(mitos y ritos)
Juan Rojo Moreno
Es complicado escribir sobre lo sagrado y lo profano, sobre todo en poco espacio. Como bien indica Mircea Eliade, una empresa de esta índole supone introducirse en un campo inmenso con una gran documentación y ocuparía varios tomos. Pero nos interesa este autor porque entra de lleno, y de una manera comprensible y sintética, en la introducción fenomenología de la historia de las religiones[1]. No vamos a desarrollar detalladamente este tema, pero sí vamos a aprovecharlo para hacer unos comentarios. En cierto modo el mismo M. Eliade en su prólogo a la edición francesa del libro que hemos señalado como referencia (1964) comenta algo importante: “en qué medida lo `profano´ puede convertirse, de por sí, en `sagrado´; en qué medida una existencia radicalmente secularizada sin Dios ni dioses, es susceptible de constituir el punto de partida de un tipo nuevo de `religión´.”[2] Estas ideas nos han sido especialmente interesantes.
Intentemos aclararnos, en primer lugar, con “lo sagrado”.
Lo sagrado supone una realidad completamente diferente de las realidades “naturales”, dice Eliade.
Claro, que aquí ya entraríamos en un problema: ¿qué son las realidades “naturales”?: lo consciente, lo inconsciente, lo percibido, lo subliminal, la influencia de lo instintivo, el control cultural, etc. Muchas veces damos por hecho que sabemos qué es la “naturaleza humana”. No es una pregunta baladí. M. Eliade señala que el hombre a-religioso no acepta ningún modelo de la humanidad fuera de la condición humana. Quisiera que brevemente lo pensáramos ¿Qué es la naturaleza humana? Con otras palabras, ¿qué valor o qué cosa forma esta naturaleza tal que define solo lo humano y si se lo quitáramos ya podemos decir que ese ser no es humano? Ya me dirán si encuentran algo definitivo.
Por esto, cuando definimos lo sagrado como una realidad diferente a la “natural” realmente no estamos definiendo nada.[3] Lo sagrado en las culturas primitivas estaba unido al pensamiento mágico, de tal manera que un signo, un lugar, y al final todo el mundo, el cosmos, era para ese hombre un “mundo sagrado”. Es su mundo conocido, y frente a este mundo sagrado y conocido está el “externo” caótico, lleno de demonios y “extranjeros”. Los signos, templos, imágenes, mitos y ritos… son articulaciones que actualizan a la persona con el referente sagrado.
El tiempo no es homogéneo para el hombre religioso. Existen los intervalos de tiempo sagrado, el tiempo de las fiestas (en su mayoría periódicas) y luego, además, las personas religiosas se mueven también en el tiempo continuo natural no religioso. Por medio de los ritos se puede pasar del tiempo ordinario al tiempo sagrado. El tiempo sagrado es, pues, reversible ya que todo tiempo litúrgico, toda fiesta religiosa, consiste en la re-actualización de un acontecimiento sagrado que tuvo lugar en un pasado mítico.
¿Vive el hombre religioso en dos clases de tiempo? Para M. Eliade sí: vive el tiempo sagrado circular, reversible que se reintegra periódicamente mediante el artificio de los ritos y luego comparte con el no-religioso el tiempo natural.[4]
Este concepto que expresa M. Eliade como fenómeno de la historia de las religiones nos apunta directamente a una de las causas fundamentales de la crisis de las religiones: “el hombre religioso -a diferencia del profano- conoce intervalos sagrados que tienen una estructura original, transhumana, diferente”. Pero preguntémonos ¿y qué ocurre durante el tiempo no sagrado? La religión y la “religiosidad” que no se ha asimilado como una concepción del mundo, -sino solo como una resonancia emocional en el rito mítico-, no es más que una caricatura inauténtica. Es cierto que el hombre religioso aspira a ser distinto de lo que encuentra que es él mismo en su tiempo profano, porque el hombre religioso no se da, se hace. Pero también es cierto que pocos encuentran el camino del hacerse.
¿Cómo entiende Mircea Eliade “lo profano”?: una realidad vivida por un hombre no-religioso, que rechaza la sacralidad del mundo y en la que el tiempo es un continuum con el espacio, que rechaza la trascendencia y que se reconoce como único sujeto y agente de la historia.
¿Pero qué ocurre hoy en día? ¿Es tan fácil separar estas concepciones del mundo entre quienes viven la “religiosidad”, por una parte, y otros que viven, por otra parte, en la concepción “profana”, no-religiosa, del mundo? Creo que no. Por eso hablamos de lo “sacrofano” (neologismo por hibridación de sacro y profano).
Es cierto, hay quien en los tiempos que vivimos tiene interiorizada (más o menos) la dirección trascendente y por esto las grandes (y pequeñas) religiones siguen existiendo y, si miramos al mundo global, no les faltan adeptos. Pero también hay otra parte importante de personas que no son “profanas” en el sentido de M. Eliade, es decir no-religiosas, sino más bien agnósticas en el sentido del término tal como lo creó Thomas Huxley: agnosticismo = “abstenerse de creer” (pero no niego; la mejor definición religiosa de estas personas es “no sé”). Tengamos en cuenta que realmente muchas de ellas sí que saben, aunque dicen no-saber cuándo se les pone en la tesitura entre religión vs. no-religión. Pero sí saben cuándo se habla de valores, de ética, de principios etc., porque, como decía Eliade, puede que se esté generando otro tipo de religión.
