HABLANDO SIN DIOS


Juan Rojo Moreno

         Es difícil hablar de Dios. Si nos ponemos a hablar de ÉL entonces poco, realmente nada, podemos decir. Por algo Yahveh (o Yahvé)   significa “sin nombre” o el que no se puede nombrar. Claro, si nos postulamos en el lado contrario como ateo, entonces suelen aparecer muchas razones y motivaciones del porqué no existe Dios. A veces llama la atención esa exagerada necesidad de convencer sobre la ausencia de algo; si estoy convencido que la tierra no gira alrededor de 7 soles no necesito mantener una constante confirmación. Einstein tras publicar uno de sus artículos y aparecer muchas referencias en su contra, cuando le preguntaron sobre esto respondió algo así como “con una sola bien expuesta habría bastado”[1].  También los hay gnósticos que dicen creer en Dios pero solo al que pueden llegar por el conocimiento, por la razón, arribando a lo que se ha denominado “deísmo”. Y por supuesto hay una gran cantidad de “agnósticos” que ni creen ni dejan de creer[2]. A ese grupo de agnósticas pertenecen las autoras de nuestra cifra de referencia: el libro Hablemos de Dios[3] .

He de admitir que cuando obtuve el libro, dado el título y la categoría profesional de las autoras me esperancé algo. Al leerlo, lógicamente, hablan de cosas interesantes, mas no de Dios (era lo esperable, pero me esperanzo fácilmente). Mantienen una correspondencia de 10 cartas (no dicen si ha sido por correo postal o electrónico) y  tras sacar varios temas en la primera carta, la segunda responde a alguno de ellos y luego se van respondiendo alternativamente, así como asá, pero no acaban de terminar ningún tema, aunque expresan ideas, claro. Habría sido mejor que hubiesen quedado 2-3 días y haber grabado la conversación sobre esos temas (hay antecedentes hechos así) y seguro que todo estaría más hilado y concretizado. Pero evidentemente cada autor/a hace su libro como le viene en gana.

Siendo que no hablan de Dios y que parten de la premisa de que “para nosotras la religión es más un objeto de estudio, de interés y de curiosidad que algo que nos defina y nos constituya” lo que sí que me interesa de sus planteamientos es que realmente afrontan el problema de la religiosidad en el siglo XXI[4].

Entienden las autoras que, por una parte, se ha dado por supuesto que la sociedad se ha secularizado y que ésta no está ya filosóficamente interesada en el discurso de Dios; y al mismo tiempo les llama la atención el movimiento social y mediático que hubo con el fallecimiento del Papa Juan Pablo II. ¿Por qué sigue existiendo ese movimiento religioso? Se preguntan. ¿Para ocupar un vacío que la razón y el mundo material no rellena? ¿O es simplemente por una vivencia vaga de lo sagrado en donde se intenta encontrar preguntas o respuestas sobre el sentido de la vida?

Dan vueltas y vueltas a estas preguntas y respuestas pero existe un problema o más bien un pseudoproblema. Quieren entender la religión casi como fenómeno social pero desprovisto de la Trascendencia. Bueno, hablan de trascendencia pero o bien la entienden como lo que queda como recuerdo de nuestros hechos y acciones en este mundo (por nuestros hechos trascendemos a los que nos siguen) o bien como Inmanencia es decir como que el “sentido” está en las cosas de aquí y ahora “Dios trasciende por lo que hay en la naturaleza”. Pero de alguna manera queriendo eliminar al Dios y manteniendo solo su sentido trascendente en la naturaleza (sin él).

Si eliminamos la Trascendencia y no la buscamos ni siquiera a través del mundo entonces ¿Qué queda de la religión? ¿La ética, la moral?

Por una parte para las autoras lo importante es hablar de una “ética de mínimos” con la que, si se consensuara, todo el mundo funcionaría. Esto es problemático aunque ciertamente se haya llegado a un acuerdo -gran avance de la humanidad- en el caso de la declaración de los Derechos Humanos y así mismo tengamos un Tribunal para casos de Crímenes contra la Humanidad. Pero todo esto es muy “grande”, y en el día a día no solo funcionamos en base a la referencia de los “derechos humanos” sino con otras muchas variables. ¿Quiénes van a ser nuestros referentes éticos del día a día? Veamos varias posibilidades:

