las considera “reales”, aparecen frases populares ante hechos diferentes que enuncian lo extraordinario, como son “alucino por un tubo” o “lo que dice es alucinante”. O como dijo Ortega y Gasset de Albarracín cuando estuvo en 1902: “esta caduca ciudad lanza a las alturas su increíble perfil alucinado, agarrada a un cerco de piedra caliza que bajo el sol parece de plata”.

Pero una gran parte de la realidad que vemos u oímos no son más que interpretaciones que hace el cerebro teniendo en cuenta estímulos físicos y otras veces estímulos mnémicos (de memoria), afectivos, culturales, etc.  Y así nos encontramos un estudio en el que sobre 7.717 hombre el 7,8% habían experimentado alucinaciones y entre 7.599 mujeres fue el 12%, aunque muchas personas no lo dicen para que no las consideren “locas”.

A nivel de evolución cultural Julian Jaynes señala como desde la aparición del homo sapiens (nosotros) hace aproximadamente 40.000 años hasta hace 2.000 años, el cerebro derecho fue productor de “voces” que el hombre oía bien como sugerencias que venían a su cabeza por poderes que no conocía o bien pensaba que eran voces de los dioses, como cuando oímos que alguien nos habla o dice nuestro nombre y descubrimos que no hay nadie detrás o arriba de nosotros. Por esto señala Karl Jaspers “en los estados primitivos de conciencia aún no se han separado lo que nosotros separamos como realidad y sueño, como cuerpo y alma”.

Un observador de los mayas decía “los pobres ignorantes creían que los ídolos les hablaban y por ello ofrecían en sacrificio aves, perros, su propia sangre y hasta hombres”. Los aztecas contaron a los invasores españoles que todo empezó [la guerra] porque una estatua de un templo en ruinas, perteneciente a una cultura anterior, habló a sus jefes y los dirigió de un lado a otro.

Esto puede parecer cosa de “antiguos” pero a veces no nos damos cuenta que toda nuestra percepción está mediatizada por tantas cosas que la imagen de la realidad que tenemos, los que nos llamamos sanos, es tan sui- generis que no es una locura solo porque es transitiva, compartida. Como señaló F. Leuret (1797-1851) “cuando yo examino todas las ideas de los hombres, los absurdos que ellos pueden decir y sus ideas más extravagantes, quedo como avergonzado y me parece que nuestros enfermos (psíquicos)  están a menudo menos locos que sus semejantes”.

En relación con la visión, el ojo humano está dotado de una vibración regular de entre 30 y 150 ciclos por segundos, dirigida continuamente hacia adelante y atrás, de manera que hay un continuo desplazamiento entre la retina y la imagen retiniana, por lo que esta imagen, dibujada en ella, oscila constantemente agrandándose y empequeñeciéndose, variando así los conos y los bastones sobre los que dibujan sus límites. John Krauskopf pensó que esta variación era imprescindible para la visión de la figura e hizo un experimento en el que al hacer que el borde entre dos figuras se moviera al mismo ritmo que el ojo, entonces se hacía invisible una de ellas. Como señala Rojo Sierra que recoge estos experimentos, el sistema visual extrae solo información relativa, no “transporta” una información absoluta de las formas y figuras, extrae entre relaciones, gradientes y fluctuaciones[3]. Por esto el neurobiólogo William H. Calvin (1966) decía: la escena aparentemente estable que “vemos” normalmente es en realidad un modelo mental que construimos: la mirada salta de una cosa a otra por todas partes, produciendo una imagen en la retina que es tan espasmódica como un video de aficionado, y parte de lo que creemos ver no es más que algo que rellena la memoria.

Por lo tanto nuestra realidad es una interpretación en parte basada en la variación, no en lo que hay sino en lo que se mueve en lo que no es fijo.

Los objetos percibidos no están contenidos en la percepción, sino que nosotros nos relacionamos con ellos “en el modo de la percepción”. Este “relacionarse de la conciencia con algo” se llama desde Brentano conciencia intencional.

