SEGUNDO APARTADO[1]
Juan Rojo Moreno
El lema de la fenomenología es “a las cosas mismas”, y lo interesante es que nos ofrece un método para poder analizar las vivencias y experiencias. La fenomenología comienza con las experiencias. No afirma ni niega los procesos cerebrales que se dan, pero se centra en lo que vivencia el sujeto en primera persona. Y eso supone que en toda vivencia hay factores influyentes que se pueden analizar de tipo intencional, cultural, social, contextual y de la propia psicobiografía del sujeto. Por ejemplo, veo desde mi ventana mi coche rojo aparcado en la calle, esto supone no solo que de forma instantánea con la visión del mismo me venga la experiencia de que es mío, de cuanto me costó comprarlo, de si es el primer coche que tengo, si me gusta o quiero cambiarlo, si está estropeado y me costará mucho dinero arreglarlo, pero además si bien la parte que veo es solo una porción del coche, no obstante, “veo el coche como si tuviera otro lado”, es decir, que en toda visión hay una anticipación.[2] Cuando veo una luz, una silla, o el coche que he mencionado, instantáneamente no reflexiono que estoy viendo estas percepciones u objetos sino que tengo una conciencia implícita, no reflexiva, pero si pre-reflexiva, de la experiencia tal como la vivimos. Luego, podremos plantearnos la verdad o falsedad, pero no la realidad de la experiencia. Por consiguiente en toda percepción trascendemos el perfil que aparece y tenemos un objeto de conciencia completo a pesar de que una parte del mismo se nos da intuitivamente. La fenomenología estudia el análisis de la experiencia en primera-persona (es decir, tal como lo experimenta directamente el sujeto). Así, por ejemplo, en el caso de una alucinación para el paciente es completamente real la experiencia que vivencia él. La falta, absoluta, de transitividad nos va a facilitar el que comprendamos que no es “verdad” y nadie compartirá esta alucinación, pero no por eso deja de ser real la vivencia para quien la tiene; si ve un perro en el cuarto o vivencia que tiene unos lagartos en el intestino, para el sujeto que tiene esas vivencias, éstas están completamente llenas de realidad.
¿Es posible acercarnos de forma controlada y científica a la experiencia que tiene el sujeto en primera persona? (es decir, a sus vivencias), se pregunta S. Gallagher.
La ciencia supone que la realidad está ahí fuera, independiente de la mente, esperando ser descubierta e investigada. La fenomenología plantea un método para hacer operativa la investigación de las vivencias. Primer paso lo que se denomina desde Husserl Epoké: es decir el suspender todo juicio preconcebido (Husserl lo denomina “poner entre paréntesis”). Los objetos del mundo aparecen o son posibles o se manifiestan gracias a la manera en que se estructura la conciencia. No centramos nuestra atención en qué son las cosas sino en cómo aparecen en nuestra experiencia. Empieza el proceso reflexivo. Y matiza Gallagher “los fenomenólogos no están interesados en la conciencia per se, están interesados en la conciencia porque consideran que es nuestro único acceso al mundo, porque es descubridora-de-mundo. La fenomenología es un análisis filosófico de los diferentes tipos de descubrimiento-del-mundo”. ¿Y cómo hace esto? Pues con el siguiente paso: la reducción eidética, es decir despojando a las cosas (percepciones, memorizaciones etc.) de sus propiedades no esenciales.
