Juan Rojo Moreno
Prefiero vivir en un mundo en que impere la razón a un mundo en que impere la brujería, la magia, la sinrazón. Desde luego. Pero ¿cuánta razón hay en nuestro mundo, que consideramos razonable?
Hoy veía y oía una tertulia, como las hay casi todos los días, y todos razonaban muy bien, pero no sé qué ocurrió que al final a ninguna conclusión se llegó. Supongo que el mensaje que querían dar no era el razonable sino otro subliminal, otro que no está en las palabras sino en los gestos, en lo dicho entre líneas o en nada de lo dicho. Han habido grandes y poderosas brujas en nuestra historia: Hécate era la más poderosa de todas, reina de las sombras y de los muertos, más antigua que Zeus, Madre sin marido, más poderosa que los dioses, era diosa ella misma; virgen paridora de monstruos se acompañaba por su perro de tres cabezas (Cerbero). Como señala Pilar Pedraza (2014) en la Edad Media, Hécate se identificó con Satán seguido por demonios a caballo y por el torbellino de almas perdidas. Esta cabalgata recibió el nombre de Caza Salvaje, Caza de Arlequín, Santa Campaña, Ghost Rider…[1]. Es uno de los orígenes de la “trinidad” o triada, y por eso se colocaban estatuas de la diosa en las encrucijadas de los caminos. La imagen helenística suele tener tres cuerpos y tres cabezas dándose la espalda, estrechamente unidos y que sostienen en la mano una llave, una antorcha y una serpiente.
Una bruja que ya es capaz de dar órdenes a los dioses es Ericto (o Erictho). Mencionada en la Farsalia de Lucano y capaz de resucitar a los muertos podemos considerarla como buen antecedente de la idea actual de los zombis; Georg Luck en Arcana Mundi afirma que el poeta Percy Bysshe Shelley leyó a Lucano junto a su esposa Mary y que este hecho probablemente derivó en la idea que ella tuvo de escribir Frankenstein. Pero no nos adelantemos, antes de llegar al siglo XX en donde se pueden hacer “bromas” de la hechicería y películas y series en las que salen las buenas hechiceras, los ángeles humanizados etc., antes de eso tenemos que pasar por la edad media en la que ya no está inmersa la divinidad ni las fuerzas de los dioses de forma natural y espontánea como ocurría hasta prácticamente el siglo II después de Cristo. Como señala Pilar Pedraza “la infinita y cambiante historia de la brujería cristiana es sugestiva y también insoportable. Carece del orden de la antigua. En su estudio nunca sabemos de qué estamos hablando incluso con los documentos en la mano. Resulta más inteligible la voz de la represión que la de lo reprimido, la del inquisidor que la del reo, que a menudo farfulla en dialecto o en su lengua vernácula popular casi ininteligible para los secretarios de los tribunales, lo cual en su momento no solía importar demasiado”. Ya el Papa Juan XXII (1316-1334) mandó desollar y quemar a Hugo Gervard, obispo de Cahors, (lugar de nacimiento del Papa) por ser sospechoso de brujería e idolatría.
Es en el siglo XIV cuando florece y se consolida la Inquisición y por lo tanto la creencia efectiva sobre la malignidad diabólica de las brujas, el infanticidio, el canibalismo y los pactos demoniacos. Y lógicamente aparece un libro, el Malleus Maleficarum (martillo de las Brujas) (1486), que considera brujas en potencia a todas las mujeres por ser incultas, analfabetas e inferiores física y mentalmente, aunque se quemaron a más hombres que a mujeres hasta el siglo XVIII. Pero las brujas comen y devoran a los niños, provocan granizo y graves tempestades y causan esterilidad a los hombres. Y no solo esto, las brujas son capaces de crear un “nido de vergas” es decir una acumulación de penes, órganos sexuales masculinos, en un nido de aves o en una caja “donde se mueven como miembros vivos y comen avena y trigo, como lo vieron muchos y es cosa de información común”. A medida que pasan los siglos la razón se fue imponiendo poco a poco, al principio con grave peligro de los razonantes. Aunque no por esto dejemos de pensar que durante toda esa etapa de brujería e inquisición dejaron de “razonar” los que decían que “muchos habían visto los hechos y era cosa de información común”. El ser humano es capaz de razonar hasta el esperpento. Muchos de los psicóticos delirantes también pueden razonarte perfectamente sus delirios.