Además tenemos que tener en cuenta la denominada por Minsky como Ilusión de Inmanencia.[4]  Es el hecho  de que en muchas de las preguntas que nos podemos hacer algunas respuestas ya han llegado antes de que los niveles superiores mentales hayan tenido tiempo suficiente para preguntar por ellas. Por esto cuando recibimos respuestas a nuestras preguntas antes de mencionarlas tenemos la impresión de que ya conocíamos las respuestas. Nuestro cerebro tiene un importante recurso de anticipación que actúa muy rápidamente y no es consciente pero nos hace tener la ilusión de la conciencia inmanente; cuando entramos en una habitación realmente no somos capaces de ver a la vez más que un número muy concreto de objetos (6-9) pero tenemos la sensación que vemos toda la habitación y es porque al acercarnos a una habitación conocida ya el cerebro anticipa una antigua descripción de ella y puede pasar un tiempo hasta que nos demos cuenta que algo ha cambiado; si entramos en una cocina nuestro cerebro es más tendente a localizar cacerolas, vasos y cucharas que otros objetos. Gran parte del escenario que creemos percibir (consciente) se basa en recopilaciones de lo que esperábamos ver.

Por lo tanto también nuestra percepción está basada en esquemas mnémicos previos (de memoria) y estos esquemas evidentemente están cargados de valencias afectivas y culturales.

Y la cultura influye de tal manera que el “sentido” de las alucinaciones es también moldeado. Se han comparado las alucinaciones auditivas en tres culturas diferentes en el trabajo de T. M. Luhrmann (2015). Un antropólogo y varios psiquiatras entrevistaron a participantes de los EE.UU, India y Ghana. Cada muestra se componía de 20 personas que escuchaban voces y cumplían con los criterios de esquizofrenia si tenemos en cuenta la experiencia de escuchar voces. Los participantes en los EE.UU. se mostraron más propensos a usar etiquetas diagnósticas y señalar ideas violentas, mientras que los de la India y Ghana se mostraron más propensos a vivenciar relaciones ricas con sus voces y menos propensos a describir las voces como indicativas de una violación mental. El ser humano es absolutamente neurocultural.

Y esto último tiene también una base neurobiológica: los sistemas visuales que posee nuestro cerebro reciben muchas más señales del resto del cerebro que de nuestros ojos: el 80% de las fibras del repetidor del núcleo lateral geniculado desciende desde el córtex y solo un 20% procede de la retina. Esas señales procedentes del resto del cerebro plantean sugerencias a nuestro sistema visual en relación con cuales son los tipos de características que hay que detectar o qué tipo de objetos pueden estar a la vista.

Además, no debemos olvidarnos que hay muchas alteraciones perceptivas que no son alucinaciones y que la gente las confunden como tales. Ahora no es el momento de alargarnos en estas pero al menos nombrar por ejemplo las imágenes eidéticas que las tienen hasta el 60% de los niños de 6-9 años También otros trastornos perceptivos como las distorsiones formales perceptivas (las imágenes se alargan, ensanchan  o estrechan) o las escisiones perceptivas (no se reconocen las imágenes, se desintegra la forma).

Y ya casi para casi terminar, tenemos que tener en cuenta que hoy en día gracias a los tratamientos psicofarmacológicos se ha conseguido no solo la desaparición o disminución de muchas de las alucinaciones en los pacientes sino que en otros muchos la repercusión vivencial de las mismas es mucho menor. Y quizá algo también muy importante relacionado con el Juicio Psicológico y la “noción de enfermedad”. La actitud que toma la personalidad ante la enfermedad de forma expresa y típica era en tiempos de Jaspers, cuando no había tratamientos psicofarmacológicos, a principio del siglo XX, posible en la medida que el paciente fuera inteligente y culto. No sé si con esas características a principio del siglo pasado había muchos pacientes con buen “juicio psicológico” ante las alucinaciones.  Dice Jaspers que el paciente adquiere “noción de enfermedad” cuando expresa  en verdad un sentimiento de estar enfermo, un sentimiento de alteración, sin que esa conciencia se extienda a todos los síntomas de la enfermedad como conjunto y sin que se alcance la medida objetivamente exacta en la apreciación de la gravedad de la enfermedad, como un juicio objetivamente exacto sobre la naturaleza de la anomalía.[5]