  1. a) ¿Los padres? Desde luego, pero necesitaríamos una escuela centrada en ética para padres/madres que funcionara bien durante al menos tres generaciones. ¿Y quiénes serían los profesores de ética, que deberían a su vez ser referentes éticos?
  2. b) ¿Los profesores de la escuela? Estamos con el mismo problema que en el caso anterior de los padres y además ¿cómo pueden hacer un efectivo trabajo interiorizador de los valores éticos mínimos consensualizados si luego en la casa de los niños no se manejan estos? ¿Y los profesores son todos, como grupo, buenos referentes éticos?
  3. c) ¿Nuestros dirigentes sociales o políticos? Sobre esto casi que ni voy a comentar. El libro, cifra de referencia, que estamos utilizando Hablemos de Dios fue escrito en 2007 y en él se señala que una de las autora, Catedrática de Ética, fue Senadora; supongo que intentó hacerlo lo mejor que pudo pero desde luego no consiguió, al parecer, introducir de una forma general, desde su puesto, unos mínimos valores de ética en un número importante de personas con cargos públicos. Aunque pienso que tampoco esa sería su misión. Pero por otra parte ¿para que ponen a una catedrática de ética en el Senado, entonces?

Cierto que en el caso de la religión no tenemos ese problema, pues el referente último es Dios, el bien, la justicia, etc. aunque no sea un referente localizado, pero si es el Supremo referente del Bien. Sus transmisores o portadores de la divinidad que ya son humanos pueden cometer barbaridades o errar, pero eso no elimina la Trascendencia referencial del ser Supremo sino que anula la titulación del trasportador de la palabra o del mensaje que ofrece. En ese caso envilece al hombre representante, pero no al Dios.

Eliminar lo Trascendental de la religión es eliminar la religión (incluso el budismo, que no habla de un Dios, si desarrolla el camino espiritual trascendental). A partir de aquí podemos hablar de lo que queramos -ética, praxis religiosa, valores sociales, solidaridad, etc.- pero no de religión.

La catedrática de Ética (Victoria Camps) afirma que “la primera conclusión a la que llego al reflexionar sobre la relación actual entre ética y religión, es que no necesitamos la religión ni para fundamentar la moral ni para desarrollarla […] al contrario hará más irracionales las normas morales precisamente porque la apelación exclusiva última a un dios excluye la apelación racional” y demanda una especie de religión civil o virtudes cívicas que son, en definitiva, mínimos éticos. Cierto, esto está muy bien, pero seguimos dando vueltas como la pescadilla que se muerde la cola ¿y quienes establecen estos referentes éticos para conseguir que sean interiorizados por la población como esa especie de “religión civil”?[6]

Claro que Victoria Camps cree en “la condición humana que es la única creencia inseparable de la ética”. Muy bien, pero a ver si me puede decir algunas características idiosincrásicas y primarias de eso que llama “la condición humana” y que solo las tiene el ser humano, y por eso son su condición. Aprender a vivir sin religión es un fundamento vital y social según esta autora y entonces la ética que tiene en cuenta los valores del otro (la alteridad) será el fundamento convivencial.

Ciertamente,  tal como le responde Amelia Valcárcel, “hubo ateísmo militante en la extinta Unión Soviética y ahora las gentes vuelven a las iglesias con fervor”.

En los países en los que se ha suprimido por decreto toda práctica religiosa cambiándolas por “normas obligatorias éticas” ha sido un desastre “ético” y al desaparecer el régimen ha vuelto la religiosidad en sus diferentes formas; veríamos que ocurriría en China si hubiese una verdadera libertad religiosa. A. Valcárcel también concreta que la religión no es cuestión de utilidad, como la que tiene una cosa que sirve para algo, que se pueda enseñar como un contenido más. Realmente estoy de acuerdo con ella.

Las religiones existen porque potencian un sentido. Nos ayudan en la búsqueda de significados. La palabra “significado” indica la relación de “la parte con el todo”. Si digo que para mí tiene significado tener una vivienda comprada y no alquilada esto quiere decir que ese hecho concreto (comprar la vivienda) está relacionado con cosas más amplias de mis vivencias personales, sociales, familiares, etc. Por eso tiene especial sentido, es decir significado. Pues, en esta dirección la religión ayuda a buscar significados en la vida cotidiana, en los momentos difíciles y en los momentos esplendorosos o  perplejizantes. Tiene razón A. Valcárcel, no todo el mundo se plantea “la Trascendencia”, pero sí que cada cual en su nivel y capacidad busca los significados vitales.  Si una persona no ve útil la religión para estos cometidos los busca por otro lado: existencias compensadoras hay de muchos tipos y de eso hablaron  existencialistas como Heidegger o Jaspers.  Como señala Valcárcel “ya sabemos que la religión no es racional de modo que ninguna teología pretende escolastizarse en el presente… aunque la religión sea irracional, la razón es religiosa. Tiene, y no podemos evitarlo, ansia de totalizar, y lo que llamamos “sentido” es el resultado lateral de ese decurso totalizador.