Decíamos al principio de todo el artículo que la fenomenología es una empresa filosófica, no empírica, pero creo que ha de reubicarse. Justo el gran avance que presenta la fenomenología es que con su método permite desarrollar horizontes más cercanos al empirismo desde la filosofía y desde otros campos como el psicopatológico o el diagnóstico médico (el caso del DSM o CIE)[3]. Pero no deberíamos seguir denominando a esta ciencia “fenomenología” pues estamos postulando ahora que de algún modo salga de la filosofía, y sea una dádiva heteróclita.[4] Tenemos que reubicar la “fenomenología” en una nueva situación paradigmática que siendo dadora de significado ofrezca nuevas formas de definición operativa. Por lo tanto tendrá que definir significativamente el análisis operativo de las vivencias (que llama Gallagher y Zahavi “experienciar”). Para que no parezca que estemos planteando una desviación o herejía fenomenológica tendremos que hablar de la Fenotropía y del método Fenotrópico (dirigido, centrado en el fenómeno)[5]. Por esto como señalan los autores de referencia “uno de los intereses primarios de Husserl en el desarrollo de la fenomenología era su preocupación por la manera de hacer ciencia, se puede entender la fenomenología como destinada a sustentar la ciencia”[6]. La Fenotropía no solo ha de sustentar ciencia, ha de crear ciencia, ha de ser ciencia, sin dejar de nutrirse de la filosofía, de la sociología, de la neurología, etc. pero ha de ser algo más que una empresa filosófica.
Un aspecto interesante en este campo es cómo hacer las investigaciones: el entrenamiento para la descripción. Nosotros cuando hemos estudiado los niveles de conciencia utilizamos personas preparadas para ser capaces de describir diferentes “estados” de conciencia bajo los efectos de sustancias como el Protóxido de Nitrógeno o el Dióxido Carbónico (CO2+O2); en estos casos la persona era capaz de mantener una conciencia reflexiva para observar las variaciones en su conciencia basal; así, Rojo Sierra describió los niveles de conciencia alfa, beta, y gamma (propio, el último, de estados psicóticos).[7] De igual manera hacen Varela y Luz en referencia a la neurofenomenología: ante diferentes vivencias las personas entrenadas aprenden a: 1- suspender todo tipo de creencia sobre la experiencia (epoké), 2- aumentar el dominio de la descripción de la vivencia y 3- se hacen estudios (por ejemplo mediante EEG) de los sujetos experimentales.[8] Llegaron a una conclusión muy interesante (que ya fue mucho tiempo antes propugnada por M. Rojo-Sierra con su método de Analiotopograma)[9], que la activación neuronal que subyace a nuestra experiencia no está localizada en ninguna área específica del cerebro sino que implica a diferentes áreas funcionalmente diferentes entre las que hay enlaces dinámicos. Con el uso de las matemáticas y modelos de teorías de sistemas dinámicos investigan, pues, correlatos neuronales de la experiencia que suponen unos patrones de integración emergentes.[10]
La ciencia no nos puede proporcionar una descripción absoluta de la realidad desde “un punto de vista de ningún lugar” que sea objetivo. La fenomenología incorpora al sujeto, de manera que defiende una concepción de-este-mundo de la objetividad y de la realidad, porque la ciencia la hace alguien. No se puede eliminar completamente al sujeto del camino de investigación.