Pero lo cierto es que en la actualidad, gracias a los tratamientos, modernos muchos pacientes psicóticos, esquizofrénicos, y delirantes, cuando son tratados y mejoran de sus delirios y alucinaciones llegan a un punto en que siguen vivenciando como reales sus alucinaciones pero adquieren una cierta crítica sobre ellas. Al menos llegan a comprender que “son producto de su enfermedad” y son capaces de hacer un juicio de realidad a tener esa “noción de enfermedad”. Vivencian una realidad (alucinada) pero tienen un juicio sobre la misma. Un paciente nuestro que padece continuas y graves vivencias delirantes autorreferenciales cuando va en el autobús o en el metro, ve claramente como hacen alusiones a él con la mirada, gestos, murmuran de él y oye comentarios insultantes. No obstante puede ir diariamente en estos transportes públicos con un perfecto control de su conducta, “sabiendo” que es producto de su enfermedad. Si empeora de su patología no es porque tenga más síntomas sino porque el “juicio de realidad” se ve alterado y entonces ya no consigue tener perspectiva sobre su patología vivenciada.

La autognosis consensuada, es decir, el conocimiento de sí mismo y de que hay un consenso sobre lo que es “normal”, es más efectiva cuando el paciente es capaz de aplicar mejor la transitividad del juicio de la realidad. El enfoque de la reflexión sobre la propia vida psíquica puede llegar a que el paciente, aun vivenciando la realidad de sus alucinaciones y delirios, tenga una cierta (aunque a veces frágil) noción de enfermedad.

——–

         No solo los locos alucinan. Para entender la alucinación como un absoluto que solo la padecen los enfermos tendríamos que tener claro qué es lo que vemos, oímos o percibimos los que nos llamamos sanos, y realmente no sabemos hasta qué punto nuestra realidad es real.[6] Es cierto que hay diferencias entre lo patológico y lo sano pero como dijo H.P. Lovercraft (1926): Lo más lamentable del mundo es, en mi opinión, la incapacidad de la mente humana para poner en correlación todos sus contenidos. Vivimos en una plácida isla de ignorancia en medio de negros mares de infinitud.

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[1] Es poco frecuente que el paciente que tiene alucinaciones haga crítica que él está alucinando aunque como indica Jaspers, mediante el Juicio Psicológico, algún paciente (aunque raro) puede, manteniéndose la corporeidad (realidad), de las alucinaciones, hacer críticas de ellas, y llegar a la conclusión que no son verdad. (no es válido, lógicamente, para el delirio, pues este ya es un juicio en sí) (Escritos psicopatológicos, pág., 278 y 283 y 284). También cuando hablamos de alucinosis, se hace referencia a la crítica que el paciente puede tener de la alucinación (acústica). Las alucinaciones más frecuentes son las auditivas, seguidas de las visuales y luego las cenestésicas.

[2] Definir la alucinación solo como “percepción sin objeto” es fácil para las acústicas, visuales o táctiles, pero puede ser algo más “complejo” cuando nos referimos a las cenestésicas (corporales, por ejemplo que se tiene una serpiente en el intestino) o cinestésicas (de movimiento). Por esto indican D. Barcia y L. López que “calificamos de alucinatoria toda experiencia psicológica interna que mueve a un sujeto a conducirse como si experimentara una sensación o percepción, cuando las condiciones exteriores normales de tal sensación no corresponden a la realidad” (Psiquiatría, Tomo I. Toray, 1982). Como vemos esto ya nos acerca a otro campo complejo como es el de la alucinación-delirio

[3] Rojo Sierra. Psicología y psicopatolo9gía de la percepción memoria y fantasía. Editorial Eunibar, 1980

[4] Marvin Minsky. La máquina de las emociones. Sentido común, inteligencia artificial y el futuro de la mente humana. Editorial Debate, 2010

[5] Karl Jaspers. Psicopatología General. Editorial Beta. Buenos Aires, cuarta edición, 1975. Me he permitido el atrevimiento de cambiar los términos de Jaspers. Él utiliza los conceptos Conciencia de enfermedad y Noción de enfermedad en sentido inverso a cómo lo entendemos actualmente. Lo que he definido en el artículo Jaspers lo llamaría “conciencia de enfermedad” y solo cuando todos los síntomas singulares de la enfermedad y ésta como conjunto, según su naturaleza y gravedad, son juzgados exactamente, entonces Jaspers habla de “noción de enfermedad”. Son, pues, conceptos invertidos tal como hoy lo entendemos. Se que esto es muy específico y especializado pero he de explicarlo para que los más expertos no consideren que hay una confusión.