Se está sacralizando la vida “natural”: el humanismo (hasta existe en algunos países europeos y latinoamericanos un Partido Humanista, cosa curiosa pues como “partido” no sé qué parte del humanismo será), el partido animalista, el partido de los verdes, el naturalista… todos estos son paradigmas de la sacralización de lo “natural”, pero que utilizan la ciencia y los descubrimientos científicos para apuntalar sus paradigmas. También la técnica y la ciencia son ahora paradigmas sacros, con sus mitos y sus ritos. Cambia el modo de expresarse el ritual, cambia la finalidad aparente, pero al fin y al cabo todo gira acerca de “una realidad completamente diferente de las realidades naturales” (es decir, todo gira alrededor de lo sagrado). Acaso alguien de la generalidad social sabe realmente ¿qué es un gigabyte, qué es la ciencia, qué es el método científico, cómo funciona el televisor o el teléfono o la nevera?
En los países más subdesarrollados parece calar más la espiritualidad mundana y las diferentes artes espirituales, pero curiosamente cuando estos países aumentan su PIB y cuando mejoran la economía, muchos de ellos, cambian también el modelo mítico, transformándose en un modelo paradigmático técnico: otro tipo de religión.
Porque los mitos siguen vigentes, y como dice M. Eliade: todo mito muestra como ha venido a la existencia una realidad, sea esta la realidad total, el cosmos, [la nueva era], o un fragmento de ella: una isla, una especie vegetal, una institución humana [o un uso humano]. La función magistral del mito es la de “fijar” los modelos ejemplares de todos los “ritos” y de todas las actividades humanas significativas: alimentación, sexualidad, trabajo, educación, etc.
Y evidentemente en los últimos siglos se han seguido creando mitos, solo que desde hace 100 años todo va más rápido y solo algunos perviven como la paz Mundial, la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la ciencia, etc. que se acompañan de sus característicos ritos.
Para el hombre religioso lo “sobrenatural” está ligado indisolublemente a lo “natural”: se venera a una piedra sagrada, o a una cruz de madera o a una figura de escayola, no por ser piedra, madera o escayola, sino por la sacralidad manifiesta que a través del material revela su verdadera esencia. Pero no puede hablarse de “naturalismo” o de “religión natural” pues es la “sobrenaturaleza” la que se deja aprehender a través de los aspectos “naturales” del mundo. ¿No ocurre algo parecido cuando hablamos de los teléfonos móviles o de las PC (ordenadores) en gran parte del mundo civilizado? Lo que importa no es el material ni siquiera su función sino la trascendencia universal que nos conecta y nos relaciona con los demás y con el sentido planetario: supone una nueva concepción del mundo para muchas generaciones y para una buena parte de las personas del mundo civilizado; es un paradigma convivencial.
Piensa Eliade que el cristianismo de las sociedades industriales, sobre todo el de los intelectuales, ha perdido desde hace largo tiempo gran parte de sus valores cósmicos pues la sensibilidad religiosa de las poblaciones urbanas se ha empobrecido sensiblemente. Creo que quizá lo que ocurre no es esto, sino que en las ciudades, en los núcleos en donde hay más facilidad de comunicación planetaria, es donde más fácilmente se ha producido una mutación de la concepción del paradigma cósmico; la “naturaleza” existe en las ciudades, los intelectuales son igual de sensibles a la abertura cósmica (aunque como en todo, hay de todo), pero el “cosmos” ha cambiado y los paradigmas sacros también han cambiado.
Sí, quizá en los núcleos urbanos en donde pronto los cambios son vertiginosos el hombre necesite más un nuevo paradigma cósmico, una expresión religiosa o una referencia sagrada que sea compatible con su acelerado tiempo profano: una sacrofanidad a la vez mística y a la vez operativa.
———————————————————————————–
[1] Mircea Eliade. Lo Sagrado y lo Profano. Editorial Labor, 5ª edición, 1983.
[2] Y para quien le interese esta línea, seguimos con este autor (Mircea Eliade) : la desaparición de las “religiones” no implica en modo alguno la desaparición de la “religiosidad”; la secularización de un valor religioso constituye simplemente un fenómeno religioso que ilustra la ley de transformación universal de los valores humanos; el carácter “profano” de un compartimiento anteriormente “sagrado” no presupone una solución de continuidad; lo “profano” no es sino una nueva manifestación de la misma estructura constitutiva del hombre que, antes, se manifestaba con expresiones “sagradas”.
[3] Eliade utiliza para referirse a la manifestación de lo sagrado el término “hierofanía” es decir: que algo sagrado se muestra: la piedra o el árbol sagrado no son adorados en cuanto tales sino por ser hierofanías, es decir por “mostrar” algo que ya no es ni piedra ni árbol. (Del griego hieros (ἱερός) = sagrado y faneia (φαίνειν)= manifestar).
[4] Como curiosidad en relación con el “tiempo” y las religiones hay que tener en cuenta que a diferencia de las religiones arcaicas y paleo-orientales así como con las concepciones mítico-filosóficas del eterno retorno tal como fueron elaboradas en la India y en Grecia, el judaísmo presentó una innovación fundamental ya que en él, el Tiempo tiene un comienzo y tendrá un fin, superando la idea del tiempo cíclico; Yahvé no se manifiesta en el tiempo cósmico (como los dioses de otras religiones) sino en un tiempo histórico que es irreversible; sus gestos son intervenciones personales en la Historia y revelan su sentido profundo solo al pueblo que ha sido elegido; el acontecer histórico gana aquí una nueva dimensión: se convierte en una teofanía. El cristianismo va aún más lejos pues Dios ha encarnado y asumido una existencia humana históricamente condicionada por lo que la historia se hace susceptible de santificarse. Los acontecimientos de Jesucristo no ocurren en un tiempo mítico sino en un periodo histórico concreto (M Eliade).
Magnifco post Juan, pero creo que Mircea Eliade era un hombre y no una mujer, 🙂
Me gustaMe gusta
Gracias Paco, sí es un «él». Cosas de la corrección. Ya está corregido. Un abrazo.
Me gustaMe gusta