Esto nos lleva a que tenemos que considerar que en las vivencias siempre hay al menos “un algo” de intencionalidad y de pre-conocimiento. Por ejemplo, en lo que se conoce en literatura como el problema del “conductor de camiones de larga distancia” que hace recorridos conduciendo sin darse cuenta (o lo que es lo mismo si salimos de casa conduciendo pensando en nuestras cosas y llegamos al trabajo y de pronto reflexionamos que “no nos hemos dado cuenta” de cómo hemos llegado y cómo hemos conducido). ¿Puedo tener percepciones no conscientes y realizar acciones no-conscientes? Para los fenomenólogos hay que introducir el concepto de autoconciencia pre-reflexiva. Husserl aduce que la autoconciencia lejos de ser solo la conciencia reflexiva, es un rasgo que caracteriza la dimensión experiencial como tal. Sartre también señala cómo toda experiencia intencional se caracteriza por la autoconciencia. Y esto es porque cuando percibo algo (un atardecer, una flor marchita…), ya sea por la cultura, por el aprendizaje, por lo que me han enseñado desde pequeño, por mis mismas vivencias previas, etc. hay una conciencia intencional en la percepción en sí que viene dada con la misma percepción. No es nueva. Por esto señala Gallagher “tiene sentido hablar de autoconciencia siempre que percibo conscientemente un objeto externo, porque percibir conscientemente algo no es simplemente ser consciente del objeto perceptivo sino también estar familiarizado con la experiencia del objeto». Hablan de conciencia pre-reflexiva “en tanto como pre-reflexivamente autoconsciente de mi experiencia yo no soy consciente de ella. En mi vida cotidiana estoy absorbido y preocupado con proyectos y objetos en el mundo y en esta situación no atiendo a mi vida experiencial […] Si estoy concentrado leyendo un relato mi atención no está puesta ni en mí mismo ni en mi actividad de leer, sino en el relato. Si alguien me pregunta qué estoy haciendo, diré inmediatamente que leyendo. Esto es posible porque pre-reflexivamente soy consciente de mis experiencias por lo que puedo responder inmediatamente sin tener que reflexionar o inferir lo que estoy haciendo” (Gallagher). Por esto Sartre enfatizó que la conciencia pre-reflexiva no es algo añadido a la experiencia sino más bien una característica intrínseca de la experiencia.[11] En la autoconciencia pre-reflexiva uno no es consciente de uno mismo como un objeto sino que ésta aparece en primera-persona de forma inmediata y no observacional, aunque me da automáticamente la familiaridad de la experiencia.
Por lo tanto en la dimensión experiencial (cuando experimento algo) hay que considerar que al ser consciente de ese momento, al mismo tiempo hay una influencia pre-reflexiva del entorno actual y pasado.
¿Cómo es posible que el pasado influya en el presente? En cada momento presente hay una “retención” intencional del pasado, que mantiene el “sentido” de las palabras de una frase incluso cuando las señales auditivas ya no están ahí. Al mismo tiempo hay también una anticipación intencional hacia dónde va la conversación o la frase. Como señala Husserl, esto último es lo que permite la experiencia de la sorpresa; si estoy escuchando una melodía y alguien toca una nota equivocada me siento sorprendido o disgustado, si alguien no acaba una frase que estoy escuchando tengo la sensación de incompletitud, pues la conciencia implica una anticipación de lo que el curso inminente de la experiencia va a proporcionar, y en estos casos no coincide lo que ocurre con mi anticipación.[12]
Y el yo siempre estará ahí como vivencia primaria. El yo es una parte integrante de la estructura de nuestra vida consciente. “Yo” = tengo una vivencia primaria en primera persona de que las experiencias son mías (auto-referencialidad fundamental que Sartre denomina “ipseidad”)[13]
Conclusión
La fenomenología (o la fenotropía en su sentido de dádiva heteróclita) nos permite un método amplio de análisis científico de las vivencias. El método ha de abrirse para aportar desde este campo soluciones que sean científicamente validas a las experiencias humanas. El método fenotrópico se nutre de la fenomenología pero ha de ser operativo para las distintas ciencias que necesitan conocer al hombre y sus vivencias. La evolución científica no puede llegar a la máxima excelencia sin contar con las vivencias. El desarrollo de este método podrá ser aplicado a la psicología, a la psicosomática, medicina, ciencias de la salud en general, pero desarrollándose con muchas otras perspectivas entre las que necesitamos a la biología y necesariamente a la física. Cada vez más para entender las vivencias y el comportamiento humano necesitamos un patrón inicial que, considero, puede desplegarse desde el método fenomenológico, pero también un desarrollo posterior que, centrado en el fenómeno y la vivencia, sea operativo científicamente.