[6] Ya escribí un artículo en este blog titulado ¿cuán real es la realidad? https://juanrojomoreno.wordpress.com/2014/07/17/cuan-real-es-la-realidad/

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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7 respuestas a LAS ALUCINACIONES

  1. Cierto, cuando dices …» pero a veces no nos damos cuenta que toda nuestra percepción está mediatizada por tantas cosas que la imagen de la realidad que tenemos, los que nos llamamos sanos, es tan sui- generis que no es una locura solo porque es transitiva, compartida.»

    Pienso que SI, es una LOCURA, colectiva, o «compartida». Lo es.
    O simplemente es algo arbitrario a lo que hemos consensuado llamar «realidad», , y es en el mejor de los casos una interpretación de la misma.
    En mi opinión, el estado de conciencia en el que se encuentra predominantemente el ser humano en este momento, es de «locura» , colectiva.
    La mayor parte del tiempo, y la mayor parte de las personas.
    Excepto breves momentos de lucidez, y de cordura.

    Lo que dijo Leuret: «cuando yo examino todas las ideas de los hombres, los absurdos que ellos pueden decir y sus ideas más extravagantes, quedo como avergonzado y me parece que nuestros enfermos (psíquicos) están a menudo menos locos que sus semejantes”.
    Cierto.

    Lo de Lovercraft : «Lo más lamentable del mundo es, en mi opinión, la incapacidad de la mente humana para poner en correlación todos sus contenidos.»
    Podría recomendarte lo que estoy leyendo yo, pero para resumirlo, el asunto deja de ser «lamentable» como dice Lovecraft, cuando comprendes por fin,( y te rindes) al hecho, de que el contenido de la mente, emociones y demás, es completamente arbitrario y parcial, (ya que la mente sólo sabe dividir en pequeños trozos lo que analiza y no percibe la unicidad detrás de la multiplicidad que si acaso se percibe, es desde otro lugar-estado-de-conciencia, del cual puedes acceder a esa «lucidez»).
    Y aquella arbitrariedad que depende del contexto (cultura, genes, momento histórico etc), es en gran medida un consenso colectivo.
    Como has sugerido en otro post, :¿que pasaría si ese consenso se acabara subitamente, porque una gran masa crítica de personas ya no lo sostuviera?, vale decir, no «creyera» en él?

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    • El problema de qué entendemos por realidad es ciertamente complejo. Pero también parece muy «simple». Si le preguntas a la gente qué es la realidad te dirá cosas básicas «es lo que se ve, es lo que hay» etc. Quizá estamos consensuando solo lo más inmediato y entonces deberíamos preguntarnos si todos estamos en el mismo nivel de conciencia. Incluso el analítico que se supone es el nuestro para todos ¿lo es para todos? En este artículo planteo algo básico y es que si ya partimos creyendo que lo que vemos, oímos y pensamos es la realidad entonces es que estamos aún en el nivel pre-óntico para muchos, óntico para otros y ontológico para muy pocos. Y los que han llegado al nivel ontológico a menudo no pasan de un análisis lógico de la relación con los otros y el mundo. Si te interesa esto puedes ver http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/3/1056/18.pdf, aquí.
      Estoy de acuerdo, como dices, en que la evolución del nivel de conciencia nos lleva al nivel unitivo (que es colectivo) y que ya muchas personas en este mundo son embriones latentes de esa realidad que solo fugazmente la vivenciamos (si es que nos atrevemos a llamar a ese estado vivencia). C. G Jung fue un embrión de esos estados, y en los estados de conciencia de hiperclaridad-lucidez, Dostoievski, Teresa de Ávila, Bertrand Russel, etc.
      Te preguntas ¿Qué pasaría si ese consenso se acabara súbitamente porque una gran masa crítica de personas no los sostuviera?. Pues si eso ocurriera «súbitamente» podría ser un gran paso para la humanidad o un gran desastres para la humanidad. Porque ¿realmente sabemos qué es la humanidad?. Para no alargarme, dime 5 características que son «solo y propios únicamente» de la naturaleza humana y que como tales definen específicamente el ser humano. Cuando me los digas empezamos a hablar del hombre.
      Un abrazo