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Hablando sin Dios he titulado este artículo, y éste sería el título que yo les habría recomendado a las autoras. Es muy atrevido titularlo tal como lo han hecho. Puede que ese título (Hablemos de Dios) sea muy recomendable para que llame la atención en las librerías y/o como marketing pero luego, independientemente de las cosas interesantes que se puedan decir, hay que ser justos, de ética y filosofía deben saber mucho las autoras, pero la piel del melocotón tenía dentro manzana: ¿es esto ético?

Evidentemente cualquiera puede hablar “de Dios”: no es necesario ser creyente. Pero hablar de la sociedad y religión, de la mujer y religión o de la secularización no es hablar de Dios ¿o sí? Al final nada es hablar de dios y todo puede ser hablar de Dios. Si tenemos en cuenta esto último que he dicho pido perdón por quejarme del título pues “todo” es hablar de Dios.

Termino: como todo libro escrito por autores que han pensado en el tema, y que en este caso son buenas pensadoras, te hace estar de acuerdo con unas cosas, en desacuerdo con otras pero en todo momento atento a sus diálogos y discrepancias que sin entrar en teología intentan en este siglo XXI que al menos nos planteemos: ¿Qué significa la religión en nuestras vidas y en la sociedad? ¿Qué misión puede tener ahora en este nuevo siglo?

Solo por el hecho de planteárselo ya es un avance claro y de agradecer. Como ya dije antes muchos jóvenes eluden plantearse esto: quizá es más cómodo ver la tv o que nos digan que tenemos derecho a todo el bienestar y la felicidad: Los derechos al final pueden ser ampliables popularmente a muchas cosas y como dice Valcárcel: “si no hay Dios ¿qué es todo esto? Temor y Temblor. [Buscaremos otros] dioses que son como nosotros y sirven para nuestros propósitos”[7]

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[1] En 1930 el movimiento nazi publicó el libro Cien autores contra Einstein. Una colección de ensayos en un intento de desacreditar a la teoría y al científico. Cuando un periodista le pidió su opinión sobre el libro se limitó a decir: “¿Por qué cien? Si mi teoría estuviera equivocada, hubiera bastado con uno”.

[2] Este concepto fue introducido por Thomas Huxley. No tengo en cuenta a la gente que si le preguntas te dice algo así como “ni me lo he planteado” o “no me lo planteo”, lo cual debería ser analizado significativamente en la sociedad actual.

[3] Hablemos de Dios. Victoria Camps y Amelia Valcárcel. Editorial Taurus, Madrid, 2007 La primera autora está titulada Catedrática de Ética en la Universidad Autónoma de Barcelona y también fue Senadora (según hace constar en su Curriculum en el libro). La segunda autora Catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED y Miembro del Consejo de Estado.

[4] Y eso que desde 2007 hasta 2015 han pasado miles de cosas en este mundo, que va tan rápido, tanto social como económicamente; y no digamos eclesialmente pues hasta hemos cambiado de Papa sin que haya fallecido el que estaba cuando escribieron el libro y al que refieren a menudo.

[6] Existen discrepancias entre las autoras del libro pues cada una da una versión particular de los diversos temas por lo que  no hay que entender que lo que digo es siempre aplicable a ambas autoras. Por ejemplo Amelia Valcárcel matiza: “Yo sí creo que sigue siendo importante distinguir entre ética y moral […] pero  desde luego la ética motiva poco. Solo si el grupo se agranda y se mantiene relativamente vigilante  […] entonces la ética deviene moral aceptada mayoritariamente […} Por el contrario, si la ética se eterniza en la discusión es porque no alcanza el consenso suficiente; en ese caso no pasa a moral” Y si el grupo pierde la confianza en la moral heredada “y no tiene nada para sustituirla o agrandarla, entonces se produce un acaso terrible y peligroso, la anomia”.

[7] El entrecorcheteado es mío. Quiero dejar claro que como en otras ocasiones hemos utilizado este libro como “cifra de referencia” por lo que no hacemos un resumen del mismo ni una crítica de él positiva ni negativa, sino que nos sirven como referencia para expresar las ideas que explicito en este artículo. Quien quiera conocer con detalle el contexto de las referencias que hago a la obra lo mejor es que obtenga el libro y lo lea o que se lo pregunte a las autoras, si quiere ampliar conceptos fundamentales.

Acerca de juanrojomoreno

Profesor Titular de Psiquiatría Universidad de Valencia
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2 respuestas a HABLANDO SIN DIOS

  1. eliaroca dijo:

    Interesante temática, como todas las que expones en este blog. Gracias!!

    Me gusta

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