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[1] Referencia clave: Shaun Gallagher y Dan Zahavi. La mente fenomenológica. Alianza Editorial, 2013
[2] Este ejemplo del coche es expuesto por S. Gallagher y a esta anticipación la denominan apresentación pues en realidad no nos lo representamos, tampoco imaginamos la parte que no se ve. Husserl denomina “intencionalidad del horizonte” al hecho que percibamos todo el objeto, por ejemplo una silla, a pesar que solo vemos una perspectiva de la misma ya que nuestra conciencia intuitiva del perfil presente del objeto va siempre acompañada de una conciencia intencional del horizonte de perfiles ausentes de dicho objeto. En definitiva como señala Gallagher “somos perceptores pragmáticos”
[3] Son clasificaciones médicas de enfermedades mentales que aportan códigos.
[4] Qué quiere decir “una dádiva heteróclita”. Pues que debido a que la fenomenología está tan desarrollada como ciencia filosófica va a estar limitada en sus aportaciones si no quiere desnaturalizarse. Al decir que ha de ser una dádiva Heteróclita, esto supone, en un significado amplio, que sus reglas vienen dadas por ser capaz de aportar, unir, fusionar.
[5] Es un neologismo, pero creo que al igual que Husserl no cayó en el psicologismo ni en su opuesto el empirismo positivista, (abarcando a los dos) la “nueva” fenomenología (Fenotropía) ha de nutrirse de la filosofía fenomenológica y del positivismo (filosofía positivista) abarcándolo a los dos pero desarrollándose en nuevos campos como la biología, física, etc.
[6] Claramente, para muchos autores la fenomenología debe seguir en el campo de la filosofía separada del empirismo y de la ciencia cognitiva pero con influencia recíproca (Gallagher y Zahavi). Algunos autores como Eduard Marbach consideran que solo trasformando en valores matemáticos las descripciones fenomenológicas se pueden integrar en el marco de las ciencias naturales.
[7] Rojo Sierra M. El renacimiento del concepto de conciencia en la psiquiatría de hoy. Folia Neuropsiquiátrica, II (3), 1-43, 1967. Y luego en un libro: En torno a la conciencia humana. Editorial Promolibro, Valencia, 1995
[8] En nuestros estudios de niveles de conciencia también utilizamos un método de análisis complejos a partir del EEG que se denominó analiotopograma.
[9] Los Psicodislépticos. Rojo Sierra M, Jiménez Romero de Ávila R. Folia Clínica Internacional XXV (3), 1-10, 1975
[10] Thompson (2007) señala como estos métodos sirven para investigar las experiencias que aparecen en las tradiciones budistas e hindúes, así como los estados de conciencia basados en el entrenamiento mental contemplativo. En nuestro caso el Dr. Cámara Teruel también utilizó el analiotopograma para estudiar los niveles de conciencia bajo los efectos de ciertas sustancias psicótropas.
[11] Sartre habló de la autoconciencia (pre-reflexiva) como la “consciece de soi” (conciencia de sí) a diferencia de la autoconciencia reflexiva “connaissance de soi” (conocimiento de sí).
[12] Algunos autores consideran que lo que tenemos del pasado son re-presentaciones, pero Gallagher señala que cuando vemos a alguien cruzar un paso de peatones no re-presentamos las imágenes anteriores que se han desvanecido sino que en cada momento se “presenta” el pasado de modo intencional, pues lo que ocurrió antes está todavía registrado en nuestra conciencia. Si de pronto vemos que esa persona a mitad del paso de peatones da un gran salto y echa a correr nos llama la atención y nos sorprende porque no se corresponde lo que espero que ocurra con la anticipación que hacemos del futuro. Como señala Husserl: todo tipo de experiencia, percepción, memoria, imaginación, incluye una retención del segmento inmediatamente pasado y una protención de lo que está a punto de ocurrir. La experiencia temporal no es un objeto que ocurre en el tiempo, pero tampoco es meramente una conciencia del tiempo, más bien es ella misma una forma de temporalidad. Si oigo una melodía no oigo una nota y ahora otra y luego otra; las notas que han sonado previamente son retenidas en la experiencia intencional.
[13] ipse significa “mismo”. Ipseidad sería como yoidad. En ingles ipse lo traducen como self.