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  2. Jájáaa!.. no, no creo que «sepamos» que es la humanidad. Al menos yo, seguro que no.
    Además no soy una «académica», como para contestarte como «experta» sobre temas antropológicos, o filosóficos.
    Lo que puse más arriba tiene que ver con mi investigación vital personal.
    (Es vital, no académica, aunque incluye leer, libros, blogs, escuchar, observar…)
    Asi que a bote pronto, y sin echar mano demasiado al canasto de recuerdos, se me ocurre que alguna de las 5 características pueden ser: 1º la mente racional, 2º ¿el lenguaje simbólico?… (los animales también parece que lo hacen rudimentariamente),… ¿amar? : siempre que no sea eso que los seres humanos entienden como la polaridad «amor-odio», que es la que más popularmente esta extendida entre nosotros… No se me ocurren muchas más, porque me parecen derivadas de los anteriores… (amar, capacidad de dar sentido a las cosas, el arte, reir, – esto ultimo también lo hacen a su manera los animales- ). Las enociones parecen mas sofisticadas (complejas), en el hombre… Tú me dirás …
    Para mí lo especificamente humano, quizá sea la capacidad de trascender. Aunque es un concepto muy filosófico, creo que está al alcance de cualquier cualquiera.
    Trascender supongo que puede traducirse como ir «mas alla».
    ¿Más allá de que ?, de lo fenoménico, de lo que aparece, de las apariencias, de las «formas» sean estas físicas, psicológicas, circunstancias.
    Más allá del ropaje que lleva puesto la esencia. Poder conectar con esa esencia, (sea lo que esta sea) quizá sea lo que realmente nos hace humanos…
    Llegados a ese punto, si conectáramos permanentemente, o profundamente con la «esencia», (y esto es solo una palabra, porque no se puede describir adecuadamente), entonces descubriríamos que esa «esencia» que vemos en las cosas, circunstancias , personas, realidad, o «ahí fuera», es la misma que la nuestra. Que todo es «eso». Con distintos ropajes. Y que se presenta, dirían los textos védicos como las 10.000 cosas.
    Que esto sería desastroso? no tiene por qué, …pero ya no creeríamos ser lo que ahora creemos que somos, y por lo tanto… ya no lo seríamos.
    Leeré el enlace que pones…

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    • Para no alargar mucho más esto. En lo de la «esencia», estoy de acuerdo aunque entramos en física-filosófica. En relación con «lo específicamente humano» y las características que has mencionado creo que debemos quedarnos y meditar cada uno sin necesidad de responder aquí más: ¿entonces con esas características una persona discapacitada profunda es humana?.

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  3. Hummm…! Interesante, lo que comentas.
    Si.
    Coincido. «… creo que debemos quedarnos y meditar cada uno sin necesidad de responder aquí más»

    Con respecto a tu pregunta, no sé la respuesta. Supongo que sí, lo es.

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  4. En el único matiz en que veo que quizá, diferimos levemente, es en el énfasis que pones si no te entendí mal, Juan, en «definir» que es lo «humano», como una entidad aparte del resto.
    No digo con esto, que no tenga atributos y características propias y únicas, (una de ellas es poder trascender lo que se le presenta como apariencia), pero no sé si tiene aplicaciones prácticas el llegar a «definirlo». No sé si eso ayuda a transformar y desplegar en todas sus potencialidades nuestra vida. 🙂

    Y un discapacitado profundo es ante todo, un misterio. (En mi opinión).
    Quizá algún día lleguemos a saber, que se «enteran» de más cosas de las que creemos…

    Asistiría a sus modos de reaccionar, acciones, u omisiones, con el mismo asombro con el que asisto cuando estoy en la presencia de humanos normales, de los perros y de las hormigas.
    Y de los árboles que están junto a mi casa.

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  5. Patricia, totalmente de acuerdo contigo

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