Pero ciertamente ya en el siglo XVI van apareciendo los pensadores que definitivamente hacen desparecer estas ideas medievales, como Johann Weyer, considerado el primer psiquiatra (1515- 1588), que fue médico personal del duque William de Jülich y vio cómo este último enfermó mentalmente en su última época de la vida y esto le sensibilizó bastante sobre este tipo de enfermedad. Rechazó ya la creencia en la brujería y condenaba a los clérigos que la apoyaban, opinando que las que se consideraban hechiceras y los llamados posesos eran realmente enfermos mentales, y empezó un tipo de “psicoterapia” en la que buscaba la amabilidad con el paciente y la comprensión de éste (lógicamente el libro que escribió-1563- fue rechazado por todos los sabios de su época ya fueran médicos, teólogos, filósofos, etc., y puesto en la lista de libros prohibidos hasta comienzos del siglo XX). Paracelso, médico suizo (1493-1541) ya postula que las enfermedades que privan al hombre de la razón surgen de la propia disposición humana y no cree en las teorías que atribuyen estas enfermedades a seres espirituales o a otros espíritus, sino que se deben a mecanismos fisiológicos. El también médico suizo Johannes Wier (1563) considera a las brujas enfermas mentales, y el jesuita Friedrich Spee von Langenfeld, en 1631, niega los poderes de las brujas y del demonio y condena la tortura y la inmunidad de los inquisidores. Por supuesto ya en 1672, por fin, Jean- Baptiste Colbert, ministro de finanzas de Luis XIV vació de brujas las cárceles y prohibió a los tribunales que admitieran cualquier acusación de brujería.
En el siglo XX aparecieron de nuevo múltiples formas de brujerías “light” a modo de Wicca o brujería blanca, brujas televisivas que adivinan el futuro y nos dicen si vamos a tener éxito en nuestras relaciones o en nuestro trabajo, pero que el poder les viene de los astros y de su capacidad adivinatoria[2]. Aparecen las brujas buenas y los ángeles que ayudan a los buenos frente a los “poderes ocultos de lo maligno”. Como señala Pilar Pedraza (2014) “la brujería artística, wiccana, satánica o diánica carece de fuerza porque no tiene implantación. Tan valiosa como innecesaria, postmoderna y anacrónica, es narcisista, masoquista y pequeño-burguesa. Su aquelarre es privado y sonoro, no popular; su ecologismo se queda en la superficie”. En el actual siglo XXI, tecnotrónico, interconectado y anacrónico, la brujería nos viene por cuatro flancos: 1- Desde las sociedades subdesarrolladas que aún mantienen una buena dosis de pensamiento mágico. Así, vemos rituales para quitar el dolor de cabeza o para otras muchas cosas. Los espíritus y las fuerzas de la naturaleza siguen presentes y actuantes. Lo cierto es que cuanto más desarrollado es un país menos penetrancia tiene esta deriva. 2- Desde la imagen de los “poderes” que se encarnan en personajes de ficción pero que gracias a los medios audiovisuales adquieren penetrancia diaria en la mente colectiva; da así la sensación que existe ese mundo alternativo que si bien no es real (no está al alcance de nuestra realidad cotidiana) no obstante moviliza los arquetipo de poder y fuerza que colectivamente tenemos. Esto nos hace vivir en un constante contraste de realidades: la diaria concreta que funciona más mecánicamente y por otra parte la virtual que está en nuestra fantasía colectiva.
Si miramos en la WEB “poder mental en el siglo XXI” nos encontramos rápidamente con temas sobre Poder Mental Positivo, Poder Metal al Instante, Un robot tendrá Poder Mental, Test de Poderes Mentales, Cómo tener poder mental y Como usar 7 poderes mentales humanos, todo esto entre los 699.000 resultados. 3- Desde el mundo físico, el mundo cuántico, ahora todo es posible; puede reinterpretarse el sentido del universo, e intentar tener acceso (alguna vez) a un nuevo poder: el cósmico. Como señala Jesús Gabriel Gutiérrez “la astrología ha vuelto a renacer. Ahora mismo, por ejemplo, es reconocida públicamente como nunca antes. Una prueba de ello es que tanto las neurociencias como la física cuántica defienden lo astrológico sin darse cuenta. Sin embargo, y aún con todo ello, es el astrólogo el que ya no pertenece al espíritu de esta época”. 4- Desde la tecnología y la ciencia.
Como señala Ramón Muñoz[3] estamos evolucionando hacia una “gran capacidad operativa” de la inteligencia pero separada de una igual evolución en la autoconciencia. Esto da lugar a un poder autónomo (que él denomina cerebro maldito) de mentes cada vez más ilustradas, pero frías y solo interesadas en la utilidad y manipulación de las cosas y de los hombres. Situémonos en un país suficientemente civilizado y que con educación escolar básica obligatoria se supone que al menos hay una formación mínima de toda la sociedad: ¿cuántas personas saben cómo funciona realmente un frigorífico, un microondas, un teléfono móvil, un antibiótico, un ansiolítico o el motor de explosión de un automóvil o el motor diésel?, por no decir una televisión o cómo se hacen los pilares de los puentes que cruzan tramos de mar o ríos profundos ¿se pone un bloque sobre otro y ya está? Usamos muchas cosas de la técnica, nos confiamos en la ciencia y todo parece mágico. No son brujos ni los científicos, médicos, cirujanos o arquitectos porque sabemos que su fundamento se basa en algo sólido: en la ciencia, en la experimentación y en la técnica. Pero realmente el hombre de la calle no sabe ni qué es la ciencia ni qué es la experimentación ni qué es la técnica.
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Decía Ortega y Gasset que la fe en la ciencia no es ya solo una opinión individual sino una opinión colectiva y por lo tanto ya una realidad independiente de los individuo. Lo específico, lo constitutivo de la opinión colectiva es que su existencia no depende de que sea o no aceptada por el individuo determinado. Llama dogma social al contenido de una creencia colectiva. La ciencia ha conseguido cosas que la irresponsable imaginación no había siquiera soñado[4]. Así comprendemos que el hombre esté arrodillado ante la ciencia como ante una entidad mágica. Las brujas de ayer eran admiradas y temidas por sus poderes de adivinación y de modificación del curso natural de la vida. Se les suponía un conocimiento y capacidad de manipulación sobre el “más allá”. Pero era un más allá que actuaba sobre el aquí y por eso tenían poder. Hoy el conocimiento sobre lo que actúa en el aquí se ha especializado y se ha tecnificado, pero tanto que se hace incomprensible para cada uno de nosotros. El mismo médico apenas si consigue, con gran esfuerzo, conocer profundamente la parte que le corresponde de su especialidad y algo parecido ocurre con el psicólogo, el arquitecto o el abogado. Funcionamos y nos manejamos en un mundo mágico, desconocido, pero que nos soluciona (y complica) la vida. Pero ahora les exigimos a los expertos que nos solucionen las cosas; como super-brujos del conocimiento queremos que nos abran el camino de la vida y la felicidad. Quizá hoy el mundo sea más brujo que ayer pero la diferencia es que ahora, en cierto modo, todos nos creemos algo brujos también.
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[1] Seguimos como Cifra de Referencia el libro de Pilar Pedraza: Brujas, Sapos y Aquelarres. Editorial Valdemar, 2014
[2] Yo definitivamente dudé de estas adivinaciones cuando a un famoso adivino español, que era muy reconocido y tenía un importante programa televisivo, le robaron unos ladrones en su casa. ¿no supo adivinar esto?
[3] Cerebro electrónico y expansión de conciencia -De la revolución Cibernética a la Egoencia del Ser-. “Conferencia Ernesto Dowling” en el XVII Congreso Nacional de Neurocirugía, impartida por Ramón P Muñoz Soler 29 de Mayo 1975, Buenos Aires.
[4] José Ortega y Gasset. Historia como sistema y otros ensayos de filosofía 1941. Revista de Occidente, en Alianza Editorial.